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ARCO. LOS PEREGRINOS

PERDIDOS


MARIO MERAGO

ARCO. LOS PEREGRINOS

PERDIDOS

EXLIBRIC

ANTEQUERA 2022

ARCO. LOS PEREGRINOS PERDIDOS

© Mario Merago

Diseño de portada: Dpto. de Diseño Gráfico Exlibric

Iª edición

© ExLibric, 2022.

Editado por: ExLibric

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reprodujeren o plagiaren, en todo o en parte, una obra literaria,

artística o científica.

ISBN: 978-84-19092-73-1

MARIO MERAGO

ARCO. LOS PEREGRINOS

PERDIDOS

Índice

Prólogo

PRIMERA PARTE. DÍA 0. SALIDA

1.Rondando el camino

2.Preparación

3.Elección

4.Lista de tareas

5.El Hogar de Sarria

6.Despierta

7.Desayuno tierno

SEGUNDA PARTE. DÍA 1 DE RUTA. SARRIA-PORTOMARÍN (22,2 KM)

8.La avanzadilla

9.Doliente Javier

10.Buona sera, italiani

11.La Casona Fineas

12.El noticiero

13.Isadora se deshace

14.Una Estrella Galicia

TERCERA PARTE. DÍA 2 DE RUTA. PORTOMARÍN-PALAS DE REI (24,8 KM)

15.La gran subida del día

16.Los hórreos gallegos

17.Pincho de tortilla

18.Arco descarga

19.Pensión Calas

20.Altercado en el desayuno

21.El renacer

CUARTA PARTE. DÍA 3 DE RUTA. PALAS DE REI-ARZÚA (29 KM)

22.Desvío

23.Kilómetro 46

24.Espantadas

25.Judit da con el Pollo

26.Mochilas

27.Mañana en Arzúa

28.La historia de Caroline

QUINTA PARTE. DÍA 4 DE RUTA. ARZÚA-O PEDROUZO (19,3 KM)

29.Pies doloridos

30.El bar de los deseos

31.Hecho inesperado

32.Mariposas en el estómago

33.Espléndido y caótico espectáculo

34.Sobresalto

35.Ruta a caballo

SEXTA PARTE. DÍA 5 DE RUTA. O PEDROUZO-SANTIAGO (19 KM)

36.Brutal paliza de muerte

37.Caminata a Santiago

38.En las profundidades del bosque

39.Monte do Gozo

40.Esperada noticia

41.Las altas torres

42.Pórtico de la Gloria

SÉPTIMA PARTE. DÍA 6 DE RUTA. FINAL DEL CAMINO (KILÓMETRO 0)

43.La compostelana

44.Una tarde para el recuerdo

45.El peregrino fantasma. Praza da Quintana

46.Una tuna con brío

47.Continuación a Finisterre

48.Juicio y condena

49.Traslado Santiago–Guadalupe

Epílogo

Anotación

A mi familia por estar a mi lado, a todos aquellos

que procuran leer mis relatos y a mi «Pepito Grillo» por

hacerme ver que tengo posibilidades.

Gracias.

Prólogo

Está claro que, solo o acompañado, realizar el Camino de Santiago ofrece muchos momentos; momentos de soledad y complicidad con los llamados «familiares del camino». Todos los peregrinos tendrán en su transcurso tiempo de reflexión y meditación.

Esta historia puede ponerte en contacto cercano con el Camino de Santiago, con su magia, pero no pretendas buscar acantilados exultantes, que no es el Caminito del Rey (Málaga).

Solo debes llenarte de palabras escritas y liberarte de los peligros que a veces entraña dicho sendero. Abrúmate con la historia o siéntete identificado, pero ¡cuidado!

Dicen que todo el mundo tiene un propósito en su vida. El del caminante Arco, nuestro «prota», es sanarse cuanto antes.

¡Este es su camino y él ni siquiera lo sabía!

«Algo han debido de echarle al suelo del camino,

porque mis pies no paran a pesar de ir heridos

y siguen adelante y yo también los sigo

con un extraño empeño que nunca había tenido.

Y al final de la etapa, cansado y dolorido,

siento alegría y gozo y el corazón henchido».

