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A modo de reflexión final

Después de un breve recorrido por las fuentes y sus autores, tres son las reflexiones que emanan de este análisis:

Primero: El estudio de los paisajes narrativos, los escenarios liminares y los estudios de frontera requieren, a mi juicio, el ejercicio de una mirada braudeliana; es decir, exigen, para una comprensión más eficaz del fenómeno, un estudio de largo aliento de las zonas a una dimensión multiescalar en la que lo global dialogue con lo local en modo recíproco a través de la comprensión de una escala intermedia: lo regional, visto a través de un periodo largo de tiempo (Braudel, 2006).

Segundo: Los escenarios fronterizos en América Latina y el Caribe tienen al menos cuatro particularidades históricas que los diferencian de sus homónimos en otras latitudes: 1) no fueron el resultado de un ejercicio bélico, sino de un ajuste diplomático; 2) hasta ahora, solo han existido tres grandes periodos de división con respecto a las fronteras latinoamericanas: el derivado del Tratado de Tordesillas (1494), el derivado de las independencias y revoluciones hispanoamericanas (1810-1880) y la aparición de las fronteras históricas (1880-1930) (Arriaga Rodríguez, 2013); 3) la frontera, erróneamente entendida como sinónimo de límite, es una asociación moderna, antes de eso podemos observar dos fenómenos: el vacío asociado a lo liminar en un sentido teleológico, que recurre a una retórica de “vaciamiento”, y la noción de “poblar el vacío”, que recurre a ciclos de colonización superpuestos en donde prima una retórica de pauperización sobre los habitantes de la zona (Macías Richard et al., 2006; Macías Zapata, 2004); y 4) en América Latina y el Caribe ninguna de las fronteras históricas fue trazada con base en consideraciones étnicas o antropológicas (Arriaga Rodríguez, 2013).

Tercero: Carlos Herrejón, en su texto titulado “El espacio y otros actores de la historia”, escribió: “La historia —se dice— tiene sus dos ojos: uno de ellos es la cronología y otro la geografía” (2009), pero los estudios literarios agregan otra mirada a la ecuación: el análisis discursivo, que se alimenta de la cronología y la geografía para permitir la interpretación de los espacios a través de su rostro simbólico: el paisaje. En este caso, más que la crisis del territorio, nos interesa analizar la crisis de interpretación del paisaje que parte del abismo de interpretación entre el paisaje arquetípico de épocas pasadas y heredado de generación en generación, y el paisaje real cada vez más homogéneo y banal para la mirada de sus habitantes, ya sea permanente o de paso (Nogué, 2012).

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12. Sobre este periodo no hay consenso historiográfico; sin embargo, podemos decir que el reformismo borbónico inició con Felipe V, durante la primera mitad del siglo XVIII, y vio su descenso hacia 1816, ya con Fernando VII disputando las independencias latinoamericanas, pero es entre 1759 y 1788, durante el reinado de Carlos III, que las reformas a todos los niveles, propuestas por la casa de los Borbón, lograron generar un impacto sustancial en los territorios liminares o de corte fronterizo que poseía la Corona española en América.

13. Después de esta batalla se cuenta con poca información sobre ellos, pero a un Juan Bautista Gual y Corvelo es posible encontrarlo siendo designado en 1814 como intendente en León de Nicaragua y jefe político de la Provincia de Nicaragua y Costa Rica; sin embargo, no me es posible asegurar completamente que sea el mismo o solo un homónimo (ver: Sanchiz, Gayol y Soto. Familias novohispanas. Un sistema de redes. México: PAPIIT; DGAPA-UNAM IN401114-3. Recuperado de https://gw.geneanet.org/sanchiz?lang=es&n=gual+curbelo&oc=0&p=juan+bautista).

14. La visión exotizante y colonialista de Salgari no ha estado exenta de polémica. En la publicación de la novela hecha en 1986 por la Editorial Oveja Negra es posible leer: “Los rebeldes insurrectos de la isla de Cuba, que lucharon por sacudirse el dominio español, merecen todos nuestros respetos y la historia ya les ha hecho justicia, no obstante, Salgari, en esta obra, los trata con poca equidad y simpatía. También hace menosprecio de la raza negra, con un racismo exagerado, que quizá era usual en su época” (Barrientos Bradasic, 1998).

