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CARTAS A THYRSÁ II

LAS GRANJAS PARADISO


RICARDO REINA MARTEL

CARTAS A THYRSÁ II

LAS GRANJAS PARADISO

EXLIBRIC

ANTEQUERA 2022

CARTAS A THYRSÁ II. LAS GRANJAS PARADISO

© Ricardo Reina Martel

Diseño de portada: Dpto. de Diseño Gráfico Exlibric

Iª edición

© ExLibric, 2022.

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ISBN: 978-84-19092-85-4

RICARDO REINA MARTEL

CARTAS A THYRSÁ II

LAS GRANJAS PARADISO

A quienes aguardan en Paradiso.

«Aunque tú crees que ya no me amas, Téleas, te engañas.

Las frutas ácidas, los vinos dulces y la dulce miel

no podrán hacerte olvidar mi cuerpo ni mis labios»

Pierre Louÿs

Índice

Introducción

1.Los recuerdos del Castillo de La Batida

El ensueño de Thyrsá

2.El puente

3.Aldea Galeón

La primera granja agujero

Del Cabalganieblas

La llegada del diario

4.La granja del lago

Asián, la segunda mariposa

5.La granja del pan

Fina, la tercera mariposa

6.La granja de la sal

Asana, la cuarta mariposa

7.La granja del arroz

Anabela, la quinta mariposa

8.La granja de Timeo

Lizully, la sexta mariposa

9.La granja de los murmullos

Muriel, la séptima mariposa

10.El Pico del Buitre

La segunda granja agujero

11.El ciclo del centauro

La tercera granja agujero

12.La granja de Juan, el escribano

Ramá y Sien, las hijas mariposas

13.Las aldeas Tipi y la pradera Esperanza

Galonea, la princesa Mariposa

14.En el Paso del Pas

Daniela, la primera y última mariposa

15.Los recuerdos del Castillo de La Batida

El ensueño de Thyrsá

Las mariposas

Introducción

«Me dejas tu alma entre las manos como si fuera un manto».

Marguerite Yourcenar

Antes de comenzar, es mi intención hacer un ligero repaso de cuanto aconteció en el primer libro y con el propósito, tan solo, de conduciros hasta el inicio de esta nueva obra. El primer manuscrito fue largo y difícil de digerir; sin embargo, en él se suscribieron palabras tan bellas como colmadas de enigmas y entresijos. Hagamos, pues, una ligera revisión, necesaria para poder cruzar este mar cubierto de niebla.

Partimos de la comarca de Hersia, en lo más al sur de la Isla, donde presentamos a la niñaThyrsá, de pocos años de edad, que vivía en la casita del altozano deVania; por otro lado, presentamos a Ixhian, un chico que provenía de una zona denominada La Sidonia, algo así como un enorme laberinto poblado por cavernas amarillas; un lugar donde se daba cobijo y amparo a los niños sin hogar. Ambos estaban predestinados a encontrarse, dándose dicha situación en el mercado de una aldea cercana. ¿Lo recordáis? A partir de entonces, fueron acogidos por el abuelo Arón y Madre Latia en la casita del altozano y en lo que podríamos señalar como un tiempo de lo más maravilloso, donde recorrían el bosque y compartían secretos.

Thyrsá e Ixhian levantaron un mundo propio que transcurría de la manera más inocente y en el que nadie tenía cabida. Ella lo llamaba Ví y él la llamaba Mó. Nada podía ser más excelente para esos dos seres señalados por la providencia. Pero no, no sucedió tal como pensáis, y conforme pasaron los años comenzaron a irrumpir extrañas presencias en el bosque, manifestándose de forma misteriosa ciertos signos portadores de inquietud, como los brazos en la niebla, los remolinos de viento o la presencia del Cancerbero.

Debido a cuanto estaba sucediendo, el abuelo Arón y Madre Latia decidieron abandonar el bosque de Hersia, dado que una oscuridad que no poseía forma comenzó a tomar la comarca. De esa manera, se vieron obligados a huir y dar comienzo a un largo éxodo, renunciando al bosque, la casita del altozano y las encantadas ruinas de Vania.

