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VIRGINIA GRATEROL

Crisis existencial
7 lecciones maravillosas para no morir en la confusión


Graterol, Virginia

Crisis existencial : 7 lecciones maravillosas para no morir en la confusión / Virginia Graterol. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2021.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-1846-0

1. Autoayuda. I. Título.

CDD 158.1


EDITORIAL AUTORES DE ARGENTINA

www.autoresdeargentina.com info@autoresdeargentina.com

Presentación

En estas líneas esbozo algunos pedazos del laberinto que transité durante mis crisis existenciales al considerarme una mujer poco agraciada y llena de tanta inseguridad. La guerra que enfrenté durante años frente a mi espejo para identificar mis propios demonios (complejos) y cómo aprendí a soltar el látigo de la autocrítica destructiva. También te muestro cómo combatí la desolación del duelo y el sinsentido constante que vivía en mi carrera profesional.

¿Por qué todo eso debería interesarte? Te responderé con otra pregunta: ¿cuántas veces has sentido que la confusión ahoga tu existencia? Sentir que no tenemos la capacidad de pensar de manera clara o tanto como quisiéramos en ese momento, etapa o situación que la vida nos está presentando puede suponer todo un desafío y lo es todavía mayor cuando aparecen esas benditas interrogantes: ¿quién soy y cuál es mi propósito en esta vida?

Si te ha pasado, te has sentido pérdida o confundida con respecto a la dirección que está tomando tu vida, este e-book es para ti. El motivo que me impulsó a escribir estas siete lecciones maravillosas es porque, además de ser parte de mi experiencia personal, me sentiría completamente egoísta al no compartirlas con este universo donde abundan las mujeres que se sienten perdidas y en crisis existencial prolongada.

No quiero ser tu maestra ni mostrarme como la más sabia de todas, estas lecciones las viví en carne propia, las sufrí y digerí con el paso del tiempo. Solo quiero ayudarte en tu proceso para que no camines sola, o por lo menos apoyarte para que puedas despejar la neblina que empaña tu cristal, te desvía del camino a la felicidad y distrae tu atención para que no puedas liderar tu vida como esa mujer imponente que sé que está dentro ti.

Desde mi óptica, una crisis existencial es semejante a un enorme laberinto emocional y espiritual. En ese laberinto hay corredores, pasillos, puertas, ventanas, pasadizos secretos, trampas, túneles y pare de contar

En medio de él prevalecen la confusión y el sinsentido. ¿Quién soy? ¿Qué hago aquí? ¿Soy feliz? ¿Por qué a mí? Y mi favorita: ¿cuál es mi propósito en esta vida? Todas estas preguntas surgen en el epicentro del laberinto: el caos. Y ahí estas tú en el medio sintiéndote perdida, ansiosa, con miedo o desesperada porque quieres saber cuál es la salida, pero es todo un acertijo y no logras encontrar la respuesta.

Sin embargo y aunque parezca todavía más confuso, en medio de ese caos es donde se hallan las soluciones y las herramientas que necesitas para encontrar la salida con éxito.

El problema comienza cuando te enamoras del laberinto, construyes una choza dentro de él y no buscas la salida a sabiendas de que afuera te espera una casa hermosa, la de tus sueños. Te da tanto miedo escapar, encontrar la puerta, ya sea porque estás cómoda o porque no te interesa demasiado avanzar, así que la elección más fácil es continuar perdida aunque fatigue, agobie, cueste, el ambiente no sea de tu agrado y te duela respirar.

Según la Real Academia Española, una crisis se define como el cambio profundo y de consecuencias importantes dentro de un proceso, de una situación, o en la manera en que estos son apreciados. En ese sentido, una crisis existencial puede traducirse en un período de cambios, los cuales podrían tener consecuencias, ya sean positivas o negativas, dentro de ti misma.

Ahora bien, una crisis existencial puede ser el acontecimiento más transcendental que pueda ocurrirle a una mujer, ya que, por medio de ese estado de caos, podrá experimentar cambios en su identidad y en la percepción que tiene de sí misma.

Una crisis puede aparecer a cualquier edad y no necesariamente responderá a la situación económica que tengas. Tiene que ver más que nada con momentos o situaciones de tu vida donde sientas la necesidad o te veas obligada a tomar decisiones importantes para ti.

Como sucede con todas las crisis, una crisis existencial puede pasar por varias etapas:

1 Confusión: ese momento en el que apenas te das cuenta de que estás perdida. Es una etapa dada por la sensación de que algo está mal, que no estamos en el sitio correcto o que algo no está funcionando como debería. Es la fase en la que entramos al laberinto de dudas.

