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Ricardo E. Facci

Construyendo el amor conyugal


Hogares Nuevos Ediciones

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Asociación: “Hogares Nuevos”

Zona Urbana S6106XAE-Aarón Castellanos

(Santa Fe)- Argentina

e-mail: info@hogaresnuevos.com

www.hogaresnuevos.com


Facci, Ricardo EnriqueConstruyendo el amor conyugal / Ricardo Enrique Facci. - 3a ed revisada. - Aarón Castellanos : Hogares Nuevos Ediciones, 2020.Libro digital, EPUB - (Por un hogar nuevo ; 1)Archivo Digital: descarga y onlineISBN 978-987-8438-01-62. Matrimonio. I. Título.CDD 158.2

©Asociación Hogares Nuevos

Zona Urbana S6106XAE - Aarón Castellanos

(Santa Fe) - Argentina.

Con las debidas licencias. Queda hecho el depósito de la ley 11.723

Noviembre 2020

Industria Argentina.


COLECCIÓN

“Por un hogar nuevo”

1. Construyendo el Amor Conyugal

2. Corazones Fecundos

3. El arte de Ser Padres

4. Familia: Rostro de Dios

5. Amor de Pareja, Amor de Dios

6. Familia, ¡Enciende en tu seno la luz de Cristo!

7. El misterio del Amor Matrimonial

Introducción

Queridos amigos:

Construyendo el amor conyugal surge por la necesidad, mani­festada por muchos matrimonios, grupos de parejas matrimonia­les y agentes de pastoral familiar, de disponer de un material asequible, sencillo y ameno para reflexionar sobre el amor y la vida conyugal.

Construyendo el amor conyugal quiere ser un aporte, como pequeño granito de arena, para el matrimonio actual, sumergido en una sociedad que ha banalizado el amor, la fidelidad, el sexo, filosofía que penetra capilarmente a través de los medios de comunicación social, publicidad, pornografía, libertinaje de cos­tumbres.

El matrimonio y la familia moderna son, evidentemente, frági­les. Por lo tanto, se impone, cada vez con más energía, el brindarles recursos para ayudar y garantizar su estabilidad. El medio más idóneo y auténtico, para este cometido, es una verdadera comunicación, a través de la cual el matrimonio sacará a la luz su capacidad ilimitada de entrega y amor. Como un servicio en este terreno, el del diálogo, ha sido concebido Cons­truyendo el amor conyugal.

Cada uno de los temas presentados, tienen un esquema similar. Se inicia con un texto base, seguido de la reflexión -la cual no es para leer de corrido sino para profundizar y dialogar-, luego para facilitar la tarea se ha añadido una serie de preguntas con el fin de orientar y encauzar el diálogo; finalizando con una oración sobre el tema tratado, la cual puede, también, surgir espontáneamente por parte de los esposos.

La lectura y reflexión se pueden realizar en dos niveles: de pareja o de grupo. Para el primero, es conveniente que el matri­monio opte por el momento más oportuno para el silencio y el diálogo. En el caso de trabajarlo en grupos de matrimonios, perderá, seguramente, el diálogo y la reflexión un grado de intimidad, pero será enriquecedor por el hecho del intercambio de experiencias al abrirse a otras parejas. Lo ideaI es que se trabaje en ambos niveles.

Pongo este trabajo en manos del santo matrimonio de Nazaret, María y José, para que junto a su hijo Jesús, los acompañen permanentemente en la reflexión y el diálogo de estas páginas, para que ellas sean ayuda concreta en la construcción del amor conyugal, que un día, queridos matrimonios, ustedes se propu­sieron realizar, cuando frente al altar, manifestaron un:

Sí al amor.

Sí a la vida.

Sí a ser felices juntos.

Sí a Jesús.

Rufino, en la festividad de san José

Esposo de la Virgen María.

RICARDO ENRIQUE FACCI

I

Nuestra pareja

Armonía conyugal

La armonía conyugal

se va construyendo día tras día.

El trabajo permanente y fundamental en la vida de un matrimo­nio es la búsqueda de la armonía conyugal.

Alguien podría preguntar: ¿Por qué permanente? ¿Es que nunca podremos llegar a decir somos armónicos en nuestro matrimonio?

