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Ahora bien, observado el tema de la tendencia organizacional, es necesario apreciar los factores del cambio. Es decir, “por qué, y bajo qué circunstancias, algunos partidos van en una dirección y otros en otra” (Koole, 2004: 62).

1.3.4 ¿Es posible el cambio en la democracia interna?

Ante la pregunta planteada a manera de subtítulo, es pertinente recuperar la idea de Mahoney sobre la flexibilidad del path dependence, pues el presente trabajo no considera que el origen es un destino inamovible, sino que existen factores internos y/o externos capaces de generar cambios importantes en la ausencia o presencia de la democracia interna.

Vale la pena arrancar con un ejemplo de cambio en el centro de poder en un partido. Panebianco, sin proponerse solo esto, da evidencia empírica de cambios en los detentadores de poder (coalición dominante) en partidos inmersos en procesos dinámicos, al tiempo que deja ver como la huella originaria está presente en dichos cambios. O lo que es lo mismo: existe el cambio, aunque gradual, no disruptivo. El Partido Social-Demócrata Alemán (SDP por sus siglas en inglés), según Panebianco, tuvo en sus inicios el detentador de poder en el grupo parlamentario. Años después, por diversas cuestiones, entre ellas el aumento de militantes, se dio un equilibrio entre la élite sindical y la dirigencia. Posteriormente, la dirigencia sería el detentador de poder, haciendo a un lado al sindicato y al grupo parlamentario (Panebianco, 1990: 141-154).

Ahora bien, si Panebianco proporciona evidencia de esto es porque entre sus postulados es consciente de que al partido se le presentan ciertos retos. Para él existen dos posibilidades de cambio: el endógeno y exógeno. El primero “es sobre todo fruto de los cambios en la distribución de poder que tiene lugar dentro de la organización” (1990: 453). El segundo plantea que “son los cambios que se producen en el entorno los que inducen a la organización a adaptarse al cambio o renovarse” (1990: 452). Aun con la posibilidad abierta del cambio, el italiano, así como la presente investigación, considera que “nunca llegarán a desaparecer las huellas del modelo originario de la organización, que seguirán siendo visibles y numerosas” (1990: 485).

Así pues, la idea rescatada es que el cambio es posible y que tiene dos fuentes potenciales de origen: la endógena y exógena. Al respecto, la literatura apunta a que entre los factores internos es posible plantear dos cuestiones. En la primera, es pertinente englobarlo dentro de la idea de lucha interna de poder, y, en la segunda, bajo la idea de intencionalidad del detentador de poder.

1. Barnea y Rahat (2007) resaltan que el cambio en el balance de poder intra-partido, tal como la sucesión de liderazgo o la unificación con otros partidos, constituye posibles causas de una modificación en los métodos de selección de candidatos. Algunos estudios dan evidencia empírica de los conflictos entre diversos actores internos que se traducen en diferentes centros de poder (Hoffman, 1961; Panebianco, 1990). De lograrse, este cambio podría ser duradero y se reflejaría en los siguientes estatutos y métodos de selección.

2. Algunos autores reconocen la intencionalidad de quien dirige al partido, la cual puede tener como objetivo lo que Katz y Mair (2007) y Scarrow, Webb y Farrell (2004) plantean como estrategias utilizadas para ganar autonomía frente a los activistas o élites regionales, empoderando a la militancia.30 Otra posible intencionalidad estaría relacionado con atraer militantes, movilizar apoyo o aumentar su legitimidad y, con ello, imitar a un rival exitoso en sus reglas y procesos (Field y Siavelis, 2009).31 Ahora bien, este segundo factor de cambio puede no ser duradero, ni reflejo de un cambio real en la distribución de poder, ya que “si los partidos amplían la democracia dentro del partido porque están imitando una técnica que parece haber funcionado para otros, más que por una convicción genuina de que esta técnica refleja sus ideales, son más propensos a abandonarla rápidamente” (Scarrow, 2005: 20). Entonces corresponde observar si se vuelve estable en caso de presentarse.

Ahora bien, dentro de los factores externos se pueden plantear tres aspectos. El primero lo podemos englobar dentro del marco institucional; el segundo dentro del contexto en el cual el partido actúa; y el tercero se relaciona con el gobierno.

1. El primero refiere a que algunas leyes o reformas pueden ordenar al partido ser democrático en su interior (Janda, 2009).32 Aunque varían en su grado de especificidad, algunas leyes o reformas exigen organizarse “democráticamente”, pero dejan a los partidos interpretar ese mandato, lo cual abre la posibilidad para pensar que, en un sentido más amplio, las “exigencias institucionales” pueden, incluso, favorecer o no la democracia interna.33 Así, corresponde observar que en caso de existir la exigencia institucional, se lleva a cabo en pro o en contra de la democracia interna.