Partieron a la desesperada, hostigados por un enemigo invisible. Marchaban en busca del Paso de Lara, que suponía la frontera de un territorio mucho más luminoso que la comarca de Hersia. Alcanzaron los lagos de Conanza, bajo la guía de un personaje fundamental en la obra, llamado el Gris, un nómada errante, el último superviviente de una gran tradición, que les sirvió de guía hasta el Powa, el bosque sagrado de la Isla, en cuyas profundidades convivían dos sociedades secretas: el pueblo de La Roca, para los hombres, y Casalún, para las mujeres. Thyrsá pasó a formar parte del pueblo de las mujeres, mientras que Ixhian ingresaba en la orden comandadora.

Una vez en Casalún, Thyrsá comenzó la formación de Los Códigos, cuya instrucción consistía en un recorrido iniciático a base de retiros y el intento de comprender la naturaleza profunda de las cosas.

Mucho tiempo después, el destino los volvió a unir en Casalún justo en el momento en que Madre Latia fallecía. Sucedió en La fuente donde el agua no cae, el lugar más asombroso de la Isla. A partir de ahí, comenzó a fraguarse un mundo de leyendas en el que un lazo extraordinario uniría el pasado con el presente, confluyendo y tomando conciencia de los orígenes de ambos.

Casalún era un lugar regido por grandes Madres llamadas Culmens, todas ellas dirigidas por Jana, personificación del amor. En el pueblo de La Roca se dieron a conocer los tres magos, encarnados en Arón, el abuelo; Dewa, el brujo, y Noru, el regente de La Roca. Multitud de protagonistas y lugares aparecerán en su camino, sobresaliendo un personaje que representa el reverso al mundo luminoso, la terrible Kudra, también denominada como la dama de los cuervos o la materia oscura.

Thyrsá alcanzó el grado denominado de Inda Onmarisán, como preservadora del Powa, al tiempo que Ixhian pasó a ser su consorte. Tras la ceremonia de entronización, se retiraron con la finalidad de amarse en una caverna denominada Campanas y en la cual vivirán momentos de verdadera pasión, hasta ser sorprendidos por la aparición de Kudra, la materia oscura, con lo que da comienzo esta aventura.

Con la amenaza de la guerra, Ixhian fue el elegido para llevar el Núcleo, las joyas de las sirenas, a Paradiso, y con el cometido de cruzar a un mundo paralelo, donde se hayan convictas las Mariposas, que representan a las grandes Madres del pasado. Le acompaña el Gris en esta nueva misión, para la que se ha levantado un acueducto legendario al que se conoce con el nombre de Puente de la Valsyria.

Advertiros de que, al fin, podremos conocer quién se esconde tras la voz que relata la vida de Ixhian. Al contrario que Thyrsá, quien será ella misma la que nos dirija por su propia historia desde el recuerdo y en un castillo llamado de La Batida. Thyrsá, ya anciana y en primera persona, nos hablará de ella, por lo que poco a poco nos irá revelando sus memorias y secretos.

Ahora, queridos lectores, estáis a punto de partir de viaje, pero dejemos que sean nuestros protagonistas quienes os sirvan de guía. Dejémonos llevar por esta aventura y sumerjámonos en la tierra de Paradiso, un lugar plácido en el mejor de los casos, pero cargado de melancolía y añoranzas. Todos poseemos un lugar en el corazón, una zona que, consciente o inconscientemente, hemos levantado para poder refugiarnos y alejarnos del dolor o de la incertidumbre. Regresar a Paradiso significa recuperar aquello que perdimos, nuestras causas pendientes.

Ha llegado el momento de regresar y liberar los aromas de La Batida, ese castillo donde Thyrsá, ya anciana, nos ofrece la palabra de quien aguarda pacientemente la llegada de las aítes, las consejeras de la muerte y, con ello, el paso a la eternidad.

1. Los recuerdos del Castillo de La Batida

El ensueño de Thyrsá

Ixhian y el Gris partieron en una mañana donde el otoño ya asomaba con desmesurada aflicción. La niebla cubría amplias zonas del Valle y más allá del sendero de la melancolía el mundo se tornaba de una atmosfera que parecía a punto de deshacerse. El abandono y la soledad rechazaron cualquier tipo de persistencia y, si no hubiese sido por sus últimas palabras de consuelo, me hubiese roto como una vieja muñeca de porcelana, hasta que, cuando menos lo esperábamos, y bajo una lluvia torrencial, llegó Dewa, acompañado del abuelo, diciendo:

—Me apetecía echar un vistacillo por el pueblo de las mujeres, que tanto hombre a mi alrededor comienza a incomodarme.

Nos echamos a reír tras su atrevida expresión.

