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De manera lamentable, la historia de los hechos queda en el olvido de algunas generaciones residenciadas en las zonas afectadas, posiblemente por los tiempos de recurrencia entre una afectación y otra. Sin embargo, existe una situación aún más grave: este fenómeno (olvido) se da en una parte de los profesionales e instituciones públicas y privadas garantes del desarrollo y de la evolución física de las poblaciones. El ignorar la inclusión del estudio de los riesgos como parte de las determinantes de diseño ubica al ser y al hacer en proporciones inesperadas de riesgo ante amenazas naturales y socionaturales.

El ser se ha desarrollado en su evolución dentro de los andares de la narración de los hechos, la búsqueda de la verdad sobre estos o una aproximación a ellos y la solución de algunos escenarios que se le presentan. Sin embargo, los criterios y principios del hacer posibilitan que el ser asuma compromisos responsables o no ante estos escenarios.

El determinar en las universidades, instituciones generadoras del conocimiento, la relación entre la proporción de las investigaciones desarrolladas en Colombia sobre la gestión de los riesgos para diversas poblaciones y la ejecución de normas, controles y obras por parte de las instituciones gubernamentales, los entes privados y la sociedad civil es un gran reto entre el ser, el hacer y el deber. Reto que lleva a entender que todos los actores deben estar involucrados para que se desarrollen poblaciones físicas y humanas resilientes.

La resiliencia es más que un término aplicable al hecho arquitectónico y relacionado con la capacidad de resistencia ante cualquier situación: es un término asumido de igual forma al hombre como ente de constantes transformaciones. Por lo tanto, en la medida en que este asuma un compromiso consciente desde su formación hasta la ejecución de hechos que representen verdaderos avances en el desarrollo seguro del hábitat, se podrá observar la efectividad del trabajo profesional con visión social.

Entre los criterios de diseño que esta investigación apoya como parte de la elaboración de su producto final y conclusivo están la elevación de las edificaciones, el diseño de edificaciones flotantes, la ubicación de centros urbanos en zonas elevadas o menos vulnerables, el desarrollo y la planificación urbana basados en las condiciones de microzonificación e hidráulicas, el diseño y la construcción de aludes, canales, presas, diques, entre otros. Lo expuesto permitirá la estabilización de suelos, el control y canalización de las crecidas, y la selección adecuada de los materiales y del sistema constructivo. Así, esto se debe generar y construir con responsabilidad y compromiso social; asimismo, se tiene que prestar la debida atención a la conformación de asentamientos espontáneos, puesto que la pobreza es una gran aliada para la creación o afluencia de riesgos de cualquier tipo.

Las instituciones universitarias, como generadoras de saberes, cumplen un papel importante en el reto de formar profesionales integrales que den respuestas adecuadas a los requerimientos de la sociedad. En tal sentido, la Universidad Antonio Nariño, a través de las prácticas laborales, ha dado pasos hacia la concepción del riesgo, de su afectación en el diseño arquitectónico y de su importancia como determinante para la toma de decisiones desde los aspectos del diseño arquitectónico, estructural y constructivo. El tomar conciencia en los espacios universitarios es una experiencia interesante en la que el estudiante asume el compromiso como futuro profesional sobre los retos de las realidades geomorfológicas emplazadas en los espacios urbanos y rurales de una población.

REFLEXIONES FINALES

EL ESTUDIO e identificación de zonas vulnerables permite determinar los niveles de riesgo de una población, así como fijar y enfrentar de modo preventivo las condiciones de riesgo. Para ello los organismos del Estado colombiano y los actores que forman parte de la toma de decisiones en cuanto al desarrollo del hábitat deben asumir un compromiso más allá de las inversiones de emergencia. Por tanto, es importante que se tomen acciones preventivas como:

• El desarrollo de la Ordenanza de Códigos de Construcción Local, a fin de establecer los controles de calidad de los materiales y de la construcción

• El desarrollo y la apertura política de los organismos estatales y del centro de gestión de riesgo, más allá del avance de la cultura y su gestión

• La elaboración de planes urbanos permanentes, no provisionales, que cumplan con las normas de seguridad y resguardo del hábitat y de sus habitantes ante la afectación de fenómenos naturales o socionaturales

• La incorporación activa de las instituciones de educación universitaria, a través de la generación de conocimientos y experimentos, así como la de todos los actores involucrados en la toma de decisiones sobre estos temas

Una parte importante de la población en Colombia se encuentra emplazada sobre zonas que representan amenazas potenciales o son de alta vulnerabilidad. Sin duda, la acción del hombre ha incidido en estas a lo largo del tiempo y las ha convertido en zonas consideradas vulnerables. El impacto no solo afecta a la población y sus bienes de modo directo, dado que de manera indirecta este se replica en los ámbitos regional y nacional.

