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Consagración personal a san José

Primera edición: 2021

© 2021 Santiago Arellano Librada, hnssc

© 2021 EDICIONES COR IESU, hhnssc

Plaza San Andrés, 5

45002 –Toledo

www.edicionescoriesu.es

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ISBN: 978-84-18467-31-8

ISBN E-book: 978-84-18467-43-1

Depósito legal: TO 43-2021

Imprime: Ulzama Digital. Huarte (Navarra).

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Santiago Arellano Librada

Consagración personal a san José

Mes de preparación para la Consagración personal a san José


Prólogo del autor

Yo quisiera con esta publicación agradecer a san José todo lo que ha hecho por mí desde niño. Siempre estaba sobre el hogar su imagen junto con la de la Virgen del Pilar. Ante ellos rezábamos en familia el rosario. Yo llevo de segundo nombre el de José, por mi abuelo materno. Él siempre nos contaba la historia de José de Egipto y nos recordaba aquello de que «comenzaron a venir los siete años de hambre, tal como José había dicho, [...] Se sintió el hambre en toda la tierra de Egipto, el pueblo clamó a Faraón por pan; y Faraón dijo a todos los egipcios: Id a José, y haced lo que él os diga» (Gen 41,55).

Por familia de carmelitas (varios tíos de todas las ramas carmelitanas) he escuchado siempre lo de santa Teresa «todo lo que se le pide lo alcanza». Y yo también doy testimonio de eso por muchos favores que me ha hecho. Desde aparcar el coche hasta grandes favores.

Recuerdo con mucho cariño el 3 de diciembre de 2019, día de San Francisco Javier, en el que tuve la dicha inmensa de poder visitar al Papa Francisco. Estuve en su misa de la mañana y después, le pude saludar. Al enterarse mi hermana, que también tiene mucho amor a este Gran Santo por esta tradición familiar que hemos recibido, me dijo que cuando fuera a ver al Santo Padre, le pidiese una Encíclica hablando de la educación del varón católico y de la masculinidad, según San José. Cuando me fui a visitar al Papa, pude hablar con él y tras pedirle la bendición de varios enfermos, le mostré una foto de San José y le dije:

–Santo Padre, mi hermana que es navarra como San Francisco Javier, y si no se lo digo me mata (se sorprendía el Papa), me ha dicho que le pida una Encíclica sobre San José hablando de la educación del hombre católico, del varón católico en la masculinidad.

Él se sonrió, me saludó con afecto paternal y me animó para seguir adelante en la evangelización.

Uno podría pensar que se olvidó inmediatamente de eso que le pedí y seguramente ya tenía en el corazón escribir algo a San José, mucho antes de que yo le dijera nada, pero ¿por qué no pensar también que el Papa escucha la voz de una hija suya, de una mamá que quiere educar a su hijo? Me hace también ilusión pensar que, junto con otras muchas peticiones, la que le hizo mi hermana llegó al Santo Padre y quiso escribir esa carta apostólica Patris corde en que se habla de estas propiedades de su paternidad y en ese sentido, que la educación de todo varón será en aprender a ser padre como él. También le estoy agradecido a San José, por este detalle curioso.

Pero sé que lo de San José no es una devoción particular, sino que, como han dicho los Papas, San José es el santo más grande después de la Virgen María y, junto con ella, su vida está cargada de detalles de santidad, sencillez, de bondad, de fidelidad, confianza en Dios, amor…

A San José se le confían todas las vocaciones: la religiosa, la sacerdotal, la familiar, los trabajos, la buena muerte… y hasta la Iglesia universal está confiada a él. El 8 de diciembre de 2020, se celebró el 150 aniversario de su proclamación como Patrón de la Iglesia Universal. El Papa, por este motivo, ha publicado la citada carta apostólica a San José Patris corde (con corazón de padre) convocando, además, un año jubilar en su honor. Por ello, me llena de profunda alegría y me hace muchísima ilusión, que este libro salga publicado precisamente en este año tan importante en el que San José estará muy presente y derramará grandes gracias y favores.