—Te buscaremos un lugar entre nosotras, querido Dewa, pero me tendrás que prometer que no te entrometerás en las cosas de mujeres, y menos en las de Casalún —le contesté a mi amigo.

—No me castigarás mandándome de nuevo a Madriguera, ¿verdad?

—Ya veremos cómo te portas —le dije, a la vez que paseábamos y este se aferraba a mi brazo.

A partir de esa noche volvió a abrirse el cuarto sendero y entonces nuestros pensamientos comenzaron a fluir con cierta placidez. Todo sucedió tan rápido que apenas lo recuerdo. Un tremendo frío se asentó en nuestros huesos y la nieve descendió hasta cotas sorprendentes, cubriéndose el sendero de la melancolía y ofreciéndonos un espectáculo primoroso. Pero yo, la Inda Onmarisán y gran madre de Casalún, intuía que algo estaba a punto de suceder, y en esa mañana helada me permití retozar junto a mis hermanas sobre la nieve, hasta que el viento comenzó a desplazarse y entonces entendí que no podía continuar debatiéndome en algo imposible. La tormenta estallaría cuando menos lo esperase, por lo que habría de estar preparada para cuando esto sucediese. No me equivocaba en absoluto, aunque jamás llegase a pensar que el detonante se encontraba tan cerca.

A partir de la última luna de invierno decidí incorporarme a la disciplina de Casalún y le solicité a Amanda, la maestra, un lugar entre las doncellas. Necesitaba estar lo más cerca posible de las pequeñas, asignándome Amanda dos clases a la semana, en las que les hablaba de la naturaleza del Powa y de cuanto nos rodeaba. De esta manera, me acerqué a mi niñez y recobré el aroma de los bosques de Hersia, pero mis recuerdos comenzaron a diluirse debido a un presente que lo devoraba todo. Y aunque hubiese cesado el acoso y el hostigamiento, yo sabía que todo era fruto de un engaño. La había visto con mis propios ojos: Kudra, la materia oscura, se había manifestado ante mí, aunque mi mente intentara disuadirme de ello.

Mientras persistía la luz del día, el sendero de Belenia, aquel que llevaba a la fuente, se hallaba custodiado. Se acercaba el Elán de las Flores y el cuarto sendero se abriría una vez más. Tanta calma me turbaba y al brujo Dewa se le veía ensimismado, hablando solo, inclinándose hacia la nostalgia. Entonces, deduje que Siné, la señora de las plantas, no debía de ser su mejor compañía y decidí ofrecerle un alojamiento en la torre de la Atalaya, donde residíamos las Madres de Casalún.

—¿Te has vuelto loca? —me dijo Eleonora, y dirigiéndonos a la habitación de Amanda, expusimos nuestras conclusiones.

—Al viejo Dewa le sentaría bien, de eso no cabe la menor duda. Aunque la influencia que ejerza sobre las más pequeñas es lo que debería preocuparnos —dijo Amanda.

—¿De las pequeñas nada más? —contestó Eleonora con cierta suspicacia.

—Dewa es alguien que se encuentra más allá de nuestra comprensión. Si he de elegir a una compañía masculina entre nosotras, que sea él —puse en voz alta mis pensamientos.

—No pongo en duda tus razones, madre. Tan solo es una cuestión de saber comportarse y cuidar su modo de proceder.

—Él está por encima de nosotras, no lo olvides nunca, Eleonora. Él pertenece a otra raza y nosotras no somos quienes para juzgarle. Estoy segura de que con su presencia el Valle se encuentra más seguro y, obviamente, todas nosotras.

Con Dewa a nuestro lado alcanzamos cierto sosiego, ya que el brujo poseía una extraordinaria percepción, a pesar de sus extravagancias y locuras. Pasó el invierno y en la primavera regresaron Noru y el abuelo a Casalún, pero esta vez ya no cabía retorno. Habíamos sido convocadas a reunirnos en el Claro del Itsé, por lo que ante nosotras se abría un abismo que nos dirigía directamente hacia la batalla y, con ello, un horizonte donde la magia y lo milagroso se alineaban de nuestro lado.

