Читать книгу: «La atención consciente. Recapitular, ensoñar, meditar: la inmanencia de la consciencia universal»

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LA ATENCIÓN CONSCIENTE

© Xabier Íñiguez Castrillón

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Iª edición

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ISBN: 978-84-18912-41-2

XABIER ÍÑIGUEZ CASTRILLÓN

LA ATENCIÓN CONSCIENTE

RECAPITULAR, ENSOÑAR,

MEDITAR: LA INMANENCIA DE

LA CONSCIENCIA UNIVERSAL

Dedicado a todas las personas que se fueron «demasiado» pronto y que movilizaron mi despertar. A las nuevas almas que vienen despiertas, abriendo el nuevo paradigma que dará nacimiento a una humanidad más consciente, empática y justa.

Prólogo

Un libro que al meditador interesado en el despertar de la consciencia le conviene tener para poder revisar según vaya profundizando en su propio proceso. Una obra que nos trae de vuelta el mágico universo que don Juan y Carlos Castaneda nos regalaron y ofrecieron un nuevo «campo de batalla florida», como describe el autor.

Xabier nos propone una poderosa y preciosa herramienta, la recapitulación como instrumento de trabajo, incorporando la vigilia, la sensación sentida y la meditacional «campo de batalla florida», donde resolver nuestros «traumas».

El lector encontrará un espacio abierto y un universo precioso por el que moverse en su búsqueda. Aún recuerdo cómo el abuelo Sioux, James Robideau (del denominado pueblo de los soñadores), antes de comenzar una ceremonia de toda la noche, nos dijo: «Vamos a zambullirnos en el reino de las sensaciones». Esta frase produjo un estallido en mi conciencia, un rumbo, un camino, un foco y observación diametralmente opuestos a lo aprendido hasta entonces.

Es un verdadero placer cómo Xabier explica y traduce este fenómeno tan lúcida y maravillosamente en esta obra. En estos tiempos convulsos en los que se intuye y se percibe que todo el planeta estuviera del revés, el gran reto que nos propone en esta obra es, básicamente, el comenzar a vivir la vida en términos energéticos, desarrollar la intuición y, en la medida que uno va reincorporando y acomodando en su «ser» la energía «robada», volverse más despierto y consciente.

Dar un paso adelante y orientar la vida a este propósito normalmente no es fácil, puede traer mucho temor implícito, pero con paciencia (paz-ciencia) con uno mismo y encontrando la compañía adecuada (aliados), la búsqueda se convierte en un camino de aventuras y de excitación calmada.

Leyendo este libro, uno percibe el camino hacia la libertad última y aunque no es el típico manual de autoayuda lleno de ejercicios, considero que es una lectura casi imprescindible que tener como referencia para un buscador, ya que guarda muchos secretos en sí mismo, que se irán desvelando en la medida en la que el desarrollo y la meditación vayan profundizando en uno mismo.

Nota: Aunque en un principio no lo entiendas y quizás lo rechaces, no lo pierdas, pues si eres un buscador, sin duda te servirá en un futuro.

Esperando con excitación y entusiasmo nuevas lecturas de Xabier.

Leer La atención consciente, recapitular, meditar y ensoñar ha sido una aventura excitante que me ha traído de vuelta el entusiasmo de mi juventud como buscador y, desde este aquí y ahora un poco más maduro, puedo saborear lo aprendido a través de la cualidad tan inteligente con la que Xabier describe y narra los fenómenos del aprendizaje existencial.

Como ser humano en estos tiempos, quiero agradecer tu confianza y este maravilloso libro. Todas las bendiciones y mucho éxito para que llegue lejos, ya que eso significará que más almas se iniciarán en el «campo de la batalla florida».

Por una humanidad más despierta y libre.

Ruben Soroa (InyanWakanWichassa)

Prólogo del autor

El trabajo aquí presente nace íntimamente unido a mi experiencia y práctica. Tiene dos tradiciones espirituales de referencia: el zen como testimonio del camino de Budha (el despierto) y el camino del guerrero de la luz, o también conocido como el Camino Rojo. Se ve reflejada la esencia tanto de uno como de otro camino, y en ocasiones unidos.