2. El segundo factor se refiere al contexto, el cual puede lograr cambios significativos en los partidos, alterando su equilibrio interno. Esto significa que “alteran la distribución de recursos e incentivos dentro del partido y, por tanto, la pauta de interacciones dentro de él” (Katz y Mair, 2007: 120). Es probable que en un contexto democrático los partidos sean más propensos a ser democráticos en su interior, situación contraria a lo que ocurriría, posiblemente, en uno autoritario (Scarrow, 2005). Aunque lo anterior no es universal, por lo que debe observarse si el cambio es impulsado por un contexto favorecedor.

3. El tercer aspecto se relaciona con el resultado electoral que modifique la situación de oposición o gobierno del partido. Es probable que la pérdida o triunfo del gobierno suponga algún cambio en torno a la democracia interna, disminuyendo o incrementándola.34 Como plantean Barnea y Rahat (2007), las derrotas electorales, los daños potenciales, o los escándalos de corrupción son algunos elementos que pueden provocar que los partidos consideren cambiar sus reglas y procesos en aras de obtener votaciones altas. Esto es, una pérdida o riesgo de pérdida del control del gobierno puede originar cambios. Por su parte, asumir el gobierno puede plantear retos para el detentador de poder, en virtud del poder presidencial, en el caso mexicano. En ambos casos se debe observar si, de existir el cambio, se vuelve estable o es efímero.

Por lo anterior, es necesario recurrir a una versión blanda del path dependence, para concebir dicho suceso. Cabe aclarar qué tipo de cambio se espera encontrar. No se trata del cambio abrupto en el cual los rasgos definitorios son significativamente diluidos (Hay, 2002: 151). Así, el probable tipo de cambio se trata de uno sustentado en dos supuestos claves que consideran que: 1) la dinámica se deriva de la interacción compleja entre factores ambientales e internos; y 2) la historia, aunque no determinante de los resultados futuros, fomenta la selección del curso posterior de los acontecimientos históricos, así como la selección de ciertos resultados frente a otros (Hay, 2002: 159). Es decir, el cambio puede surgir de diversos factores endógenos y exógenos, e incluso es más probable que sea de la interacción entre ambos. Pese a la posibilidad del cambio, es probable que éste se encuentre condicionado por el origen y, en cierta medida, el vuelco que pueda dar. Los periodos de relativa tranquilidad o estabilidad que podrían darse, suelen ser interrumpidos por la interrelación de factores endógenos o exógenos (Hay, 2002: 162 y 163).35

Dicho todo lo anterior, se observa que los momentos de análisis de la investigación son los siguientes. 1) El momento originario donde se dan cita actores. 2) La articulación, vía los estatutos iniciales, que detona en estabilidad de las reglas y procesos y, por consiguiente, de la tendencia organizacional que refleja la distribución del poder (democracia interna). 3) Finalmente, el momento de cambio o consolidación, con base en la relación de retos internos y/o externos. Así, en cada partido es necesario analizar quiénes se dieron cita al inicio; cómo y por qué se llegó a los modelos de partido planteados y a la estabilidad de cierta distribución de poder; qué factores de cambio se presentaron y; finalmente, hacia dónde viró la tendencia organizacional y, de ser el caso, qué tipo de tendencia se consolidó.

1.4 Metodología

Como metafóricamente plantea Ragin, el fin de explorar la diversidad es importante porque en los temas de investigación, muchas veces el bosque no deja ver los árboles, pues “se tiende a asumir la uniformidad o generalidad cuando, de hecho, existe una gran cantidad de diversidad” (2007: 183). Precisamente la democracia interna es un ejemplo de cómo los partidos (árboles) se consideran similares entre sí: estructuras cerradas y nada democráticas. No solo ello, pues en las investigaciones referidas al caso mexicano, también son concebidos como estáticos en el tiempo (bosque). Lo anterior ha ocurrido, debido a que, desde una parte de las ciencias sociales, los estudios sobre los partidos políticos han privilegiado el análisis de coyunturas determinadas, sin considerar su desarrollo organizacional. Por tal razón es necesario observar cada uno de los casos con detenimiento y profundidad, a fin de detectar las continuidades y cambios.