Anónimo

PRIMERA PARTE

Día 0

Salida

«¡Arco, despierta! Es la hora, ha llegado el momento. No puedes desperdiciar esta oportunidad que te brinda tu existencia. ¡Levántate! Pon en marcha esas posaderas entumecidas. Sal ya de esa hamaca e infunde espíritu a tu cuerpo. ¡Ejercita el movimiento, venga!».

1. Rondando el camino

Tras oír el intermitente sonido del despertador, Arco solo deseaba poder apagarlo. No se sentía con ganas de empezar el nuevo día. Todo era caótico en su mente, cansado de su rutina, de su pequeña localidad extremeña, de su propia vida.

Sabía que tenía trabajo y ahora que acababa de empezar más que nunca. Ser guía en tan hermosa villa le proporcionaba un lugar al aire libre no solo alejado de estrictos horarios, sino también de horas y horas sentado tras la mesa de una oficina. Ni tan siquiera Guadalupe, tan bella, tan natural, con su famoso alumbrado navideño y su preciada edificación, le inspiraba entusiasmo.

—¡Sé que no puedo desperdiciar esta oportunidad! ¡Debo promocionar el turismo en Guadalupe ahora más que nunca! ¡Debo iniciar al turista en las más variadas leyendas! ¿Pero cómo lo hago, Isadora? Me siento presionado por los acontecimientos recientes.

—Tranquilo, Arco. Verás como llega la calma. Son estos primeros meses; ha sido un jaleo. Luego llegará la normalidad —le premiaba Isadora con su tierna voz.

Arco debía trabajar duro y dar a su localidad el reconocimiento que se merecía, que no fuese solo conocida como la gran alumbrada de la empresa Ferrero Rocher ni por las campanadas de Telecinco, ¡que está muy bien!, pero también debía ser reconocida por su historia y singularidad. Había sido contratado por el ayuntamiento para ello. Debía seguir mejorando sus técnicas y seguir estudiando como cualquier alumno de su escuela taller de adultos.

«¡Piensa, Arco, piensa. Tú sabes de emociones, tú sabes de talleres de adultos, ¡tú sabes de demostrar detalles! ¿Cómo comenzarías a relatar tus rutas, hacerlas atractivas y poderlas vender? No te quedes en la quietud, inventa, crea… Eres obstinado y obsesivo; saca provecho a esas cualidades».

—¿Por qué no el Camino de Santiago? —se preguntó—. Será mi propia actividad en la realización de una de las tradiciones más antiguas de España, la de peregrinar a Compostela. Creo que me va a proporcionar el conocimiento necesario. ¡Isadora, por favor, dime que voy a sacar el máximo partido a esta experiencia, que voy a satisfacer esta demanda senderista actual! Seguro que aprenderé lo esencial y que desarrollaré con más cordura y desglose, si cabe, esta incipiente actividad deportiva.

Ella, la avanzada alumna, se mantuvo en silencio.

Arco había escuchado muchas anécdotas del camino y la posibilidad de emprender esa ruta milenaria no dejaba de pasar por su cabeza, primero como una remota idea, hasta ser una absoluta certeza.

—De acuerdo —se dijo un día—. Tengo que hacer el Camino de Santiago, aunque sea solo por Nuestra Señora de Guadalupe.

Se imaginaba que en el camino tendrían lugar encuentros de peregrinos de todo el mundo, que a lo largo del recorrido compartiría el carismático saludo: «Buen Camino». ¡No le faltaría compañía!

Con el transcurso de los días la idea se hacía más evidente, se expresaba con más serenidad y calma y hacía partícipes de ello a todas aquellas personas cercanas a él. De este modo, Isadora y otros tantos de la escuela taller le dejaban entrever que estaban interesados. Arco contaba con el apoyo de toda su familia, sobre todo de su hermana Teresa, la más pequeña de todos.

—Sabes que te acompañaría, cariño, lo sabes, pero me debo a la crianza de mis tres hijos menores. No puedo hacerles eso, es una semana. Jorge es muy pequeño, es verano y su padre trabaja todo el día fuera. Lo siento, Arco.

