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Sobre la teoría de la historia y de la libertad (1964-1965)

THEODOR W. ADORNO

El hechizo que la realidad lanza sobre el espíritu le prohíbe lo que su propio concepto desea frente a lo meramente existente: volar.

Durante la redacción de la Dialéctica negativa, su gran obra teórica, Adorno dedicó buena parte de su tarea docente a discutir las problemáticas del libro cuya elaboración le tomó siete años. Estas clases son el reflejo de un profundo diálogo crítico que el autor establece con la tradición alemana, Kant y Hegel, en torno a la filosofía de la historia y a la posibilidad de la libertad humana. A estas dos clásicas preguntas de la mayor dignidad, según sus palabras, está dedicada la segunda mitad de su libro y las presentes lecciones.

¿Cómo el ser humano, que pertenece al orden natural, regulado por leyes, es capaz de obrar con libertad? ¿Cómo ese orden de la naturaleza se une con el de la historia, que desde la Era de la Razón tendemos a pensar como el desarrollo de un progreso humano? Lo necesario y lo contingente, lo particular y lo general, el individuo y la sociedad, el progreso de la razón y la irracionalidad existente; toda una serie de contraposiciones articula esta investigación, que no están destinadas, por ser parte de una dialéctica negativa, a resolverse como tales, sino a mostrarse en todas sus aristas. Aun sin renunciar a una evocación de la felicidad.

Mariana Dimópulos

Sobre la teoría de la historia y de la libertad (1964-1965)

