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MARTA DOMÈNECH FLORES

MARTA DOMÈNECH FLORES

Súbete al árbol

más alto

Autoconocimiento en tiempos de

transformación


Están rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas por la ley, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier procedimiento, incluyendo la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos.

© del texto, Marta Domènech Flores.

© de la ilustración de la cubierta, Montserrat Sanchiz Bosch.

© de esta edición, Editorial El Ángel.

www.elangel.es • info@elangel.es

ISBN: 9788412054965

Servimos al mundo brillando, no encogiéndonos.

NELSON MANDELA

A mis padres con amor y agradecimiento.

Agradecimientos

Marta Miró, Margarida Bofill y Marta Muste

Eduard Herrero y Maria Teresa Casas

Albert Rubio y Vicky del Castillo

Pat Gubert, Hèctor Galvany, Mari Carmen García y Maria Biscarri

Pilar Cuadrat, Anna Riera y Josep Maria Contreras

Índice

Introducción

1.- Una mirada al interior

 Vivimos en la superficie de la vida

 Abrámonos a una nueva perspectiva

 La responsabilidad nos da el poder de ser libres

 Vivimos los cambios como una amenaza

2.- Nada es lo que parece

 Los pensamientos pueden darnos una vida de desdicha o de realización

 Somos libres de vivir con optimismo o negatividad

 El guión del pasado resuena en el presente

 No vemos el mundo tal cual es sino tal cual somos

3.- El miedo y el ego

 El ego es nuestra identidad ilusoria

 El miedo alimenta nuestro diálogo mental

4.- Somos seres completos

 Podemos vivir la vida desde el miedo o desde el amor

 Nacemos con la capacidad de amar incondicionalmente

 Nuestro corazón anhela fusionarse

 Nuestro cuerpo es una obra de arquitectura perfecta

 La farmacia interior

 Comer es un acto sagrado

5.- Semillas para el cambio

 La antesala de la transformación personal

 Es el momento de desprenderse de lo viejo

 Abrámonos a la compasión

 Cultivemos el amor por nosotros mismos

 El poder transformador de la gratitud

 Aquietemos el diálogo de nuestra mente

 Apreciemos el momento presente

 Sanemos las heridas del pasado

6.- Es tiempo de transformación

 Atravesando las tinieblas

 Hacia un mundo nuevo

 Por las generaciones que vendrán

Bibliografía

Notas

Marta Domènech

Introducción

A principios de 2014, en un momento de plena crisis económica y financiera, gracias a una pequeña editorial tuve la oportunidad de publicar la primera versión de esta obra. Durante los primeros meses me encargué en solitario de la promoción y organicé presentaciones en distintos centros cívicos y bibliotecas, donde tuve la satisfacción de conocer a mucha gente y vender un buen número de ejemplares.

Para sorpresa mía, a lo largo de estos años, he seguido recibiendo bastantes comentarios positivos y muestras de afecto que en varias ocasiones han revivido en mí la necesidad interna de reeditar la obra. En 2017 hice un intento de reedición pero a pesar de mis esfuerzos no se concretó.

Ahora, pasado este tiempo, el impacto de cómo el clima de miedo y preocupación al que hemos estado sometidos durante más de un año ha ido deteriorando la salud física y psíquica, tanto de mi entorno como de la sociedad en general, me ha dado el empuje y fuerza necesarios para abordar una nueva edición. Para ello he realizado la correspondiente revisión pero además he incorporado nuevos contenidos para situar la obra en el contexto actual.

Este libro no trata específicamente de la COVID-19, sino que nos recuerda que cuando vivimos con miedo, estrés y preocupación nos alejamos de la felicidad y atraemos las situaciones y enfermedades que queremos evitar. Y que todos los problemas y tribulaciones de la vida, por muy pesados que sean, pueden también suponer un acicate para evolucionar y convertirnos en personas más positivas. Desde esta perspectiva, cada dificultad que encontramos, cada piedra en el camino, cada decepción nos proporciona la oportunidad de crecer, de sacar nuestra verdadera fuerza interior; de encontrar nuestros recursos y estimular nuestro verdadero potencial.

