Читать книгу: «La TransConstrucción de un Espacio Habilitante en la Esfera Virtual»

Introducción

La irrupción de la pandemia COVID-19 pone de manifiesto las marcas que instituyen las fantasías del sujeto, las cuales cobran vida a causa del real de la muerte que acecha al mundo. Se pone de manifiesto la finitud que intenta contrarrestar la ilusión de omnipotencia como un modo de mecanismo que le concede al sujeto la fantasía de perpetuidad. Los temores más profundos ante lo siniestro al que nos acerca la pandemia desestabilizan los modos de respuestas subjetivas, debido a que los recursos que los sujetos implementaron hasta el momento, y que promovían un modo de habitar el mundo, no son suficientes ante el inminente encuentro con lo real.

La pandemia también quitó el velo en la dimensión social visibilizando la vulnerabilidad de la estructura socioeconómica del sistema capitalista tardío. Las consecuencias a causa de la ineficiencia de las políticas socioeconómicas se profundizaron acrecentando la brecha de aquellos que tienen acceso y los que no.

Una de las mayores y más notables secuelas corresponden al sector sanitario. La salud mental perteneciente a dicho sector puso en evidencia la relevancia de brindarles a los ciudadanos un espacio en el que puedan elaborar las vicisitudes que emergen durante el desarrollo de las diferentes etapas de su vida.

Por otro lado, se produjeron cambios en la vida del sujeto como saldo de las medidas de prevención que se implementaron, cuya finalidad es “proteger” al sujeto de la pandemia que asola a la humanidad. Estos cambios provocaron nuevos significados y, por ende, nuevos modos de subjetivación, un indicador de la presencia de estos nuevos modos de subjetivación es la desaparición de los lazos sociales, los cuales son sustituidos por la virtualidad. Estamos en presencia de cuerpos virtuales, cuya paradoja es la falta de conexión mientras estamos conectados. Para los cuerpos virtuales la posibilidad de fomentar nuevos lazos, y sostener los existentes está condicionada por la conexión a internet, ya que cuando esta es inestable o peor aún, no se tiene acceso a ella, el sujeto queda excluido de la “sociedad virtual”.

Luego de transitar el primer año pandémico, encontramos marcas que se materializan de los nuevos modos de subjetivación, las nuevas formas de vinculación y por sobre todas las cosas de un nuevo modo de habitar el mundo. Los interrogantes sobre ¿qué se suscita en el encuentro entre los cuerpos? y ¿cómo afecta esto el trabajo en la clínica? Se extiende al campo de lo vocacional y ocupacional, teniendo en cuenta que el sector poblacional adolescente es quizás el más afectado, puesto que los procesos de identificación necesarios para la construcción de la identidad se encuentran mediatizados por una pantalla y el acceso a ella. Por consiguiente, se presentan avatares que lxs jóvenes deben sortear para pensarse en un futuro.

Es por ello por lo que proponemos el significante TransConstruir. El prefijo TRANS significa atravesar, sobrepasar de un lado a otro, o más allá de. CONSTRUIR proviene del latín construere, cuyo significado es fabricar, edificar. Pero también significa destruir, instruir y obstruir. Parece pertinente, a su vez para lograr un mayor entendimiento “destruir” el significante CONSTRUERE para clarificar la propuesta de TransConstruir. CON es un prefijo que alude a unión, todo y junto. STRUERE es un verbo que nos indica juntar y amontonar. Entonces, la necesidad de destruir lo existente a los fines de juntar las piezas y edificar nuevos significados es menester para repensar la práctica del profesional psicólogo, ya que los encuadres, las estrategias y las perspectivas hasta el momento de la irrupción de la pandemia son insuficientes. La praxis del psicólogo en tiempos de coronavirus requiere construir un nuevo ejercicio a través de una pantalla, más allá de las distancias, a pesar de las contingencias presentes.

Por todo lo antes mencionado, y a los fines de aportar sentidos que motiven a repensar la práctica del profesional psicólogo, la propuesta en el siguiente recorrido teórico es la de TransConstruir un espacio habilitante, que aloje al sujeto en situación de elección y que “las mil voces no lo ahoguen, para que forme la cola del seguro porvenir”1. En la maquinaria capitalista del seguro porvenir subyace la intencionalidad de clausurar al sujeto de deseo.