2 Conflicto: en esta etapa todas las dudas que tenemos guardadas nos llevan a necesitar una respuesta. Una necesidad de saber qué pasará, hacia dónde caminar y qué vamos a encontrar. Durante esta parte del proceso acudimos a nuestros valores, principios, creencias, hábitos y costumbres, ya que hacemos una valoración interna de todo lo que nos está pasando y surge la necesidad de acercarnos a nuestras raíces, a las verdaderas motivaciones y prioridades, nos cuestionamos la importancia de las cosas y el valor que tiene cada pieza que compone nuestra vida.

3 Creación: cuando la persona llega a esta fase de la crisis es cuando en ella germina el deseo de crear nuevos objetivos o un nuevo proyecto de vida. Se ha alcanzado un nivel adecuado de autoconocimiento, así que somos capaces de encontrar respuestas para hacer una reinvención o reconstrucción de metas y sueños. Usualmente hay un mayor nivel de fortaleza interna que permite crear proyectos basados en nuestros propósitos.

Es significativo que sepas una cosa: el proceso es así. No se puede saltar del paso uno al paso tres, o comenzar a partir del paso dos. Todas las etapas del proceso son importantes debido a que en cada una de ellas se supone que debería generarse una transformación interna. El error que cometemos los seres humanos, y más todavía en esta era donde todo tiene que ser acelerado, es pretender cambios, hallar respuestas o descifrar nuestros laberintos a las corridas. Quiero que de aquí en adelante cada palabra o frase que leas en este e-book te recuerde esto: NO estás en una competencia. Con esto tampoco quiero que me malinterpretes porque la idea jamás será que te quedes anclada en una de las etapas ni que te enamores de ese período o te pongas tan cómoda como para no continuar creciendo.

La idea es que no dejes de caminar, pasa por cada una de las fases que necesites, pero disfruta tu proceso de transformación, saborea cada etapa de tu crecimiento, siente cómo los rayos de sol inyectan vida a tu alma. Imagínate siendo una planta… ¿Qué necesitas para estar viva? Agua, sol, tierra, oxígeno… y tiempo.

Observa el ejemplo dado por Dios, quien teniendo inmenso poder y soberanía, aun siendo el dueño y creador de todo el universo con todas sus galaxias y constelaciones, se tomó su tiempo para crear, descansar y observar lo que había hecho. En ese espacio de observación se permitió crear más y perfeccionar su maravillosa obra. La naturaleza misma sigue los pasos de su dueño, con ella aprendemos que cada estación tiene su propio encanto y en cada una de ellas hay diversas transformaciones que dan paso a nuevos ciclos. No te apures, sigue el ejemplo de tu creador, respeta tus tiempos, obsérvate en la crisis… En ese espacio de observación vendrán a ti nuevas herramientas para que sigas creando, creciendo y floreciendo.

Prólogo por Diana Blanquel

Pensamientos abrumadores llegan a tu mente, y no le encuentras sentido a la vida. Sobre todo, no entiendes por qué te está pasando esto a ti. Todas, en algún momento de nuestra vida, hemos estado ahí. Frustradas, confundidas y sin saber qué rumbo tomar. Nuestra mente llena de preguntas esperando respuestas que pareciera han tomado la ruta larga para llegar. Escuchas mensajes motivacionales en todas partes. Escuchas a las personas hablando sobre su propósito, miras a otras compartiendo sobre sus logros, y tu aquí. Encerrada en una caja de emociones y preguntas. Es posible que estés experimentando ¡una crisis existencial!

¡Bienvenida al club! No estás sola. Es un periodo de tiempo en el cual se produce un cuestionamiento interno, es un tiempo de introspección. La crisis existencial puede ocurrir en cualquier momento de tu vida, excepto en la etapa de la infancia. Y está vinculada al proceso de crecimiento y maduración. La buena noticia es que, en esta etapa de tu vida, una etapa que pareciera oscura y sin salida, puedes fortalecer áreas, aprender sobre tu persona, madurar, crecer y salir vencedora. Este periodo no es para siempre, pero sí existen pasos que te pueden ayudar a sobrellevarla.