La armonía conyugal es la realidad del ya y del todavía no. María y José, manifestando su experiencia, afirmaban que sen­tían un clima armónico entre ambos y, al mismo tiempo, que si no luchaban tras su permanente conquista, parecía que se les escapaba como agua entre los dedos. La armonía se construye día a día, se la va realizando, pero aún queda camino por recorrer. Se está creciendo, en búsqueda de lo pleno que todavía no se alcanzó.

Cuando en un matrimonio existen conflictos, obstáculos, pro­blemas, no es para asustarse, las desarmonías son signos de una pareja normal. Se debe tener realmente en cuenta una situación desarmónica, cuando no se sabe superar maduramente los conflictos, obstáculos y problemas. Ante esta realidad la pareja matrimonial se va como estrellando, chocando contra una serie de obstáculos que irán destruyendo poco a poco el matrimonio.

Totalmente irreal es la situación de una pareja que cree vivir en plena armonía permanente. Esto no es normal. ¿Qué estará pasando? Pueden estar presentes varias causas que hacen que la pareja viva una armonía ficticia. Un ejemplo: cuando uno de los dos cónyuges es de carácter muy fuerte y el otro muy sumiso, suele crearse una falsa armonía, porque es uno el que todo lo decide sin tener jamás resistencia de la otra parte, ya que ésta gira como satélite en torno a él.

Nos quedamos con el primero de los casos, desarmónicos que caminan hacia la armonía. La armonía y la unidad se van constru­yendo, se van haciendo. No es un regalo caído del cielo el día del casamiento. Se van realizando. ¿Cuándo está más unido el matrimonio? ¿En los primeros tiempos? ¿O cuando ya se recorrió parte del camino?

¿Cómo se puede seguir caminando hacia la armonía? ¿Con qué medios? Según los años de casados que cada pareja lleve recorridos tendrá más o menos experiencia del camino, más o menos recursos para ir creciendo, la convivencia se los habrá ido mostrando. Es importante dialogar sobre algunos de esos ele­mentos que ayudan a crecer y que más adelante tendrán oportu­nidad de profundizar:

• El diálogo: El arma más poderosa para destruir obstáculos. Un diálogo abierto, sincero, total, amoroso. Esta es la clave del acercamiento, la mejor herramienta para construir el crecimiento en una pareja.

• Capacidad para solucionar conflictos: El índice de nor­malidad de una pareja no se mide por la ausencia de conflictos sino por la capacidad para solucionarlos.

• El cariño: Una pareja que permanentemente se preocupa por demostrar en las pequeñas cosas de cada día todo lo que sé quiere, es un matrimonio apto para solucionar con más capacidad los problemas, porque existe el hábito de salir de sí mismo y concentrarse en el otro, que en definitiva eso es el cariño, hacer sentir mi ser prolongado hacia el otro.

• El nosotros: Es importante tomar conciencia de que los problemas que debe solucionar una pareja no pertenecen a la esfera del tuyo ni del mío sino del nuestro.

• Un ideal: Una pareja sin ideales, es una pareja estancada, sin capacidad para afrontar los obstáculos y seguir adelante. Es necesario el deseo de superación, de búsqueda de perfección, de felicidad...

• La oración: El nosotros también es él, Jesús se interioriza de los problemas y brinda la gracia para solucionarlos. Él tiene siempre la justa. Hablen de él, dialoguen en la oración. Los tres todo lo podrán, solos seguramente nada lograrán.

Para dialogar en pareja

1.- ¿Cómo hemos ido superando nuestros conflictos?

2.- ¿Utilizamos el diálogo para solucionar nuestros proble­mas?

3.- ¿Hemos demostrado capacidad en la solución de los con­flictos?

4.- ¿Reforzamos nuestra capacidad de solución con un am­biente cariñoso?

5.- ¿Tenemos conciencia de que los problemas son “nues­tros”?

6.- ¿Existe en nosotros algún ideal?

7.- ¿Rezamos nuestros problemas?

Para orar juntos

Señor,

gracias por nuestro matrimonio

y, también, por sus conflictos

que nos ayudaron a madurar.

Hubiese sido hermoso no tener problemas,

pero los hombre somos así,

imperfectos, egoístas, pecadores...

