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[16] L. Olías, «El FMI concluye que la reforma laboral del PP creó empleo aunque aumentó la pobreza entre los trabajadores», eldiario.es, 13 de febrero de 2020 [https://www.eldiario.es/politica/minuto-politico-gobierno-mantendrian-electoral_6_1131719_1002622.html].

[17] UGT, Los daños de la reforma laboral de 2012. Datos de su impacto negativo sobre el empleo y los salarios, Servicio de Estudios de UGT, 2019.

Capítulo II

El trabajo como un privilegio

Hace unos años el hecho de tener un trabajo no era algo reseñable. Todos, más o menos, tenían sus oportunidades laborales y algunos incluso podían permitirse marcharse de su trabajo porque habían encontrado otro mejor. El trabajo se veía como el elemento motor que permitía a las familias vivir, a los jóvenes independizarse e incluso a algunos, en los mejores casos, ahorrar algo de dinero. Ahora nos encontramos con que es un privilegio y el buen trabajo algo hasta utópico, complicado y sólo al alcance de una minoría privilegiada.

Por eso cuando una persona lo encuentra es un afortunado, aunque eche más horas que un reloj, no le guste lo que esté haciendo, no se sienta desarrollado y/o se lleve mal con sus jefes. Esa persona, ese privilegiado, debe callarse para mantener el trofeo de lo que significa a día de hoy tener un trabajo, porque seguramente lo haya conseguido después de una dura competición en esa jungla precaria a la que llamamos mercado laboral. Habrá tenido que aceptar condiciones que en otros momentos no se hubiesen aceptado, y el miedo a perder el trabajo será uno de los factores que fomenten el silencio.

Parece que tener un empleo ya no es una necesidad vital para muchas personas que necesitan pagar facturas, comer todos los días, vestirse, comprarse un libro o tomarse una copa de vino de vez en cuando. Ahora parece que tener uno que te permita pagar las facturas y tomarte esa copa de vino es una concesión a la que sólo pueden acceder unos pocos.

Como desarrollaré en el resto de capítulos, en España hay un gran número de trabajadores pobres que viven en la precariedad pese a tener empleos. De hecho, cuatro de cada diez trabajadores son precarios, según UGT, y el 75 por 100 de las familias españolas no llega con solvencia a fin de mes, según una encuesta de la OCU. Otros tantos cabalgan entre la temporalidad, el desempleo y el trabajo en negro, y otros muchos renuncian a su vida social y familiar sólo para tener un trabajo que les cubra lo mínimo y necesario para vivir.

Ante esta situación, ante este mercado laboral –por llamarlo de alguna manera–, encontramos a jóvenes en casa de sus padres, frustrados por no tener una vida independiente; a ciudadanos con falta de derechos laborales por estar trabajando en B sin estar dados de alta en la Seguridad Social; a trabajadores que el día 20 de cada mes se quedan en números rojos; a personas que tienen que compartir piso con cuarenta años, y a jóvenes –y no tan jóvenes– que se marchan de España en busca de algo mejor (o simplemente algo) tras muchos intentos fallidos de quedarse en su país con un trabajo que les permita vivir.

Algunas de las consecuencias de la precariedad laboral son visibles en nuestro país, pero otras muchas no, porque cada uno de nosotros, sobre nuestras espaldas y en nuestro cerebro, llevamos a cuestas la ansiedad de no llegar a fin de mes, el miedo a ser despedidos, la incertidumbre de dónde estaremos el mes que viene y la frustración y la resignación de luchar contra algo que parece que no cambia.

En este capítulo abordaré lo que tenemos que hacer los ciudadanos para conseguir un trabajo, incluso para conseguir un mierda job: luchar, tragar y callar.

La competición de buscar trabajo en una jungla precaria en la que piden multitud de requisitos

Según terminamos los estudios, nos sueltan a la jungla del mercado laboral; nosotros, unos pollitos que no hemos oído hablar prácticamente de nada relacionado con el mismo. Algunos trabajamos para poder pagarnos los estudios , pero pese a ello la experiencia fue exactamente la misma: prácticamente todos hemos sido unos pollitos en mitad de una jungla llena de depredadores. Ni en la ESO ni en el Bachillerato se da ningún tipo de aproximación al mercado laboral. Sólo en Ciclos Formativos se imparte la asignatura de Formación y Orientación Laboral (más conocida como FOL), que desarrolla las nociones básicas del mercado de trabajo. Por eso es muy fácil que aceptemos trabajos con cláusulas más o menos abusivas y pasemos por el aro en determinadas cuestiones que, si conociéramos, no firmaríamos (o, por lo menos, nos lo pensaríamos dos veces antes de hacerlo).