THEODOR W. ADORNO

Edición de Rolf Tiedemann

Prólogo y edición en español al cuidado de Mariana Dimópulos

Traducción de Miguel Vedda


Índice

  Cubierta

  Sobre este libro

  Portada

  Prólogo a esta edición. Por Mariana Dimópulos

  Abreviaturas

  Nota del editor. Por Rolf Tiedemann

 HistoriaLección 1. ¿Progreso o regresión?Anotaciones: Relación entre estas lecciones y Dialéctica negativa; concepto de libertad en Kant y Hegel; desaparición de la conciencia de la libertad; sentido de la historia refutado por Auschwitz; la filosofía de la historia presupone el sentido; morfología de la cultura (Spengler) e idealismo.Lección 2. Universal y particularTendencia y hecho individual – Distancia y proximidad al detalle – Progreso como particular – La racionalidad como universal; racionalidad orientada al dominio de la naturaleza – Sobre el concepto de historia universal; la racionalidad es antagónica; “técnica fáustica” y modos de producción – Sobre el concepto de espíritu en Hegel; espíritu y razón; el espíritu no es algo primero, sino producido – Experiencia inmediata de lo universal y lo universal denunciado como metafísica; negatividad como universal.Lección 3. Problemas de constituciónVerdad del hecho – Inmediatez y mediación; individualidad y universal “no verdadero” – Sobre la filosofía de la historia de Simmel; sobre la problemática de la constitución (I) – Sobre la problemática de la constitución (II) – Maistre; fundamento del conocimiento y fundamento real – El “espíritu del mundo” de Hegel y el espíritu de la época – Lógica de las cosas y heteronomía.Lección 4. Concepto de mediaciónEl hecho como velo – Experiencia de lo especulativo; experiencia en comisiones – Sociología formal; opinión de grupos y totalidad social – Revolución Francesa (I) – Revolución Francesa (II); causa y ocasión; corriente histórica y momento individual – Revolución Francesa (III); primacía de la corriente; “economía de gastos” en lugar de “economía de ingresos”; sobre la teoría categorial de la filosofía de la historia.Lección 5. La totalidad que se realizaFilosofía de la historia e historiografía – Parti pris a favor de lo universal – El punto de vista de clase de Hegel – Para una defensa de Hegel – Razón como no razón; interés individual y género; humanidad; “sociedad anónima para la explotación de la naturaleza” – Antagonismo en el concepto de razón – La infame totalidad.Lección 6. Antagonismo y supervivenciaLa totalidad es ambivalente; el optimismo histórico de Marx – Antagonismo y totalidad – Teodicea del antagonismo – Antagonismo y reproducción de la vida – Antagonismo y protohistoria; economía o relaciones de dominación – El concepto de historia contemplativo y el revolucionario; sobre la problemática del anarquismo – Defensa del inconformismo.Lección 7. Curso del mundo y espírituConcepto de conformismo – Contra la hipóstasis de los conceptos; concepto de ratio; irracionalidad de la ratio – Ley y “calor del sentimiento” en Hegel; universalidad en lo particular – Curso del mundo y conciencia moral individual; μέθεξις del espíritu – Teodicea de la ruptura y posibilidad concreta.Lección 8. Observaciones psicológicasConcepto de máscara – Individuación y socialización – Identidad y apariencia de reconciliación – “Gastarse los cuernos” – Formas de reflexión de la autoconservación y renuncia; identificación con el agresor – Autodestrucción acordada; concretismo; psicología como adhesivo.Lección 9. Crítica de la historia universalSobre el curso de la reflexión – Concepto de historia universal (I) – Concepto de historia universal (II) – Falsa superioridad y rescate de la inducción; construcción hegeliana de la historia – Libertad e individuo en Hegel – Individualidad en la Antigüedad y en la Modernidad temprana – Historia desde el punto de vista del vencedor.Lección 10. Historia universal “negativa”Tesis XVII de Benjamin – Núcleo temporal y no identidad – Continuidad y discontinuidad – La historia como gigantesca relación de intercambio – Estado total y dominio de las camarillas en mutua competencia – Dialéctica de lo particular – Concepto de azar; utopía del conocimiento – Crítica hegeliana de la totalidad; sobre el curso de la reflexión.Lección 11. Espíritu del pueblo y nación en HegelAnotaciones: Espíritu del pueblo y espíritu del mundo; la historia universal como juicio universal; seudoconcreción; lo arcaico represivo; momento anticartesiano en Vico, Montesquieu, Herder y Hegel; transformación de la nación en ídolo.Lección 12. Principio de nacionalidadNación; forma de organización burguesa, alejamiento respecto de la asociación natural – Sobre la manía racial – Aspectos progresistas de la nación – Principio de nacionalidad e historia natural – Igualdad de la organización de la vida hoy – La teoría hegeliana de los espíritus de los pueblos ha sido superada; descentralización a través de la técnica – Alemania, “la nación tardía” – Predominio de lo universal sobre el individuo; razón objetiva escindida de la subjetiva – “Máquina infernal”; historia natural en Hegel.Lección 13. Historia natural (I)Anotaciones: Naturaleza e historia; historia en cuanto espíritu; historia natural como concepto crítico; Marx, el darwinista social irónico; carácter mítico de la historia; primera y segunda naturalezas.Lección 14. Historia natural (II)Concepto de segunda naturaleza – Naturaleza e historia están mediadas – Crítica de la “historicidad”; sentido y azar – Filosofía como interpretación (I); caducidad y alegoría; transición de la filosofía a la concreción; historia como metafísica secularizada – Filosofía como interpretación (II); hermenéutica – Praxis cancelada; crítica de la metafísica del tiempo.

 ProgresoLección 15. Sobre la interpretación; concepto de progreso (I)Historia natural, alegoría, crítica – Melancolía secularizada; teoría de la interpretación; “El rincón del Hardt” de Hölderlin – Carácter devenido de la inmediatez; Hegel y Marx; sobre el arte – Sobre la felicidad de la interpretación – Concepto de progreso como conexión entre filosofía de la historia y teoría de la libertad – Para una crítica del nominalismo – “¿Existe el progreso?”.Lección 16. Concepto de progreso (II)Para una síntesis conceptual – Progreso como prevención de la catástrofe; sujeto social global – La idea de humanidad en Kant – Crítica benjaminiana a la idea de progreso – Progreso y redención en Agustín – Lo que lucha por liberarse – Progreso mediado a través de la sociedad – Reconciliación y antagonismo en Kant; progreso absolutamente mítico y antimitológico.Lección 17. Concepto de progreso (III)Jugendstil, Ibsen – Decadencia y utopía; frialdad burguesa y felicidad privilegiada; dialéctica de la individuación – Decadencia y difamación del sexo; Jugendstil y expresionismo – Dominio de la naturaleza y despliegue de la razón; conceptos de razón de Kant y Hegel; mito y desmitologización al mismo tiempo – Idea de progreso en los siglos XVIII y XIX – Dos conceptos de progreso – Sobre la dialéctica de la interioridad; contra el decisionismo de la espontaneidad existencialista – Espíritu como espacio en blanco para el progreso.Lección 18. Concepto de progreso (IV)Momentos estáticos del espíritu – Progreso y dominio del material – Progresos de la filosofía – Programa de autorreflexión filosófica – Sobre el concepto de intercambio; intercambio y mito – Para la corrección del progreso – Pro domo.

