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Jillian Hardy era una chica alta de largas piernas, pelo oscuro y rostro contundente. Pero su rostro a menudo resultaba contundente por la violencia de los sonidos que producía, no por su belleza. Un rostro inquieto, el tipo de rostro en el que los músculos están siempre ligeramente tensos de insatisfacción. Insatisfacción en primer lugar por no haber alcanzado aún un salario alto y en segundo lugar por la histórica injusticia masculina. Fisher le había robado a Jillian a un rubio regordete con más éxito del que de él se esperaba llamado Mohrdieck y llevaba últimamente cierto tiempo pensando cómo hacer que Mohrdieck se la llevara de vuelta.
Fisher se metió en la bañera y abrió el grifo. He decidido le gritó a Jillian Quitarme la ropa bajo un chorro de agua caliente. Pero un torrente de agua fría salió de la alcachofa y empapó a Fisher que comenzó a temblar. No hay agua caliente respondió Jillian. ¡Mierda! gritó Fisher Voy a matar a esa vieja, lo juro. Salió de la bañera una vez más cubierto de ropa empapada. Vio entonces que aún llevaba agarrado el violín. Necesito ropa seca dijo con calma. ¿Por qué no te vas directamente a la cama? planteó Jillian. Porque voy a salir aclaró Fisher arrastrándose hacia el dormitorio Esta noche hay ensayo. Estarás de broma dijo ella siguiéndolo ¿Después de que he venido hasta aquí desde Cambridge? ¿Y quién te lo pidió? soltó Fisher comenzando una lucha titánica con su empapado atuendo Te iba a llamar cuando llegara a casa se excusó cayendo contra la pared mientras trataba de quitarse los pantalones. Jillian salió indignada de la habitación. Indígnate dijo Fisher Indígnate indígnate indígnate. Eres tú la que me está volviendo loco pensó No el vendaje. La ropa lo tenía atrapado. Es mi destino. El terrible castigo divino por cualquiera sabe cuántos de los pecados que he cometido. El agua de los zapatos había creado un tremendo vacío que los adhería a sus pies como si fuera pegamento. Es el castigo divino y además Jillian Hardy. ¡No aguanto más! gritó tirando de un zapato con todas sus fuerzas. Cayó al suelo luchando con él. En el salón Jillian encendió la radio. Esta noche podrán escuchar a genuinas intérpretes tasmanas que comentarán la vinculación entre planificación urbana y composición musical hecha por mujeres así como su próximo concierto en la Symphony Hall.19 ¡Quieres apagar esa mierda! chilló Fisher quitándose con violencia la calada camiseta interior y lanzándola al suelo con un ruidoso golpe. La radio se apagó. Ruidos feroces de recogida de objetos personales llegaron desde la otra habitación. ¿Vas a alguna parte? preguntó Fisher. Sí, a casa gilipollas llegó la respuesta. ¿Me paso luego? propuso Fisher buscando en el fondo de un cajón. ¡Haz lo que te dé la gana! Portazo. Rabioso ruido de llaves. Aún más rabioso portazo. Sonora estampida escaleras abajo. Desde lo alto un grito de angustia ¡Qué cansadicastoy de decirte que no des portazos!
Ah pensó Fisher Solo con mis pensamientos y mi violín mojado. ¡Mi violín está mojado! Cogió la funda y corrió a la cocina. Lo pondré en el horno a fuego lento, así resucitará. Los hermanos Hill de Londres hacen lo mismo. Violines calientes, dales calor, un penique por uno, un penique por dos, canturreó Fisher.20 Encendió el horno pero la cocina permaneció en silencio. ¡Ahora no hay gas! gritó Fisher hundiéndose de rodillas en la desesperación propia de la pobreza urbana ¡Si quisiera suicidarme sería imposible! Aunque bueno podría meter la cabeza en el horno y esperar a morir congelado, tampoco tardaría mucho. Se arrastró de vuelta a la habitación y comenzó a rebuscar ropa seca. Acababa de ponerse un jersey y de abrocharse el cinturón cuando sonó un claxon en la calle. Se enfundó una chaqueta que en rara ocasión utilizaba, tomó a don Chirridos y salió apagando la despiadada bombilla. Vete a la mierda pensó al recordar la orden de la casera de cerrar con llave la puerta exterior. Te vendría bien una paliza de un intruso cualquiera soltó socarronamente. Comenzó a cruzar la calle hacia el coche de Donald jugándose la vida. El estrepitoso tráfico palpitaba con sed de sangre esa noche.