Al final, nos encontramos con toda nuestra ilusión (que luego, en muchas ocasiones, se convertirá en desesperación y frustración) buscando trabajo en un mercado que sólo nos ofrece precariedad, temporalidad y prácticas.


Sección premium del portal de JobToday dedicado a la búsqueda de empleo.

Además, todas las partes se aprovechan de las personas que buscan trabajo y de su necesidad de trabajar. También las páginas de búsqueda de empleo. En muchas de ellas tienes que pagar si quieres que tu candidatura se vea o incluso sólo por poder postular a las ofertas de trabajo, como podemos apreciar en la imagen de la página anterior.

Aprovechándose de la precariedad y de la necesidad de encontrar empleo, muchas empresas piden multitud de requisitos para poder acceder a un puesto de trabajo. Básicamente, el futuro trabajador debe ser una persona que sepa de muchísimas cosas, que esté dispuesto a darlo todo por la empresa y a coger el teléfono a cualquier hora del día por muy poco dinero al mes.


Cuestionario de una oferta de trabajo en la página de búsqueda de empleo Infojobs.

La siguiente es una oferta real encontrada en Findablogger, en la que piden cinco años de experiencia, disponibilidad completa por Whats­App, correo electrónico y teléfono, y en la que pagan 1.000 euros al mes por un trabajo de coordinador. Una de las numerosas ofertas en las que no existe reciprocidad entre la experiencia y el salario que se ofrece.


Oferta de empleo encontrada en la web de Findablogger.

Como esta, se pueden encontrar muchas más en la red en las que se piden muchísimos requisitos a cambio de muy poco dinero.


Oferta de trabajo obtenida de la página de búsqueda de empleo Infojobs.

En España, un 37,3 por 100[1] de los empleados están sobrecualificados para el puesto de trabajo que desempeñan, según el último informe de la Comisión Europea sobre la evolución del mercado laboral y los salarios.

Otro tipo de ofertas muy comunes en las páginas de empleo son aquellas en las que se paga por un trabajo pese a que, en realidad, los empleados tienen que hacer las funciones de varias personas.

En Mierda Jobs he podido hablar con muchísimos empleados que realizan labores correspondientes a dos o tres puestos distintos, como fue el caso de una mujer interna en casa de un matrimonio mayor que tenía que hacer recados a los nietos de esos señores y limpiar la casa de una de las hijas.

Uno de los primeros artículos[2] que escribí en mi blog para Público trataba precisamente sobre esto y denunciaba el caso de una empresa que buscaba a una mujer menor de veinticinco años que trabajase como administrativa, limpiadora y community manager a jornada completa por 685 euros al mes.


Oferta de trabajo obtenida de la página de búsqueda de empleo JobToday.

El «mejor esto que nada»

«Mejor esto que nada» es una de las muchas frases que se utilizan cuando una persona está o va a estar en una situación de precariedad laboral; obviamente, no tener nada es peor que tener un sueldo bajo que permita al ciudadano comer y poder vestirse, pero el problema es que esa frase se utiliza como pretexto para todo.

Arturo Fernández, vicepresidente de la patronal española (CEOE), dijo en el año 2013 que «cualquier fórmula es mejor que estar en el paro»[3]. En 2019, cuando era candidata a la presidencia de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso aseguró que ella prefería un empleo a no tener ninguno[4] y especificó que, «cuando empiezan a hablar de empleo basura, me parece que es ofensivo para la persona que está, a lo mejor, deseando tener ese empleo ba­sura».