Las dos tradiciones tienen en común su objetivo principal: liberar al ser humano de ser devorado por la mente parásita. En el chamanismo, esta mente es adjudicada a los seres inorgánicos; en el budismo, a Mara. La energía de los seres humanos es devorada por la mente parásita, convirtiéndonos en alimento de estas entidades.

El primer paso, insustituible y necesario en ambos caminos, consiste en «limpiar» el recorrido vivencial que ha ido drenando, a través del inconsciente emocional, el cuerpo energético. Esto en sí limita la capacidad de enfocar la experiencia en la atención consciente y vivir el aquí y ahora desde el corazón en unidad con el Gran Espíritu. Este proceso imprescindible nos lleva a recapitular la vida.

Recapitular nos hace considerar lúcidamente los hechos significativos de la vida. Conlleva traer al presente y liberarlos sucesos y relaciones que han sucedido y hemos vivido durante nuestro recorrido vital. Estos hechos son el germen del despertar «personal»; por un lado, nos enriquecen y, por otro, nos muestran lo que necesitamos abandonar para seguir el viaje de la vida, sin el denso peso del inconsciente emocional. Sin relaciones no hay evolución.

Recapitular nos lleva a realizar dos elementos claves: la pérdida de importancia personal (la «muerte» del ego) y la recuperación de la energía y consciencia, de lo que hemos dejado en las experiencias devoradoras. En este sentido, «¿quién soy yo?» es una pregunta clave. Paradójicamente, en su expresión más profunda, no se entiende y responde por la razón. Esto se revela por la experiencia, como un koan zen, como un misterio. En la soledad uno afronta sus noches oscuras. Es cuando acecha su soledad que puede ir un paso más allá, dejando morir al viejo yo para dar paso al misterio de la vida.

El misterio se revela al cambiar el modo piloto automático por el modo de atención consciente y acecho, cuyo axioma principal es el conocimiento a través del cuerpo-mente en unidad, el conocimiento mediante la experiencia. La energía sigue a la mente, la mente sigue al cuerpo y el cuerpo está en contacto y unidad con la consciencia universal. Este trinomio, considerado sagrado en algunas tradiciones espirituales, es una ley fundamental en el arte de la atención consciente y del acecho.

En este proceso se llega a una suerte de consciencia que es espontánea, que nace como un saber que duerme en nuestro cuerpo y mente en unidad. Obedece a un modelo de desarrollo de las potencialidades humanas, que deja atrás el modelo lineal progresista del tiempo y que concibe el desarrollo como un modelo convergente, «acumulativo» y cuántico.

Es importante ser impecables en nuestra relación con el tonal, es decir, cómo nos relacionamos con lo externo, ya que el resultado de la impecabilidad nos lleva a estar enfocados en nuestro centro y estar en armonía con el contexto. Este hecho provoca la acumulación de suficiente energía y poder para despertar al poder del nahual. Este es un recorrido que no se hace de un solo salto y que a la vez sí, ya que el misterioso salto cuántico es inabarcable por el yo individual.

El camino de acecho, el camino de la atención consciente que aquí expongo y propongo concibe la meditación como la gran «medicina» del alma y el despertar de la consciencia original. El ensueño como el encuentro con el doble sagrado. La recapitulación como la forma de «ordenar» el mundo y «ordenarnos» externa e internamente.

Para poder avanzar con determinación y profundizar en la atención consciente, ya sea cuando meditamos, recapitulamos o ensoñamos, el factor más decisivo es la perseverancia. Para esto se necesita establecer una rutina que no se vuelva monótona y que seamos capaces de sostener. Una meta alta puede minar nuestras fuerzas y, por el contrario, demasiado laxa no nos permite profundizar. Si no somos capaces de establecer la disciplina y mantenerla en el tiempo, entonces una ayuda puede ser indispensable para avanzar. De ahí la importancia de contar, a veces, con un apoyo de una persona o de un grupo.