Súbete al árbol más alto nos ofrece los principios del crecimiento personal como filosofía para el autoconocimiento y la superación en tiempos de dificultad y de transformación. La obra nos invita a un viaje hacia las profundidades de nuestro interior; un recorrido intenso que tiene como finalidad aprender a ser felices y alcanzar la realización personal y, al mismo tiempo, conseguir el cambio social que nuestra sociedad y el planeta necesitan.

Vivimos grandes turbulencias porque nuestro mundo camina hacia una nueva conciencia que comporta una profunda revisión de nuestro estilo de vida, que requiere nuevas respuestas en todos los órdenes: económico, político, jurídico, social, cultural, educativo, sanitario, científico, ecológico... y también en lo personal.

Es el momento de hacerse preguntas sobre la existencia, de mirar hacia dentro, de tomar conciencia de quiénes somos y adónde vamos realmente; de sentir nuestras emociones, nuestra verdad y nuestra esencia. Esta es una excelente oportunidad para disfrutar de nuestro derecho a ser felices y poder renovar juntos nuestros sueños de libertad.

MARTA DOMÈNECH FLORES

Vilanova i la Geltrú, octubre de 2021

1

Una mirada al interior

Nasrudin fue a una casa de baños turcos. Como iba pobremente vestido los encargados le brindaron escasa atención, dándole solo un trocito de jabón y una toalla vieja.

Al salir, el Mulá les entregó una moneda de oro a cada uno. No se había quejado de ellos, no podían entenderlo. ¿Podría ser —se preguntaban— que de haberlo tratado mejor les hubiera dejado una propina aún mayor?

A la semana siguiente volvió el Mulá. Esta vez, por supuesto, fue atendido como un rey. Después de recibir masajes y de que lo hubieran perfumado y tratado con la mayor deferencia, antes de abandonar la casa el Mulá entregó a cada servidor la más ínfima moneda de cobre.

—Esto —les dijo— es por la vez pasada. Las monedas de oro fueron por lo de hoy.

IDRIES SHAH

Las ocurrencias del increíble Mulá Nasrudin

Vivimos en la superficie de la vida

Vivimos en la superficie de la vida porque nos hemos creído que la felicidad y la desgracia dependen del exterior. Gastamos mucho esfuerzo y energía en esperar que los demás llenen nuestra vida de amor, seguridad, reconocimiento... Creemos que encontraremos la felicidad si nos compramos una casa, si encontramos pareja, si tenemos un hijo, si obtenemos un título universitario, si nos toca la lotería, si cambiamos de coche, de trabajo… Nuestra vida es un intento permanente de buscar «muletillas» en el exterior para llenar nuestro vacío existencial. Por ello pasamos la vida acumulando objetos, actividades, devorando relaciones y situaciones que pretendidamente nos hacen sentir libres cuando en realidad nos llenan de obligaciones y todo tipo de dependencias.

De esta forma, ante la sensación de vacío interior, nuestra respuesta cultural es inmediata: deseamos con urgencia la presencia de algo o de alguien que nos ayude a tapar esa angustia que nos consume interiormente. Nuestra intención es evitar hacernos preguntas sobre la existencia, estar a solas con nosotros, sentir el silencio, la quietud, la soledad, tomar contacto con nuestras emociones. Con el paso de los años, para muchas personas vivir acaba convirtiéndose en una cruzada agotadora y asfixiante: la lucha contra la experiencia de sentir y percibir la existencia. Cuanto más enraizamos el hábito de buscar la felicidad en el exterior, más fuerte es la sensación de frustración e insatisfacción que vamos acumulando.

Socialmente consideramos que es «normal» dedicar tiempo y energía para aprender a manejar los objetos y productos que son la base de nuestro confort y entretenimiento: vehículos, electrodomésticos, robots, ordenadores, telefonía, redes sociales y un largo etcétera. Sin embargo, si alguien nos preguntara quiénes somos o cuál es el sentido de nuestra existencia, muchos de nosotros no sabríamos qué contestar. Estamos sin respuesta ante estas cuestiones, porque hemos dedicado mucho tiempo y muchas energías a las cosas superficiales de la vida; la mayoría nos hemos dejado arrastrar por el brillo y las promesas falsas de un estilo de vida materialista y consumista.