En este libro encontrarás 31 meditaciones pensadas para realizarlas durante un mes para poder preparar la consagración personal a San José en el que cada día, podrás conocer y profundizar sobre su devoción, aspectos de su vida que te descubrirán cómo era y cómo actúa, pues cada día intento poner algún ejemplo de su intercesión. Todo este mes de preparación, culminará con la consagración a él, para así ser todo de José, para ser todo de María y así ser todo de Jesús. A Jesús por María y a María por José.

Recurramos siempre a San José. Consagrémosle nuestra vida entera, nuestra familia, todo lo que somos y tenemos. Que no nos cansemos de pedir que interceda por cada uno de nosotros. Pidamos su protección de manera especial en estos tiempos que atraviesa la humanidad. La familia y la Iglesia están siendo especialmente atacadas. San José es el custodio de la familia y de la Iglesia, pidámosle para que, con su ayuda, se adelante la hora del triunfo del Corazón Inmaculado de María y por Ella, el Reinado del Corazón del Hijo. Qué su corazón de padre nos enseñe a amar a Jesús, como él supo amarlo, y acudamos a él como padre protector nuestro. Y entre tanto, «Id a José, y haced lo que él os diga» (Gen 41,55).

Jesús José y María os doy el corazón y el alma mía. Unidos en esos tres corazones.

Santiago Arellano Librada, hnssc

Día 1

Preparación

Muy querido lector:

Hoy comenzamos nuestro mes de preparación para la consagración a San José para que, unidos a este santo y por él a su santísima esposa nuestra Madre la Virgen, podamos ser del todo consagrados a Jesucristo. A ellos tres les decimos desde el principio: Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.

San José fue declarado Patrón de la Iglesia universal por el Papa León XIII. El año pasado celebrábamos los 150 años de la proclamación de este título. Este Papa escribe así:

Las razones por las que el bienaventurado José debe ser considerado especial patrono de la Iglesia, y por las que, a su vez, la Iglesia espera muchísimo de su tutela y patrocinio, nacen principalmente del hecho de que él es el esposo de María y padre putativo de Jesús. […] José, en su momento, fue el custodio legítimo y natural cabeza y defensor de la Sagrada Familia. […] Es, por tanto, conveniente […] que, lo mismo que entonces solía tutelar en todo momento a la familia de Nazaret, así proteja ahora y defienda con su celeste patrocinio a la Iglesia de Cristo1.

Los grandes teólogos josefinos como recoge el doctor Francisco Canals Vidal, afirman que el lugar de San José por su matrimonio virginal con María y su relación con Jesús, se encuentra «en el orden hipostático, predestinado para la Encarnación redentora, le constituye según el sentir del pueblo, en padre de la Iglesia naciente en la familia de Nazaret»2.

El papel de San José, está en el orden de la causa de la gracia y es mediador de todas ellas. Así lo manifestó el Papa Pío XI el 19 de marzo de 1935: «José es quien lo puede todo cerca del divino Redentor y cerca de su divina Madre».

En la festividad de San José de 1938, este Papa declaraba lo siguiente:

La intercesión de José es la del esposo, la del padre putativo, la del jefe de familia; no puede dejar de ser todopoderosa, pues nada pueden negarle Jesús y María a José, que les consagró toda su vida y a quien realmente debieron los medios de su existencia terrestre3.

Fíjense, José consagrado totalmente a Jesús y a María es todopoderoso por gracia. Como María y con María, con la que está desposado virginalmente. Al igual que decimos que la Virgen es la Señora del Sagrado Corazón, tesorera de las gracias del Corazón de Jesús, entonces podemos pensar que San José, unido siempre a María, es también mediador de las gracias. Él ha sido puesto como padre de la Sagrada familia y, por tanto, padre espiritual de la Iglesia.

Los Papas le han confiado la Iglesia llamándole Patriarca del pueblo de Dios.

