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FACTOR

Principal

Odmady Santa


© Odmady Santa

© Factor principal

Junio de 2021

ISBN papel: 978-84-685-5844-8

ISBN ePub: 978-84-685-5845-5

Editado por Bubok Publishing S.L.

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Índice

Prólogo

1. Vínculo

2. Estado de ánimo

3. Derechos y obligaciones

4. Empatía

5. Simplicidad

6. Sin obstrucciones

7. Eterno

8. Afectuoso

9. Organizado

10. Libre

11. Sin escrúpulos

12. Motivacional

13. Espléndido

14. Victorioso

15. Divertido

16. Recordado

17. Admirado

18. El mejor

19. Sin rencores

20. Amando tu vida

Ejercicio final

Prólogo

Y llega un momento en que te das cuenta de que debes coger las riendas de tu vida, LLEGÓ EL DÍA.

Me llamo José Suárez y Odmady Santa, que es el autor de este libro que vais a leer, se puso en contacto conmigo a través de las redes sociales para que participara en su proyecto, con el cual haría realidad el sueño de escribir este libro. Le agradezco antes que nada ese gesto, dado que me siento afortunado de formar parte de su proyecto; es un regalo para mí.

Defiendo cada día lo importante que es amar lo que hacemos, comprometiéndonos y transmitiendo amor en todas nuestras acciones. Acéptate, conócete, quiérete...

El poder nace dentro de ti, cada día tenemos que aprovechar cada segundo que nos regala la vida para aprender que estar bien con uno mismo es el principio para estar bien con los demás. Todo siempre empieza por ti, pero en muchas ocasiones qué poco nos atrevemos para lo corta que es la vida.

AMOR

Una palabra de cuyo significado a veces dudamos. No solo es el que le tienes a tu familia o pareja, se refiere a amistad, a poner amor en lo que hacemos. Tenemos que confiar en nosotros mismos y tener claro que ahora es el momento de ser feliz, de darnos amor.

No soy escritor y quiero que quede claro eso. Soy una persona que viene de una familia muy humilde, y desde muy pequeño tuve clara solo una cosa: a lo que me dedique, tengo que poder AYUDAR al resto de las personas.

A lo largo de mi vida he ejercido diversas profesiones, de todas he aprendido y me hacen ser quien soy hoy en día: una persona trabajadora, aventurera, que ama los animales y, sobre todo, divulga la importancia de cuidar y respetar todo lo que nos rodea; que defiende que debemos soñar y dejar soñar sin cortar las alas de los sueños de nadie, que podemos brillar todos juntos.

Comparto cada día ese tipo de contenido en mis redes sociales, con el que pretendo dar visibilidad a lo importante que es dar un buen uso a estas redes, que se pueden utilizar para ayudar o dar a conocer un contenido con el cual se pueda ayudar a otras personas motivándolas a ser mejores cada día. Para ello debemos trabajar duro y nunca dejar de luchar.

Prohibido rendirse, respira hondo y sigue.

#amaloquehaceshoy

El momento es ahora, nunca olvides eso.

1. Vínculo

Según la RAE, «vínculo» significa unión o relación no material, especialmente la que se establece entre dos personas. Tambien, sujeción de unos bienes o del ejercicio de ciertos derechos al goce de determinados sucesores, con prohibición de enajenarlos.

Vínculo es una palabra potente. Suena como algo muy fuerte, se asocia con algo o con alguien. Todos tenemos distintas opiniones sobre el vínculo y sus efectos.

Recuerdo escuchar las noticias cuando era muy niño. En esa época no teníamos televisor, solo una radio pequeña que normalmente iba a pilas y era la que mi madre usaba para escuchar sus novelas mientras hacía sus quehaceres de casa.

En alguna interrupción de una novela que se llamaba Consejos —esto era en el año 1980. Los cuarentones lo van a recordar—, en una de esas noticias intermedias, dijo el periodista de turno: «Fue encontrado el cadáver de fulanito —no recuerdo su nombre—, al cual se lo vincula con el asalto a una gasolinera el mes pasado, donde obtuvo un gran botín y fue herido de gravedad el administrador de dicha estación».