Hasta aquí hemos caminado,

superando obstáculos,

que nos permitieron unirnos más,

querernos más,

ser más amigos...

Te pedimos, Señor,

que nunca nos abandones,

que siempre estés a nuestro lado

para, entre los tres, seguir creciendo,

destruyendo obstáculos,

y así, construir día a día el mejor “nosotros”,

dialogando contigo

la solución para cada problema.

Amén.

El diálogo conyugal

El diálogo es para el amor,

lo que la sangre es para el cuerpo.

Desde niños nos han enseñado a hablar de cosas, de los demás, de realidades que nos rodean, de chismes. Algunos recibimos “enseñanzas” desde pequeños para gritar, discutir o para imponer las propias ideas... Pero, en realidad, ¿quién nos enseñó a dialogar?

Hemos ido asimilando un concepto erróneo de lo que es dialogar. Creemos que dialogan bien los que hablan mucho. El diálogo conyugal es muy exigente, exige profundidad, no se puede conformar con un simple hablar. Muchos matrimonios creen haber alcanzado un buen diálogo porque hablan de cosas, del trabajo, de lo “caro que está la vida”, de los vecinos, del programa televisivo, de los suegros. Es evidente que de algunos de estos temas se debe hablar, pero no se puede cruzar los brazos y afirmar que todo está logrado en el área del diálogo matrimonial. Además, recordemos que muchos hablan y muy bien, exigiendo ser escuchados. Pero nunca escuchan.

Dialogar en pareja es alimentar permanentemente el amor conyugal. Hacer que éste crezca y se fortifique. ¿Cómo se consigue un diálogo matrimonial profundo? Hablando de uno mismo, no de los otros, del “nosotros”, trasmitiendo al otro los propios sentimientos. Al dialogar profundamente en pareja, se comunican los íntimos pensamientos, tristezas, alegrías, deseos y pequeñas cosas de la vida en común.

Las piedras, los vegetales y el reino animal constituyen un mundo cerrado en sí mismo. A diferencia de ellos, los hombres podemos abrirnos, comunicarnos, penetrar en el otro y dejarnos penetrar. Lo rico y maravilloso del diálogo conyugal no son, entonces, los demás ni las realidades cotidianas, sino los espo­sos mismos, sus riquezas interiores, sus sentimientos.

El diálogo es una capacidad que Dios nos regaló como cami­no, por el cual abrimos la propia interioridad al otro.

Alguien me decía: No sabemos de qué dialogar. ¿Será así? ¿O estarán tan distanciados que nada tienen en común? Se puede dialogar sobre muchos temas, pero el fundamental es el hablar de uno mismo, de lo que se siente al estar juntos o alejados por diversos motivos, los sentimientos que producen los hijos, qué experimentan ante un disgusto o una alegría, cuando el otro dice “te quiero” o al compartir el mismo lecho.

¡Dialoguen para que viva el amor! Porque el diálogo es para el amor, lo que la sangre es para el cuerpo.

Para dialogar en pareja

1.- ¿Cómo vemos nuestro diálogo?

2.- ¿Qué descubrimos de negativo en nosotros que obstaculi­za el diálogo?

3.- ¿Qué encontramos de positivo en nosotros que ayuda a acrecentar nuestro diálogo?

4.- ¿Qué podemos hacer para mejorar el diálogo conyugal?

Para orar juntos

Señor,

tú que eres la Palabra,

que siendo tanto te hiciste poco:

un hombre; para acercarte,

y así dialogar con nosotros;

enséñanos a renunciar

a nuestro yo orgulloso,

a ser indiferentes

ante el reclamo del otro,

a querer imponer nuestras ideas.

Señor,

Enséñanos a dialogar,

a charlar sobre nosotros mismos,

a abrir nuestros corazones

para ser totalmente del otro,

y así nuestras intimidades sean una sola.

Amén.

Saber escuchar

El que quiera oír, que oiga

(Mt 13, 9).

Este pensamiento de Jesús, el que quiera oír, que oiga, que manifestó en varias oportunidades, perfectamente lo podemos referir al diálogo conyugal. Generalmente ocurre, que al profun­dizar el tema del diálogo, en muchas parejas se toca una herida muy dolorosa: la ausencia de un diálogo maduro.