Muchos de los problemas que experimentamos son el resultado de querer ser aceptados y reconocidos socialmente. Nos hemos adaptado a las exigencias de una sociedad mucho más interesada en aparentar y tener que en ser. Para conseguir esa aceptación, para no crear «dramas familiares», para no ser diferentes y no resultar excluidos de nuestro entorno social, la mayoría hemos llenado nuestras vidas de sufrimiento, renunciando a ser nosotros mismos, tomando decisiones sin pensar que han acabado hipotecándonos: «ya tengo edad para casarme», «no importa, seguro que cambiará», «ya lo pagaré»...

Hemos normalizado una forma de vivir rutinaria, estancada en la parte meramente práctica y mecánica de la existencia. Ya que la mayoría hacemos lo mismo, no podemos apreciar en nuestra confusión colectiva hasta qué punto hemos aprendido a quitar importancia a las cosas relevantes, incluso al hecho de que nuestra vida pueda llegar a convertirse en una sucesión de actos mecánicos sin sentido que escapan a nuestra comprensión.

Podemos ver los problemas como «enemigos» o contemplarlos como una invitación para mirar a nuestro interior, en donde encontraremos las claves para nuestro autoconocimiento. Las dificultades a nivel personal que tenemos, laborales, económicas, sentimentales, de salud... y también los graves problemas que actualmente afectan nuestra sociedad son una oportunidad para revisar y replantearnos la vida. Los problemas, bien entendidos, son puertas al conocimiento, por ello, en las dificultades que hoy nos parecen insuperables se encuentran también, si sabemos verlo, maravillosas oportunidades para caminar hacia la realización y plenitud personales.

Abrámonos a una nueva perspectiva

Si se limpiaran las puertas de la percepción, todas las cosas aparecerían al hombre como lo que son: infinitas.

WILLIAM BLAKE

Por influencia de nuestra educación hemos aprendido a ver las situaciones y hechos de la vida como aspectos separados e independientes, desconectados los unos de los otros. Por lo general, no entendemos lo que nos pasa; nos resulta difícil comprender lo que ocurre a nuestro alrededor, encontrar una razón de ser, un sentido, un propósito a nuestra existencia.

Si contemplamos el ritmo de la naturaleza y reflexionamos sobre ello, veremos que se rige por un orden perfecto. A una jirafa, a un elefante, a un tigre no les hace falta ir a la escuela para aprender a comportarse como los miembros de su especie. Por citar solo algunos ejemplos, cada año las golondrinas y algunas cigüeñas viven en Europa en verano y pasan el invierno en el sur y centro de África. También los patos, los gansos y los cisnes son migratorios de largas distancias. Otros animales como las cebras, los antílopes y los elefantes recorren largas distancias buscando agua. Hacen esto de manera instintiva, sin cuestionarse si deberían dirigirse o no a ese lugar, sin preocuparse por lo que les deparará el futuro. Tampoco pasan tiempo criticando a sus compañeros de manada, ni califican sus experiencias de buenas o malas; simplemente las viven con toda naturalidad. Suceda lo que suceda no se consumen en los celos ni la envidia, no desean tener más de lo que necesitan, tampoco maldicen su suerte, ni detestan lo que hacen; viven desde la dignidad. Son majestuosos, espléndidos... Cuando los observamos conectamos con su inocencia, algo que tuvimos y que perdimos. ¿Te has parado a pensar alguna vez en ello?

Aunque hasta ahora no le hayamos dado demasiada importancia, podemos optar por empezar a considerar la posibilidad de que parte de los misterios e interrogantes de la vida puedan explicarse porque todos los seres de este planeta, sea cual sea nuestra condición, compartimos una memoria común, unos lazos y una misma energía que nos une a todos y a Todo. Estos lazos no pueden verse a simple vista, porque forman parte del gran misterio que cada persona tiene que descubrir y llegar a sentir a lo largo del maravilloso viaje que es la vida.