Allí escuché por primera vez la palabra «vínculo». Pregunté a mi madre qué era esa palabra que me sonaba tan extraña, como muchas más a esa edad. Quiero recordar que yo siempre he sido curioso y preguntón, y fue allí donde entendí en cierta parte el significado de tan sencilla, noble y poderosa palabra.

—¡Madre! —exclamé—, entonces yo soy un vínculo para esta familia, porque entiendo que nos une mamá e hijo.

—¡Sí! —aseveró mi madre y siguió con sus tareas del hogar.

Fui creciendo. Veía y sentía que mis hermanos mayores abusaban de mí por ser el pequeño y el vínculo que nos unía. Aclaro el tipo de abuso: éramos tres hermanos pequeños, los tres de estatura, pero ellos me llevaban cinco y seis años de diferencia. Parece ser que eso les daba la autoridad para mandarme y hacer que yo fuera su esclavo (juego de niños). Vivíamos en una finca (campo) la cual era conocida por sus exuberantes laderas de potreros.


A mis hermanos se les ocurría subir a los cerros de dichas cuestas, y estando allí me decían «Vuelve a casa y tráenos aguapanela con galletas, dile a mamá que nos mande». Recuerdo empezar cuesta abajo con mis piecitos de tres años sorteando algunas malezas altas, unos desniveles de tierra que hacían que tuviese que dar más vueltas y, en algunos casos, bajar gateando de espalda. Os lo podéis imaginar.

Fue algo que hasta el día de hoy recuerdo con mucho cariño y sonrisas. Mi madre me empacaba el pedido y de nuevo a volver a subir. Fue allí donde se afirmó la palabra «vínculo». Éramos tres hermanos, el vínculo perfecto de unidad y apoyo. ¡Claro! Yo lo veía así en ese tiempo, luego descubrí que estos sinvergüenzas se aprovechaban de mi inocencia. Ja, ja, ja.

Es lindo hoy en día saber que esa palabra nos sigue uniendo como hermanos, amigos, cómplices, socios, hijos, tíos; que ese vínculo nunca ha dejado de serlo y que cada día se hace más fuerte. Pasaron tres años más y yo ya tenía seis añitos, y entonces fui vinculado a la escuela, donde empezaba mi vida a tomar un poco más de sentido.

Empezaron los vínculos con mis nuevos amigos, colegas, compinches de travesuras y estudios. Con los profesores era complicado tener ese afecto ya que imponían mucha autoridad y en otros casos hasta miedo.

En esa época teníamos unos vecinos con tres bombones de chicas, así las veía yo, muy lindas. La menor tenía mi edad y era con la que yo más jugaba y me lo pasaba muy bien. Se creó un vínculo muy fuerte, que pese a los años, las distancias, la vida que cada uno tomó, hoy en día nuestras familias siguen unidas y se visitan. Y nosotros, los chicos, recibimos información de los demás a través de nuestros padres.

¡Eso es un vínculo muy fuerte! Cuando pasan tantas cosas en nuestras vidas, tantos años, cada uno con sus quehaceres, obligaciones, sueños, la vida nos lleva por distintos caminos. Y poder seguir conectados a esas personas que formaron parte de nuestra infancia ¡es genial! Es algo que yo aprecio mucho y a lo que doy un gran valor.

Una verdadera amistad se basa en honestidad, respeto y buenos recuerdos. Fue así como yo me vinculé a ellos y conservo todo aquello que nos unió. El vínculo es una especie de tensor rígido y flexible a la vez, al cual nosotros le damos el valor agregado de firmeza y durabilidad.


Es moldeable, es extensible. Es algo que puedes encontrar en seres afables. La importancia de un vínculo no es en sí el momento de conexión, es todo lo que se construye a partir de ahí lo que lo hace único, insuperable, inimaginable, casi rozando la perfección.