Es muy importante hacer el uso prudente, consciente y responsable del material expuesto en este trabajo. No nos hacemos responsables del uso errado que pueda traer consecuencias negativas, por lo que cada uno es responsable del uso y de tomar una guía apropiada si fuera necesario.

Permítanme utilizar el masculino como línea general del lenguaje en el trabajo aquí expuesto, sin que eso signifique un menosprecio de lo femenino.

Espero y deseo que disfruten y que les aporte una visión creativa y creadora de consciencia y energía el trabajo presente en este libro.

Capítulo I. La recapitulación
Perder importancia

Nos hemos pasado la vida creyéndonos importantes y luchando por mantener esa imagen como parte de nuestra historia personal. Esto termina convirtiéndose en una trampa: el carcelero. Sin embargo, si has llegado hasta aquí, significa que te vas dando cuenta de este autoengaño.

El desandar y des-construir la historia personal se puede realizar por medio de la recapitulación. Cuanto más fuerte y rígido es el ego como soporte de la importancia personal, mayor es el apego a la historia personal de vida y mayores son las dificultades que encontraremos para entregar y aceptar el poder del Gran Espíritu como un «devenir supremo»: la vida.

La importancia personal nos impide considerarla «relatividad» e in-permanencia de la vida, manteniéndonos en una lucha constante. Por un lado, ocupamos cantidades ingentes de energía y poder cuando nos apegamos a lo propio como lo mío, a la vez que nos vemos obligados a luchar en contra de lo que atenta contra la importancia personal. La imposibilidad de permanecer «vacío» representa una dificultad en el sentido de estar receptivo y abierto, reduciendo la capacidad de percibir y recibir la vida, que se presenta a cada instante. Esto sucede principalmente porque la energía y el poder personal los utilizamos en sostener la importancia personal, quedándonos sin ambos para vivir en el aquí y ahora.

Mientras nos sentimos importantes, perdemos sencillez y la perspectiva de la fragilidad de la vida. El ego es una serie de identificaciones con ideas, emociones y formaciones mentales que forman un «corsé» artificial en la consciencia y en el cuerpo energético. Nos impide rendirnos a la grandeza de la que formamos parte. Así, uno se siente identificado y se convierte en preso de sus propios dogmas. Dogmas que, en gran medida, se han adquirido en una sociedad jerarquizada, donde, de ordinario, la socialización consiste en hacer propias una serie de certezas dogmáticas compartidas, que son impuestas a través de la obediencia ciega o dogma.

Una cultura socializada de un modo instrumental crea un tipo de «educación» que consiste en transferir las certezas dogmáticas que son compartidas y deben ser asimiladas, tragadas sin digerir ni integrar (introyección). Esto nos separa de la inteligencia primitiva y arcaica (coherencia) inherente: el cuerpo como receptáculo de conocimiento, cuyo principal axioma es la integración del conocimiento por la propia experiencia y no como un «educar» desde la imitación mecanizada e instrumental.

La educación mediante la experiencia que se propone en este ensayo consiste en considerar los fenómenos de la vida en términos de energía. Esto sucede a través de la experiencia, que nos permite sentir, darnos cuenta de cómo nuestro cuerpo es el receptor y catalizador de la energía/consciencia que se genera en las interrelaciones y en él mismo. Esto nos lleva a sentir y darnos cuenta del espíritu misterioso de la creación, que se manifiesta como una experiencia extática que puede ser experimentada en uno mismo. Un ejemplo de esto puede ser el conocimiento vivencial de los ciclos vitales naturales, que pasan por uno mismo y por la naturaleza a la que pertenecemos: primavera, verano, otoño e invierno; una flor, un deseo, un encuentro, un atardecer veraniego, la levedad de la vida, una hoja que cae a nuestros pies, el rocío sobre la hierba, el desapego de algo que nos ataba…

La cultura en la actualidad se aleja más y más de un saber que procede del lado no racional, que pertenece al campo de lo abstracto, que llega a través de la experiencia del cuerpo-mente en unidad y en silencio. La energía sigue a la mente; la mente sigue al cuerpo. De aquí la importancia de que en la práctica de la atención consciente se comprenda y se dé este trinomio misterioso (energía, mente y cuerpo), que hace que la energía se estabilice en lo más palpable que se puede asir: el aquí y ahora.