La selección del sistema y del diseño constructivo como principios de diseño en poblaciones vulnerables del municipio de Villavicencio no ha sido apropiada. En consecuencia, la incorporación conceptual de experiencias nacionales e internacionales sobre edificaciones seguras que respondan ante las condiciones de inundaciones y la elaboración de principios de diseño de edificaciones en zonas de riesgo afectadas por este fenómeno permitirán aplicar lineamientos y parámetros que se pueden desarrollar a corto, mediano y largo plazo, tanto en la conformación urbana como en la de la edificación. No obstante, estos serán efectivos solo si existe un verdadero compromiso de todos los actores involucrados y se definen acciones preventivas enfocadas al mejoramiento de la calidad de vida y del hábitat permanente y no fortuito concretado en acciones de emergencia.

El desarrollo de principios de diseño se ve como una alternativa interesante, pero no tendrá validez si no se fortalecen otras acciones, por ejemplo:

• La formación y sensibilización de la comunidad y sus autoridades

• La aplicación de estudios técnicos

• La identificación de las amenazas y los elementos vulnerables

• El control de los crecimientos habitacionales espontáneos o barriadas

• El despliegue de planes, programas y proyectos de desarrollo, así como de un plan de uso del suelo y de la ordenanza de uso de tierra municipal, planes de ordenamiento territorial y especiales, y presupuestos nacionales y locales dirigidos a la prevención y atención de desastres

• La implementación de políticas públicas especiales para la prevención de desastres por zonas específicas

La gestión de políticas sobre el riesgo y la vulnerabilidad es un tema que se desarrolla con fuerza en los países del mundo, puesto que el hombre ha entendido que el prevenir y tomar medidas a tiempo le permite mitigar el efecto destructivo de los fenómenos y situaciones sobre las poblaciones a su cargo, y reducir las inversiones en obras de reconstrucción que se generan sobre el gasto público de la nación.

Los desastres naturales y socionaturales son argumentos por excelencia en el entorno mundial de la investigación, dado que afectan un elemento tan importante como lo es la preservación del ser humano y de su entorno. Innumerables autores, investigadores, organizaciones gubernamentales y no gubernamentales nacionales e internacionales han trabajado de manera ardua en estos temas, pero cada vez se observan y se viven más experiencias de este tipo en diferentes lugares, en la medida en que aumenta la problemática del calentamiento global.

La acción principal es la organización e identificación de las amenazas aplicando instrumentos de evaluación como los mapas de riesgo, los cuales permiten establecer las condiciones detalladas de impacto bajo las variables determinadas de identificación de amenazas, identificación y relato histórico de la amenaza, identificación de recursos y actores, identificación de sectores o zonas urbanas impactados, análisis del desarrollo urbano, análisis de las edificaciones y los servicios impactados, afectación social e impacto de zonas de producción. Luego se pasa a la planificación y la acción. Este proceso lo deben acompañar los profesionales, expertos y organismos competentes que den apertura política al estudio e investigación de estos temas.

La prevención de riesgos es un requisito para alcanzar un desarrollo seguro. La responsabilidad de un gobierno y de una nación frente a los desastres no se mide tanto por su movilización y capacidad de respuesta cuando estos se presentan como por su compromiso con su prevención. El garantizar la seguridad es la esencia para generar espacios en que los seres humanos puedan vivir, ejercer sus derechos básicos, tener paz, disfrutar, aportar y desarrollarse. Por ello la aplicación de principios de diseños contextualizados tiene un papel fundamental a fin de dar respuestas coherentes desde el profesional de la arquitectura a través de su accionar como ser en el hacer.

El hombre construye conocimiento a partir de la forma en que ve e interpreta al mundo. Las organizaciones educativas, los docentes y los estudiantes forman parte de esa sociedad generadora de ciencia y saber. Entendiendo al estudiante universitario a modo de gerente del conocimiento y el proceso cognitivo desde su esencia en la gestión del conocimiento, es de gran importancia para las universidades que en su quehacer se puedan establecer como reto social la formación del ser en su accionar como herramienta de desarrollo y transformación del territorio.