En mi opinión, son dos los problemas que se ponen de manifiesto: en primer lugar, el uso de esta frase para legitimar el seguir precarizando a los trabajadores y, en segundo, el problema de dónde poner el límite, difuminando a la baja el trabajo y la explotación. Si se sigue perpetuando la idea de «mejor eso que nada», ¿qué panorama podemos esperar? Es importante romper esta inercia, porque a lo mejor el «eso es mejor que nada» puede convertirse en ilegal, en una explotación total a los trabajadores. De hecho, esta tendencia de explotación bajo esa y otras afirmaciones similares es una realidad que ocurre en nuestro país.

No es la única frase que nos podemos encontrar en el mercado laboral que legitima la precariedad y el abuso a los trabajadores. Otras, como «muchas personas desearían estar en tu puesto», atemorizan a los trabajadores al poner el foco sobre ellos mismos, y dejan atrás las condiciones laborales que llevan aparejadas este tipo de afirmaciones. ¿Dónde está el límite para justificar la precariedad? ¿Está en hacer horas extra y no pedir la remuneración por miedo al despido? ¿Está en que te contraten a media jornada y te hagan trabajar a jornada completa pagando la mitad del sueldo en B? ¿Está en que te cambien los horarios de un día para otro? O ¿acaso está en que un empleado esté trabajando como falso autó­nomo y no se atreva a decir nada a la empresa ni a la Inspección de Trabajo?

La precariedad laboral mina el bienestar de nuestro día a día, nos atrapa entre el paro y el empleo temporal mientras se sufren abusos entre trabajo y trabajo. Este tipo de frases, de trampas, de formas de actuar por parte de algunos empresarios, generan una cultura: la cultura de la precariedad.

Los sectores más precarios

Aunque la precariedad en España es algo habitual, existen sectores que son realmente precarios, ya no sólo por los salarios, sino por las jornadas laborales, la inestabilidad y las horas extra no remuneradas. Los trabajos que requieren menos cualificación y los ocupados normativamente por mujeres suelen ser los más afectados. Entre ellos, cabe destacar el de trabajadora del hogar y el de ayuda a domicilio. Muchas de estas mujeres trabajan sin estar dadas de alta en la Seguridad Social y cobrando por debajo del salario mínimo. Además, el hecho de que muchas sean migrantes hace que los empleadores se aprovechen aún más de su situación de vulnerabilidad.

Por otra parte, se pueden destacar los trabajos en la hostelería. En muchas ocasiones, camareros y cocineros tienen que trabajar muchas más horas de las que se estipulan en su contrato. Hay casos de empresas que contratan a estos trabajadores a media jornada y estos acaban haciendo más de diez o de 12 horas cada día. En el verano de 2021 las condiciones de los camareros saltaron de nuevo al debate público porque varios empresarios hosteleros de Almería denunciaron que no encontraban camareros para trabajar durante el periodo estival. Ante estas declaraciones, hubo un aluvión de respuestas en redes sociales en las que los propios profesionales de la hostelería denunciaban que no faltaban camareros, sino condiciones dignas. Vigilantes de seguridad, repartidores a domicilio, trabajadores de limpieza y mantenimiento, incluso in­formáticos son otras de las profesiones más precarias en España.

[1] «España es el país europeo con más trabajadores sobrecualificados», El Heraldo, edición digital, 8 de noviembre de 2019 [https://www.heraldo.es/noticias/economia/2019/11/08/espana-es-el-pais-europeo-con-mas-trabajadores-sobrecualificados-1342902.html].

[2] A. de la Fuente, «Tres en uno: administrativa, limpiadora y community manager a jornada completa por 685€ al mes», Público, 12 de junio de 2019 [https://blogs.publico.es/mierdajobs/2019/06/12/tres-en-uno-administrativa-limpiadora-y-community-manager-a-jornada-completa-por-685e-al-mes/].

[3] «La CEOE quiere negociar con los sindicatos nuevas fórmulas “flexibles” de contratación», 20 Minutos, edición digital, 22 de agosto de 2013 [https://www.20minutos.es/noticia/1900862/0/ceoe-negociar/formulas-flexibles-contratacion/sindicatos/].

[4] «Díaz Ayuso dice que es ofensivo hablar de empleo basura porque hay gente “que desea tener uno”», Público, 9 de mayo de 2019 [https://www.publico.es/politica/diaz-ayuso-dice-ofensivo-hablar-basura-hay-gente-desea.html].