La versión más retrógrada y dogmática de la ciencia domina el panorama actual. Ha anulado la percepción de la experiencia que vivimos los seres humanos, en términos de energética y consciencia. Este modo perceptivo que concibe la experiencia de darnos cuenta nos proporciona una forma de percepción integral, orgánica y real. Darse cuenta de que somos hijos de la tierra, hijos del sol, hijos del universo, seres de luz y pura energía en movimiento y expansión. Quiero decir que la energía y la consciencia es algo que llega y se percibe a través de nuestro cuerpo y experiencia, que el cuerpo posee una gran sabiduría que espera que escuchemos y desarrollemos los sentidos que lo permiten. La ciencia dogmática ha procurado una forma de tiranía de obediencia ciega, en la que se anula la capacidad intuitiva y experiencial en beneficio de la educación instrumentalizada para sus objetivos; lo que se llama reproducción de un modelo social.

La percepción robotizada, que elimina la intuición del aprendizaje por la propia experiencia, sucede como un movimiento que sitúa la percepción (desde donde percibimos la vida) en el entorno de la razón y la aparta del entorno de la intuición y «voluntad», esto es, de un darse cuenta total.

El punto de encaje

Según la cosmovisión tolteca de don Juan Matus, el punto de encaje es el nexo de conexión del ser humano con el campo de múltiples realidades y percepciones: el universo, la vida y sus complejas manifestaciones. Es un centro energético, como una pequeña pelota de tenis, que está situado un brazo de distancia del centro de los omoplatos hacia el exterior del cuerpo físico. Por este punto pasan los hilos de realidades (lo que somos capaces de percibir). El punto de encaje está unido a los diferentes chakras por filamentos de fuerza-energía. Su posición e interacción es la responsable de la percepción de los diferentes campos y frecuencias que el ser humano puede percibir, y que los centros sutiles (chakras) pueden percibir.

El conocimiento por la experiencia se produce al movilizar el punto de encaje y permitir que pasen por este los diferentes hilos de realidad. Para esto, el «guerrero» necesita una dosis ingente de energía (prana), mucha intuición, el desarrollo de los sentidos sutiles y su implementación en la percepción de la naturaleza y de uno mismo.

De ordinario, el ser humano hoy en día se ha separado del sentido energético/espiritual, y en muchos casos esto tiene más que ver con la fe ciega y el dogma (certezas dogmáticas compartidas) que con un saber que uno mismo descubre en su propia experiencia. «Dios», en muchas religiones, está fuera del alcance del común de los humanos y solo es abarcable por sus mediadores. De esta manera, solo puedes aspirar a ser asistido por los mediadores para acceder a desarrollar el campo del espíritu y transcendental. Este se presenta como un juego perverso que está instaurado desde la noche de los tiempos como una forma de sometimiento.

El sentido espiritual no consiste solo en una serie de ideas que se sitúan dentro del campo cognitivo, también es una suerte de campo de energía que posee conciencia, que llega y se manifiesta a través de la experiencia de uno mismo. Podemos poner como ejemplos el formar parte de un colectivo, el sentirse parte de algo más grande, el percibir un amanecer silencioso, el percibir la estruendosa levedad de la vida.

Los centros energéticos son por sí mismos los que nos proveen de amor propio, vitalidad, dirección en la vida, intuición y paz del espíritu, y unidad. Estas virtudes son la expresión natural del conocimiento directo desde uno mimo y la propia experiencia. Son los campos de virtud que la creación ha depositado en cada ser. En esencia, estas virtudes son las manifestaciones naturales del ser humano y están situadas físicamente en los diferentes chakras que poseemos. Son principalmente siete, según se recoge en los textos sagrados del hinduismo.