REFERENCIAS

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Notas

* Doctora en Ciencias de la Educación de la Universidad Rafael Belloso Chacín (Venezuela). Magíster en Vivienda y Urbanismo y arquitecta de la Universidad del Zulia (LUZ, Venezuela), con diplomado en Investigación REDIME de la Red de Investigadores del Meta (Villavicencio, Colombia) y diplomado en Gerencia de Proyectos de la Universidad Rafael Belloso Chacín. Coordinadora adjunta de la Cátedra Libre en Responsabilidad Social Universitaria (LUZ, 2013-2015). Investigadora activa (2004-2019) en líneas como educación-estrategias de aprendizaje y construcciones en zonas de riesgo. Docente de la Universidad Antonio Nariño (sede Villavicencio, Colombia). Investigadora principal en proyectos de investigación. Correo electrónico: adriana.rangel@uan.edu.co

**Arquitecto de la Universidad Católica de Colombia. Especialista en Gerencia de Proyectos y en Interventoría de Obras Civiles y Públicas de la Corporación Universitaria Minuto de Dios (Uniminuto, Colombia), con diplomado en Gerencia de Proyectos (Uniminuto), diplomado especializado en Educación Ambiental (Universidad de los Llanos, Colombia) y diplomado en Educación del Politécnico Superior de Medellín (Colombia). Consultor, constructor y asesor con experiencia docente en la Universidad Antonio Nariño (UAN), la Corporación Universitaria del Meta y el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA) en Colombia. Docente investigador de la uan. Correo electrónico: jumojica@uan.edu.co

Capítulo 2

RESILIENCIA URBANA Y CAPITAL SOCIAL

Elquin Puentes Ramírez*

Yenny Yolanda Ortiz Bernal**

Carolina Ingrid Betancourt Quiroga ***

Adriana Hidalgo Guerrero ****

Resumen

Al revisar la literatura sobre el concepto de “resiliencia” asociado con la planificación urbana se hace evidente una evolución en su definición, la cual ha pasado de un enfoque en lo físico, que proponía organizar territorios para evitar desastres y responder a ellos, a un enfoque cada vez más complejo que incluye diversos factores, entre estos, el énfasis en el fortalecimiento de la cohesión social como un elemento estructural para la autoorganización que garantizaría de mejor manera las adecuadas acciones de prevención, reacción y mitigación en un territorio y sus comunidades frente a circunstancias adversas. En este sentido, el presente capítulo busca aportar elementos a la reflexión sobre cuál es la relación entre los componentes de la resiliencia urbana y del capital social, y de qué manera ambos conceptos presentan aspectos que se pueden fortalecer y complementar entre sí. Para ello se realizó una revisión de la literatura relacionada con los conceptos de “resiliencia urbana” y “capital social” tomando como referencia el trabajo “Mejoramiento integral de barrios y capital social” (Puentes, 2015), el cual brinda indicadores de capital social que luego se comparan y analizan desde la óptica de la resiliencia urbana.

Este capítulo es el resultado parcial de la investigación “Formas de crecimiento y sostenibilidad en la vivienda social latinoamericana. Estudio comparativo Bogotá-Buenos Aires-Fortaleza”, financiada por la Universidad Antonio Nariño de Colombia, y se deriva del análisis de los indicadores de sostenibilidad urbana, en particular los de sostenibilidad social, en los cuales los conceptos de “resiliencia” y “capital social” están ligados de manera implícita.

LA NOCIÓN DE RESILIENCIA

LA METÁFORA de la resiliencia a menudo se utiliza para referirse a los sistemas y su capacidad de enfrentar los shocks y sorpresas externas (Gunderson y Holling, 2002). Una comprensión simple del término se refiere a la capacidad de absorber o amortiguar la perturbación sin dejar de ser funcional (Holling, 1987; Holling, 2001; Taşan-Kok et al., 2013). Asimismo, la palabra a menudo se asocia con la capacidad de aprender, de modo principal para volverse más robusto al cambio (Newman et al., 2009). El cambio es una dimensión central del concepto tanto en función de la resistencia a este como de la recuperación. Por consiguiente, la resiliencia se relaciona con ambas dimensiones a fin de minimizar los cambios y acciones, y de tratar las perturbaciones una vez que han ocurrido; así, representa un proceso en curso, una escala de tiempo de remodelación, reorganización y desarrollo de nuevas estrategias de adaptación.