Aprender de Virginia Graterol sobre este tema es grato. Ya que es una mujer que ha tenido sus propias crisis existenciales y en cada una de ellas ha logrado aprender, madurar y crecer. Su vida es un recordatorio de que las crisis existenciales son temporales, esa etapa también pasará. Verla utilizar su voz para compartir sobre sus experiencias y traer esperanza me llena de alegría. Verla florecer en las distintas áreas de su vida y sobre todo ser testigua del amor y pasión que tiene por enseñar, capacitar y motivar a otras mujeres, es admirable. No cabe duda de que ella utilizó cada una de sus crisis para brindarnos un poco de luz y esperanza.

Sumérgete en las siguientes páginas porque estás por iniciar una aventura que pondrá las cosas en perspectiva. Te ayudará a contestar algunas de esas preguntas que te agobian y te equipará con las herramientas necesarias para lograr salir de esa caja que sí tiene salida.

Mi crisis existencial personal

¡Mi autoestima se cayó desde el octavo piso! Murió y resucitó al mejor estilo de Lázaro el buen amigo de Jesús.

“Es más fácil matar a un fantasma que a una realidad”.

Virginia Wolf

Siempre me consideré fea. De niña nunca me comparé con las princesas bonitas de los cuentos, más bien me identificaba con el patito feo de la serie, la madrastra de Blancanieves o la chica menos afortunada de la historia (las hermanastras de Cenicienta, por ejemplo, y no en la personalidad, sino en el aspecto). La que nunca tuvo suerte en el amor por ser poco agraciada. Incluso me comparé con aquellas de las que no se habla, las que no figuran o no encuentran un papel dentro de la película.

Me miraba al espejo y no me gustaba a mí misma, en especial porque desde muy pequeña sufro de un problema de alergia que afecta directamente mis párpados, desarrollé una rara condición llamada blefarochalasis combinada con otra cuestión médica denominada ptosis palpebral. Difícil de pronunciar, ¿verdad? Imagínense entender qué es, o peor aún, padecerla y no comprender todavía de dónde heredaste tanta desgracia.

¿Por qué se desarrolla un síndrome que vive conmigo y cómo están relacionados todos estos problemas entre sí?

Toda mi niñez y parte de mi adolescencia me dijeron que era alérgica a una dolorosa y larga lista de alimentos exquisitamente mortales para mí y punto, ya estaba; eres alérgica. Tienes que vivir con eso.

Con los años, los médicos añadieron más nombres científicamente sofisticados a la desgracia de lucir unos párpados tan peculiares y adicionalmente a tener que vivir con el miedo de comer un alimento equivocado y ¡pum, muerta!

Es tan difícil entender las causas que originan la blefarochalasis porque todavía no hay suficientes avances médicos (¡increíblemente!) que determinen exactamente por qué se manifiesta, si es hereditaria o no, si está asociada a otro síndrome o simple mala suerte. A decir verdad, yo creo más en la última opción.

Ya se imaginan la cara que pongo cada vez que me preguntan qué tengo. Un día un niño me hizo esa pregunta y le respondí: “Porque me porté mal y Dios me castigó”. Se fue llorando inmediatamente, pobre.

Mis párpados siempre se llenan de líquido, se estiran a un ritmo rápido y furioso. Se inflaman tanto y tan a menudo que ya perdieron el aspecto normal de un párpado, lucen arrugados, son asimétricos y con los años siguen estropeándose. Pierden vida.

Desde que tenía cuatro años presenté episodios graves de alergia, mi rostro prácticamente se deformaba a raíz de la inflamación. Algunos médicos aseguran que este síndrome comúnmente se desarrolla cuando las personas alcanzan cierta edad, cuando son grandes, pero hay un (1 %) que la exterioriza en la niñez. En mi caso convivo con ella desde muy pequeña. Lo sé, soy ese (1 %) de gente increíblemente dichosa y afortunada.

Recuerdo que cuando estaba en el colegio sufría muchísimo por mi problema. Caminaba con la cabeza baja y si tenía una crisis de alergia no me daban ánimos de aparecerme en el colegio, pero algunas veces fue inevitable y tuve que soportar miradas de asombro, burlas, lástima y otras de miedo.

Un día común de clases comenzó a llover, yo vivía en un estado de Venezuela donde era bastante raro que lloviera, el clima suele ser seco y caluroso todo el tiempo. Cuando llovía era una novedad, una cosa de otro mundo. La lluvia era un fenómeno desconocido para nosotros. Pero como en todas las escenas tristes la lluvia hace acto de presencia... Ese día no pudo faltar.

“Vivimos en un mundo donde el funeral importa más que el muerto, la boda más que el amor y el físico más que el intelecto. Vivimos en la cultura del envase, que desprecia el contenido”. Eduardo Galeno

Esa tarde, al salir del salón de clases había un grupo de niños afuera, estaban eufóricos por la lluvia, el agua había formado una especie de canal en la carretera, mis compañeros estaban reunidos haciendo todo tipo de bromas.