Capítulo 3
La frontera colonial en Yucatán, siglo XVI-XVIII: entre la fluidez y la fluctuación

David Anuar González Vázquez

CIESAS Peninsular

En el ya clásico ensayo La isla que se repite, Antonio Benítez Rojo (1998) define al Caribe como un puente de islas y zonas continentales que une, de “cierta manera”, a Sudamérica con Norteamérica. En su particular estilo poético ensayístico, el cubano vincula esa “cierta manera” a la aparición de patrones dentro de un panorama caótico y discontinuo. En este paisaje geohistórico hay rasgos que se repiten, como la violencia y opresión en los sistemas monoproductivos —ya sea en forma de plantación, hacienda o encomienda— o la resistencia activa de esclavos negros e indígenas —llámense cimarrones, rancheados, pudzanes…—, que trae emparejada este tipo de sistemas (pp. 16-18). Asimismo, existen procesos de fragmentación geográfica y política a la par que, paradójicamente, hay un aire de fluidez y fluctuación, ya sea sociocultural, identitaria, territorial, poblacional (Avella, 2009).

En este marco es que revisito la historia de la frontera en el Yucatán colonial de los siglos XVI a XVIII, entendida esta como territorio y proceso ambivalente: de avanzada del poder colonial y, al mismo tiempo, espacio extendido, de alteridad y emancipación hacia donde se desplazó al otro y se le construyó simbólicamente en el imaginario (Hernández Asensio, 2004; Bracamonte y Sosa, 2001). En esta interacción ambivalente es posible ver, en el tiempo, los flujos y reflujos territoriales, su ampliación o acotamiento, su cualidad de frontera móvil, fluctuante (Muñoz, 2007, pp. 539-541). Mi acercamiento parte de una preocupación anclada al presente: la articulación de la península de Yucatán, particularmente de su costa oriental, como parte del Gran Caribe en su vertiente continental15, cuyo camino ha sido allanado desde los estudios literarios por las propuestas de Margaret Shrimpton, con base en metáforas en torno a la plantación (2005), las identidades pendulares, la hibridez (2010) y la insularidad “hacia adentro” del área continental (2015); desde la historia, pienso en los trabajos de Dachary y Arnaiz Burne (1998), Macías Zapata (2004), Macías Richard (2006; 2007) y Ortega Muñoz (2012), aunque con visiones mucho más preocupadas por construir un Caribe mexicano cerrado hacia la nación o en sus relaciones con Centroamérica. Mi aproximación al territorio fronterizo del Yucatán colonial busca mostrar elementos de ese pasado común y, al mismo tiempo, diferente, de ese metaarchipiélago Caribe que siempre está en busca y descubrimiento de sí mismo.

La frontera colonial: entre la fluidez y la fluctuación

Fluir: “Correr lo líquido”, según declara la primera acepción del vocablo en el tercer tomo del Diccionario de autoridades (DA), en su edición de 1732. Fluir: “Dícese regularmente del agua de los ríos y las fuentes, que corre, a diferencia de la de las lagunas y estanques que no se mueve”. Fluir: “Por analogía vale moverse otras cosas sutiles, aunque no sean líquidas”, añade en la segunda acepción el mismo diccionario. Fluidez: “Cualidad de fluido”, según la versión en línea del Diccionario de la lengua española. Fluidez, pensé una y otra vez mientras leía sobre las reducciones religiosas y militares en la provincia de Yucatán en el siglo XVII, a la par de los procesos de resistencia indígena. Fluir de cuerpos, de personas, de asentamientos.

Fluctuación: “El movimiento de las olas del mar, que suele ser causa del riesgo o naufragio de las embarcaciones”. Del latín fluctuatio. Fluctuación: “Metaphoricamente significa la irresolución, indeterminación o duda con que vacía alguno, combatido de diversos pensamientos, sin acertar a tomar resolución”, señala el DA en la segunda acepción del vocablo. ¿Podría fluctuar, como las olas del mar, la frontera colonial, poniendo en riesgo el gran barco —o, si se prefiere, la carabela— del sistema colonial español, implantado en la provincia de Yucatán?