 LibertadSobre los conceptos de hechizo y libertad; concentración en el libre albedrío; libertad como quintaesencia de la resistencia frente al hechizo.Lección 19. Transición a la filosofía moralNo ser de la libertad en la historia – Libertad individual, no libertad social – Categoría histórica de libertad – Posibilidad de la libertad dentro de la no libertad – Estado de las fuerzas productivas – Razón y libertad – Modelo y constelación; libre albedrío e introyección.Lección 20. ¿Qué significa libre albedrío?Anotaciones: Interior y exterior mediados entre sí; voluntad y libertad no deben ser hipostasiadas; sobre el problema aparente; voluntad y libertad sintetizan impulsos individuales.Lección 21. Libertad y sociedad burguesaPara la definición de la voluntad: sustrato de la libertad – Voluntad como unidad sujeta a leyes de impulsos espontáneos y determinados por la razón; voluntad y yo fuerte; el no yo como modelo del yo – Libertad y emancipación de la burguesía; libertad y psicología – Cientifización y desencantamiento; ambivalencia burguesa – Teoría de la libertad como sermón dominical – Libertad al servicio de la represión; sobre el psicoanálisis del superyó.Lección 22. Libertad en la no libertadLibertad como problema y como fraseología – Auschwitz como negación absoluta de la libertad – Contexto de culpa – Libertad y sobreexigencia – “El mal” como no libertad – Envejecimiento de las categorías morales; sociedad e individuo.Lección 23. Antinomias de la libertadInterés narcisista en la libertad – Adaptación como sombra de la libertad – Impulso, mímesis, irracionalidad – Concepto kantiano de espontaneidad – Lo espontáneo como trascendental – Sobre la dialéctica de la espontaneidad; Marx, Rosa Luxemburg – Neurosis compulsivas; el yo ajeno al yo.Lección 24. Racionalidad y lo que se añadeSobre la teoría freudiana de la represión; enceguecimiento del yo – Ideología de la interioridad – “Esfera del ser de los orígenes absolutos” y esfera del sujeto – Crítica de los experimenta crucis – La “horca frente a la casa” kantiana – El tahúr de Kant – Apriorismo o empiria como determinantes; sobre la construcción del carácter inteligible.Lección 25. Conciencia e impulsoConciencia versus causalidad – Sin conciencia no hay voluntad – Hamlet (I) – Ordo medieval; para una crítica del Romanticismo; Hamlet (II); lo que se añade o lo irracional – Momento anárquico en la voluntad – Lo arcaico transformado – Momento de la razón y momento del impulso.Lección 26. Sobre la teoría del libre albedrío en KantPruebas del momento del impulso – Problema de teoría-praxis en Kant; sobre la forma de las lecciones – Historización kantiana de la reflexión sobre la ley ética – Libertad como negación determinada de la no libertad; la teoría de la libertad de Kant en cuanto ficción – La libertad en Kant es paradójica; natura naturans y natura naturata – El bien “tomado en préstamo” de Kant; la mediación en Kant es represiva – Libertad como autoconciencia de la legalidad.Lección 27. Voluntad y razónDoble carácter del concepto kantiano de razón – Ontologización de la voluntad en Kant – Definición errónea de la voluntad en Kant – Defensa del formalismo, abuso de la concreción; Scheler – Sobre el concepto de carácter – El carácter y lo disoluto – Voluntad y razón.Lección 28. Lo moral inciertoLa validez ontológica y la génesis óntica se encuentran mediadas – El momento voluntarista y el intelectivo – Acerca de la obviedad de lo moral; el bien y el mal – Voluntad y violencia; no hay certeza moral – Formas heterónoma y solidaria de la conciencia – Lo universal y el individuo en la filosofía moral – Libre y no libre – Acerca de las lecciones sobre Metafísica.