Recordemos que unir a unos seres tan especiales como nosotros, pero a la misma vez tan diversos, es un verdadero logro de continuidad y comprensión. No todos podemos conservar esos vínculos, y estar dispuestos a trabajar en ellos para que nunca pierdan su esencia y poder. Es parte de nosotros sentirnos vinculados a alguien o a algo. Es tan natural que lo haces en automático, y puedes pasar largas temporadas vinculado a algo que incluso puede ser dañino o muy tóxico.

Los vínculos perfectos no existen y muchas veces confundimos amistad, honestidad, lealtad, con sentimiento y atadura. Esto es algo que tenemos que identificar lo más rápido que podamos, de lo contrario podemos hacernos y hacerle mucho daño a alguien.

El sentimiento de amistad puede ser muy perspicaz y astuto, fácil de camuflar y hacernos creer que tiene muy buenas intenciones. Cuando tú pierdes tu libertad de expresión, es allí donde debes parar y analizar de qué manera te conectas con otra persona. O qué es lo que realmente los une. No tengas reparo en profundizar en esa relación para poder darle el valor y la aceptación correcta.

Nunca podemos aceptar que nuestras vidas le pertenezcan a alguien, eso es manipulación y entera alteración de una sublime e inmensa relación. Cuando pierdes el control de tu vida, ya no eres ese ser tan genial, brillante, estupendo. Y pasas a ser objeto de abuso y arbitrariedad. Y eso hace que ese vínculo sea una amarga y dolorosa atadura.

Todo vínculo tiene que ser sano y venir con buenas intenciones. Que nos ayude a crecer, ser mejores y ser felices. Vincula tu vida a todo aquello que te sume, todo lo que resta a tu vida no es bueno ni aceptable. ¡Recházalo! Todos estamos para aportar, no para quitar y minimizar la vida de nadie. Este es un valor muy caro y prestigioso, el cual debe ser apreciado como tal. Y darle ese significado recíproco y honesto.

¡Todo vínculo debería ser perfecto! Sé que no es así, y que cada vez está más devaluado, pero dependerá de nosotros únicamente darle ese color y valor deseado. Vincúlate siempre a cada instante de tu vida que te marcó lindas sensaciones. Esos momentos te hacen fuerte y hacen de ti un ser gigante y capaz de hacer lo que sea y dar siempre lo mejor de ti.

En esa bella época de mi niñez, llegó un hombre a mi casa para pedir trabajo a mi padre. Un total desconocido errante, hombre que se dedicaba a coger café y siempre estaba recorriendo el país en busca de las mejores cosechas y oportunidades de buenos salarios. Por cosas de la vida llegó donde nosotros para nunca más marcharse de nuestros corazones.

Mi padre murió, nosotros crecimos y este hombre todavía vive y es parte de nuestras vidas con un gran aprecio y respeto mutuo. Se vinculó a nosotros y siempre dio lo mejor de sí. Esta amistad lleva más de 40 años y no tiene otro final que no sea algo que se nos salga de las manos, la muerte.

Son verdaderos vínculos para apreciar y presumir de ellos en el buen sentido de la palabra.

«El que halla un amigo, halla un tesoro», un vínculo fuerte y perfecto.

2. Estado de ánimo

Es el sentimiento según el cual crees que te puedes comer el mundo, o que el mundo te comerá.

Para un buen estado de ánimo, es importante rodearse de aquellos seres queridos que hacen que tu vida tenga sentido. La buena amistad, hermandad, coleguismo, familiaridad. Es un factor crucial en nuestras vidas.

El sentirnos solos hace que parezca que nada tenga sentido, que no valga la pena la lucha. Es un sentimiento vacío, sin fortaleza ni propulsores de energía. Te sientes derrotado, abatido y nada parece tener sentido; es lo contrario a sentirnos apoyados, valorados, escuchados.