Hay una percepción directa de la realidad que está por encima de la conciencia cotidiana y es una suerte de atención expandida, una segunda conciencia que nos permite percibir las cosas y las situaciones sin identificación y desde la intención y motivación de las cosas y personas, sin el filtro individual producto de nuestro pasado de la historia personal y proyección en el futuro.

Para que se dé la atención expandida, se necesita una cantidad ingente de energía y la no interferencia de los filtros personales, producto de la importancia personal creada por la particular historia personal. Para esto necesitamos implementar en la vida la atención consciente por medio de la meditación y del sueño consciente como los principales caminos de desarrollo de esta. Esto requiere tener la energía suficiente y que esta no se fugue fuera y/o sea parasitada. Cuando se consigue la impecabilidad de las acciones, nuestro cuerpo se transforma y, energéticamente, queda rodeado de una envoltura de fuerza y energía protectora, sin agujeros parásitos. Aquí comenzamos a percibir y concebir la existencia en términos de energía y consciencia, más que como un hecho cognitivo.

Para lograr este objetivo de impecabilidad, el guerrero de la luz necesita desarrollar las estrategias de «lucha florida». El arte del guerrero conlleva sus correspondientes ciclos y etapas, que en muchas ocasiones se sobreponen y se complementan. Estas estrategias son y forman el arte de la atención consciente, que conlleva principalmente cuatro acciones o virtudes: la impecabilidad de las acciones, el no-hacer (hacer sin hacer), la paciencia y la simpatía.

Desmontar la historia personal

Las personas con las que nos relacionamos se forman y proyectan una imagen de nosotros que percibimos, y a la vez reforzamos y manifestamos. De alguna manera, estas proyecciones van «ayudando» a formar una identidad que finalmente uno mismo acepta y crea. Del mismo modo que uno se forma una identidad, también va proyectando elementos de identidad a los otros. Y es en este constructo de identidades donde surgen el sentido de importancia (como apego a lo mío) y el juego de las pasiones.

Quién pensamos que somos, o sea, el sentido de identidad se forma a través de las relaciones que se han dado desde la más tierna infancia con nuestros padres, abuelos, hermanos y personas significativas, y la cultura en la que vivimos. Nos proyectan como nos perciben, lo reforzamos, en muchas ocasiones de forma inconsciente, y así nos configuramos en una particular historia personal: la identidad, el conjunto interrelacionado de todas estas experiencias y vivencias personales que forman el ego.

De cierta forma, profundizar en desmontar la historia personal significa asumir la separación de esas personas «significativas» de las cuales hemos «creído» sus proyecciones y, en este separarse, asumir la soledad consentida. Somos seres profundamente emocionales y sociales. Las relaciones y las emociones marcan y dirigen nuestra vida, en buena parte de forma inconsciente. Es el juego que se crea entre las relaciones y las emociones el que forma la peculiar personalidad de cada uno. Es a esto lo que llamo el «juego de las pasiones», lo que en algunas corrientes psicológicas se llama «tipos de caracteres de la personalidad». Para deshacer a través de la recapitulación estos caracteres considerados «neuróticos» por la psicología, necesitamos ver lo externo (proyección) que asumimos como propio y/o lo contrario, la lucha contra aquello que sentimos que se impone desde fuera, contra lo cual luchamos para dejar de dar nuestra energía y poder a ambas proyecciones.

No deberíamos tomarnos las proyecciones de los otros como algo personal ni real, ya que más que ser algo en particular, las cosas suceden y decidimos si las incorporamos o no. Pero una vez que las incorporamos, creamos y adoptando una imagen de identidad que necesitamos revisar y ver si es necesario, desprogramar. Y esto es en buena medida el trabajo de desmontar la historia personal y, con ello, la importancia personal.

Parte del camino que propone la recapitulación es desprogramar este juego de proyecciones que se presenta como un dogma introyectado y no consciente. Ir abandonando las imágenes, vivencias, recuerdos, memorias y emociones de la historia personal que atrapan la energía y la consciencia, liberándolas ambas.