Capítulo III

Cultura, romantización y opinión pública

Existe algo peor que explotar a los trabajadores, y es explotarlos mientras les hacen creer que su explotación es algo bueno, cool y único. Hacerles pensar que su precariedad tiene un carácter positivo. Utilizar los medios de comunicación para generar opinión pública y que esta desempeñe un papel negativo para los propios trabajadores y positivo para las empresas que abusan de ellos.

Se han creado conceptos que romantizan la precariedad laboral y se ha intentado engañar a los trabajadores para que desarrollen su labor de forma sumisa, sin ni siquiera plantearse si las empresas están cumpliendo con sus derechos.

Por culpa de esa romantización, de esa cultura que ensalza el no poder salir de casa los fines de semana o el no poder poner una lavadora cuando hay una pila de ropa sucia en el cesto, hemos visto a personas pobres o con inestabilidad económica aplaudir situaciones realmente desgraciadas. En este capítulo vengo a hablar precisamente de esto.

Romantización de la precariedad

Para comenzar el análisis correspondiente, quiero pararme en dos cuestiones básicas a la par que maquiavélicas: hablo de la romantización de la precariedad y de lo que apodo «la cultura de Mr. Wonderful» (llamo así a la exaltación de panoramas o actitudes de precariedad haciéndolas pasar por casos de superación al más puro estilo del sueño americano). Ambas cuestiones trascienden la propia precariedad, convirtiéndose en un intento de blanquear la situación de millones de trabajadores. Es decir, son una herramienta para intentar engañar al ciudadano, convenciéndolo de que su pobreza es algo positivo y que su necesidad de pluriemplearse para poder llegar a fin de mes es realmente lo que se conoce como «cultura del esfuerzo».

Podemos decir que esta romantización es una burla del sistema capitalista hacia los trabajadores, pero en realidad va un paso más allá, para que los precarios sigan siendo precarios, pero con una identidad que no los cataloga como tal. Me explico: en una sociedad en la que es tan importante el individuo, este tipo de prácticas consigue que los trabajadores precarios dejen atrás su conciencia colectiva para identificarse con una idea inexistente que los catapulta a la autenticidad, a sentirse únicos, cuando en el fondo son un trabajador precario más.

Por ese motivo se han creado neologismos con los que hacer más «auténtica» y más «moderna» la precariedad que arrastra una gran parte de la población.

Así han nacido conceptos como friganismo, coliving o nesting, que no son más que las típicas prácticas que hacen las personas pobres, porque no tienen dinero aunque se encuentren trabajando, pero pintadas de purpurina para que la sociedad no se queje de sus condiciones materiales. Paso a explicar estos conceptos tan trending, para que se observe que de «modernos» y «apasionantes» no tienen absolutamente nada.

El friganismo[1] consiste en comer de la basura, una «moda» que siguen las personas que van a bancos de alimentos porque no tienen con qué alimentar a sus hijos. Aunque nació en Estados Unidos en los años noventa, no llegó a España hasta 2016 de la mano de una publicación de El País.


Titular de El País sobre el friganismo.

El coliving[2] (palabra que recuerda al coworking) básicamente consiste en compartir piso ante la imposibilidad de pagar unos alquileres muy caros. Algo que seguro que han disfrutado mucho las personas durante el confinamiento a causa de la pandemia de coronavirus. Existen varios tipos de coliving: las personas que comparten piso directamente y los espacios que están a medio camino entre el piso compartido y una residencia de estudiantes, de los que normalmente saca provecho una empresa.


Titular de El País sobre el coliving.

El nesting[3] (cuya traducción es «anidar») consiste en no salir de casa durante el fin de semana por no tener dinero. En España este término lo usó por primera vez El País en 2017.


Titular de El País sobre el nesting.

Desde hace años hay algunas empresas que utilizan el término trabacaciones, un neologismo que se crea al juntar la palabra «trabajo» con la palabra «vacaciones», derivado directamente del mismo término en inglés: workaction. Esto, aplicado a la realidad, quiere decir que un trabajador, si se va de vacaciones o de escapada, debe llevarse consigo sus obligaciones laborales para volver de sus días de descanso con tareas adelantadas.