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PRÓLOGO A ESTA EDICIÓN

Vivimos y actuamos. Lo que hacemos está en el tiempo y nos pertenece. Esta doble pretensión, de autonomía y de temporalidad de los actos humanos, esconde un problema antiguo de la filosofía, un problema “de la mayor dignidad” según se dice en estas clases. Adorno, quien siempre consideró el campo filosófico como aquel determinado por las dos grandes figuras de la tradición alemana –Kant y Hegel– dedicó buena parte de su obra especulativa principal, la Dialéctica negativa, a dilucidar esta falsa simpleza. Para esto, incluyó en ese libro dos largos capítulos que llamó “modelos”. A la luz de Kant había que pensar la autonomía –o no– de lo que hacemos, a la luz de Hegel, esos mismos actos articulados en la sucesión del tiempo humano. La primera pregunta corresponde a la esfera de la ética; la segunda cae en lo que, desde el siglo XVII, se piensa como Filosofía de la Historia. Otra tradición filosófica, teológica y heredada de la Antigüedad, había pretendido englobar ambos problemas en el célebre del libre albedrío.

Los años de redacción de la Dialéctica negativa, que según el propio autor se extienden desde 1959 a 1966, fueron para Adorno una época de consolidación dentro de la universidad y la opinión pública alemana y, al mismo tiempo, de fecunda articulación teórica. Estas clases de 1965, que solo veladamente sugieren en su título la oposición que las inspira, contienen reflexiones mayores para aquellos dos modelos (los capítulos sobre Kant y sobre Hegel) del libro que, por entonces, estaba escribiendo. La historia, que es colectiva, y la libertad, como promesa constituyente del individuo en la tradición ilustrada europea, deben ser de algún modo, en conjunto, posibles. ¿Cómo? Todo gira en torno a construir esa posibilidad, que conjugue la pertenencia de los actos a un sujeto (libre) y la necesidad de las leyes del mundo del que ese sujeto es irremediablemente parte.

La filosofía de la historia, que había hecho su aparición tardía en la tradición alemana hacia fines del siglo XVIII, en forma eminente con los escritos de Herder, consigue en el siglo siguiente la formulación que le será determinante, esto es, la de Hegel. Esta contundente afirmación de una filosofía de la historia, disciplina cuya legitimidad había sido puesta en cuestión, articula todo su pensamiento. Una vez que este pensamiento fue puesto en cuestión por sus sucesores, seguirá su trabajo de dominio en forma negativa. Tanto Marx como el historicismo, y hasta el positivismo científico en general, pueden leerse como respuesta a esa formulación determinante y dominante que proviene de Hegel. Para que aquella historia dejara de contarse en plural (las historias destinadas al registro colectivo), y pasara a ser una sola y en mayúscula, había hecho falta atarla a una estructura de necesidad. Que sea a la vez producto de un proceso de secularización, reflexiona Adorno en estas clases, es un hecho indubitable pero de bajo poder de elucidación. La Historia es una y es necesaria, e impone a la reflexión filosófica la pregunta por la existencia de los medios y los fines. En el devenir del siglo XIX, el arquetipo de esa necesidad pasará a convertirse en el de las ciencias naturales, por entonces en comparable expansión; la disciplina histórica es deudora de este desarrollo, se entiende en oposición a la ciencia, y hasta Adorno llega en forma de su activo y constante deslinde respecto del positivismo que le fue contemporáneo.

Como hemos dicho, esta necesidad inherente a la historia era heredera tanto del proceso de secularización, es decir, subsidiaria de la idea de providencia, como de la entronización de la ciencia de la naturaleza; estos dos “otros” del hombre, cuyo rasgo indeclinable es, al menos desde el idealismo, la libertad. Ante la necesidad de los fines de la naturaleza y ante la necesidad de los fines teológico-históricos en el orden del tiempo, el hombre funciona como recordatorio de que la relación entre la parte y el todo no siempre es de perfecta integración. Él es parte de ese todo, pero pretende no subsumirse completamente a sus leyes. Es decir que este conjunto, que incluye al hombre en el tiempo y en la naturaleza, está signado por el conflicto. “Antagonismo” es el término que el escrito de Kant que sirve de guía a estas clases, tal como el mismo Adorno explicita, esto es, la “Idea para una historia universal en sentido cosmopolita”, elige para describir el medio por el cual se da el desarrollo en la naturaleza y en la historia de la comunidad de los hombres, léase, la sociedad.