Donald esperaba en el coche, con la mirada perdida y fumando su pipa. Contemplando los pliegues de Rindfleisch.21 Fisher trató de abrir la puerta del copiloto, que tenía el seguro puesto. Maldita sea dijo golpeando violentamente la puerta con don Chirridos. Donald dio un brinco y desbloqueó la puerta a toda prisa. Gracias ladró Fisher entrando y dando un fuerte portazo. Donald comenzó inmediatamente a observar el vendaje. No me mires la venda ordenó Fisher abrazando a don Chirridos como si fuera un bebé enfermo. ¿Cómo estás? preguntó Donald arrancando el motor y saliendo a la corriente de tráfico. Genial respondió Fisher mirando tristemente los escaparates: Navidad. ¿Fuiste a trabajar? Sí tuve un maravilloso día en la oficina. Una chica me dio su número de teléfono aunque omitiré detalles menores. ¿Te hizo ella esa contusión también? No, para eso me las apañé yo solo. Suena interesante concedió Donald.
Cruzaron el puente de Harvard22 hacia Cambridge. Odio Cambridge dijo Fisher Está tan limpio. Pero la fealdad late en el corazón de cada ladrillo. Hablando de Cambridge ¿qué tal Jillian? se interesó Donald. ¿Quieres que te deje en su casa cuando volvamos? Se indigna contestó Fisher. Ya veo. Por cierto ¿cuando volvamos de dónde? De Concord pensé que lo sabías. Oh perfecto, no, no lo sabía. Serrín y pastel de soja. Me lo podías haber avisado podría haberme escapado. Venga hombre respondió Donald. Me lleva allí en el coche y me dice venga hombre pensó Fisher.
La diversión en Belmont23 era la habitual de cada noche. A lo largo de las calles los adolescentes encorvaban los hombros contra el frío y metían las manos en los bolsillos de sus abrigos de plástico. Algunos fumaban mientras que otros miraban boquiabiertos a través de las ventanas de las pizzerías. De repente un coche trucado apareció rugiendo desde una calle lateral. Ostras mira a ese tío dijo Donald. Vaya respondió Fisher. El seudodeportivo de color verde lima brillante zigzagueó de lado a lado y acabó golpeando el maletero de un automóvil que estaba parado en un semáforo. ¡Ostras! dijo Donald. ¡Vaya! respondió Fisher. El coche modificado dio marcha atrás a toda velocidad y escapó por otra calle. La conductora que había recibido el golpe salió de su vehículo blandiendo el puño hacia la dirección por donde había escapado el vándalo.
¡Bruuuum! rugió Fisher ¡Bruuum! ¡Bruuum! ¿Eh? respondió Donald adelantando a la pobre conductora y su maletero destrozado. Pilas no incluidas siguió Fisher Puedes conducir como un kamikaze donde quieras. ¿¡Qué!? contestó Donald. A ver ¿cómo esperas que se comporte la gente cuando crecen con el convencimiento de que los automóviles y el cuerpo humano son indestructibles y sus actos no tienen consecuencias? ¿Y pensarán los patrocinadores lo mismo del espíritu humano? Esto no es un juguete. ¿Qué patrocinadores? preguntó Donald. La maldición de la tele siguió Fisher. Destinado a crecer a base de televisión en Belmont. A convertirte en un burdo chaval de 17 años. A atropellar a una italiana que posiblemente sea madre. A salir pitando para esconderte en la oscuridad de la noche. ¿Quieres decir que estás juzgando a ese tipo, lo estás juzgando solo porque piensas que es de Belmont? saltó Donald. Por supuesto respondió Fisher Y te insto a que hagas lo mismo. No sé de qué estás hablando dijo Donald. ¿Que no? TE ESTOY HABLANDO DEL ASQUEROSO MIASMA. Continuaron su camino hacia Concord.