Aunque parezca alucinante, la realidad es que estos conceptos existen y son empleados por una parte de la población y difundidos por los medios de comunicación; algo que nos muestra cómo el liberalismo sin escrúpulos puede ser tan retorcido como para vendernos de «único» una serie de «experiencias» que, en realidad, son torturas causadas por la precariedad laboral y el nivel de vida tan elevado respecto a los salarios del país. Utilizan la precariedad como seña de identidad, al igual que podría ser tener un yate o practicar hípica los domingos en el caso de las economías más notables.

La romantización que engaña al precario es –por así decirlo– una romantización inteligente, la cual está cargada de márketing, porque, como decía anteriormente, pone al individuo en el centro y su precariedad como algo auténtico, lo que no sucede si se romantiza a los ricos y su forma de vida. Ejemplo de ello han sido la cantidad de críticas que han recibido diversos futbolistas, cantantes y actores durante la cuarentena domiciliaria obligatoria por el coronavirus.

España estaba confinada y nadie podía salir de sus casas durante los meses de marzo, abril y mayo, una situación realmente terrible, porque familias enteras veían su economía truncada y los despidos y los ERTE se iban contando por miles, mientras muchas de ellas tenían que pasar los meses encerradas en habitaciones o, incluso, en zulos[4]. En ese momento llegó la romantización de la cuarentena por parte de algunas celebridades, entre las que podíamos encontrar al futbolista del Real Madrid Sergio Ramos o al jugador neerlandés Rafael van der Vaart[5], mostrando, a través de sus redes sociales, cómo vivían rodeados de lujo y dinero. La sociedad se les echó encima; ya no eran únicos, porque no tenían esas piscinas ni esos chalets y tenían que pasar los meses encerrados en pisos pequeños y muchos de ellos sin luz. No es lo mismo que te vendan como algo auténtico tu situación precaria, centrándose en ti, que ver a multimillonarios jugando al voleibol en una piscina desde tu smartphone. Parece que es ahí donde se encuentra el punto de inflexión.

Un ejemplo similar puede ser lo que ocurrió con el youtuber Ibai Llanos, muy famoso entre la juventud, entre otras cosas, por vivir en un chalet con sus amigos, incluso con el que graba todos sus vídeos y partidas.

Ibai siempre ha contado con la simpatía del público, lo que le ha llevado a tener más de tres millones de seguidores en Twitter. Pues bien, el simpático Ibai decidió gastar una broma durante los días más calurosos del verano publicando un tuit en el que decía: «Si yo con aire acondicionado y piscina, me estoy muriendo, cómo es posible que vosotros sigáis vivos, qué clase de superpoder tenéis».

Esta broma no hizo ninguna gracia a sus seguidores, porque, de nuevo, el sentimiento de autenticidad no existía, sino que era una mera burla (sin ningún tipo de márketing) a las personas precarias que no pueden tener un aire acondicionado y tuvieron que estar en su casa a 35 grados durante los meses de verano.

Cultura de Mr. Wonderful

A la romantización de la pobreza se le suma lo que denomino la cultura de Mr. Wonderful[6], una cultura que consigue que muchas personas pierdan la perspectiva de la realidad, convirtiendo en enternecedoras situaciones atroces. Un cóctel perfecto, porque por un lado tenemos la romantización de la pobreza, que podría ser aceptada o no por las personas precarias, y por el otro la cultura de Mr. Wonderful, que consigue que los precarios acepten esa romantización hasta el punto de ser colaboradores necesarios de la misma.

Ahora procederé a ilustrar con varios ejemplos cómo una parte de la sociedad convierte en algo «cuqui» lo que realmente es un drama social.

«La imagen más hermosa que verás hoy»

En diciembre del año 2018 una popular tuitera mexicana publicaba la imagen de una anciana con varias flores para vender cargadas a la espalda. La tuitera publicó la foto acompañada de un mensaje en el que se podía leer: «Esta bella señora merece ser la imagen del interminable trabajo de las mujeres en nuestro país. Ojalá la incluyeran en alguna campaña de alguna Secretaría. La imagen más hermosa que verás hoy».


Imagen de un tuit en el que se romantizaba la precariedad de la anciana.