En la recapitulación se toma consciencia de estos pensamientos, historias, imágenes y emociones para desmontarlos y recuperar la energía que depositamos. No nos damos cuenta hasta qué punto nos identificamos con estas proyecciones, ya que creemos ser eso.

La recapitulación pasa en gran medida por aceptar la muerte del ego. Se tiene que estar dispuesto a abandonar la historia personal y aceptar la muerte del ego, con todo lo que conlleva.

En este sentido, para desmontar la historia personal, no solo necesitamos deshacernos de los hábitos y viejos apegos que están consumiendo nuestra energía, sino que también de contextos y relaciones que son parásitas. Por un lado, puede ser que estas relaciones en algunos casos sigan existiendo y las alimentemos. Por otro lado, aunque ya no existan físicamente, en el inconsciente se ha quedado sin cerrar y, por lo tanto, están fijadas. En este último caso es donde la recapitulación procederá a liberar el residuo parásito y recuperar la energía depositada en estas. Y en las relaciones actuales que necesitamos abandonar, la recapitulación jugará un papel fundamental para la liberación y recuperación de la energía acumulada en ellas.

De cierta forma la recapitulación es un acercamiento a la muerte, ya que deshacerse de la historia personal consiste en cerrar etapas disfuncionales y acabar con eso que hemos vivido y con lo que todavía nos identificamos, y a lo cual, como seres humanos, nos apegamos. Esta es como una masa viscosa energética que se adhiere al cuerpo energético, y cuando comenzamos a deshacemos de ella, se puede sentir sensaciones desagradables, como si algo se nos arrancase; sin embargo, finalmente es profundamente liberador, aunque en un principio se puede vivir como doloroso debido a la sensación de quitarse ese residuo energético, que, evidentemente, moverá el campo energético, cognitivo y emocional.

En la medida en la que recapitulamos, deshacemos la historia personal y el sentido de importancia se va disolviendo. Con la acción liberadora de la recapitulación, llegamos y conectamos con el no-hacer, que facilita la manifestación del doble sagrado: el otro yo. Esta es la parte de nuestro ser que es vieja, pesada, sólida, misteriosa, a la que no le «importan» los demás (Castaneda, 1988). Una parte que se va recordando en la medida que se suelta el falso yo, como el que va recobrando una parte de sí mismo olvidada. Una memoria que se manifiesta según uno se va liberando del pesado karma que produce un éxtasis de reencuentro.

El otro yo se manifiesta conforme uno va recapitulando y deshilvanando la trama de la historia personal, es parte del Gran Espíritu, artífice de esta nueva aparición y recuperación de una memoria que es esencia de sí mismo. El otro yo es nuestro gran aliado para permitir que se haga el tránsito, muchas veces traumático, al desmontar y deshacer la historia personal.

Deshacer la historia personal no es gratuito, en muchas ocasiones es doloroso. Uno tiene que pasar por pruebas duras para aceptar y llevar a cabo la muerte del ego, la separación de los dogmas asumidos y muchas veces compartidos, y el propio karma.

El propio ego es parte de una realidad compartida formada por el dogma socialmente aceptado. Tanto el ego como este otro extracto al que pertenece el ego, las realidades dogmáticas compartidas, desarrollan una estructura de defensa que se manifestará como proyecciones contra quien atente contra la integridad de ambos, ego y dogmas compartidos. Para hacer frente a esta lucha por reconquistar nuestro ser sin forma, el libre espíritu, el guerrero entra en la batalla espiritual que en ocasiones es tan peligrosa como una guerra. El guerrero tiene que ser impecable e implacable en su hacer: el acecho. Para esto pone en juego la disciplina interna: el no-hacer, recapitular, la impecabilidad, ensoñar, la meditación, caminatas de poder, ceremonias de poder, etc.

De todas sus prácticas, hay dos que son la base en el comienzo: recapitular y posicionarse en el no-hacer.

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9788418912412
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