Teresa le hubiera acompañado en el devenir del camino, pero ella en esos momentos no podía hacerlo. Bueno, más bien sabía que no debía hacerlo. Ella era conocedora de la dolencia interna de su hermano, pero solo Arco debía ser el que alcanzase la meta y lo que eso supondría. Arco no tenía ni idea de lo que le depararía el viaje.

La mujer independiente, su alumna de nombre Isadora, se mostraba valedora de sí misma. Era una mujer cuidada, con media melena rubia y siempre vestida para la ocasión. Ocultaba en cierto modo sus temores y su perfeccionismo. No era una mujer difícil, solo le costaba enfrentarse a sus miedos. Hacerse eco del impulso que da un acompañante para realizar sus hazañas. Así, sería definitivamente la peregrina oficial de Arco.

Sin dudarlo más, los dos se fijaron una fecha para comenzar la peregrinación. Los otros alumnos del taller partirían en otra comitiva. La marcha empezaba su primer empujón. El viaje desde Guadalupe a Sarria comenzaba a gestarse. Sería el transcurso de un largo caminar hacia la unión de dos históricos lugares de Europa: la extremeña Guadalupe y la gallega Santiago de Compostela.

2. Preparación

Tanto Isadora como Arco sabían que físicamente requerirían practicar un poco de ejercicio para estar en forma. No se trataba de hacer turismo, sino de andar por caminos polvorientos o senderos boscosos, de peregrinación a pie.

Isadora solía dedicar una hora diaria a correr. Alternaba las zonas más despobladas con la arboleda floreciente cercana a la rotonda de salida hacia Alía. Solo tenía que cruzar de vez en cuando el arco a las puertas del monasterio, calle abajo, dejando tras de sí el cartel de Guadalupe. Debía entrenarse para domar las zapatillas de deporte que se había comprado.

Arco, por su lado, se dedicaba a ir dos horas semanales a un gimnasio o a dar largos paseos por el acueducto, allá por las antiguas supuestas vías férreas. Cerca se localizaba su vivienda. Estaba dispuesto a no volver a coger sobrepeso, pero era una meta que cada día se le hacía más imposible.

A medida que se iba acercando el momento de partir, Arco e Isadora precisaban saber el ritmo, acompasarse y dialogar, sentirse seguros de la compañía mutua, de salir, en definitiva, de su zona de confort.

Decidieron compartir jornadas entre molinos y puentes, alrededor de una pequeña laguna, en las cercanas tierras del lugar. Luego, en el camino, se darían cuenta de que su entrenamiento era a todas luces insuficiente para acometer la dureza de algunos tramos.

Arco lo reconsideró un poco. Sus dificultades le atemorizaban, o eso le habían hecho creer siempre de una forma inconsciente, pero sabía que estaba preparado, por lo menos físicamente.

Los dos acompañantes estaban convencidos.

3. Elección

Los futuros peregrinos habían elegido la vertiente francesa del camino, de unos 118 kilómetros hasta llegar a Santiago de Compostela. ¿Serían capaces de llevarlo a cabo? Soñaban con los castillos templarios y esos hermosos monasterios benedictinos. Transitarían por bosques húmedos y frondosos. Era una idea que les atraía verdaderamente. Atravesarían esos ríos que siempre habían leído que murmuraban y daban miedo. Vivirían las leyendas medievales en la actualidad y aquella magia celta les invitaría quizás no a disfrutar una de las experiencias más increíbles de sus vidas, pero seguro que a algo espiritual. ¿O más bien algo inquietante? El camino lo diría.

Tan excitados estaban los dos compañeros que no podían frenar su entusiasmo. Delante de los demás participantes, en la asolada galería del taller, Isadora mencionó el recorrido. Los alumnos más jóvenes estaban deseosos de saber más detalles. Reclamaban escuchar una leyenda del Camino Francés; después de todo, ellos lo realizarían con posterioridad.

Arco, algo introvertido por dentro pero detallista y creativo, era el primero que no se negaba a narrarla. Decía así:

—Cuenta la leyenda que en el castillo de Nájera vivía Farragut, un gigante descendiente de Goliat, vencedor de los mejores guerreros de Carlomagno, excepto de uno, Roldán. Un día, desde el poyo (colina), Roldán divisó al gigante sentado a la puerta del castillo, cogió una pesada piedra y se la tiró, cayendo este derribado. El cerro terminó llamándose Poyo de Roldán.