Hemos de empezar a considerar la posibilidad de que tal vez desde donde nos hemos acostumbrado a mirar nuestra existencia simplemente no se puede ver ni comprender. Para hacerlo con suficiente amplitud hemos de subirnos al árbol más alto del camino. Desde allí un nuevo horizonte se despliega ante nuestros sentidos y por unos instantes nos abrimos a una renovada comprensión de los hechos de nuestra vida.

Desde esa perspectiva más amplia nos damos cuenta de que las experiencias que creíamos superadas todavía no lo están, que las situaciones que pensábamos que no guardaban relación entre sí han estado siempre conectadas y que los problemas que creíamos que no tenían solución, sí la tienen, lo que ocurría es que desde donde mirábamos no teníamos la suficiente visión.

Nuestro camino de transformación personal comporta abrirnos a una nueva mentalidad, a una visión de la vida más completa, más global, más interconectada e interrelacionada, es decir, a una comprensión más sistémica y holística de la realidad. El desarrollo personal nos da la posibilidad de aprender a pensar de otra manera, a dejar el enfoque lineal y mecanicista, a soltar la visión compartimentada con la que antes nos habíamos identificado y así poder abrirnos al vasto mundo de las soluciones y posibilidades.

La transformación personal comporta despertarnos, profundizando en quiénes somos, tomando conciencia de que podemos unir las partes del rompecabezas con el que nos habíamos identificado. La vida adquiere sentido cuando nos abrimos a una nueva forma de mirar y comprender la realidad, dándonos cuenta de que la existencia es un proceso de aprendizaje, apertura de conciencia y completitud.

La apertura de conciencia nos desvela que no estamos solos, que estamos unidos a la red de la vida y que, lejos de estar separados de la naturaleza, pertenecemos a ella, ya que somos la misma energía. La mayoría de nuestros problemas existenciales son el resultado de habernos creído que estábamos separados y la solución a los mismos pasa por el reencuentro y conexión con esa energía.

Desde ese lugar comprendemos que en toda crisis algo muere, pero que también algo nace. Las crisis nos muestran una realidad inhóspita, nos desgarran porque nos traen una lección que no queremos aprender: en la vida nada es permanente. Las crisis comportan un replanteamiento de lo que estamos haciendo y de lo que somos. Nos enseñan a desprendernos de cosas y situaciones que antes nos parecían sólidas y estables, dándonos la oportunidad de reflexionar sobre lo que nos hace felices, sobre lo que realmente es valioso y lo que no lo es. Las crisis hacen daño, pero también nos abren a lo nuevo, a la frescura y a la magia de lo desconocido. El desarrollo personal nos enseña que podemos ganar en profundidad y realización al entender que las crisis por las que pasamos también son una oportunidad para aprender a cambiar, para renovarnos, para ganar en flexibilidad, para recuperar las partes de nuestro interior que teníamos dormidas.

Si estamos pasando por un mal momento o simplemente sentimos que estamos atascados, siempre podemos aprender la habilidad de enfocar las cosas de una nueva manera. Si queremos ver nuestra vida desde una nueva visión tendremos que invertir tiempo y probablemente recursos en nuestro autoconocimiento, percatándonos de la importancia de ser conscientes y constantes en este tipo de trabajo. Sin duda, todos podemos avanzar en el camino de la superación personal, aprendiendo a incorporar un nuevo enfoque, una nueva forma de pensar, una renovada visión y relación con el mundo.

La responsabilidad nos da el poder de ser libres

Somos los actores responsables de cualquier cosa que hagamos. Nuestra única alternativa es reconocer tal responsabilidad o negarla. Y percatarse de la verdad nos cura de nuestras mentiras.

CLAUDIO NARANJO

La idea de que el exterior determina nuestros niveles de desgracia o felicidad forma parte del marco mental a través del cual desde la infancia hemos aprendido a ver la vida, a calificar nuestras experiencias de buenas o malas. Debido a esta forma de pensar, anhelamos o rechazamos determinadas situaciones creyéndonos que nuestra vida depende totalmente de lo que ocurra o no ocurra en el exterior. Cuando tenemos integrado este esquema y las cosas no salen como queremos lo que hacemos es adjudicar la culpa de lo que nos pasa a los demás o a una determinada situación. Mientras pasamos tiempo y energía pensando que el motivo de nuestra insatisfacción es por culpa de algo o de alguien, evadimos la responsabilidad de nuestros propios actos y decisiones y con ello nuestro verdadero poder.