Aunque la imagen suscitó algunas críticas, la red se llenó de comentarios aplaudiendo a la anciana. Estos son algunos de ellos: «Gracias por compartir... es muy linda... si pudiera pintar ese momento sería un retrato hermoso con todos los contrastes!!», «Belleza mexicana, que Dios bendiga a esta mujer trabajadora».

La historia que «te levantará el ánimo»

En noviembre de 2019 se hizo viral la historia de Francisco, un anciano que, al no llegar a fin de mes, se dedicaba a repartir comida a domicilio a pie, a través de la plataforma Uber Eats. La circunstancia de Francisco fue compartida por un usuario de Twitter que pedía generosidad con las propinas, ya que «el señor lo hace con actitud». Lo hacía de la siguiente manera: «El señor Francisco es un repartidor de Uber Eats que hace sus entregas a pie, se pierde un poco entre las calles, pero de que llega, tengan paciencia y sean generosos con su propina, es mayor y tiene la necesidad de trabajar. Muy amable el señor, lo hace con toda la actitud». Aquí el tuit:


Imagen de un tuit en que se romantizaba la situación de un repartidor de edad avanzada.

Al viralizarse el mensaje, varios medios comenzaron a hacerse eco de la historia con titulares como «Conoce a Francisco, el abuelito que hace entregas de Uber Eats caminando», en los que hablan de la historia que «te levantará el ánimo».

Si andabas bajoneado, o de malas, te tenemos una muy buena noticia, que seguro te dará ternura a más no poder y te levantará el ánimo. Y es que, así como lo leíste, en Ciudad de México hay un abuelito que hace entregas de Uber.

Los artículos sobre Francisco fueron muy compartidos en redes sociales, con comentarios en los que se «admiraba» su «valentía» y su «fuerza», sin que muchos usuarios se percatasen del verdadero drama del anciano.

«José, el anciano que sobrevive con marcapáginas, enternece a las redes»

También en noviembre del año 2019, un joven residente en Barcelona publicó la imagen de un señor mayor vendiendo marcapáginas pintados por él mismo para llegar a fin de mes. La historia se hizo viral y en las redes se podía leer a jóvenes contar que la historia del anciano los había «enternecido mucho». De nuevo, sin pararse a pensar por un segundo lo que supone que una persona de ochenta y cinco años tenga que vender en la calle para llegar a fin de mes.

Tanto corrió la historia de José, que una web dedicada a Barcelona tituló su historia de la siguiente manera: «José, el anciano que sobrevive con marcapáginas, enternece a las redes».

El revuelo fue tal que, tan sólo un día después, la familia informó de que José no vendía marcapáginas por no llegar a fin de mes. Y es que, aunque José no lo necesitaba, la gente aplaudía su actitud pensando que sí tenía tal necesidad y cayendo de nuevo en la cultura de Mr. Wonderful. Aquí podemos ver la story de Instagram de uno de los jóvenes:


Story de Instagram en la que se puede ver a José vendiendo marcapáginas en Barcelona.

Al final, todos estos ejemplos muestran la deshumanización tan peligrosa que genera esta cultura. Con ella es fácil perder la perspectiva de la realidad y pensar que todo es un selfie, una foto para Instagram o un post de Facebook, lejos de atender al drama social que rodea a cada una de estas imágenes e historias.

Opinión pública y medios de comunicación

Los medios de comunicación son un pilar básico en una sociedad, ya que son generadores de una parte de la opinión pública. Sobre ellos recae una enorme responsabilidad, que se incrementa durante las épocas de crisis, debido a que son uno de los principales instrumentos, junto con la educación, de la formación del carácter colectivo y las opiniones en las personas.

Muchos de ellos han servido de altavoz para romantizar de una forma u otra la precariedad laboral y la pobreza, introduciendo términos como «salario emocional» o los ya citados con anterioridad (nesting, coliving, friganismo, etcétera).

En este capítulo ejemplificaré tanto las muestras más evidentes de romantización de la pobreza en los medios como otro tipo de normalización que pasa desapercibida y que, precisamente por ello, es más difícil de identificar y más fácil que cale en la sociedad.