En principio, habría que hacer una precisión sobre el ámbito espacial y temporal. El primero se restringe al caso mexicano y, de forma particular, a los siete partidos políticos con registro vigente: PRI, PAN, PRD, PT, PVEM, MC y MORENA. En ellos interesa lo que fue y es la democracia interna, así como el porqué de dicho tránsito, ya sea hacia su cambio o consolidación. El segundo, el ámbito espacial, está delimitado a procesos concretos como son: el origen del partido, la articulación de actores (vía estatutos iniciales) que da lugar a la consolidación de reglas y procesos (tendencia organizacional), y, por último, el cambio/consolidación. Precisamente, para el análisis del origen, la articulación y el cambio dentro de los partidos políticos, es pertinente la mirada institucionalista histórica. Antes de detenerse en la pertinencia de dicha perspectiva para el análisis de las trayectorias organizativas de los partidos políticos, es necesario dar cuenta de su potencialidad frente a otras miradas tradicionales en la ciencia política como son la racional y la conductista.

Al respecto, Colin Hay (2002), al igual que Pierson y Skocpol (2008), plantea que actualmente existen tres paradigmas de análisis en la ciencia política: el racional, el nuevo institucionalismo histórico y el conductista. En los tres, la teoría cumple diversas funciones, además de poseer supuestos, enfoques analíticos y métodos propios.

El racionalismo utiliza la teoría para simplificar el mundo. Se constituye como un medio para generar hipótesis comprobables. Por su parte, el nuevo institucionalismo histórico la utiliza para informar, a la vez que permite analizar la complejidad del proceso de cambio. Por otro lado, el conductismo no le otorga una función de análisis a la teoría, puesto que es únicamente un lenguaje para la identificación de regularidades expuestas.

Para el racionalismo, el supuesto teórico es simple (actor racional); sin embargo, para el nuevo institucionalismo histórico el supuesto teórico es más complejo,36 mientras que para el conductismo no se requieren supuestos teóricos. El enfoque analítico del racionalismo es deductivo, a través de hipótesis derivadas de los enunciados teóricos; por su parte, en el nuevo institucionalismo histórico el enfoque es informativo y sirve de guía de análisis. Finalmente, para el conductismo es inductivo. El método del racionalismo es predictivo; mientras que el del nuevo institucionalismo histórico es teóricamente informado, histórico o comparativo; en tanto que el conductismo es empírico y estadístico. Los valores del racionalismo son la parsimonia y capacidad predictiva; los del nuevo institucionalismo histórico son la sofisticación, la complejidad y el realismo; y los del conductismo son el rigor metodológico y la neutralidad (Hay, 2002: 29).

El nuevo institucionalismo histórico enfatiza el papel mediador de los contextos institucionales en que ocurren los eventos, de este modo llama la atención sobre la importancia de la historia, el tiempo y la secuencia en la explicación de la dinámica política. Importa, sobre todo, la inercia de camino que surge del origen y el desarrollo. Ahora bien, dado que las instituciones tienden a incrustarse en la convención y rutina, algunas veces resulta difícil transformarlas. En consecuencia, el tiempo político tiende a caracterizarse por periodos de relativa tranquilidad interrumpida y, de forma periódica, por fases de cambio institucional rápido e intenso (Hay, 2002: 11 y 12).

La teoría en el nuevo institucionalismo histórico es la simplificación de una realidad compleja, pero no para hacer inferencias predictivas sobre la base de regularidades observadas; sino que “es una guía para la exploración empírica, un medio de reflexión más o menos abstracta en complejo proceso de desarrollo institucional y la transformación con el fin de resaltar los periodos o fases clave del cambio que merecen un examen empírico” (Hay, 2002: 47), frente a la idea del estudio del comportamiento (acerca de un universo político caracterizado por regularidades que puedan hacer posible una predicción). En lugar de tomar la regularidad como algo dado, los nuevos institucionalistas históricos exploran las condiciones de existencia de regularidades o irregularidades en el comportamiento político (Hay, 2002: 48).

De estos tres paradigmas, sin duda, esta investigación opta por el nuevo institucionalismo histórico37 para observar el origen y consolidación/cambio de la democracia interna.38 La herramienta teórico-metodológica que más abona al estudio es el path dependence39 o inercia de camino, como recurso fundamental para conocer el desarrollo histórico y el funcionamiento de las instituciones. La relevancia del path dependence es que permite dar cuenta de las virtudes o vicios derivados de la génesis de la organización (Ortiz, 2008: 31).

Además, gracias a dicho recurso es posible destacar las decisiones iniciales en la historia de la política partidista, ya que éstas y “los compromisos institucionalizados que de ellos surgen, determinan las decisiones posteriores” (Peters, 2003: 38); aunque no de manera irrevocable como ya se ha planteado, habiendo “una suerte de inercia que hace que las decisiones políticas iníciales persistan” (Peters, 2003: 99).