Capítulo primero
El sujeto de elección

“La elección vocacional y ocupacional, no es más que la producción del material inconsciente, que busca transformar a través del discurso las acciones que encarna el sujeto de elección”.

I. Un período janónico

Jano Bifrons es un dios de la mitología romana, es el encargado de las etapas de transición. Está representado por dos caras. Mientras una mira al pasado, la otra mira hacia delante. Jano, para los romanos es el dios de los nuevos comienzos, de todas las ocupaciones y acciones2.

Jano dirigía los pasajes de una etapa a la otra, conducía los nuevos comienzos sin desconocer el dinamismo del tiempo y los cambios que él podía efectuar. Todo comienzo era guiado por Jano.

Aberastury (1984) plantea que, en la etapa adolescente, se produce una sucesión de duelos que se presentan en la vida del sujeto que abren camino a la adultez. Estos duelos son: el duelo por el cuerpo infantil, ya que durante la adolescencia se produce una constelación de cambios de gran relevancia y con rapidez en su cuerpo, que lo lleva a observar un cambio en la percepción sobre la propia imagen. Luego el duelo por el rol y la identidad infantil, esto implica renunciar a la dependencia de las funciones paternas. Según Knobel3 esto origina en lxs adolescentes fluctuaciones en la conducta expresando en ocasiones actitudes rebeldes a modo de defensa por el arraigo que siente a la etapa infantil, la cual debe ser sustituida por la adultez. Detrás de escena de esta puesta en acto lo que se puede avizorar es la manifestación de la angustia que proviene de una identidad no clarificada, el sujeto no es un niñx, pero tampoco es un adultx.

El duelo por los padres de la infancia. Este duelo por un lado exige prescindir de la protección paterna, lo cual puede mover a lxs adolescentes a estados primarios, revivenciando el desvalimiento originario, por lo tanto, experimentar episodios de angustia. Y, por otro lado, la caída de la figura paterna en cuanto héroes, comienza a construir una nueva visión de las funciones paternas donde acepta sus debilidades y el paso del tiempo.

Aberastury añade un cuarto duelo, el de la pérdida de la bisexualidad de la infancia, debido a que las pulsiones van optando por distintos destinos de manera progresiva conforme lxs adolescentes edifican su identidad sexual.

Obiols y Obiols (2001)4 aseveran que los duelos en la posmodernidad son resignificados como consecuencia de la producción de nuevos sentidos socioculturales. Existen nuevos signos en el sentido saussureano5 que modifican los duelos mencionados por Aberastury. Si tenemos en cuenta que para Saussure el significado del signo es la representación psíquica que el sujeto realiza de las cosas, se puede inferir que la ideología capitalista opera en lo inconsciente del sujeto generando nuevas representaciones que determinan el pasaje al acto de la sociedad. El esparcimiento de los “valores” que imperan en el sistema capitalista tardío influyen en la modalidad de elaboración de los duelos en la etapa adolescente.

Retomando a Obiols y Obiols, narran que los duelos en la posmodernidad se dan de la siguiente manera:

En cuanto al duelo por el cuerpo perdido, en la posmodernidad se realza el cuerpo de la etapa adolescente como un estado ideal para el sujeto. La vejez pasa a ser lo no deseado y se generan distintos métodos para retrasarla.

En este duelo, se pone en juego el narcicismo parental6 planteado por Freud (1914). Lxs adolescentes al ingresar a un período vital en el que su cuerpo llega a la perfección, el ideal de cuerpo de los padres se desplaza y se convierte en mandatos sobre la figura a que lxs jóvenes deben aspirar, toda vez que sus hijos deben cumplir con los requisitos estéticos que sus padres tuvieron alguna vez, quisieran tener o aspiraron a ellos sin poder alcanzarlos.

El hecho de que la sociedad revalorice el cuerpo joven, lo adore e idolatre, genera que se obturen los procesos de duelos, puesto que lxs jóvenes desearían permanecer en dicha etapa por siempre.

En lo que se refiere al duelo por los padres de la infancia, en la posmodernidad, quienes desarrollan la función paterna consideran el vínculo filial desde un lugar amistoso y no tan autoritario como en la modernidad. Los padres de lxs adolescentes pretenden ser jóvenes y colocarse en un lugar de par con respecto a sus hijxs. Para Obiols y Obiols esto provoca que se subviertan los roles colocando a lxs adolescentes en una posición de supremacía. El saldo que arroja esta concepción de adolescencia y juventud de la posmodernidad es que lxs niñxs no logran internalizar una figura paterna clarificada. Y alcanzan la adolescencia con figuras fraternas en lugar de paternas, ya que la idealización de los padres sigue operando.