Fluidez de población de un asentamiento a otro: huida, reducción, reubicación. Fluctuación de la frontera colonial, avance y retroceso del dominio español efectivo sobre el territorio de la provincia de Yucatán. Estas son las metáforas heurísticas16 que se fraguaron en mi mente y que dan cuenta, según mi interpretación, de la movilidad de población a ambos lados de la frontera (fluidez), así como del estire y afloje, la disputa en torno al avance o retroceso de la frontera colonial hispana (fluctuación). Entre las variables importantes para comprender los procesos que generaron estos rasgos en la frontera del Yucatán colonial, encuentro las siguientes: la geografía y la naturaleza, la configuración territorial de dos grandes áreas contrapuestas (área colonial y región de emancipación17), el poblamiento de los asentamientos de frontera, la resistencia indígena, las reducciones religiosas y militares18, así como la presencia inglesa (cortadores de palo de tinte y piratas).

Antes de proseguir, considero necesario hacer un alto para reflexionar y problematizar la idea de frontera en este contexto histórico. Arriaga Rodríguez (2013) señala dos posibles sentidos dentro del concepto: el de confín y el de límite. Para los españoles de los siglos XVI a XVIII, predominó el sentido de frontera como confín del Imperio en tanto que “las fronteras en América eran zonas que separaban a ‘las provincias y civilizadas’ de los territorios de indios insumisos; espacios donde la autoridad del rey aún no se había impuesto pero que eran consideradas dominios de la Corona” y que, progresivamente, serían integradas bajo la autoridad de la Corona a través del avance de la frontera colonial (p. 49). En cambio, la frontera como límite corresponde a la demarcación más o menos precisa de las líneas de separación entre unidades territoriales diferenciadas, que corresponde, en el periodo colonial de América, a la separación territorial y jurisdiccional entre provincias y virreinatos de la propia Corona española, y también a separaciones intercoloniales respecto a otras potencias, en un inicio la portuguesa (siglos XVI-XVII), a la que se añadieron posteriormente otras potencias imperiales como Francia, Inglaterra y Holanda (siglo XVIII).

Arriaga Rodríguez distingue tres etapas en el largo proceso de construcción de fronteras y límites territoriales en América. La primera toca a lo que denomina la época de los adelantados (1492-1542) y corresponde al proceso de exploración y conquista a través de capitulaciones. La segunda es la etapa de consolidación (1542-1700), donde el Imperio español busca conocer a profundidad sus nuevos territorios y sus capacidades económicas19, al igual que expandir la frontera hacia aquellos espacios que aún permanecían sustraídos del dominio español efectivo. La última etapa es el fin de la exclusividad territorial de España sobre América (1700-1810), momento en el que otras potencias europeas se apropian de territorio americano (Arriaga Rodríguez, 2013, pp. 33-69); ejemplo de ello fueron los asentamientos ingleses, tras el desalojo de la Laguna de Términos en 1716, en la zona del río Hondo y el río Wallis20, que a la larga generarían, tras una larga serie de disputas por el espacio entre ingleses y españoles, la colonia de Honduras Británica, hoy Belice (Checa-Artasu, 2011, p. 129).

De estas etapas, es en las dos primeras donde va a predominar la concepción española de frontera como confín; en la tercera, va a mutar hacia la frontera como límite geopolítico definido, ante la presión y presencia de otras potencias europeas. Un hecho fundamental va a ser el deslizamiento en la interpretación de la posesión territorial. Se va a pasar de lo establecido en la Bula Inter Caetera (3 de mayo de 1493), donde se otorgaba la posesión territorial del Nuevo Mundo a los reyes de Castilla y León con base en un principio de descubrimiento21, hacia el Tratado de Madrid de 1750, donde se estableció la posesión territorial con base en la interpretación de Uti possidetis de facto; es decir, la posesión efectiva con población de ese Estado, así como a través de la implantación de su sistema político-administrativo (Arriaga Rodríguez, 2013, pp. 60-67).

En los siguientes apartados expongo las variables que considero relevantes para comprender el proceso de fluctuación de la frontera y de la fluidez poblacional, de los siglos XVI al XVIII, en Yucatán. Para la escritura de este trabajo usé fundamentalmente fuentes secundarias y, en menor medida, fuentes primarias ya publicadas.

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