En las ciencias sociales el creciente interés por el concepto se puede ver como una consecuencia del aumento de la complejidad, incertidumbre e inseguridad en la búsqueda de nuevos enfoques para la adaptación y la supervivencia (Christopherson et al., 2010). Varios científicos sociales han aplicado el término de resiliencia en el análisis de la capacidad de un sistema autoorganizado para resistir impactos como desastres, enfermedades, crisis o peligro natural sin ser destruido (Zimmerer, 1994). El concepto apareció en la planificación urbana en la década de 1990 (Mileti, 1999). Los académicos consideraron la resiliencia como la capacidad de un sistema social para resistir disturbios y reorganizarse siguiendo los cambios impulsados por las perturbaciones (Walker et al., 2002, p. 6). La literatura sobre la resiliencia en la planificación a menudo ha puesto énfasis en las acciones de preparación y mitigación, en especial a escala local (Godschalk, 2003). Esto coincide de forma estrecha con un enfoque tradicional de la planificación del uso de la tierra como un medio para minimizar las perturbaciones existentes; por ejemplo, la separación de ciertos usos del suelo y la reducción de los riesgos y efectos negativos de posibles perturbaciones. Un caso se da al localizar desarrollos lejos de áreas sensibles desde el punto de vista ecológico o propensas a las inundaciones.

Aproximadamente una década después la literatura sobre la resiliencia en la planificación se amplió para abarcar estrategias de mitigación como la reducción de las emisiones y la lucha contra el cambio climático. Además, la literatura no se centró solo en la mitigación, sino también en la adaptación, con la constatación de que la mitigación a menudo no es suficiente para evitar que se produzcan algunas perturbaciones.

LA RESILIENCIA Y EL ÁMBITO URBANO

LA CONCIENTIZACIÓN sobre el clima en la planificación espacial ha aumentado en las últimas décadas debido a sus frecuentes alteraciones. Los conceptos de mitigación, adaptación y resiliencia se han aplicado con más frecuencia en el ámbito urbano y desde el momento de la planeación de las ciudades. Esto porque las ciudades y sus habitantes son los más afectados por los eventos extremos que se presentan. Así, se ha trabajado en proyectos de defensa que demandan inversiones importantes de los países e incluyen estrategias cada vez más adaptativas para la gestión del uso del suelo y del territorio en las ciudades y sus alrededores. Las nociones de resiliencia urbana y planificación resiliente han ganado creciente atención e interés en los últimos años en los campos de la gestión ambiental y la planificación urbana, que comenzaron a finales de la década de 1990 en respuesta a las amenazas ambientales, a fin de ajustar los marcos sociales e institucionales (Mileti, 1999).

Un claro ejemplo de esto lo constituyen los frecuentes desastres naturales que traen consigo un sinnúmero de consecuencias socioeconómicas. Durante la última década, en el ámbito global las catástrofes de origen hidrológico y meteorológico han causado daños por más de 900.000 millones de dólares (Lavell, 2000). En el caso latinoamericano se estima que entre 1900 y 1999 las inundaciones reportaron daños por 117.000 millones de dólares (Lavell, 2000). De acuerdo a la investigación realizada por Mansilla (2010), el 86 % de los eventos registrados en América Latina entre 1980 y el 2009 ocurrieron en zonas urbanas y periurbanas. A pesar de los eventos registrados, en la práctica de planificación el uso del término de resiliencia suele ser de alcance limitado y a menudo se considera un sinónimo de adaptación.