Al concebir la posibilidad del cambio, se debe tomar en cuenta una versión blanda del path dependence, la cual: implica más un curso de evolución que un acatamiento total de la norma inicial; en otras palabras, no sería equivalente a una influencia del pasado como fuerza omnipotente que controla el futuro de las instituciones y sus políticas. Sería, más bien un rumbo a seguir. Habrá cambio y evolución, pero la gama de posibilidades para ese desarrollo es restringida por el periodo formativo (Peters, 2003: 102).

Con base en Farfán, la ventaja más significativa de este abordaje sería, en primer lugar, “dar respuesta a… por qué a pesar de la existencia de grandes estructuras o formas conductuales similares entre diversos países, las consecuencias políticas son divergentes” (2008: 93). Por ello resulta pertinente estudiar por qué en el PRI la democracia interna es diferente del PAN y PRD, mismo razonamiento para los partidos políticos minoritarios (PVE, PT y MC) y viceversa. En segundo lugar, la apuesta interpretativa, cualitativa y de largo plazo permitirá poner el interés en un lapso amplio, así como en momentos de análisis específicos. Además, resulta necesario indicar que dicha apuesta toma como estrategia metodológica el que los datos emerjan del análisis. Finalmente, cabe decir que este abordaje pone énfasis en las asimetrías y distribución de poder, y en la importancia que el origen del partido posee para configurarlas. Esta cuestión no es nada extraña en los análisis clásicos sobre partidos. De hecho, el institucionalismo histórico enriquece el análisis gracias a que permitirá poner el interés en ciertos momentos de análisis a fin de trabajar periodos amplios de tiempo.

En función de lo anterior, la metodología empleada es de corte cualitativo, materializándose en un análisis de contenido de fuentes directas e indirectas —informes, artículos especializados, así como hemerografía—, las cuales fueron recopiladas mediante un muestreo de conveniencia (Patton, 2002). Dicha selección se realizó con el fin de dar cuenta de un fenómeno históricamente relevante y, con ello, lograr una mirada holística del mismo (Ragin, 2008).

Las técnicas empleadas en la investigación son dos: el análisis documental y algunas entrevistas. La primera se enfoca en diversos documentos: 1) publicaciones de partidos políticos, 2) hemerografía y 3) textos especializados.40 Los documentos de los partidos se refieren a sus estatutos. De igual forma se analizaron actas de consejos y congresos nacionales, así como convocatorias y documentos oficiales. En cuanto a la hemerografía, se tomaron en consideración tres diarios de circulación nacional, debido a su amplia cobertura: La Jornada, La Crónica de Hoy y El Universal. Finalmente, los documentos académicos a revisar son aquellos que muestren el origen y desarrollo de los partidos políticos de interés. Por su parte, las entrevistas se realizaron para identificar información no encontrada en la hemerografía. Así pues, dichas entrevistas se realizaron a informantes clave bajo un muestreo de intensidad, esto es, centrados en individuos que participaron de manera muy importante en los procesos en cuestión. La identificación de los actores relevantes dependió de los hallazgos de datos aportados por la revisión hemerográfica (Patton, 1990: 230). Finalmente, se realizó la triangulación de las fuentes previamente mencionadas, con el objetivo de lograr confiabilidad en la interpretación de los datos.

Capítulo 2
Entre la concentración de poder
en el Presidente de la República
(1946-2000, 2012-2018)
y la fragmentación entre
diversos actores
(Comité Ejecutivo Nacional
y gobernadores)
(2000-2012, 2018-2020)

El caso del Partido Revolucionario Institucional (PRI) da cuenta de una organización en que, gracias a sus antecedentes (Partido Nacional Revolucionario [PNR] y los primeros años de vida del Partido de la Revolución Mexicana [PRM]), configuró una tendencia organizacional con un líder dominante (figura presidencial en turno) por encima del partido, los sectores y la militancia. No obstante, gracias a las derrotas electorales de la década de 1990, al conflicto entre gobernadores y el titular del poder ejecutivo varió la tendencia organizacional. Luego de la derrota del 2000, se le dio mayor peso a otros actores, como el Comité Ejecutivo Nacional (CEN) y los gobernadores (poderes estatales). Pese a ello, la vuelta del PRI a la presidencia de la República encumbró nuevamente al Presidente como el principal (aunque no el único) centro de poder. Sin embargo, en 2018 esto cambió, debido al triunfo de Andrés Manuel López Obrador por MORENA.

A continuación, se mostrarán 1) los antecedentes y el momento de génesis, seguido de 2) la articulación, vía los estatutos iniciales, que se tradujo en la estabilidad de las reglas, formales o informales, de los procesos y, por consiguiente, 3) de la tendencia organizacional que refleja la distribución del poder (democracia interna). En adición, con base en la relación de retos internos y/o externos, se analizan 4) los momentos de cambio y 5) la nueva situación a la que estos dieron lugar.

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