Fue en la selva del Urbián donde alcanzamos la virtud, aunque eso queda muy lejos aún. Por ahora centrémonos en cuanto supuso aquel tránsito caótico y demencial.Todas dependíamos del comandador, que en esos instantes cruzaba un puente con destino a Paradiso y con la misión de conmutar la condena a las Madres Mariposas. Mucho nos temíamos que Kudra había convocado fuerzas con la intención de aniquilar nuestra especie y todo cuanto de hermoso se había creado a lo largo de nuestra tradición. Si el comandador fracasaba, no tendríamos opción, por lo que tuvimos que recurrir a la sabiduría de antaño para poder hacer frente a tanta perversión.

2. El puente

Las Madres Mariposas aguardamos con premura el fin de la maldición. Estaba escrito que así habría de ser. Desde lo de las Cruzadas de las Mujeres permanecemos atentas a que un soldado comandador instaure el antiguo orden. Sien, mi hermana, apenas dice nada. Sus ojos se mantienen silenciosos. Ella vivió el mundo con mucha más intensidad que yo, amó de verdad y arriesgó su vida por una idea; sin embargo, por mi parte apenas conozco cuanto ocurre más allá de esta decrépita aldea que se derrumba. Entonces, decidme si os atrevéis: ¿quién soy yo?

Me toca escribir esta historia y dejar constancia del paso del comandador por Paradiso. No soy pues Thyrsá, a ella le toca relatar su propia leyenda. Repito las mismas palabras que manifesté en el primer pergamino; aquella no era mi historia. Yo tan solo soy la voz del comandador. ¿Quién soy pues? Eso es lo que menos importa ahora, dado que tuve un papel secundario en toda esta historia y creedme si os digo que perfectamente prescindible. Soy la voz de Ixhian, la voz del comandador. Dejadme pues comenzar, dado que el tiempo apremia y, sin embargo, dispongo de todo el tiempo del mundo. ¡Qué tremenda ironía!

Paradiso no es un lugar físico ni concreto, nada de eso; es un estado de conciencia, aunque parezca lo contrario. Es el lugar donde las Madres nos hallamos confinadas. Cada granja es un reino en donde habita una de nosotras.Vivimos en una cárcel, tan solo compensada por nuestros recuerdos en el mejor de los casos. Ese fue el precio que hubimos de pagar las Mariposas por no morir y dejar que todo sucediese tal como estaba establecido.

El Gris y el comandador llevan dos días de travesía, dos días sepultados bajo un mar que, de manera engañosa, parece brindar una aparente calma. Cruzan un puente donde solo habita el silencio; el olor a sal es poderoso y el viento otorga una frescura sin semejanzas; las nubes se han convertido en paradojas y el cielo se cubre de un velo transparente. El Gris apenas habla mientras avanza cabalgando por delante del comandador y sobre un extraño caballo llamado el Cabalganieblas.

Partieron de Casalún y cruzaron la Isla hasta alcanzar los acantilados del oeste, y tal como predijeran los magos en Casalún, el Paso de la Valsyria volverá a alzarse de nuevo bajo el santuario de Arduria Muzá.

«Hay que llegar a Paradiso, el puente se abrirá una última vez. La solución no se halla en el combate, ahí no disponéis de opción alguna. Hay que despertar a las Madres Mariposas, aquellas que duermen».

Cruzar Paradiso significa la gran aventura de nuestro tiempo, de eso no cabe la menor duda. Nuestros hombres vacilan a cada paso que dan, dado que el recelo y la desconfianza forman parte del camino.Atrás queda toda esperanza de llevar una vida placentera. Y delante, sin que ellos lo sepan, se ofrece una trayectoria que deshace cualquier tipo de coherencia.

Algunos puentes son viejos y otros acabados de levantar; cruzan ríos, vaguadas o desfiladeros y salvan siempre zonas comprometidas. Un puente es el paso hacia un nuevo territorio y lo más probable es que tras cruzarlo cambie el sentido de las cosas. El comandador tiene miedo, ya lo he dicho. Hubiese preferido la posibilidad de la huida o poder mirar hacia otro lado. Pero, conforme avanza, los temores se diluyen y del miedo pasa a ese insólito júbilo que ofrece toda novedad y descubrimiento. El mar se agita y el puente se sumerge bajo el océano. Tres días de travesía, comienza a llover y no hay donde protegerse. El agua lo anega todo y el mar lo absorbe todo. El cielo se vuelve negro y las olas cruzan el puente sin permiso, hasta que llegado el momento Ixhian grita desesperado, aferrándose a Dulzura, que se alza en rebeldía.