Durante unos años el diario El País publicó una serie de artículos dedicados a normalizar y dulcificar la precariedad. En 2015 se pudo leer uno titulado: «9 trucos para calentar la casa sin encender la calefacción»[7]. Entre ellos se recomendaba utilizar una manta o hacer deporte, normalizando de esta manera la pobreza energética. Un año después, el mismo medio publicó otro artículo, ya mencionado, titulado: «Friganismo: la última dieta hipster es coger comida de la basura»[8]. En él explican que, si el ciudadano se compromete a no comprar comida y a no cenar fuera de casa, el dinero puede traducirse en «nuevas formas» de inversión. El nesting también fue un término al que el diario El País le dedicó un artículo: «No salir de casa en todo el fin de semana rebaja la ansiedad e ilumina la mente»[9].

Fue el diario El Mundo el que publicó un artículo en el año 2018 sobre un término llamado coliving, que básicamente consiste en no poder alquilar un piso y tener que compartirlo con más personas. El Mundo lo tituló así: «El coliving, la nueva moda de casa compartida se planta en Madrid»[10].

La revista GQ, también en el año 2018, lanzó un artículo en el que se aseguraba que la última moda entre los ricos era vestirse de po­bre, bajo el título: «PobRicos: por qué ahora los ricos se visten de po­bre»[11]. Este artículo va un paso más allá, ya que hablamos de situaciones sociales de privilegio. Sería totalmente inviable que una productora no contratase a Lady Gaga por vestir en chándal, mientras que el trabajador tiene que asistir a su entrevista de trabajo con la única camisa que tiene en el armario.

En 2019 no cesó la romantización de la precariedad en los medios y en febrero de ese año la revista Glamour publicó un reportaje de moda en el que mezclaban ropa de Prada y Gucci con mochilas de reparto de Glovo.


Imagen de una modelo en la revista Glamour posando con una mochila de Glovo.

En julio, El Periódico dedicó un artículo al boom entre los españoles de hacer la colada fuera de casa; una práctica que nada tiene que ver con la «comodidad» de buscar una lavandería, meter la monedita y esperar a que se lave la ropa, sino con el hecho de no disponer de dinero suficiente para comprar una lavadora o arreglarla si esta se estropea.

A los artículos en los que se muestra la romantización más evidente se les suman otros en los que parece que la evidencia es más sutil, como por ejemplo el que publicó Antena 3 en su página web en noviembre de 2019. El titular decía lo siguiente: «Los españoles cada vez valoran más el salario emocional por encima del sueldo»[12], y se hacía referencia al teletrabajo, a las vacaciones y a la conciliación familiar; aquí me quiero detener un momento. En él se recoge como «plus» –lo que ellos denominan «salario emocional»– cuestiones que vienen recogidas en el propio Estatuto de los Trabajadores (si bien es cierto que el teletrabajo no venía especificado en el momento de su publicación). Podemos decir que este artículo normaliza la pobreza de una forma que pasa desapercibida, ya que no todo el mundo tiene conocimiento de lo que pone en el Estatuto de los Trabajadores ni de lo que se puede negociar en un convenio colectivo, y de esta forma vende derechos de los trabajadores como logros o preferencias de los mismos.

Hemos podido observar durante la pandemia de coronavirus cómo algunos medios, también sutilmente, han normalizado la precariedad del personal sanitario (que no contaba con los suficientes medios), alabándolo como si lo formasen héroes y no personas que luchaban contra un virus y en favor de un sistema sanitario público, ahora debilitado tras innumerables recortes.

Fueron los propios médicos y enfermeros los que alzaron la voz en redes y en la calle para exponer que no eran héroes, sino trabajadores de un sector que es vital para la sociedad. Entre los mensajes que se volcaron durante esos meses, quiero destacar el de un enfermero de la sanidad pública llamado Fígaro, que decía lo siguiente: «Mirad, no. No somos héroes. Somos trabajadores de un sector que es vital para el normal funcionamiento y estabilidad de una sociedad; ahora, y el año pasado. Y con la matraca del heroísmo se está romantizando una precariedad asistencial y profesional que nunca fue normal».

765,11 ₽
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236 стр. 44 иллюстрации
ISBN:
9788416842711
Издатель:
Правообладатель:
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