Adjudicando la culpa a los demás experimentamos un respiro momentáneo, una tranquilidad irreal y una apariencia de bienestar que, tarde o temprano, solemos pagar muy caro. Esta forma de pensar alimenta la visión de que somos víctimas de determinadas personas, colectivos o circunstancias. Al sentirnos víctimas, damos el poder de nuestras vidas a otras personas porque nos creemos que nosotros no podemos hacer nada, que otros tienen el poder sobre lo que nos pasa. Pero si realmente conectáramos y escucháramos nuestro interior nos percataríamos de que muchos de los hechos de nuestra vida son el resultado de nuestros miedos e inseguridades, de haber dejado en manos de terceros decisiones que eran solo nuestras; a cambio obtuvimos una cierta «tranquilidad», «seguridad», «compañía», «placer», «comodidad», «aceptación social»…

Para crearnos una vida mejor, es imprescindible que tomemos conciencia de este marco mental; que dejemos de creernos que todo cuanto necesitamos para estar felices, tranquilos y seguros depende del exterior y, al mismo tiempo, que nos responsabilicemos de los pensamientos que conforman nuestro diálogo mental. Igualmente es importante tomar conciencia de nuestras emociones y que nos percatemos de cómo funcionamos: del poder mental que tenemos, del impacto que se deriva de nuestras acciones y decisiones, de cómo interactuamos con los demás... Si postergamos el tomar la responsabilidad sobre ello, no solo no estaremos en condiciones de poder encontrar la solución a determinadas situaciones que nos afectan, sino que también atraeremos a nuestra vida la repetición de los mismos problemas y nos crearemos más insatisfacción.

Vivir sin responsabilidad es pasar el tiempo dejándose llevar por las situaciones sin tener conciencia del porqué hacemos o no determinadas cosas; es permitir que el exterior conforme e influencie nuestras opiniones y decisiones (vecinos, iglesia, grupo político, televisión)... En la medida que más nos identificamos con el exterior más nos fundimos con lo que se espera de nosotros, más nos dejamos manipular y con ello vamos apagando nuestra intuición, nuestra voz interior, nuestra parte espiritual.

Por el contrario tomar la responsabilidad; las riendas de nuestra vida es un signo de madurez personal. Su ejercicio es el principio más importante que podemos desarrollar para nuestro camino de transformación y evolución. La responsabilidad no es algo que hemos de esperar que nos den, sino que depende exclusivamente de nosotros mismos; surge de la conciencia; es una conquista individual que activa nuestra energía y poder personales.

Cuanto más responsables seamos de los distintos aspectos de nuestra vida, más cambios y transformaciones podremos hacer en ella, más nos liberaremos de la postura y las consecuencias de sentirnos víctima de los demás, de encontrar culpables… De este modo dejaremos de perder inútilmente nuestra energía, ganaremos en libertad y realización personal. Al vivir desde la responsabilidad, tomamos conciencia de que nuestra vida depende de nosotros y que esta se transforma cuando revisamos nuestras creencias y valores culturales; cuando abandonamos la actitud de dejar en manos de terceros decisiones que son solo nuestras; cuando dejamos de adaptarnos a lo que se espera de nosotros para conseguir ser aceptados socialmente (familia, amigos, jefes, médicos, terapeutas, sacerdotes…).

Para desarrollarnos como seres libres necesitamos mirar hacia nuestro interior, hacernos cargo de nosotros mismos, dejando de depender de otras personas... Hacernos conscientes de lo que pensamos, hacemos y sentimos, y de sus efectos y consecuencias en el mundo material. Cuanto más miramos al interior más conectamos con una «desconocida» fortaleza e inspiración que despierta nuevos recursos y capacidades. La toma de responsabilidad nos convierte en los verdaderos protagonistas de nuestra vida, estando en las mejores condiciones para aceptar y superar los desafíos que nos depara la existencia.