3. Aldea Galeón

La primera granja agujero

Una tierra extensa y monótona los recibe. Se llama la Tundra del Espejo y nace donde el agua se solidifica. Ninguna ondulación ni defecto sobre el suelo la señala. Tan solo inmensidad y la sombra reflejada de sus cuerpos. Se cuenta que la Tundra del Espejo expresa una lucha entre dos naturalezas: el agua y la tierra. Hace tanto que crucé por ella que apenas recuerdo ese tránsito. Eso sucedió al final de las cruzadas, cuando cada una de nosotras tomó posesión de su propia granja.Y ahora, tanto tiempo después, llega el elegido con la misión de liberarnos y poder redimir la sabiduría de antaño.

—Avancemos, hay que cruzar esta zona antes de que nos sorprenda la noche —expresa el Gris, que cabalga delante.

El comandador no habla. Su mente se repite una y otra vez, torturado por un discurso tras el que se esconde la figura de Thyrsá.

—En pocas horas alcanzaremos la primera aldea, es lo único que conozco de Paradiso. Allí descansaremos, un amigo nos aguarda y te aseguro que tendremos banquete de sobra.

La tundra se pierde a la vista y ni un solo árbol bajo el que cobijarse, tan solo una tediosa llanura. Al atardecer, los reflejos les ciegan los ojos y cuando pasan a darse cuenta, se hallan en medio de un formidable desierto de arena.

—Vamos, caballito, ya pasaste lo peor. Verás que pronto encontramos agua —le grita el Gris al Cabalganieblas.

Del Cabalganieblas

«No es animal de espacios abiertos, le van más las brumas y los enigmas. El vigoroso sol le causa una fuerte derrota, desvaneciéndose su emisión y con ello el porte que le distingue. Le encanta el musgo que brota entre las rocas, junto a los arroyos y manantiales. Es pues un animal de luna. En ciertos momentos, y dependiendo de su estado, es un animal capaz de originar ciertos fluidos azules, sobre todo cuando se despereza, en que sacude su crin y mueve su larga cola, complacido. Al cabalgar, inclina su cabeza fijando sus ojos sobre el suelo y su velocidad es capaz de doblar la de cualquier rocín. Según se dice, goza de una fiereza sin igual para la batalla y es portador de una mordedura temible, aunque por lo general es un animal pacífico y al que le gusta pasar lo más desapercibido posible. Amante de la soledad y del retiro, huye de participar en grupos y manadas. Observador discreto y de cierto porte melancólico, patas cortas y de abundante pelo, siendo especialmente exagerado en la crin y la cola. Su tonalidad mantiene cierta tendencia a lo plateado; cuello corto, ojos azabaches y sin reflejos; pestañas rizadas que forman veladura; dentadura fuerte, nácar de estrellas y reflejos de hadas. Exigente en la bebida, se trata del mayor problema que supone el conducirlo, debido a que el Cabalganieblas solo acepta saciar su sed en remanso de agua fría, por lo que es de capaz de soportar la sed en distancias considerables y como último dato añadiría que le gusta bañarse en el agua que cae de la montaña, siendo esta una de sus grandes quimeras».

***

Un imponente mascarón de proa emerge del desierto, ofreciéndoles la bienvenida. Frente a ellos, se abre la aldea Galeón, una ciudad amurallada donde se dan cobijo decenas de cobertizos levantados entre restos de material marino. Inesperadamente, se les acercan mujeres y niños con la intención de acariciar los caballos.Y en medio de tan digno espectáculo se encuentra sentado Gum, el Gordo, que intenta hacer sonar una pequeña flauta y es incapaz de reproducir dos notas enlazadas. Nada más percatarse de la presencia de nuestros hombres, hace el intento de levantarse, pero es en vano. El tremendo volumen de su cuerpo impide toda destreza posible. Ixhian le ofrece su mano mientras el Gris ríe disimuladamente y cuando al fin consigue incorporarse pierde el equilibrio, yendo a caer en brazos del Gris, que apenas puede sostenerlo.

—Es muy serio, ¿no? ¿De dónde lo traes? Supongo que está roto y quieres que lo pegue.

Por primera vez desde la salida de Casalún, el Gris transforma su lacónico rostro en sonrisa.

—Lo primero es lo primero, Gordo. Danos algo de comer que estamos desfallecidos.

—¿Qué me traes, Gris? ¡Venga, suéltalo, ya! —patalea el Gordo, dando saltitos y haciendo retumbar el suelo.

El Gris introduce su mano en la alforja y saca una caracola de color azabache.