Los patriarcas son los padres y protectores del pueblo de Israel. Nosotros queremos consagrarnos a San José, es decir, ponernos bajo su patrocinio y protección. Queremos pedirle que, como Santa Teresa, sea nuestro Padre y Señor; o como escribió San Francisco de Sales a Santa Juana de Chantal el 19 de marzo de 1614: «San José, es el santo de nuestro corazón, el padre de mi vida y de mi amor».

La consagración es siempre a Cristo, como enseña San Luis María Grignon de Montfort. El bautismo es lo que nos consagra a Cristo y nos hace de Cristo, pero María y José por su función de padres, nos ayudan a llegar a Cristo y a consagrarnos más perfectamente a Él.

Así nosotros en este mes queremos prepararnos para consagrarle nuestros corazones, nuestras familias, nuestra vocación y todo lo que nosotros podamos confiarle: trabajos, parroquias, ciudades… Algunos países han nombrado a San José como su patrono: Austria, Bélgica, Canadá (1624), China (1678), Corea, Croacia, Vietnam, Perú y México (1557).

En las apariciones de Fátima, el 13 de septiembre de 1917, La Virgen anunció a los tres pastorcitos que al mes siguiente vendría San José con el Niño Jesús para bendecir al mundo. Y así fue. El 13 de octubre, el día del gran milagro del sol, narra Lucía en sus Memorias:

Vimos al lado del sol a San José con el Niño, y a Nuestra Señora, vestida de blanco con un manto azul. San José con el Niño parecían bendecir al mundo con unos gestos que hacían con la mano en forma de cruz […] Nuestro Señor parecía bendecir al mundo de la misma forma que san José4.

San José bendiciendo al mundo, haciendo bien al mundo, al lado de María y con Jesús en brazos. Así lo está haciendo continuamente. Y así lo va a hacer con nosotros este mes.

Me contaban las carmelitas descalzas la eficacia de una novena de 30 días a San José, y el milagro que le hizo al Padre Gonzalo Mazarrasa al que llamé para enterarme. Resulta que le comentaron, que había que pedir algo imposible y que al final del mes se realizaría. Él no sabía que pedir y se lo confió a San José.

Él le dijo:

–Lo que tú quieras.

Realizó la oración y al finalizar el mes, le llama su madre y le dice:

–Ya podemos dar gracias a Dios. Tu hermano ha salvado la vida de milagro. (Su hermano es piloto de avión e iba en el vuelo de Aviaco para aterrizar en Granada).

Todavía si uno pone en Internet «avión milagro» sale la noticia que reza así:

El aeropuerto de Granada fue escenario, a las ocho y media de la tarde del 30 de marzo de 1992, de un grave accidente de un DC-9 de Aviaco, procedente de Madrid, que se partió en dos en el momento en que tomaba tierra. Todos los testigos temieron lo peor. Pero solo uno de los heridos sufrió lesiones. Ningún muerto. Desde entonces se le llamó «el avión milagro»5.

Todos, querido lector, vamos en esta vida en un vuelo.

Recemos a San José para que nos proteja. Procura en este día rezar el Santo Rosario y dedicar un momento de silencio a la oración. Medita hoy en San José, bendiciendo al mundo. Pídele que te acoja como especial protector y que te prepare en este mes para consagrarte a él y por él, a Jesús y añade la petición que quieras hacerle en este mes por muy imposible que te parezca.

San José, esposo de la Virgen María, Padre y custodio de la Sagrada familia, celestial patriarca del Pueblo de Dios. ruega por nosotros.

Que Dios te bendiga querido lector y hasta mañana, si Dios quiere.

1. León XIII, Quamquam pluries, (Roma, 15 de agosto de 1889).

2. F. Canals, «San José, patriarca del pueblo de Dios», Cristiandad (1974): 517-518.

3. San Pío XI, Festividad de San José, (19 de marzo de 1935).

4. Lucía de Fátima, Memorias de Lucía, (Madrid: Ed. Sol de Fátima, 1974), 152.

5. La increíble historia del «avión del milagro» que recordó «El Hormiguero»: ABC, (7 de septiembre de 2016), https://www.abc.es/viajar/noticias/abci-increible-historia-avion-milagro-recordo-hormiguero-201609071213_noticia.html

Día 2

San José, el justo

Muy querido lector:

Dentro de 29 días nos consagraremos a San José. Qué alegría saber que al unirnos a él, nos unimos de un modo especial también a la Santísima Virgen María, su esposa y junto con ellos, podemos ser más perfectamente consagrados a Jesucristo.