Es necesario no desanimarse. Es posible recomenzar el diá­logo. ¿Cómo? Sacrificando todo por llegar a la comprensión mutua, reconociendo aquello en lo que cada uno falla, haciendo un verdadero y profundo examen del diálogo, pero por sobre todas las cosas, aprendiendo a escuchar, pero a escuchar aman­do.

El que quiera oír, que oiga. Queda claro que Jesús no le hablaba a sordos, a personas con problemas auditivos, sino que se dirigía a aquellos que simplemente recibían las palabras en un oído, no dejándolas penetrar hasta el corazón. El que quiera oír con el corazón, que oiga.

Solo quien se disponga realmente a abrir el corazón a la palabra del otro, sabrá escuchar amando. Dialogar, antes que hablar, es escuchar.

¿Cómo escuchar amando?

+ Teniendo una disposición tal que el otro se sienta animado a seguir trasmitiendo su interioridad.

+ Preguntando, como para motivar a que el interlocutor pueda profundizar más en su tirria.

+ Evaluando si lo escuchado es exacto. En los momentos en que se crea oportuno, es necesario realizar una síntesis de lo escuchado y volcarlo en el otro, para que evalúe, si se ha recibido lo que se quiso trasmitir.

+ Evitando juicios y actitudes defensivas.

Escuchar no es solo dejar penetrar las palabras del otro en nuestro sistema auditivo. Es acoger al otro como persona a través de su palabra. La capacidad de escuchar amando depende de cuán profundo sea el deseo de ser alcanzado por el otro. Escu­char requiere apertura.

Es necesario saber escuchar para lograr un profundo diálogo. Todo es posible para los que se aman, especialmente trabajar en la reconstrucción o el acrecentamiento del diálogo. Para iniciar este camino, es necesario un verdadero examen para descubrir la responsabilidad personal de cada uno, en cuanto a que el diálogo conyugal no ha llegado aún a ser plenamente profundo.

No se logra el ideal del diálogo:

+ Cuando las conversaciones se remontan permanentemente al pasado, recomenzando siempre las mismas discusiones, los mismos temas.

+ Cuando uno de los dos constantemente rechaza las ideas del otro.

+ Cuando por falta de capacidad de escucha no se descubre que ambos expresan lo mismo:

+ Cuando la coincidencia en un punto, tiene como revancha la oposición en diez.

+ Cuando se sacan a relucir obstinadamente los temas que separan, en lugar de resaltar los que unen.

+ Cuando se elabora la respuesta, sin atender a lo que el otro está diciendo.

+ Cuando la odiosa costumbre de contradecir, de interrumpir y de levantar el tono no se da por vencida.

+ Cuando sólo se expresan palabras hirientes y se interpretan las palabras del otro en un sentido falso y poco comprome­tedor para sí.

+ Cuando se quieren sostener las proposiciones más discuti­bles como verdades fundamentales.

+ Cuando por ser orgulloso, soberbio e intolerante, se prefiere seguir viviendo en el barro de charcos contaminados en lugar de buscar fuentes de agua viva cristalina.

+ Cuando se esperan atenciones y agradecimientos, y se recibe solo reproches.

+ Cuando a las ideas que uno está dispuesto a defender hasta la muerte, el otro las combate con sonseras.

Cuando todo esto sucede en una pareja matrimonial, se construye un verdadero infierno, pero un infierno de frío.

Construir el diálogo, “escuchando con amor”, es solidificar la armonía conyugal.

Para dialogar en pareja

1.- ¿Estamos dispuestos a “escuchar amando”?

2.- ¿Qué sentimientos produjo en nosotros dialogar este capí­tulo?

Para orar juntos

Señor,

cuántos perdieron la oportunidad,

cuántos siguen en tinieblas,

por no escuchar tu Palabra

con un corazón abierto.

No queremos que en nuestro matrimonio

ocurra lo mismo,

quedar cada uno en tinieblas,

por no hacer crecer la luz

de conocernos más y mejor.

Señor,

queremos conocemos más profundamente,

a través de un diálogo

garantizado por una manifiesta

capacidad de escucha,

y así, no solo recibir la palabra del otro,

sino a él mismo.

Ayúdanos, a “escuchar amando”.

Amén.

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