—Estaba en la otra orilla y pensé que te gustaría.

El Gris le hace entrega de un fardo repleto de muestras marinas. Gordo Gum observa su interior y a continuación se marcha complacido, balanceándose como si fuese una enorme pelota.

—Parece que le ha gustado —añade Ixhian, atónito por el personaje.

Ambos se dirigen hacia un cobertizo donde se reúne la mayor parte de la comunidad. En su interior, cada cual habla más alto que su colindante. Gordo Gum se revela eufórico, lanza aullidos y esquiva los huevos que la gente dispara en dirección a una sartén gigantesca.

—Es caldo de olivos, de las aceitunitas —le revela al oído el Gordo a Ixhian—. Un néctar traído de la lejana Fenichia. Créeme que no te engaño, niño comandador. Los Fenichios lo utilizan para encender lamparitas en honor a un dios llamado Pocholo o algo así. ¡Qué desperdicio!

En eso, una distinguida señora deposita una jarra de vino sobre la mesa y el Gordo, poniendo cara de circunstancias, guiña un ojo al comandador.

Una vez cuajados los huevos, el Gordo lanza un grito ensordecedor y da comienzo el festín.

—Podéis comer los frutos que queráis. Estáis en casa de Gum, aquí nunca os faltará de nada.

Los habitantes de la aldea son bajitos de estatura, degustan la comida de manera voraz y cuando el efecto del vino comienza hacer mella golpean las mesas con tremendo frenesí. Tras la salvaje consumición, el Gordo entona una hermosa balada que traslada al comandador a otros momentos y lugares.

—Si dejamos a esta gente, son capaces de juntar la cena con la merienda del día siguiente, y es que nunca se dan por satisfechos. Eso sí, te aviso: en Galeón no existe el almuerzo, a esa hora todos dormimos. Oye, errante, bicho raro, ¿olvidaste la chica? —El Gris se toca la cabeza como si le doliese—. Tú vete de aquí, niño, que vamos hablar cosas de mayores y aún no estás preparado.

Al día siguiente, el Gordo los invita a dar un paseo. Se encuentra ansioso de mostrarle su jardín.Atraviesan por unas callejuelas que parecen derrumbarse y donde se perciben multitud de bártulos desperdigados, trozos de quillas, maderos, guijarros, cuerdas, más alguna que otra escultura mitológica. Así, nuestros hombres conocen un lugar llamado Aldea Galeón, alcanzando una pequeña arcada bajo la cual se adentran en el jardín.

—¡He aquí a mis manzanos! —Godo Gum abre los brazos, gesticulando—. Mis queridos amigos, este es mi jardín. ¡Bienvenidos seáis! ¡Todos los manzanos del mundo! —Teatraliza el Gordo, mientras vocifera lo más alto que puede.

Ixhian le dirige una mirada al Gris y este le hace señas para que guarde silencio. Entretanto, el anfitrión avanza como un tiovivo mal sincronizado.

—Los he coleccionado durante toda mi vida y algunos han sido rescatados en situaciones muy comprometidas; debéis creedme. Pero ahora todos comparten sus dichas y vicisitudes en este jardín especialmente levantado para ellos; mirad cómo asoman sus frutos ¡Aquí! ¡Aquí! No menos de tos mil especies diferentes —alardea el Gordo, saltando y dando palmadas en el aire.

—¿Tos mil? —el comandador se asegura de la expresión.

—Sí, tos mil. Los tengo todos, no creo que me falte ninguno. —El Gordo, colorado como un tomate, se frota las manos.

—¿Cuánto se tarda en cruzar este jardín? Parece enorme —apunta el Gris en un intento de suavizar el desenfreno del Gordo.

—No mucho. Si vas aprisa, en dos días puedes estar fuera. Y si no, te quedas atrapado de por vida, no hay otra. Todavía queda sitio de sobra, aunque me da que al final terminas convertido en otro manzano —lanza una sonora carcajada el anfitrión.

—A este no le circula bien la cabeza —dice Ixhian en voz baja, mientras el Gris le insiste en que guarde silencio.

—Venid, os voy a enseñar algo muy particular.

Atraviesan un estrecho pasillo hasta dar con una glorieta, donde unas pequeñas barandas ofrecen protección a un árbol.

—¿Veis? Observad qué ejemplar más curioso.

Un manto de hojas envuelve el tronco y entre sus ramas se puede percibir un nido de pájaros.