Es entonces cuando en el duelo por el rol de la identidad infantil, al encontrarse obstaculizados los procesos de duelos que suponen el pasaje de la infancia a la edad adulta, no existe una pérdida. Toda vez que los conflictos que dan inicio al duelo se encuentran mediatizados, “cubiertos” por los nuevos signos socioculturales.

A esta concatenación de duelos postergados, lxs adolescentes que se encuentran finalizando el tránsito por la educación secundaria, y que se enfrentan a una situación de elección, lo hacen en el marco de una etapa de transición, puesto que dejarán atrás un trayecto en el que poseían dependencia en relación con las actividades que desarrollaban en el ámbito educativo. Estas actividades que responden a una normativa pedagógica e institucional eran impuestas sin considerar los intereses del alumno. En cambio, elegir comenzar un proyecto educativo u ocupacional requiere de un cierto nivel de independencia donde la planificación, coordinación y ejecución de las acciones del joven traerán consecuencias que pueden o no aportar para la consecución de las metas propuestas. Sin dudas aquí será condición necesaria que opere el deseo para que lxs jóvenes puedan sostener sus itinerarios. Al postergarse los duelos correspondientes a la infancia, al enfrentarse a la pérdida de una etapa, como lo es la educación secundaria, lxs jóvenes resignifican los duelos anteriormente mencionados debiendo doblegar así los esfuerzos de la vida psíquica para transitar el duelo.

Parece pertinente también destacar un factor adicional que traen consigo, la angustia, no solo por la presión familiar y social de tener que realizar una elección, sino también porque se enfrentan a la posibilidad de entrar o no al sistema socioeconómico. Un sistema que demanda “individuos productores”, “útiles”, capaces de sostener la gran maquinaria capitalista. Formamos parte de la denominada sociedad de consumo, donde impera una ideología materialista que intenta llenar el vacío estructural de la falta, mediatizando y proponiendo nuevas modalidades de goce. Las instituciones como formadoras de subjetividad7 funcionan como entes reguladores de las relaciones de los hombres entre sí y con el medio que los rodea. Para ellos establecen pautas y códigos que legitiman las prácticas. Aquí se abre el interrogante acerca de: ¿qué sujetos buscan producir las instituciones de la modernidad? ¿Qué posibilidades genuinas de elección promueven para lxs adolescentes? ¿Cómo opera el deseo, en cuanto motor de búsqueda en una sociedad donde no se da lugar a la falta? ¿Qué sucede con el armado fantasmático del sujeto de consumo?

En la obra Anti Edipo de Deleuze y Guattarí (1972) los autores sostienen que la máquina del deseo es producción continua:

“De suerte que todo es producción: producciones de producciones, de acciones y de pasiones; producciones de registros, de distribuciones y anotaciones; producciones de consumos; de voluptuosidades; de angustias y de dolores. De tal modo todo es producción que los registros son inmediatamente consumidos, consumados y los consumos directamente reproducidos”.8

Ellos sostienen que una producción no es en función de una carencia anterior, sino que, por el contrario, la carencia sobreviene a partir de una producción que se disemina con rapidez. Para estos autores, en la sociedad de consumo se produce un exceso en el flujo del deseo, toda vez que el sistema traslada el deseo al miedo a sufrir carencias. A saber, lo que propone el sistema capitalista es que el deseo transite por las vías de producción de lo real, en lugar de que pase por la construcción fantasmática. Las injerencias de las influencias capitalistas en la construcción de la identidad vocacional pueden producir un aplastamiento subjetivo, ya que lxs adolescentes a la hora de realizar elecciones pueden hacerlo alienándose a los mandatos socioeconómicos que el sistema pregona. Y como resultado de ello, el armado fantasmático que lxs jóvenes construyen como respuesta a lo que se espera de ellos responde al goce del Otro.

José Barrionuevo9 se refiere al respecto:

“La consolidación del fantasma tendrá que ver con la forma en que las vicisitudes de la relación sujeto-Otro refuercen o debiliten los puntos de articulación que la historia familiar otorga al trabajo de reposicionamiento subjetivo sobre la base que provee la estructura”.