Este caso podemos verlo en los niños cuando sus padres no se encuentran en casa y ellos se sienten solos, incluso abandonados, y se despierta en ellos una actitud fría, déspota y violenta. Todo ello por falta de ese afecto, cariño o amor de padres, el cual deberían recibir constantemente.

El no sentirnos vinculados a alguien hace que tengamos miedos, soledad e incertidumbre. Que perdamos el control de nuestras vidas y su valor.

Un buen estado de ánimo nos inyecta una fuerza nuclear que despierta todos nuestros sentidos y nos lleva a vivir experiencias únicas, irrepetibles. El encontrarnos vinculados a alguien desde una forma muy afectiva y segura nos da la capacidad de superarnos y avanzar ante cualquier situación.

Tenía yo unos diez años cuando mis padres decidieron hacer un viaje por cuestión de paseo y negocios. Se marchaban dos semanas enteras y llevaban con ellos a mi hermana, que es la única que tengo en mi núcleo familiar, y es la mayor.

Recuerdo esa sensación tan desagradable de soledad. Cuando ellos se despidieron, yo me imaginé todo el recorrido que debían hacer para abordar el bus que los llevaría a la ciudad. Vivíamos en el campo. Recuerdo recorrer con mi imaginación cada metro de ese camino, pues yo lo conocía a la perfección.

Y veía en esa extraordinaria imaginación como se alejaban cada instante más y más. Yo sentía que hacía frío, que dos semanas serían eternas sin la voz de mis padres. Sin el cariño de mamá, siempre atenta a nuestras necesidades. Es la época de mi vida en la cual reconozco que tuve la primera sensación de depresión y abandono.

Me dio por llorar todo el día y no me apetecía comer nada. Así pasaron unos días de constante tristeza y soledad. Me había quedado con mi hermano mayor, ya que yo soy el menor de tres. Fueron mi hermano y un amigo de la familia los encargados de cuidar la propiedad y de mí.


Ellos hacían todo lo posible por cuidarme y atenderme, pero los trabajos del campo ocupan mucho tiempo y tenían bastantes obligaciones con ello. Al verme así, que no levantaba cabeza, me llevaron donde mi abuela, a la ciudad. Allí estaba ella dispuesta a darme todo lo necesario. También se encontraba una de mis tías y un tío. El ambiente cambió instantáneamente. Me recuperé en cuestión de horas.

El entorno, el afecto, la dedicación, la compañía, los ruidos alegres, hicieron que durante esos días allí no extrañara tanto a mis padres. Extrañar es algo que no le deseo a nadie. Ese sentimiento es muy feo y destructivo. Aprendí de ello que el afecto, el amor, el apoyo para una persona es muy importante y vital.

Debemos siempre ser muy comprensivos al encontrarnos con personas que se sienten solas. Tenemos que ponernos en sus lugares para comprender la situación que viven y darles nuestro apoyo incondicional, hacerles sentir que no están solas y que estamos para lo que necesiten.

Ese momento marcó mi vida y entendí que tenía que ser una persona más empática y altruista. El darme a los demás sin esperar nada a cambio. Comprendí que lo que para mí pudo ser un problema, para otro no lo es y viceversa.

Estamos en tiempos donde los índices y parámetros de depresión van en aumento y no tienen cara de parar. El ser humano no fue creado para estar solo ni maltratado. Somos seres sublimes, con emociones y relaciones que varían constantemente dependiendo de la situación que estemos viviendo en cada momento.

Por eso es importante tener una vida balanceada, organizada y rodearnos de todo aquello que nos haga felices. Tenemos la obligación, por nuestro bien, de estar siempre felices. ¡Claro! Esto no es tan fácil y menos con este sistema que nos desangra y nos machaca constantemente haciéndonos sentir poca cosa, pero allí es donde nosotros debemos entrar para autoconocernos y apoyar a otros.

Vivimos tiempos superficiales en que nos estamos haciendo daño mutuamente. Cada uno va a lo suyo sin importar la vida del otro, sus sentimientos, emociones ni el daño tan terrible, incluso irreversible, que podamos ocasionar.