—¿Es primavera en Paradiso? —cuestiona Ixhian en voz alta.

—En este jardín es la estación que yo quiera, ¿me entiendes? Dejaos de sandeces y contemplad esta maravilla única en su especie. Frente a ustedes os presento al árbol de Eris.

El Gordo hace una reverencia. Bajo el árbol se exhibe una manzana protegida por un cristal. Emocionado, toma la manzana.

—¡Con rendimiento y pleitesía, que es una de las más valiosas de mi colección! Una manzana de oro perfectamente pulida y de la que, si os fijáis bien, sobresale una minúscula rama con dos hojas a cada lado.

—¿Qué dice en la manzana, Gordo? —pregunta el Gris.

—«Para la más bella». Es un idioma de los viejos dioses magnificentes, cuando el mundo merecía la pena recorrerse. Pero ustedes entendéis poco de esas cosas.

—¿A quién perteneció la manzana? —se atreve el comandador.

—Esta manzana fue un regalo para la boda de Tetis y Peleo. Ella fue la causante de la discordia entre las mujeres más poderosas del mundo. Esta manzana desencadenó el rapto de la sublime Helena, la más bella mujer de todo el Egeo. —Ambos hombres se miran incrédulos.

—Estás de broma, ¿verdad, Gordo? —interviene inoportunamente Ixhian.

En eso que el Gordo comienza a enrojecer. Los brazos le tiemblan convulsivamente y su cuerpo se hincha, aún más si cabe, resoplando como si le faltase el aire. Sus ojos parecen salir de sus órbitas y, para colmo, comienza a lanzar llamaradas de fuego por la boca. Ixhian y el Gris se lanzan al suelo, cubriéndose la cabeza con las manos.

—¡Gordo, basta! ¡Gordo, basta! —grita el Gris.

Pero ya no hay Gordo en el mundo y todo lo que queda de él se ha convertido en una nube que resopla, levantando un viento encolerizado que hace estremecer los árboles.

—¡Gordo, perdónalo! Tan solo está un poco sonado, tú supiste una vez lo que es pasar por eso. ¡Perdónalo! —grita el Gris.

La furia del viento comienza a desistir, los manzanos mecen sus ramas y Gum llora como un niño pequeño sentado sobre el suelo.

—Discúlpate, Ixhian. Anda, pídele perdón, que el Gordo es muy sensible.

Sin dar crédito a cuanto está sucediendo, nuestro hombre intenta hacerle razonar.

—Señor Gum, no sabía lo que decía. A veces me pasan estas cosas. Mi mente se encuentra confusa, intente comprenderme ¿No sabe aún por qué estoy aquí? ¿No se lo contó el Gris? —El errante lo mira aterrorizado.

—El hijo del gran Ulma, el Dasarí, está aquí y viene para ofrecerle sus respetos. Ha sido designado para solicitar el regreso a las Mariposas. Sus hazañas se comentan por toda la Isla. Si lo deseas, podemos compartir sus aventuras durante la cena.

El Gris intenta hacerle entrar en razón y le muestra la joya que asoma bajo la camisa de Ixhian.

—Vale, te perdono, pero quedamos en eso.Tú me cuentas esa historia mientras cenamos, pero que no se vuelva a repetir, te lo aviso.

Con tremenda precaución continúan visitando el jardín hasta alcanzar un nuevo reservado, tras el que se esconde un coqueto huerto.

—¡Mirad! —señala el Gordo hacia un nuevo árbol, en el que se expone una manzana atravesada por una flecha.

—¿Veis? Esta es la manzana de Guillermo Tell, nada más y nada menos. Curiosa, ¿verdad? Ya sabía yo que os gustaría.

Ixhian contiene el aliento intentando no hacer ningún comentario, dado que no se pueden permitir un nuevo percance.Aun así, su tremenda ingenuidad le hace preguntar:

—¿Te costó mucho obtenerla, Gordo?

Cada vez que el comandador interviene, el Gris se echa a temblar. El Gordo se queda pensativo ante la pregunta y con la mano en la barbilla le contesta:

—Sí, tuve que convencer a mucha gente para que saliera a subasta hasta que al fin fue mía y ahora, como una hermosa flor, se complace al sur de mi jardín.

Seguidamente se introducen tras unos canales por donde circula generosamente el agua.

382,08 ₽
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211 стр. 3 иллюстрации
ISBN:
9788419092854
Издатель:
Правообладатель:
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