¿Cuándo se te caen los puntos? preguntó Donald. Odio esa expresión protestó Fisher. En cualquier momento. ABC, CBS, NBC gruñó Y esa mierda de PBS.24 Donald hay televisión para comer beber vestir leer y pensar. Y los porros son solo televisión. ¡Dopaje! Has sufrido un traumatismo craneoencefálico terció Donald. Serás hijo de puta saltó Fisher Lo que digo tiene sentido. Tranquilízate siguió Donald. ¡Todo el mundo piensa que no estoy tranquilo! gritó Fisher ¡Solo te estoy contando lo que pienso! Venga hombre hay un montón de cosas buenas en la televisión. Fisher reflexionó. Sí aceptó El Ingeniero Bill. ¿Quién? Cuando éramos niños. ¿No te acuerdas? Iba vestido con un peto azul y una camisa blanca, era un ingeniero valiente. Y tenía este juego de beber leche con los niños que estaban al otro lado de la pantalla que se llamaba luz roja y luz verde. Decía ¡Luz verde! y comenzabas a beberte la leche y entonces él gritaba con malicia ¡Luz roja! cuando ibas como por la mitad y te atragantabas y vomitabas la leche en la pantalla. Suena genial dijo Donald. Estás loco continuó Fisher La televisión es un narcótico imparable fabricante de tarados y perjudicial. Vas a acabar meándote encima le advirtió Donald. Estoy muy calmado respondió Fisher. El coche continuó avanzando.
¿Sabes que Rachel hace vídeo? comentó Donald. ¿Qué? ¿Quién? Rachel la compañera de Sandra. Ah Rachel. Hace vídeo. ¿Y? preguntó Fisher irritado por el uso de la expresión «hace x». Y habla de ti siguió Donald. ¿Que habla de mí? Quiero decir que le gustas. Para el coche pidió Fisher Voy a vomitar. Muy divertido le respondió Donald. Por Dios pensó Fisher No me digas eso. ¡Rachel!
12 El título del capítulo, «The moaning of the bar», es un verso del poema Crossing the bar, del popular poeta Alfred Tennyson (1809-1892), quien indicó en vida su deseo de que este poema, una metáfora de la cercanía y aceptación de la muerte, ocupara el último lugar en las recopilaciones de sus poemas. Mientras que en el contexto original, el verso se refiere al sonido producido por las olas al golpear contra un banco de arena, la polisemia del término bar es utilizada por McEwen para referirse a la cervecería.
13 Separada únicamente por el río Charles de Boston, con la que conforma una unidad urbana, Cambridge toma su nombre de la prestigiosa universidad británica y es sede de dos de los centros de estudios superiores más reputados: la Universidad de Harvard y el Massachusetts Institute of Technology.
14 La compañía de transporte público del área metropolitana de Boston adoptó para su logotipo la letra T, por lo que los residentes la denominan con esta letra, especialmente a la red de metro.
15 El Boston Public Garden conforma el corazón verde de Boston junto con el Boston Common, del que está separado por la calle Charles.
16 La cervecera Guinness fue fundada en las instalaciones de St. James’s Gate (Dublín) en 1759. En la actualidad es uno de los principales destinos turísticos del país.
17 Eclesiastés 1:14
18 Cantante estadounidense de música folk con marcado carácter social en cuyo repertorio se encuentran temas tradicionales irlandeses y composiciones propias sobre la situación de los emigrantes de este país. Su versión de Guantanamera obtuvo cierta popularidad en Latinoamérica en la década de los sesenta.
19 Considerada una de las salas con mejor acústica del mundo, la Symphony Hall es hogar de la Orquesta Sinfónica de Boston, una de las más reputadas de Estados Unidos.
20 El personaje modifica la letra a la canción infantil tradicional inglesa Hot cross buns, que es en el original la rima que canta un vendedor ambulante para ofrecer sus panecillos de Pascua.