Cuando alguien se nos acerca, lo miramos como bicho raro. «Umm…, ¿qué querrá este? ¿Qué intenciones tendrá conmigo? ¿Que estará buscando?». Y todos estos pensamientos nos llevan a juzgar rápidamente y alejarnos, sin dar la oportunidad a esa persona de expresar sus intenciones con nosotros. Esto nos ha llevado a aislarnos y vivir en burbujas de oro, pero solos, porque hemos aprendido de la vida que es mejor estar solos que mal acompañados.

Y esto se ha convertido en un verdadero cliché. Ya no le damos oportunidad a la primera a nadie, preferimos huir a nuestra soledad que darnos una oportunidad de conocer y compartir con alguien. La falta de afecto y amor hacia los demás nos ha llevado a deshumanizarnos. A no ser esos seres especiales dadivosos, altruistas, empáticos, y hemos pasado al bando de los justicieros, juzgadores, jueces absolutos sin ningún reproche ni un mínimo sentimiento de apego y vínculo hacia los otros.

Este es el estado prácticamente actual de nuestra sociedad. Gente sola y abandonada.

Cuando llegué a España por primera vez, en el año 2000, conocí algo que no es tan habitual en el continente latinoamericano. Las residencias para mayores. Pude ver de primera mano cómo personas dejaban allí a sus padres tan fácilmente, muchos de ellos con todas sus facultades perfectas.

Les tenía que preguntar el porqué de esa situación tan triste de abandono y desapego de seres tan especiales como nuestros padres. Me llegaron a responder que les estorbaban en la casa, que querían vivir solos y no tener responsabilidad ninguna con ellos.

¿Pero si pueden valerse por sí mismos? ¡No importa, que los atienda otro! Casos así tengo cientos para contar, ya que mi suegra trabaja en una residencia como enfermera y los casos que cuenta son para quedarse con la boca abierta por el desconcierto de la frialdad con que muchos hijos tratan a sus padres.

El vínculo hijo-padre es el mayor que existe, y es una pena que lo estemos llevando a esos límites decadentes. Padres e hijos enfrentados como enemigos, agrediéndose como delincuentes sin una pizca de respeto en muchos casos.

Esto a mí me reventó la cabeza, metafóricamente hablando.

Nuestros padres en Latinoamérica son tesoros preciados y ninguno de nosotros quiere apartarse de ellos y, si fuera posible, quisiéramos que nunca murieran. Entiendo que hay casos especiales en relaciones de padres e hijos, pero nuestra cultura nos lleva a honrar nuestros padres toda la vida.

No podemos olvidar que gracias a su intervención directa, hoy tú y yo estamos aquí. Ver esos vínculos rotos es deprimente y muy triste. ¿A dónde vamos a ir a parar con estos sentimientos tan superficiales y objetivos, según los cuales si no hay algo que me beneficie de una persona no la apoyo, no cuenta conmigo, no me interesa? Y es así como cada día hay más y más casas para mayores, y psiquiátricos.

Nos estamos autodestruyendo a una velocidad vertiginosa y pocos deciden parar y analizar qué está sucediendo con sus vidas y las de los suyos.

Debemos amar, honrar, cuidar todo aquello que nos rodea para hacer de este mundo algo mejor. Si no ponemos de nuestra parte para contribuir a un mejor bienestar, nos será difícil en poco tiempo convivir los unos con los otros.

Si no amamos a nuestros seres queridos y los enfrentamos constantemente, ¿qué se puede esperar de afecto y sentimientos positivos hacia desconocidos? Hay un versículo bíblico que dice: «No pretendas salvar el mundo y perder tu casa».

Si no amas y respetas lo que tienes a tu alrededor, ¿cómo lo vas a hacer con los extraños y lejanos?

Pensad en ello y meditad.


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156 стр. 44 иллюстрации
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9788468558455
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