Vamos a meditar hoy el pasaje del Evangelio en que se nos dice que José era justo, en el Evangelio de San Mateo 1,19.

Esta virtud, siempre ha significado dar a cada uno lo suyo, el respeto de los derechos del otro, pero además en la Palabra de Dios el significado es más amplio y profundo; ya que conlleva el absoluto respeto a los derechos de Dios.

El Libro de Ezequiel dice:

El que sea justo, no alce los ojos a los ídolos, no oprima a nadie, devuelva al deudor su deuda, no robe, dé pan al hambriento y vestido al desnudo, camine en mis mandatos y guarde mis leyes obrando rectamente […] Ese es justo, vivirá, dice Yahveh. (Ez 18,5-9).

Santa Teresita del Niño Jesús, decía que le gustaba mucho el atributo de Dios de la justicia, porque como es justo, sabe que lo que nos corresponde en justicia a nuestra debilidad es Misericordia.

Eso es lo que dice el Salmo 116: «Yahveh es compasivo y justo, nuestro Dios es misericordioso. Yahveh guarda a los sencillos, estaba yo debilitado y me salvó» (Sal 116, 5-6).

El Padre Caffarel en un precioso libro llamado No temas recibir a María tu esposa, comenta así esta justicia de José:

Nos hallamos lejos de un respeto formal de la ley, de un legalismo sin alma. José es «justo» porque se esfuerza incesantemente por encontrar el amor en la ley. Su justicia es, pues, una constante actitud de silencio y de escucha delante de Dios, una voluntad incondicional de vivir según Dios; y por esta razón se convertirá posteriormente en el gran modelo de las almas contemplativas.

Para expresar con otra Palabra bíblica, muy cercana a «justicia», la magnífica paz y el amor ardiente que inundaban a José, emplearíamos indudablemente la de «sabiduría». […] Quien se adhiere a la Ley, (alusión a la «justicia») logrará la sabiduría. […] En ella se apoyará y no vacilará, a ella se adherirá y no será confundido (Ecl 15, 1-4)6.

En el texto de la Sabiduría 8, 2 la sabiduría es aquí entendida como el don de Dios más alto, que hace que uno vea todo con los ojos de Dios y ame todo con el corazón de Dios.

En definitiva, se refiere a la santidad. Justicia y santidad se identifican. Vemos a San José recitando ese texto: «La amé y la busqué desde mi juventud, procuré enamorarme de ella enamorado de su belleza» (Sab 8,2).

San José es Justo, San José es santo. Y es aquí cuando el Magisterio de la Iglesia nos explica:

No hay duda de que, a aquella altísima dignidad, por la que la Madre de Dios supera con mucho a todas las criaturas, él se acercó más que ningún otro. […] El, participa en la excelsa grandeza de ella. Él se impone entre todos por su augusta dignidad7.

San José es, por tanto, el santo más grande junto con la Santísima Virgen María que, sin duda, es la más excelsa.

Después de la Virgen María, nadie ha habido ni habrá más santo que José. Su cercanía a María y a Jesús le hizo alcanzar el más alto grado de santidad. Decía san Juan Damasceno: «José es esposo de María, nada mayor puede decirse».

San José es el camino más corto, más rápido y más seguro para llegar a María, mediadora de todas las gracias. La Virgen María a nadie amó más en la tierra, después de Jesús, que a José; lo amó con un amor total y esponsal.

San Bernardino de Siena decía: «siendo María la dispensadora de todas las gracias que Dios concede a los hombres, ¿con cuánta profusión no es de creer que enriqueciese de ella a su esposo San José?»

San Gregorio Nacianceno (330-390) escribió: «El Señor ha reunido en José, como en el sol, toda la luz y el esplendor que los demás santos tienen juntos»8.