21 Pliegues de la superficie serosa del pericardio alrededor del origen de la aorta.
22 Puente de acero que conecta Back Bay con Cambridge cruzando el río Charles.
23 Ciudad residencial situada a unos 20 kilómetros al noroeste de Boston.
24 Todas las siglas corresponden a canales de televisión estadounidenses, la última de ellas de carácter público.
IV. Fruitlands25
Era estúpido llamarla así puesto que no había ningún concepto utópico con respecto a la casa, excepto una confusa idea de que la autosuficiencia de limpieza y pantomima podría algún día generar Utopía motu proprio. Las ideas sobre urbanismo, población negra y vehículos de producción nacional no tenían cabida en el debate, una de las razones por las que este se evitaba. Pero Fisher y Donald la llamaban Fruitlands. Y se daban palmadas en la espalda partidos de risa cada vez que lo hacían.
En la cocina de la casa con fachada de listones blancos una joven escribía una nota. Para Mis Compañeros decía. Enhorabuena por una semana muy limpia. Lo habéis hecho todos muy bien. El único flojeo fue por parte de Rodney que olvidó otra vez limpiar el interior de los agujeros del vaso de rejilla para los cepillos de dientes. Rodney esto no es justo para el resto. Por favor arrima el hombro. La joven hizo una pausa para beber de una taza de cerámica y prosiguió. En el frigorífico escribió Hay cuatro raciones de gulash de soja (etiqueta verde), tres de tallarines verdes con salsa de cúrcuma (etiqueta amarilla) y cinco de la cacerola de pescado y tubérculos que por desgracia se quemó un poco pero aun así es comestible (etiqueta roja ¡¡consumo inmediato!!). Dejó el bolígrafo azul que estaba utilizando y cogió otro de tinta roja. NO ES JUSTO PARA LOS DEMÁS escribió TOMAR COMIDA ETIQUETADA EN VERDE O AMARILLO ANTES DE QUE SE ACABE TODA LA ETIQUETADA EN ROJO. Dejó el bolígrafo rojo y continuó en azul. Ha habido también un problema con las bayetas esta semana. El martes vi a alguien (¡a quien no nombraremos!) utilizando la bayeta verde claro para limpiar los hornillos. Vuelta al rojo. LA BAYETA VERDE CLARO ES SOLO PARA EL FREGADERO Y SI ALGUIEN HA OLVIDADO EL CÓDIGO DE COLORES DE LAS BAYETAS DEBERÍA VOLVER A MIRAR LA TABLA Nº 12 QUE ESTÁ EN LA PUERTA DEL SÓTANO. Que tengáis un buen día escribió en azul. Rachel. Se sentó a la mesa tras colgar el edicto en el frigorífico. Cogió un cuenco de guisantes y un cuchillo especial de Maine y comenzó a pelarlos.
Qué retorcido dijo Fisher que permanecía mirando desde la ventana. ¿Eh? respondió Donald que volvía de cerrar el coche con llave. Concord está lleno de ladrones. No tiene ningún interés en los guisantes por el amor de Dios continuó Fisher ¡Solo lo hace por estar sentada en una silla de madera en una cocina con chimenea pelando guisantes! Lunes ¿verdad? sugirió Donald tocándose la cabeza en la misma zona en la que Fisher tenía los puntos. Muy gracioso gesticuló Fisher. ¿Por qué no te relajas? siguió Donald Yo creo que esto está muy bien. Tienen velas, chimeneas, estufas de madera. Sí asintió Fisher Es un milagro que les quede oxígeno. Quizá ese sea el problema.
Los inquilinos de Fruitlands eran:
1. Rachel, cuyo único sustento provenía de merodear por centros estatales para deficientes mentales con su equipo de vídeo;
2. Sandra, fuente de ingresos desconocida, reconocible por la exoftalmia derivada de una dieta macrobiótica;
3. Rodney, asistente del asistente del asistente del diseñador de software de una gran compañía con una siniestra oficina central ubicada bajo tierra.
La relación entre ellos era confusa pero esencialmente aburrida.