En el contexto colombiano la resiliencia urbana y la planificación se incorporaron a partir del Sistema Nacional de Gestión de Riesgos del 2012, el cual incluye un Consejo Nacional, encabezado por el presidente de la república, y una Unidad Nacional para la Gestión de Riesgo de Desastres (UNGRD); además, existen consejos departamentales y municipales que asumen tareas de coordinación y planificación territorial. En Cundinamarca existe el Plan Regional Integral de Cambio Climático de Bogotá-Cundinamarca (PRICC) del 2016 y en la ciudad de Bogotá está el Sistema Distrital de Gestión de Riesgo y Cambio Climático (SDGR-CC) del 2013, como respuesta a la Política Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres establecida con la Ley 1523 del 2012 y el Conpes 3700 del 2011. El SDGR-CC tiene cuatro mecanismos: 1) financiación, 2) estructura organizacional, 3) sistemas de información, 4) instrumentos de planificación, los cuales se articulan por medio del Plan de Ordenamiento Territorial (POT; Secretaría Distrital de Planeación, 2004), del Decreto 190 del 2004, del Plan Distrital de Desarrollo (Secretaría Distrital de Planeación, 2016), del Acuerdo 645 del 2016 y del Plan Distrital de Gestión de Riesgos y Cambio Climático (PDGR-CC), adoptado mediante el Decreto 579 del 2015.

LA RESILIENCIA COMO ELEMENTO DE LA PLANIFICACIÓN

LA LITERATURA sobre la resiliencia asociada con las perturbaciones en las ciudades ha aumentado mucho en la última década (Beatley, 2012; Coaffee, 2008; Newman et al., 2009). En términos generales, la noción de resiliencia es un contrapeso al concepto de vulnerabilidad, no solo como un medio para hacer frente a los cambios o choques externos, sino también para responder de forma activa y positiva a los riesgos (Giddens, 2009). Estas respuestas pueden diferir en el espacio y el tiempo de acuerdo con los problemas ambientales en juego y el contexto social. Muchos estudiosos consideran la resiliencia en función del ciclo adaptativo (Folke, 2006; Gunderson y Holling, 2002; Walker y Salt, 2006), que se enfoca en la dinámica de los sistemas como los ecosistemas, sociedades y economías que no tienen una condición estable o de equilibrio, pero pasan varias veces por cuatro fases características: 1) crecimiento y explotación; 2) conservación; 3) colapso o liberación; 4) renovación y reorganización. Estos cambios entre las fases son el resultado de secuencias de modificaciones graduales como la explotación, la conservación y la reorganización o los choques rápidos. Las perturbaciones endógenas no solo se consideran amenazas, sino también oportunidades para mejorar la salud general y la autoorganización del sistema (Walker et al., 2004).

Estudios recientes reconocen que la planificación espacial puede desempeñar un papel importante en la promoción de la resiliencia urbana para enfrentar el cambio climático a través de la configuración espacial de las ciudades y de la gestión del uso de la tierra, la cual proporciona un medio para adaptarse a los impactos adversos (Strange y Davoudi, 2009; Fleischhauer, 2008; Gleeson, 2008; Intergovernmental Panel on Climate Change, ipcc, 2007). De acuerdo con Davoudi et al. (2012), la noción de resiliencia en los estudios de planificación a menudo no se usa de una manera exacta y definida, sino más bien como un término que abarca una variedad de temas. La Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastre (UNISDR, por sus siglas en inglés) define la resiliencia como

la capacidad de un sistema, comunidad o sociedad expuestos a una amenaza para resistir, absorber, adaptarse y recuperarse de sus efectos de manera oportuna y eficaz, lo que incluye la preservación y la restauración de sus estructuras y funciones básicas. (UNISDR, 2012, p. 85)

El Banco Mundial en el 2004 estimaba que por cada dólar invertido en prevención se ahorran siete en atención (Departamento Nacional de Planeación, s. f.). Al invertir en la reducción de riesgos y la mejora de la resiliencia se obtienen ventajas: incremento del liderazgo, protección de vidas, participación ciudadana, confianza de los inversionistas, aumento de la base gravable y comunidades más habitables (UNISDR, 2013).

La resiliencia ha estado relacionada de modo directo con la gestión del riesgo. Un buen gobierno urbano se identifica como otro componente importante de la reducción del riesgo de desastres, explica la publicación Cómo desarrollar ciudades más resilientes: un manual para líderes de gobiernos locales de la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastre (2012):

el riesgo urbano, la planificación urbana y el papel de los gobiernos locales en la reducción del riesgo han sido reconocidos como factores clave para construir comunidades y naciones resilientes desde el comienzo de la Estrategia Internacional para la Reducción de Desastres. (p. 8)

Estos factores no pueden ser más importantes hoy en día, cuando “más de la mitad de la población mundial vive en áreas urbanas” (Gencer, 2013, p. 85). La vinculación de la resiliencia a la planificación urbana ha sido muy significativa, tanto así que la UNISDR (2010) creó la campaña “Desarrollando Ciudades Resilientes”, que hasta el 2013 movilizó “a más de mil ciudades y gobiernos locales para que se comprometan a desarrollar ciudades más seguras y más resilientes a los desastres” (p. 86).