Si alguno objetase que San José no parece un santo grande por su sencillez, que escuche estas palabras del Papa Benedicto XVI: «¡Para Dios, los grandes de la historia hacen de marco a los pequeños!»9. Para estar atento a lo pequeño hemos de «detenernos, estar tranquilos, escuchar el silencio en el que el Señor hace oír su voz discreta»10.

Vamos hoy a pararnos a considerar esta santidad de San José.

En este segundo día del mes, me gustaría contar un chiste que tiene mucho de verdad:

Cuentan que falleció José Mari y fue a las puertas del cielo y cuando llegó, le salió san Pedro a recibir y mirando las cualidades de su vida le dijo:

–Mira José Mari, lo siento, pero tú no has sido muy buen cristiano. Has fallado demasiado en la vida y, por tanto, sintiéndolo mucho te tengo que decir que tu sitio no está aquí.

José Mari le dice: –Bueno la verdad es que efectivamente no me merezco estar en el cielo y que no me he portado muy bien, pero de todas formas antes de marchar me gustaría saludar a un amigo que tengo ahí dentro.

San Pedro le pregunta: –¿y quién es tu amigo?

–Pues San José. Mi madre me ensenó a rezarle todas las noches y siempre le he querido mucho.

San Pedro le contesta: –Mira, lo siento, pero si no puedes entrar al cielo, no podemos llamar así sin más a nadie así que te tienes que marchar ahora mismo.

José Mari, al ver que va a cerrar la puerta se pone a gritar: –SAN JOSÉ, SAN JOSÉEEE.

En esto aparece San José, y le dice:

–Hombre José Mari, ¡qué alegría, como tú por aquí!

–Pues nada, que me he muerto y resulta que me dicen que no puedo entrar en el cielo y que me tengo que marchar y antes de irme quería saludarte.

–¿Cómo que no puedes entrar? Hombre, Pedro, déjale entrar que es un buen amigo.

San Pedro, le responde: –Mire Señor José, es que aquí hay normas y con ese expediente de vida que tiene este hombre, no puede pasar de ninguna manera.

–Bueno si es así, pues me voy yo con él que somos buenos amigos–, dice San José.

La Virgen al oír que San José se marcha dice: –Ah, pues si se va mi esposo, yo me voy con él.

Jesús, se acerca y contesta: –Yo siempre con mis padres.

El Padre eterno declara: –Si se va el Hijo, Yo con él.

El Espíritu Santo comenta: –Si los tres somos uno solo, no podemos separarnos así que nosotros también.

Al ver esto toda la corte de los ángeles y los santos se abalanzan hacia la puerta diciendo: –Si nosotros estamos para glorificar la Trinidad si se van, nos vamos todos.

San Pedro finalmente dice: –Vale, vale, todos quietos. Venga José Mari, pasa al cielo anda.

Esto está narrado a modo de chiste, pero la verdad es que históricamente muchas veces San José ha salido al paso de sus devotos, como iremos contando a lo largo de este mes.

San José es el santo más grade junto con la Virgen María, acudamos a él. Medita hoy en un momento de silencio esta justicia y santidad de José, reza el santo rosario y pídele que te conceda a ti también la gracia que le estás pidiendo en este mes y con ella pídele también que te conceda la santidad.

San José esposo de la Virgen María, padre y custodio de la Sagrada Familia, celestial patriarca del pueblo de Dios, ruega por nosotros.

Que Dios te bendiga querido lector y hasta mañana si Dios quiere.

6. Henri Caffarel, No temas recibir a María, tu esposa: el matrimonio de la Virgen y San José, (Madrid: Ediciones Rialp,1993), 22-23.

7. León XIII, Quamquam pluries, (Roma, 15 de agosto de 1889).

8. Michel Gasnier, Los silencios de san José, (Madrid: Ed. Palabra, 1980), 207.

9. Benedicto XVI, Ángelus, (Roma, 9 de diciembre de 2012).

10. Id., Acto de veneración a la Inmaculada en la Plaza de España, (Roma, 8 de diciembre de 2012).

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