Fisher y Donald caminaron hacia el porche. La puerta jamás se cerraba con llave por vagas razones políticas defendidas por dos de los tres residentes y por la pura estupidez del tercero (no necesariamente el nº 3 mencionado con antelación). Donald se dirigió a la cocina para saludar a Rachel y Fisher fue hacia una puerta en la que había colgado un fajo de diagramas en colores chillones. Los ojeó y quedó paralizado. Si bien Fruitlands era un lugar de música y camaradería Fisher siempre había sospechado que su felicidad exterior no era más que la fachada de algún tipo de colapso moral. Mirando los diagramas de Rachel descubrió que se trataba de un enclave dirigido con estricto totalitarismo y basado en una devoción incondicional hacia el orden y la limpieza. ¡Demostrado! Los diagramas no dejaban tiempo más que para la limpieza y la reorganización de productos y utensilios destinados a esta. Y quincenalmente música, que aparecía en una pequeña casilla. Fisher fue consciente de que formaba parte de un sistema idolátrico. Completamente indignado se giró de forma abrupta para irrumpir en la cocina pero tropezó en una alfombra de nudos y salió volando hacia las escaleras golpeándose la cabeza con el pasamano antes de verse obligado a agarrarse a este para permanecer erguido.
¡Hey William! dijo una voz. Aún abrazado a la barandilla Fisher giró despacio la cabeza y vio a Rodney que lo miraba boquiabierto. Grrr saludó Fisher. Me contaron lo de tuccidente. ¿Cuál de ellos? Fisher se incorporó y pisoteó la pequeña alfombra. Sí sí sí, Rachel hastado haciendostas alfombras. Pues no deberíais poner una aquí. Sí, quizá no, asintió Rodney colocándola en el mismo lugar. Bueno ¿cómo va eso? preguntó balanceándose para golpear la espalda de Fisher que fue retirada rápidamente. ¿Te diste también en la frenten la laguna? No, he estado entrenando para conseguir el golpe perfecto. Ya me conoces, nunca me conformo. Oh.
¡Hey William! saludó Rachel entrando al vestíbulo seguida por Donald. Hey, menuda palabreja pensó Fisher No la puedo soportar. Hey devolvió la bienvenida. Me han contado lo de tu accidente. ¿Estás bien? Los oscuros ojos de Rachel danzaron mientras hablaba y Fisher pensó que quizá tenía algo en perspectiva y que para disiparlo tendría que arrastrarse ante ella como haría un paralítico y morrearla con fuerza y abundante saliva. Pero no lo hizo. Sigo entero respondió. Silencio. No simpatizaban con respuestas de este tipo en Fruitlands. Principalmente porque no las entendían. Les molestaban. En ese momento Sandra entró con los ojos como platos en la habitación. Hey William saludó. Fisher no se vio capaz de volver a repetir Hey así que hizo una reverencia. La herida le dio un pinchazo y se irguió de forma abrupta. ¡Aaaah! gritó. Nadie lo entendió. Buen chichón tienes comentó Sandra en lo que se aceptaba como un verdadero comentario humorístico en Fruitlands. Silencio. El grupo cambiaba el apoyo de un pie a otro y por turnos miraban de reojo la cabeza de Fisher. Hey intervino Rodney Vamos a tocar un rato.
El calor de un abrasador madero de abedul en llamas les hizo a todos desprenderse a la vez de los abrigos. Rodney se quitó con ostentación su chaqueta de leñador. ¿Adónde habría ido a parar el leñador? ¡Tú! pensó Fisher Te vi en Quincy Market26 en un traje de tres piezas la semana pasada. Estaba a punto de ridiculizar a Rodney pero fue consciente de que significaría admitir que él también estaba en Quincy Market por lo que decidió cerrar la boca. Donald y Rodney comenzaron a afinar sus guitarras. Se produjo la discusión habitual sobre cuál de ellos marcaba un auténtico la. La condición de estudiante de Harvard de Donald le permitía callar a gritos a Rodney. Fisher se hundió en una silla en un repentino ataque de fatiga. Estos muebles pensó No son mejores que los míos pero la cuestión queda zanjada cubriéndolos con una pieza de muselina estampada. Miró a su alrededor. La habitación no estaba llena de objetos normales, estaba llena de artesanías. Es decir objetos deliberadamente toscos gruesos y desiguales. Y verrugosos. Algunos de ellos no estaban hechos a mano cosa que los habitantes de Fruitlands ignoraban. Las paredes estaban decoradas con marañas de cuerda en descomposición, la forma tradicional de artesanía de un pequeño pueblo africano borrado del mapa a bombazos recientemente. En el suelo se desparramaban más pequeñas alfombras mortales como la que Fisher se había encontrado en la entrada. Si William Morris27 estuviera vivo hoy comentó Fisher Se abriría la yugular sin preocuparse siquiera de encontrar un cuchillo bonito para hacerlo. Utilizaría un abrecartas para postales navideñas de Vermont si fuera necesario. Rodney y Donald lo miraban. ¡Je je! dijo, pero no tenía la suficiente motivación para seguir.