Tanto Kant como Hegel, ambos “la filosofía” en palabras de Adorno, daban por sentada la idea de sistema, fuera en el reino de la naturaleza o en el devenir del espíritu. Esta unificación fue llamada “sentido” en la filosofía de la historia. Tempranamente, cuando Adorno empezaba a ligarse al Instituto de Investigación Social, Max Horkheimer publicó un texto sobre los comienzos “burgueses” de esta disciplina, donde leemos: “Mientras que la filosofía de la historia contiene aún [esto es, ya desde Vico] la idea de un sentido de la historia oscuro, pero actuando de forma autónoma y soberana (el sentido que se intenta representar mediante esquemas, construcciones lógicas y sistemas), conviene oponerle que no hay en el mundo sentido ni razón sino en la estricta medida en que los hombres lo realicen en ese mundo”. Esta restricción sobre la existencia de un sentido de la historia, enunciada por Horkheimer en 1930, se convertirá en Adorno en un principio a seguir. Así, en muchos de sus trabajos, el sentido cae bajo sospecha de inexistencia. Los individuos, sus vidas contingentes y a la vez marcadas por el destino (la contingencia como destino), forman una conjunción carente de sentido por la ausencia de un sujeto total que otorgue coherencia al todo en el proceso histórico, y que convierta a aquello que los hombres hacen en aquello que necesariamente deben hacer.

Esta ausencia de sentido exige, en el plano epistemológico, una denuncia de lo general en su dominio sobre lo particular. El caso de Hegel es paradigmático. Si, tal como es habitual en Adorno, se piensa en oposición por pensar dialécticamente, pero sin afirmaciones estables por ser esta una dialéctica negativa, incapaz de estabilizarse más que en unos pocos pilares, y ni siquiera en ellos, el par formado por lo general y lo particular deberá ser sometido a un incansable proceder de múltiples oposiciones. Este libro, estas clases, son el ejercicio de ese proceder. Negar que lo particular esté mediado por el todo sería ceguera; el problema de la identificación de la filosofía de Hegel con ese todo –acusación que en parte alcanza a Marx– es el tipo de avance que el espíritu, por ende, produce en y a través de la historia a costa de los individuos. A pesar de la centralidad que en la obra de Hegel es concedida a esta dialéctica de lo general y lo particular, asegura Adorno, es el primero de los miembros el que rige y determina lo que verdaderamente es. Esta tendencia a “estar del lado” de lo general es lo que Adorno llama “una contradicción no dialéctica”, y es por esto que merece la crítica. Un diagnóstico similar será aplicado a Kant. Entre ambos se constituyen, en su despliegue de esta crítica, las siguientes clases.

Frente a semejante primacía de lo general, Adorno se propone una suerte de salvataje de lo particular, que se da en diversos planos y que instruye la velocísima dialéctica de su propio pensamiento. Tratándose de categorías tan fundamentales, no sorprende verlas articuladas diversamente en el mundo. Lo general es, en el plano de la lógica dialéctica, lo absoluto como identidad, en el plano de la vida conjunta, la sociedad en su carácter de sistema, en el de la filosofía de la historia, el espíritu del mundo en su avance. En reconversiones se piensan estos planos, uno a la luz del otro. Así también, por su parte, lo particular es en el plano de la vida conjunta el individuo, en el de la lógica dialéctica la no-identidad, en el de las consideraciones gnoseológicas el detalle de la empiria, en el antropológico, el ser humano. Una crítica radical al absoluto, tal como la ha emprendido Adorno desde un principio en su lectura de Hegel, se construye dialécticamente como reivindicación de aquello que el espíritu, la sociedad, lo general dejan en su camino en su avance.1