A nivel colectivo, la responsabilidad de una sociedad responde al nivel de conciencia y evolución de las personas que la conforman. Si queremos un mundo socialmente más justo y saludable tendremos que trabajar, tomar conciencia de nuestras programaciones culturales, del efecto de nuestras creencias y valores. Tendremos que desprendernos de ese marco mental que nos hace pensar que el origen y la solución de todos nuestros problemas está en el exterior porque eso inmoviliza los recursos y las capacidades que verdaderamente albergamos. Tendremos que hacernos preguntas y también ejercer la valentía y el derecho a preguntar; salir de nuestro victimismo.

Para cambiar la sociedad, primero hemos de soltar los viejos tópicos, desactivar el efecto de viejas programaciones y consignas de autoconstricción y desmotivación que aún perviven en nosotros... Hemos de dejar de seguir esa vocecita que nos desalienta ante los cambios, que nos dice que hagamos lo que hagamos nada va a cambiar, que todo va a seguir igual... Podemos avanzar hacia un mundo más justo y solidario pero para ello hemos de trabajar honestamente en nosotros y, también, hemos de dar una educación basada en valores humanos y espirituales a nuestros hijos. Podemos solucionar nuestros problemas personales si tomamos la responsabilidad de nuestras vidas; cuanto más autorresponsables seamos más contribuiremos a transformar la sociedad.

Vivimos los cambios como una amenaza

Quien desea hacer alguna cosa encuentra el medio, quien no desea hacer nada encuentra una excusa.

PROVERBIO ÁRABE

Para evitar los riesgos que supone cualquier situación nueva, es habitual que pongamos resistencias, utilizando toda clase de excusas y pretextos. A pesar de que nos sintamos insatisfechos, de que nuestra vida no nos guste, permanecemos en lo que se conoce normalmente por zona de confort. Es la zona en la que nos sentimos seguros debido a que las situaciones y experiencias nos resultan conocidas y previsibles. Aun cuando las cosas sean desagradables, permanecemos ahí, atados a los viejos problemas, a los esquemas de siempre, reaccionando de la misma forma, oyendo repetidamente la misma canción. Nuestro miedo al cambio tiene que ver con el miedo a la libertad, con el temor de llegar a tener una vida radicalmente diferente, a perder nuestros referentes, a dejar de ser nosotros mismos y a no ser aceptados socialmente.

La mayoría de personas, cuando quedamos impactados por la lectura de un libro, cuando el médico nos dice que hemos de hacer ejercicio o dejar de fumar, solemos reaccionar con buenas intenciones. Al principio nos lo tomamos con interés, nos matriculamos en un gimnasio, empezamos un régimen especial, nos hacemos grandes propósitos para no fumar... Pero al cabo de unos días nos olvidamos y lo dejamos, incluso aunque hayamos experimentado algún cambio positivo, un cierto bienestar...

Cuando nos referimos a ello, decimos algo parecido a: «sí, la verdad es que lo probé unos días y cuando lo hacía me sentía mejor, pero...». Y entonces, empezamos con las excusas: «no tengo tiempo», «no puedo», «es demasiado caro», «está demasiado lejos», «soy demasiado mayor», «para qué?»... Si nos detenemos a pensar, en la mayoría de los casos ni tan siquiera sabemos los motivos por los cuales hemos abandonado lo que habíamos empezado con tanto entusiasmo.

Nuestra mente destina mucha energía en demostrar que nada funciona, que el mundo está lleno de peligros, que hagamos lo que hagamos nada servirá. Todos conocemos personas que sorprendentemente han experimentado de todo sin éxito; han gastado dinero, han probado todos los productos, toda clase de terapias, pero nada les funciona. Estas personas han generado fuertes resistencias a cambiar, a soltar las viejas dependencias, a dejar atrás los antiguos problemas, y para seguir con ellos se autoengañan con todo tipo de excusas y evasivas.