Rachel apareció afanada con jarras que soltaban un vapor marrón. Se afana pensó Fisher Vaya día. Afán. Agua. Ataque. El deseo de una cerveza apareció en la puerta de acceso a la atestada conciencia de Fisher y comenzó a gesticular. Con una sonrisa inmensa Rachel ofreció a Fisher una taza y este la tomó. Esto… ¿qué es esto? preguntó. Café de cereales respondió ella haciendo brillar sus dientes. Se los lima pensó. Dio un sorbo. Joder incluso los astronautas tienen café de verdad dijo tristemente. El afinado se detuvo de nuevo y Rodney y Donald miraron a Fisher. Hey tío le recriminó Rodney Aquí tenemos una casa orgánica tío. ¿Y eso qué quiere decir? contestó Fisher bruscamente ¿Que todos sois seres compuestos por moléculas de carbono? ¡Repámpanos, yo también! sentenció Fisher. Rodney se giró hacia Donald que indicó con un gesto que lo ignoraran. La cara de Rachel se había congelado y le dio una taza a Sandra a quien los ojos se le salían aún más de las órbitas según bebía. Venga William le pidió Donald Vamos a tocar. Ligeramente avergonzado Fisher abrió la funda de su violín. Un riachuelo de agua sucia cayó al suelo.
¡Hostia! exclamó Rodney ¿Cómo sa mojado tanto tu violín? Eso no puede ser bueno. No, reconoció Fisher mirando al empapado don Chirridos y el charco del suelo. Fisher comenzaba a estar cansado de mirarse en los charcos. Cogeré un trapo dijo Sandra incorporándose. No no no, la bayeta naranja la bayeta naranja saltó Rachel corriendo tras ella. ¿Cómo te las has apañado? se extrañó Donald. Me duché con él respondió Fisher mirando aún taciturno el suelo. ¿¡Cómo!? exclamó Donald. Hey se ve que estáis muy unidos soltó Rodney. Hilaridad en Fruitlands. Rachel llegó y se arrodilló junto a Fisher. Secaba el charco marrón con la brillante bayeta naranja mientras le sonreía. Fisher desvió rápidamente la mirada de sus ojos a don Chirridos y comenzó a agitarlo con violencia. ¡Sal de aquí! gritó al agua que volaba desde su pequeño compañero de madera. Hey no menees eso aquí se quejó Sandra. Lo siento se disculpó Fisher. Frotó a don Chirridos con la bayeta. Venga venga dijo Donald Vamos a ver si está destrozado.
Fisher tensó su arco y lo posó sobre las cuerdas y ¿? intentó de nuevo recordar. ¿Turkey in the Straw? ¿Soldier’s Joy?28 ¿Concierto para violín en la menor de Dvořák? De nuevo la búsqueda arriba y abajo en las todavía atonales escalas. Luego una profunda, abundante fatiga. Una o dos veces sintió Fisher que algo surgía pero las notas que produjo eran tan singulares que se hundió en la tristeza. La vida es increíble anunció. A veces parece que solo ponen dibujos animados en todas las cadenas. Todos lo miraron incómodos. ¡Lo que quiero hacer exclamó repentinamente Es poner mi violín en el horno! ¿Crees que es buena idea? intervino Rodney. Los Hill de Londres respondió Fisher. ¿Eh? dijo Rodney. Donald analizó a Fisher. ¡Yo te ayudo! exclamó Rachel. Anticipando Dios sabe qué sucesos en la cocina pensó Fisher. Donald y Rodney comenzaron a discutir sobre blues.