Sin embargo, todo salvataje, sea el más justo, no puede verse reducido a una mera afirmación; de ser así, la dialéctica dejaría de ser negativa. De modo que, al mismo tiempo, habrá que mostrar que lo particular es también pasible de ser falsamente reivindicado. El ideal burgués del comienzo de la Era Moderna, el individuo en su vinculación utilitarista con los otros, el contemporáneo existencialismo de la libertad, lo particular alojado en el nominalismo epistemológico moderno, con su inválida entronización del sujeto: todos estos son momentos, declinaciones de lo particular en la historia y la sociedad, que atentan contra su propia defensa. La guía, dice Adorno, también para las dificultades de esta salvación, es el citado escrito de Kant, de 1784. En unas pocas líneas al comienzo de este escrito, son planteados sus posibles escollos y es nombrada la idea decisiva, la piedra irreductible del idealismo, esto es, la idea de la libertad. ¿No es cierto que, considerado desde una amplia perspectiva, lo particular de los actos humanos, su aparente contingencia, queda justificado por la necesidad del todo de la naturaleza y la historia? La libertad de la voluntad humana, que se hace visible en estos actos, está determinada, como cualquier otro hecho del mundo, por las leyes naturales generales. Esta antinomia, que tiene un lugar central en la Crítica de la razón pura, queda, desde la perspectiva de la historia, bajo un halo de cierta posibilidad. Así lo expone Kant en su escrito de 1784: la historia, que se ocupa de la narración de este hacerse visible de la voluntad humana, al considerar el juego de la libertad individual desde una gran perspectiva, puede reconocer una regularidad en su alcance que, en lo minúsculo, se tendría por mera contingencia. En el género humano (como lo general) se percibe un devenir progresivo y continuo, aunque en el individuo lo mismo se observe como confuso y enmarañado.

Fuera de la Historia en mayúscula, abandonado su catalejo invertido (ese que aleja y da sentido), la libertad individual de la voluntad humana, sin embargo, hace que la razón, de la cual según Kant indefectiblemente depende, caiga en una antinomia. Una antinomia es un síntoma de dialéctica negativa. Tal como es formulada en la Crítica de la razón pura, consta de una tesis y una antítesis, sin síntesis que la resuelva. La primera dice: “La causalidad según leyes de la naturaleza no es la única de la cual puedan ser derivados todos los fenómenos del mundo. Es necesario, para explicarlos, admitir además una causalidad por libertad”. La antítesis, sombría, enuncia por su parte: “No hay libertad, sino que todo en el mundo acontece solamente según leyes de la naturaleza”.2 Adorno, que dedicó un semestre entero en 1963, es decir, apenas dos años antes de las presentes clases, a los “Problemas de la filosofía moral”, reconoce en esta antinomia una pregunta cardinal de la filosofía. Su modelo, es decir, aquel estado de cosas que está a la base de la teoría de Kant, nos dice Adorno, es la experiencia de sí del individuo. Esta experiencia está plasmada en la tesis que afirma la existencia de la libertad; por el otro lado, en la antítesis habla la necesidad racionalista e iluminista de Kant, según la cual todo lo que ocurre en la naturaleza debe seguir sus leyes, sin las cuales esta misma naturaleza resultaría no cognoscible y caería irremediablemente en el caos.3