En cuanto los miré sentí temor de pasar por ahí, debe ser aquello del sexto sentido que me estaba avisando que tomara otro camino. La escuela tenía dos puntos de salida, pero yo simplemente continué hacia mi desventura.

Cuando me acerqué un poco más, de la nada apareció un grupo de niños que formaron un círculo alrededor de mí. Comenzaron a empujarme y a apretarme, eran aproximadamente unos quince niños. Todos más grandes que yo.

Algunos comenzaron a halarme el cabello, otros me hacían mofas, me lanzaban barro, gritaban y se reían de mí cantando una frase que para ellos era de lo más graciosa: “Ojo espichado, ojo de tapara”. Lo repetían sin parar como si fuera el coro de una canción de mal gusto. Mientras cantaban ese himno y me llenaban de barro, me quitaron mis cosas y las lanzaron al agua.

Yo estaba tan asustada que no podía respirar, evitaba llorar frente a ellos, pero estaba temblando, no podía evitarlo. El corazón latía tan rápido que sentí náuseas, no podía controlar mi miedo, me sentí indefensa, estaba acorralada y la vergüenza invadió todo mi cuerpo. Estaba extremadamente humillada. No comprendía por qué hacían eso. Yo era diferente, pero en mi mente solo me preguntaba por qué tanta crueldad.

No sé cómo logré huir. El siguiente recuerdo que tengo es viéndome correr… Corrí, corrí y corrí al estilo Forrest Gump hasta llegar a mi casa. Desde la escuela hasta la casa de mi abuela había cerca de tres kilómetros. Llegué cansada, asustada, mojada, sucia, sin mis útiles escolares y destrozada.

Mi madre estaba en la puerta preocupada porque yo no llegaba, estaba a punto de salir a buscarme. Cuando me vio entrar así, se imaginarán su cara de espanto sin saber qué me había pasado.

Arranqué en llanto, la abracé y le conté como pude todo lo sucedido. Lloró conmigo, me mandó a bañarme y acto siguiente no volví a salir de mi casa en semanas. Por obvias razones no asistí a clases y por supuesto hubo todo un proceso de citas a padres, suspensiones a los responsables por dañar mis útiles y pare de contar cuántas cosas que no resolvían mi problema.

Te estarás preguntando: ¿a qué se referían con el insulto? Una tapara es un fruto popular que se da en Venezuela. Proviene de un árbol de corteza gris y escamosa, suele tener flores café verdosas y también es popularmente conocido como totuma. La tapara en sí tiene un aspecto de bola, está formada por una cáscara oscura con la que fabrican vasos o cuencas. Algo así es como lucen mis párpados cuando están inflamados... Dos bolas (edemas) de aspecto entre rojo y morado asombrosamente grandes.

En cuanto a “espichado”... Supongo que se referían al exceso de piel arrugada. Para ellos mis ojos eran lo más parecido a un globo reventado. Quizá podría resultar graciosa la comparativa, pero a mí me apuñalaba el alma. Me dolía mucho escuchar eso.

Muchos complejos surgen en la niñez y con el tiempo vamos alimentándolos. Les damos poder dentro de nuestra mente. Acomodamos una habitación para ellos y se quedan durante años.

No es bonito sentirse un monstruo en el colegio, ni en ninguna parte. Mi vida en la escuela no fue sencilla, tuve que volverme valiente, aprender a defenderme y sí, también me acostumbré a llorar casi siempre cuando las cosas no iban bien. No fue fácil, pero ¿para alguien lo es? Con el tiempo aprendí que todos somos víctimas en algún momento de nuestras vidas, aunque depende de nosotros dejar de serlo algún día.

¿Cirugías? Sí, más de cinco. Las primeras eran para evitar quedar ciega porque mis párpados estaban muy caídos y las demás operaciones me las hice en un intento para mejorar un poco estéticamente, cosa que evidentemente no logré hacer. Todas muy dolorosas, llenas de expectativas que luego comparadas con mi realidad me dejaban más desanimada y desesperanzada.

Durante muchos años me volví un poco paranoica. Cuando subía a un autobús sentía que todos me miraban y sin necesidad de que pronunciaran ninguna palabra los escuchaba gritar aquella frase que me hirió tanto durante mi niñez. Literalmente me sentía una tapara andante…

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9789878718460
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