Otra consecuencia del discurso capitalista son las fantasías que lxs jóvenes producen en torno a una profesión u ocupación, y que luego con el tiempo dan cuenta de que lo que la sociedad de consumo les “vendió” asegurándoles un futuro era falaz, privándolos de su deseo. Para desmitificar las fantasías en torno a los mandatos sociales y familiares, según Rascovan,10 es necesario que el profesional de construcción vocacional sostenga la pregunta social sobre qué es lo que quiere el sujeto de elección (en cuanto sujeto de deseo), cómo lo quiere hacer y por dónde quiere empezar.

Silvia Bleichmar (2019) cita el concepto de malestar sobrante11 continuando con lo expuesto por Marcurse sobre represión sobrante. Este malestar sobrante en la sociedad de consumo está dado a causa de una serie de factores como la inaccesibilidad a bienes de consumo, la falta de recursos materiales, la certeza de un futuro inestable, la postergación de proyectos personales, entre otros, que obligan al sujeto a realizar renuncias pulsionales generándose un resto que produce malestar.

¿Qué sucede con lxs adolescentes que no cuentan con el acceso a dispositivos tecnológicos para sustentar un proyecto a futuro? ¿Qué alternativas ofrecen las políticas imperantes para que lxs jóvenes puedan formar parte del entramado socioeconómico? ¿Qué sucede con el deseo ante la no posibilidad de construir un proyecto, mientras que se avizora un horizonte desalentador?

Sumado a esto, los efectos del aislamiento potencian estas ansiedades resultantes del proceso de construcción vocacional, debido a la falta de espacios donde se puedan realizar los ritos y rituales característicos de la finalización de una etapa que aportan a la elaboración de duelos y al proceso de identificación.

Tanto es así que desde la perspectiva propuesta lxs adolescentes inician un período janónico, ya que son los únicos que pueden presidir esta etapa de transición. El profesional abocado a la construcción vocacional podrá alojar al sujeto en situación de elección, desplegando las condiciones necesarias y nutriéndolo de herramientas, empero es el joven quien deberá emplear los diferentes recursos subjetivos para poder elaborar una decisión.

Por último, ¿para qué debe elegir el sujeto? ¿Qué función cumple el trabajo en la subjetividad? Históricamente se puede observar la importancia del trabajo para el hombre. En el siglo VIII a. C. se encuentra la clásica obra poética escrita por Hesíodo (700 a. C.), Teogonía: en su libro I: “Trabajos y días”, el autor afirma que el destino de los hombres es el trabajo, pero que estos deben estar dispuestos a trabajar, ya que de lo contrario no podrán lidiar con él. En uno de los versos Hesíodo le expresa a Perses: “Los dioses y los hombres se indignan contra el que vive sin hacer nada, semejante en carácter a los zánganos sin aguijón, que consumen el esfuerzo de las abejas comiendo sin trabajar”. Con estas palabras Hesíodo ubica al trabajo como instrumento indispensable para el desarrollo vital del hombre.

En la actualidad la concepción de trabajo se encuentra atravesada por diferentes dimensiones como salud, trabajo de calidad, malestar, sufrimiento, etc., que provocaron importantes cambios durante las últimas décadas dentro del mundo organizacional, y en la emergencia de nuevas subjetividades dentro del marco de la globalización. Es menester poder redefinir a nivel de lo simbólico categorías como sujeto – identidad – subjetividad a raíz de estos nuevos avatares con los que se enfrenta el mundo laboral (Longo, 2004).

Según Dubar (2002), en el trabajo se conjugan las categorías antes mencionadas de sujeto y subjetividad. Estas forman un entramado que habilita tanto procesos vitales como vinculares, convirtiendo al trabajo en un eslabón en la construcción sociohistórica y cultural de los sujetos. Las relaciones laborales no comprenden solamente la dimensión objetiva y subjetiva, sino que también abarcan la dimensión social, puesto que la sociedad tiene injerencias sobre este y a su vez el trabajo influye en la sociedad, tal como lo expresaba Freud en su obra El malestar de la cultura:“Ninguna otra técnica de conducción en la vida liga al individuo tan firmemente a la realidad, como la insistencia en el trabajo, que al menos lo inserta de manera segura en un fragmento de la realidad, a saber, la comunidad humana” (Freud, 1930). El autor resalta el logro de la meta pulsional, cuando por medio de la sublimación el sujeto trabajador obtiene satisfacción.