Schlör et al. (2018) plantean que la resiliencia urbana está en la capacidad de afrontar las presiones ecológicas (de alimentos, energía y agua) que se desprenden del desarrollo global actual de los sistemas urbanos; es así como las instituciones intentan proteger la cohesión social y minimizar la presión ecológica. Sin embargo, en condiciones de marginalidad la vulnerabilidad social es alta y la injusticia e inequidad no facilitan el desarrollo de la resiliencia urbana. El estudio de Soyinka et al. (2016) señala que los aspectos infraestructurales no se deben separar de los culturales. El trabajo identifica tipologías de informalidad presentes en Hong Kong (China) que son comunes en muchos lugares del mundo y expone que las condiciones de déficit de infraestructura hacen compleja (pero no imposible) la consolidación de la resiliencia urbana.

Por su parte, Sharifi y Yamagata (2014) indican que la noción de resiliencia aumenta dentro de la literatura relacionada con la sostenibilidad urbana en la medida en que las diferentes amenazas y los desastres demuestran el alto grado de vulnerabilidad al que están expuestas las ciudades y, por ende, la necesidad de planificarlas en función de su capacidad de reacción ante dichas eventualidades. En consecuencia, los autores revisan la literatura que vincula los términos de resiliencia y sostenibilidad urbana para extraer criterios orientados a formular un sistema de evaluación de respuestas urbanas basadas en aspectos como el uso de la tierra, la infraestructura y la salud; además, revisan una gran cantidad de aspectos estructurales, demográficos y de gobernanza asociados a indicadores sociales.

Desde una perspectiva morfológica y de diseño urbano las preguntas que plantean Dhar y Khirfan (2017) resultan interesantes para este estudio, a fin de hacer mediciones con los elementos físicos y considerar un diseño urbano polivalente capaz de abordar la incertidumbre del futuro. Estas se refieren a nueve principios de un mundo resiliente: diversidad, variabilidad ecológica, modularidad, reconocimiento de variables lentas, retroalimentación ajustada, capital social, innovación, superposición en la gobernanza y servicio ecosistémico (Walker y Salt, 2006, citados en Dhar y Khirfan, 2017). Los autores proponen un diseño urbano progresivo a partir de un índice de resiliencia (udri, por sus siglas en inglés) que

integra los diferentes elementos de la morfología urbana para funcionar como la interfaz entre los sistemas humanos y naturales con el fin de mejorar la resiliencia de las áreas urbanas recientemente desarrolladas o las ya establecidas, y considera el enfoque preventivo de la reducción de los choques y el enfoque holístico de adaptación anticipada. (Dhar y Khirfan, 2017, p. 75)

Por su parte, Cordero et al. (2015) le dan gran importancia a la permeabilidad de pavimentos urbanos, a la accesibilidad y la cobertura de espacios públicos y al arbolado como indicadores de resiliencia urbana. Otra perspectiva que relaciona la resiliencia urbana y las condiciones naturales la ofrecen Hermida et al. (2017) al plantear la relevancia de los indicadores vinculados con ríos y cuerpos de agua como elementos que hacen parte de la estructura ecológica principal y de qué forma de su estado depende la capacidad de recuperación de la ciudad o resiliencia urbana. La intención de este estudio es integrar elementos a la reflexión sobre cuál es la relación entre los componentes de la resiliencia urbana y del capital social, y de qué manera ambos conceptos presentan elementos que se pueden complementar y fortalecer entre sí.

SISTEMAS DE INDICADORES DE RESILIENCIA EXISTENTES

TENIENDO EN CUENTA que la configuración del discurso y la definición de marcos de acción para medir la resiliencia se enmarcan en un contexto global y nacional, se puede decir que no existe un modelo único o una fórmula mágica aplicable a todas las ciudades del mundo. Así, existen tantos modelos de resiliencia como variedad de contextos urbanos y fenómenos o catástrofes que perturban las ciudades. Por esta razón se necesita medir el concepto con indicadores:

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