Los chavales de la escuela de adultos no daban crédito. Se reían y reían tras escuchar la bendita historia. Curiosidades de la vida, precisamente «el Pollo» sería el nombre del peculiar transportista que fue compañero de viaje en el largo caminar de los dos extremeños: Jon Jack, apodado el Pollo de Roldán. Isadora y Arco habían contratado con anterioridad sus servicios.

Jon había acabado siendo transportista para una empresa gallega, Pozigrín, pero su currículum se extendía más allá del ir y venir. Contaba con catorce años cuando su padre le obligó a trabajar de albañil, cosa que se le daba bastante bien, pero decidió cambiarse a una fábrica embotelladora con intención de mejorar su economía. No era una solución fácil para él, pero en aquellos momentos sí la más adecuada.

El caso era que ni Arco ni Isadora deseaban cargar con sus mochilas, por lo que accedieron al transporte de las mismas. Después de todo, se podían permitir ese privilegio y la empresa para la que trabajaba Jon les había parecido buena opción.

4. Lista de tareas

Un día, a media jornada, Isadora esperaba sentada en la vieja butaca del rojo vestíbulo. Se encontraba muy inquieta después de mirar y mirar la hora del reloj del local. Arco seguía sin aparecer. Estaba deseando hilar los últimos preparativos del viaje. Quería dejarlo todo bien atado. Lo siguiente era la lista de tareas y, como siempre, se precipitaba intentando asumir inconscientemente el control de la situación. En ese instante la puerta se abrió con un pequeño chirrido y la imagen fue la esperada.

—Voy a comprar unos calcetines antiampollas, nos pueden evitar muchos disgustos. Seguro que también escojo una nueva mochila, no sé. Ya he mirado un poco lo de las guías del itinerario mediante una aplicación para el móvil del Camino de Santiago. ¡Es un lujo! ¡Todo está ahí descrito!

—Espera un poco, Isadora. Acabo de llegar de una buena caminata. ¡Relájate! —comentó Arco sin tapujos.

Isadora leía todo lo que caía en sus manos sobre la peregrinación a Santiago, despertando con ello sus ansias de empezar, de que pasara parte del verano, aun sabiendo que con ello volvería a empezar la marcha de un nuevo taller y la correspondiente complejidad del año. Pero quedaba mucho para eso; era cuestión de disfrutar y saber qué sentido le daría a su caminar. Descartaba que su motivo para peregrinar fuese una razón religiosa, pero su subconsciente la impulsaba a finalizar el camino como promesa implícita a su madre, la cual, con su fe, se lo transmitiría todos los días.

—¡Tiene que haber algo más! —se repetía una y otra vez—. ¡Seguro que el camino se nos da bien! —se auto-afirmaba Isadora, haciendo partícipe a Arco.

—Por supuesto. Aprender nuevas formas de llevar a cabo buenas rutas senderistas y sacarles más partido, ja, ja, ja. ¡Yo sí lo sé!

Intrínsecamente, Arco también deseaba descargar su mochila llena de peso y sentirse ligero de equipaje, pero ¡qué equivocado estaba! Llegar al final del Camino de Santiago no sería más que el principio de su caminar, de su futuro tránsito posterior.

Al igual que lo harían los demás peregrinos, se dispuso a preparar su gran mochila y escuchó un montón de consejos para el camino. Todo estaba ya casi preparado: la ropa colocada en perfecto estado en los distintos compartimentos de su equipaje, los nervios a flor de piel, un poco de incertidumbre y también de emoción.

La última noche antes de partir, a Arco le costó dormir de lo nervioso y malhumorado que estaba. Mientras él dormía, su pareja estaba trabajando de noche. Sería su presencia, a su regreso, la que lo despertase a la mañana siguiente.

Era hora de partir y formar parte de esa gran familia, aún por conocer, del Camino de Santiago, con sus ovejas blancas y negras, pues no todas las personas son lo que parecen.

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