Esa experiencia de sí del sujeto sugiere que “da lo mismo cómo pueda congeniarse con el determinismo universal, en mí puedo experimentar que soy capaz de dar inicio a ciertas series de estados (de cosas) que se siguen lógicamente y según leyes a través de un acto que, no importa cómo se combine con la causalidad de la naturaleza, tiene frente a ella aquí un momento –tal como se expresa Kant– de independencia”.4 El mismo Kant atribuye a esta instancia que da lugar a la libertad –al menos en forma especulativa en la tesis de la antinomia– el carácter de lo espontáneo. Lo que está en juego es un problema que, más tarde, ha sido reflexionado por las teorías del sujeto formuladas durante el siglo XX, desde Hanna Arendt hasta Alain Badiou: si el sujeto es capaz o no de iniciar una serie nueva en el mundo, de dar nacimiento a algo por fuera de las cadenas lógicas y causales. En estas clases, también Adorno lo aborda como segundo eje articulatorio del par enunciado en su título. Aquí, más que como momento espontáneo de la creación de una nueva serie, la libertad se perfila como la posibilidad específica de la resistencia: frente a la totalidad de la sociedad, del “mundo administrado”, es el potencial del sujeto de romper el “hechizo” lo que señala la presencia de la libertad humana. La Dialéctica de la Ilustración, en 1941, ya había diagnosticado la presencia de este poder de hechizo de la sociedad, directo heredero de lo mítico, en el corazón mismo de la razón y del movimiento ilustrado que, por supuesto, a su vez, esta filosofía crítica siempre habrá de reivindicar.5 Esta reivindicación, que incluye sin dudarlo la razón en la medida en que es esta el instrumento por el cual se opera el desencantamiento del mundo, está unida indefectiblemente a la libertad “en la sociedad”. Sin embargo, como hemos dicho, ninguna dialéctica negativa permite permanecer en un lado considerado como definitivo de la afirmación, cualquiera sea. Eso equivaldría a aceptar la identidad, cuya identificación con el todo (del mundo del saber y del poder, dicho en los términos actuales) resulta siempre irremediable. Adorno enumera trabajosa y ágilmente aquellos momentos, factores, instancias, planos, en que la libertad se toca y linda con su contrario. Tanto la “libertad en el colectivo” (atribuida a movimientos como el nazismo), como su condición de comodín de los discursos políticos (¿qué partido pretendidamente democrático no apela a la libertad?), tanto la libertad pequeña de lo privado de la vida –darse este permiso, elegir esta mercancía a otra en el ritual del consumo–, como su origen histórico, puesto que la libertad es producto, a fin de cuentas, del movimiento de la emancipación burguesa, de la que esta misma filosofía no puede negar ser parte: todo ello funciona bien como contraparte de la experiencia de sí que, según Adorno, ha motivado la reivindicación de la idea de libertad en Kant. Si este se permite especular –a riesgo de la caída de todo sistema del saber– sobre la existencia de una espontaneidad que dé por buena la posibilidad de iniciar una nueva cadena causal en el mundo de los objetos –posibilidad que sufrirá su corrección en la Crítica de la razón práctica–,6 también Adorno postula por su parte una suerte de espontaneidad, denominada en estas clases y en la Dialéctica negativa con un neologismo: das Hizutretende. Este neologismo señala “lo que se cruza”, “lo que adviene”, “lo que interviene”, “lo que se añade”, lo que se suma a ciertos actos del individuo. En su pretensión, este concepto es una salida a la aporía kantiana. Si había que salvar al individuo, reivindicar su posición ante la primacía de lo universal (de la historia, de la sociedad, de la naturaleza), esto no podía ocurrir simple y afirmativamente, sino por el camino que la filosofía –el territorio Kant-Hegel, con sus extensiones– ha marcado. Así, para Adorno, lo que adviene y se añade es un impulso, algo instantáneo que no es ni puramente racional (no responde al ¿qué debo hacer? de la voluntad kantiana) ni es producto de la decisión de la conciencia (ni siquiera la existencialista), sino algo intermedio. Eso que nos hace libres al espontáneamente decir no. Se trata del medium o el organon, somático e intelectual a un tiempo, de la libertad. Según la Dialéctica negativa “el impulso sobrepasa la esfera de la conciencia, a la que también pertenece. Con el impulso, la libertad alcanza el ámbito de la experiencia”, ámbito del que había sido extraditado por Kant en su formalismo de la voluntad. Así, el concepto de experiencia no quedará equiparado ni “a una ciega naturaleza ni a una naturaleza bajo dominio”.7

¿Por qué ese momento espontáneo no quedaría subsumido a la ley de lo natural? Mientras la razón de la era de la Ilustración, a la que aún pertenecemos, no deje de hipostasiarse en una racionalidad progresiva que, como Adorno y Horkheimer habían denunciado en su libro conjunto, es desde el principio una razón del dominio de la naturaleza, tanto interna (humana) como externa (del mundo natural), mientras esto no ocurra, esa regresión a medias a lo irracional –lo que se añade, el impulso, lo espontáneo– será la única salida, para el sujeto, respecto de esa progresiva dominación, de sí mismo y de lo otro de sí. La razón de la totalidad es progresiva, va en avance y se lleva todo a su paso, ni siquiera puede decirse que sea un mero continuo; en Hegel, es el espíritu que cumple en la historia los tres momentos dictados por el modelo de pensamiento del idealismo: primero, el espíritu es esencialmente resultado de su propio obrar; luego, su obrar es el salirse y sobrepasar lo inmediato y negarlo; por último, es el regreso sobre sí mismo.8 Este proceso debe cobrar la forma final de un propósito último de la Historia Universal, y ocurre en pasos, encarnados en el mundo por los pueblos y sus progresos. Al final, el espíritu se conoce a sí mismo, adquiere conciencia de sí o convierte al mundo a su medida, ambos casos son lo mismo, dice Hegel. Y donde estas dos instancias coinciden, donde la objetividad coincide con la necesidad interna, ahí está la libertad. Pues, para Hegel, en tanto fiel al principio idealista, la libertad es la sustancia del espíritu, y su meta.

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9789877121841
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