No tengo gas en el apartamento dijo Fisher a Rachel para empezar la conversación. Encerró a don Chirridos en el horno y giró el botón mágico. Oh ¿quieres decir que te has pasado a la electricidad? preguntó ella. No, quiero decir que no tengo gas, que no hay contestó Fisher sentándose. Ella lo miró. Tienes brillantes ojos oscuros pensó Fisher Pero cuelgas cartelitos y tu baño está imperdonablemente limpio. Vaya casa. Nadie de mi edad continuó la mente de Fisher Debería ser capaz de mantener una casa tan limpia. Deben de tener esclavos en el sótano. Alimentados con gachas ecológicas.
¿Te has incorporado al trabajo? preguntó Rachel. Siempre quieren saber si estás trabajando. Sí pero hoy he tenido un mal día. Una serie de accidentes diseñados por una inteligencia superior para encabronarme. Tienes una forma peculiar de ver la vida comentó Rachel. Sí pero al menos no tiene nada que ver con mi accidente, ya la tenía antes. Mi vendaje no tiene nada que ver con mi comportamiento. Trabajas en el instituto ¿verdad? Instituto de Ciencias, de Ciencias respondió Fisher. ¿Y qué haces allí? Tecleo. Llamo por teléfono. Hago presupuestos y grito y a veces lo único que me gustaría es darle un bocado a la mesa, masticarlo hasta que los dientes se me cayeran en sangrientos pedazos al suelo y entonces escupir por la ventana con la fuerza de un huracán. Pero no tengo ventana. Bueno dijo Rachel ignorándolo Yo grabo en vídeo a niños autistas. ¡No me digas! exclamó Fisher. Puedo vomitar en cualquier momento guapa pensó. ¿Y para qué? le preguntó. Medidamente educado. Es parte de un programa estatal de utilización del vídeo contestó ella Para integrarlo en los programas clínicos. ¿Pero para qué? volvió a preguntar Fisher cólera en aumento. ¿Quién los ve? Ella lo miró perpleja. No lo sé respondió Solo es vídeo. ¿Cuál es el objetivo de todo eso? gruñó Fisher derramándose café de cereales encima. Relájate le pidió Rachel. ¡Estoy relajado! chilló Fisher ¿Por qué todo el mundo piensa que no estoy relajado? Tras un instante sus ojos se encontraron. El rostro de ella aunque contraído en las comisuras sonreía a Fisher con la calidez de una costosa estufa de madera.
Oye me la juego diciendo esto ¿no tendrás una cerveza? planteó Fisher desesperado. Oh no tío dijo Rachel ¿Bebes? Esto… bueno a veces balbuceó Fisher sonrojándose. Vete a la mierda pensó. Rodney llegó a la cocina. ¿Sesión privada? insinuó guiñándole un ojo a Fisher. Tú más soltó Fisher. William quiere… beber comunicó Rachel inquieta a Rodney. Ah respondió este. Abrió un armario y tras rebuscar en él sacó dos litros de vodka. ¡¿Qué hace eso ahí?! gritó Rachel No sabía que tenías eso. Je je contestó Rodney. Sirvió un trago a Fisher que lo ingirió como un animal sediento. Rachel trató de perforar a su compañero de piso con la mirada pero poco le importó a él. Fascinante pensó Fisher. Ella descubre que Rodney ha estado loco perdido a fuerza de beber garrafón mientras trabaja en el jardín orgánico de la parte trasera de la casa. Lo mínimo que podías hacer es guardarlo en el armario correcto decía ella mientras tanto. Rodney se llevó la gran botella a los labios y tragó ruidosamente. Luego la dejó a un lado. Nos vemos dijo y regresó al salón, aún fortalecido pensó Fisher Por la discusión con Donald. Es alucinante exclamó Rachel Ni siquiera le importa en qué armario la guarda. Reprensible asintió Fisher. Soy la única persona ordenada en esta casa se lamentó Rachel. Y tienes una bonita melena morena y brillante pensó Fisher Pero has diseñado un sistema de uso de las bayetas que compite con las más horripilantes invenciones del ser humano. Yo ni siquiera tengo bayeta. Y si la tuviera posiblemente acabaría comiéndomela un domingo. Si viviera aquí me levantaría cada día en mi soleada habitación y al bajar las escaleras hacia mi sabroso y sano desayuno me vería obligado a inyectarme una dosis enorme de heroína.