En el fondo de esta actitud está el ego, encerrado en los esquemas de siempre, inmovilizándonos, paralizándonos. El ego no desea ningún cambio, no quiere salir de la zona de confort, de lo conocido, por eso inventa excusas, busca culpables, por eso nos boicotea; resistir es su manera de autoprotegerse.

Podemos mejorar nuestra preparación académica, armonizar nuestras relaciones o superar un hábito perjudicial, si encaramos la situación desde la responsabilidad y la automotivación. Para superar las situaciones que nos tienen atascados, que nos producen la sensación de estar limitados, frustrados y poco realizados, hemos de ayudarnos a nosotros mismos, motivarnos para superar los miedos y la falta de energía; así podremos salir de nuestro cascarón, superar los condicionantes con los que nos hemos identificado y autolimitado. Para lograrlo hemos de ser pacientes y disminuir nuestra ansiedad, abandonando el deseo de que las cosas cambien de un día para otro. Vale la pena que reflexionemos en torno a las palabras de Confucio: «No desees que las cosas se hagan deprisa. No te fijes en las pequeñas ventajas. Desear que las cosas se hagan deprisa impide que se hagan bien. Fijarse en las pequeñas ventajas impide realizar grandes empresas».

Una lectura superficial de este libro u otros puede servirnos para entablar una charla, incluso para ligar, pero lo que da resultados y lo que transforma es comprender, integrar, aplicar y practicar los contenidos y las propuestas que se nos ofrecen. Si dedicamos tiempo y empeño a trabajar en nosotros, poco a poco iremos adquiriendo una nueva perspectiva, a partir de la cual podremos ver aspectos importantes de nosotros y de la vida que ahora no tenemos en consideración. Al implicarnos en nuestro cambio personal, encontraremos la manera de superar muchos de los obstáculos que hoy nos atenazan. De esta forma, evitaremos gastar energías echando la culpa a los demás, evadiendo nuestras responsabilidades, y así nuestra vida y la de nuestro entorno social y ambiental mejorarán.

Cualquier persona, a través de interiorizar y practicar esta filosofía, puede comprender el trasfondo psicológico que hay detrás de sus circunstancias y problemas. En la medida que te involucres, tu debilidad se convertirá en fortaleza, tus dudas en decisión, tu desánimo en energía. Avanzar en tu proceso personal te llevará a poner luz en las zonas en las que hasta ahora solo había sombras y podrás conocerte mejor. Conociéndote podrás profundizar en lo que verdaderamente sientes. El proceso te llevará a darte cuenta de que en tu interior puedes hallar la paz y la armonía que andas buscando, que eres una persona más sabia, más flexible y que gozas de más recursos de lo que creías.

Nuestro proceso de renovación ha comenzado y, con él, el sabio y famoso lema helénico de «Conócete a ti mismo» está totalmente vigente en nuestros tiempos. Las respuestas que buscamos dando tumbos en el exterior siempre han estado en nuestro interior. Indudablemente para saber quiénes somos hemos de adentramos en nosotros, hacer un ejercicio de introspección, aprender a pasar un tiempo a solas. Solo así descubriremos las riquezas que poseemos.

Más allá de lo que alcancemos a comprender intelectualmente, más allá de lo que percibamos con nuestros sentidos, cualquier acción encaminada a conectarnos con ese lugar de paz y de armonía es para cada uno de nosotros una oportunidad de reconocer los vínculos con una realidad más profunda y trascendente. En este largo y maravilloso camino por recorrer, trátate como a tu mejor amigo o a tu mejor amiga, date cariño, confianza, apoyo y comprensión. Desciende a las profundidades de tu interior, presta atención a tus pensamientos, a tu cuerpo, a tus emociones. Y así descubrirás, poco a poco, quién eres y a dónde vas, y los vientos de la vida nunca más te llevarán de un lado a otro.

2

812,99 ₽
Возрастное ограничение:
0+
Объем:
170 стр. 1 иллюстрация
ISBN:
9788412054958
Издатель:
Правообладатель:
Bookwire
Формат скачивания:
epub, fb2, fb3, ios.epub, mobi, pdf, txt, zip

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