Rachel permanecía cabizbaja por Rodney y el vodka. Fisher aprovechó la oportunidad para cerrar los ojos. Ah la vida en los distritos rurales pensó. El olor otoñal de la madera ardiendo. Conforta en el momento pero ¿qué pasará el día que se extingan los bosques estadounidenses? Arrancados y profanados no por las grandes compañías sino por coleguitas de Fruitlands con chaquetas de leñador que destrozan la naturaleza para alimentar sus estufas del demonio. Fisher inspiró profundamente. El olor de la cocina era el mismo de la única fogata de su infancia. La montaña de hojas húmedas de naranjo. El fuerte humo blanco. El bombero que se bajó del camión, sofocó las llamas y abofeteó a su padre. Debía de ser francés. Quizá se podría ahorrar algo para el plan de pensiones enviando hojas para fogata desde Nueva Inglaterra a California pensó Fisher. Siempre sacaba su vena comercial cuando el calor lo atontaba. Decidió dormitar al olor del humo de la madera que cada vez era más denso y más evocador, más y más denso olor a madera ardiendo y de repente dio un salto gritando ¡Mi violín! ¡Mi violín! El horno despedía un humo negro.
Cuando Fisher abría el horno de un tirón Rodney llegó dando bandazos en una nube de vodka hasta la cocina. Lanzando a Fisher a un lado metió la mano en el horno y sacó el violín en llamas. ¡Fuego! gritó. Tiró a don Chirridos al suelo y saltó sobre él. ¡Fuego! Todo se había acabado. Muchísimas gracias dijo Fisher Aún podría haber salvado a mi amigo. ¿Tu amigo? preguntó Rachel. El violín era ya una mera montaña de hollín a sus pies, el arco un palo negro. ¡Fuego! repitió Rodney estúpidamente.
Fisher comenzó a resoplar y a llorar. ¡Donald! gritó. Donald apareció desde la entrada. Donald sollozó Fisher Hoy he sido contrariado, acusado sin motivos, he tenido que violar mis principios y mentir, he sido rociado con agua, avergonzado, me han tratado de seducir, he tenido que desnudarme en el trabajo, he hablado con al menos dos mujeres que me odian y mi violín ha sido incinerado. ¡Y me traes aquí! ¡Aquí! Donde todo lo que hacen es beber trigo y pelar guisantes. ¡Farsantes de mierda! gritó a Rodney y Rachel. Oh venga William intervino Donald Nadie tiene la culpa. A la mierda la culpa se lamentó Fisher Estoy siendo aplastado por un pulgar gigante. Y no puedo seguir tocando sollozó. Las únicas canciones que me sé están desparramadas por la laguna Walden en pequeñas salpicaduras de cerebro y piel y sangre. ¡Buah ah ah! Oh qué barbaridad dijo Rachel saliendo de la habitación. Donald y Rodney intercambiaron miradas destinadas a significar comprensión. Creo que se ha peleado con Jillian susurró Donald. ¡Esa puta! bramó Fisher sentándose. ¿Está borracho? preguntó Rodney. No estoy borracho respondió Fisher Lo que lo hace aún peor. Venga ordenó Donald cansado Vámonos. Fisher se levantó. En la entrada saltó enconado sobre la pequeña alfombra de nudos. Cualquiera que fuera su siguiente paso tras dejar la alfombra sería el primero de un pequeño número de pasos (como sucede con los pasos en la vida) que lo llevarían en un relativamente pequeño círculo (como sucede con los círculos en la vida) de vuelta a Fruitlands.
25 Fruitlands fue el nombre escogido para la fundación de una comuna agraria utópica en Harvard en 1843. Sus fundadores, Amos Bronson Alcott y Charles Lane, pertenecían al movimiento transcendentalista iniciado por Emerson y del que también formaba parte Thoreau. Fruitlands no sobrevivió a su primer invierno.
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