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MOVER EL
PENSAMIENTO,
SENTIR EL
MOVIMIENTO
MOVER EL
PENSAMIENTO,
SENTIR EL
MOVIMIENTO
Reflexiones sobre
los retos del mundo
actual en psicoterapia
María del Mar Cegarra Cervantes
Con la colaboración de Susana Gaião Mota
TÍTULO: Mover el pensamiento, sentir el movimiento. Reflexiones sobre los retos del mundo atual en psicoterapia
AUTORA: Maria del Mar Cegarra Cervantes©, 2021
COMPOSICIÓN: HakaBooks - Optima, cuerpo 12
DISEÑO CUBIERTA: Hakabooks©
ILUSTRACIÓN INTERIOR: Rita Ribeiro©
ILUSTRACIÓN CUBIERTA: Canva©
1ª EDICIÓN: octubre 2021
ISBN: 978-84-120889-9-1
HAKABOOKS
08204 Sabadell - Barcelona
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Todos los derechos reservados
Dedico este libro a mis hijos, Sara, João y Ricardo. Son mi mayor inspiración para cada día,
tratando de ser un poco mejor persona.
AGRADECIMIENTOS
Agradecer siempre me coloca en un lugar interesante entre el entusiasmo, la curiosidad y la gratitud.
Los agradecimientos son muy importantes y profundos porque no siempre son fáciles de hacer con el corazón. Dar gracias cuando nos pasa algo menos bueno no parece creíble, pero, de hecho, todo lo que pasamos en la vida es parte de nuestro viaje y debe verse como una experiencia.
Así que no puedo dejar de agradecer la vida que tengo, a las personas que acompaño desde hace casi treinta años, que me han enseñado tanto con sus patologías, salud, deseos, problemas, frustraciones y victorias.
Agradezco a mi familia, por ser mi gran pilar, y por los desafíos y las alegrías de este viaje que han llenado mi casa hasta convertirla en mi hogar.
Agradezco a los equipos de profesores y personal de la CPSB en Portugal y España que han sido insuperables, en especial en estos tiempos exigentes de crisis y trauma.
Agradezco a Susana por ayudarme a transcribir este libro, por nuestras discusiones sobre los temas y por la profundidad de nuestras conversaciones.
Sin duda, agradezco a Montse Baró y Miguel Ángel Rodríguez, de la editorial HakaBooks por su maravilloso trabajo desde los inicios del libro, cuando solo era una idea en mi cabeza, hasta su edición en varios formatos e idiomas, pero sobre todo, por su amistad absolutamente impagable.
Agradezco a las personas anónimas que no dan la cara pero que me ayudan mucho con su presencia enviando mensajes con sus preguntas y mostrando interés en estas cuestiones de desarrollo personal y humano.
Recientemente me entregué a las redes sociales por ser la alternativa más efectiva para transmitir los mensajes que quiero y recuperar la solidaridad de ayudar a quienes más lo necesitan.
Agradezco a mis compañeros de otros países con los que colaboro de forma habitual a través de reuniones, conferencias, porque incluso lejos, todos buscamos humanidad y apoyamos a los demás en estos tiempos difíciles. ¡Es genial ver que todos remamos en la misma dirección!
Mi agradecimiento a lo explícito e implícito y espero que juntos podamos hacer un viaje más cuidado y enriquecedor.
Estoy muy agradecida y espero que disfrutes leyendo.
PREFACIO
Queridos María del Mar y lectores,
El aforismo griego «Conócete a ti mismo» llevó a Sócrates a afirmar: «Solo sé que no sé nada».
Leyendo Mover el pensamiento, sentir el movimiento, observo con claridad los detalles del ser humano y sus problemas más profundos. Detalles que pueden pasar desapercibidos a primera vista. Por ejemplo, el capítulo Borderline, o «en la frontera», nos permite nos sumergirnos en las particularidades de este lugar que desafía los límites de lo sano y lo patológico, lo que soy y lo que es el otro, tanto en el individuo como en su educación familiar y en la sociedad.
Cuando conocemos nuestros límites, abrimos puertas para comprendernos a nosotros mismos y al mundo que nos rodea.
En el capítulo de Relaciones Tóxicas, un tema popularmente problemático, se plantea la importancia de la pregunta de por qué entablamos relaciones que no nos hacen ningún bien, pero seguimos insistiendo. ¿Por qué los humanos nos destruimos a nosotros mismos, entre nosotros, y al único medio ambiente que tenemos?
Trastorno obsesivo compulsivo nos lleva a conocer el miedo, el responsable de tantas somatizaciones y enfermedades de la mente. ¿Son reales todos estos miedos?
En el capítulo de Psicosomática, buscamos desvelar y alinear los secretos de la relación entre la psicología y la medicina. Un psicólogo somático puede ayudar a tantas vidas como un médico, cada uno en su función.
El texto, en su campo de reflexión, también atraviesa con profundidad los campos de la resiliencia, la sexualidad, las dependencias y, finalmente, los sueños, tan reveladores de los secretos humanos.
La crisis a la que nos enfrentamos hoy en día ha aumentado sobremanera la intensidad de todos estos problemas humanos. He defendido siempre que las dificultades han existido toda la vida, siempre nos hemos ocupado de ellas, pero en tiempos de crisis generalizada, la intensidad de la angustia y el drama humano empeoró mucho. Los desafíos que impone el microcosmos siempre se han enfrentado a un enemigo desconocido, invisible, peligroso y difícil de descubrir. Como el trabajo del psicoterapeuta.
La amenaza al Homo Sapiens Sapiens, o el «Hombre sabio, sabio», sugiere que la humanidad es el Hombre Insapiens, o el «Hombre ignorante, ignorante». Lo que asusta y enferma en este momento de ignorancia, de desconocimiento, no es solo la locura que surgió en la humanidad, sino la mediocridad de esta locura. Lo que nos duele no es solo el futuro que no conocemos, sino el presente que hemos perdido y no reconocemos.
La escritora y bióloga Mia Couto hace una reflexión interesante al respecto: la dicotomía entre sociedad y naturaleza se ve anulada por los recientes descubrimientos de la ciencia que demuestran que las bacterias, los virus y los hongos están en nuestros cuerpos porque son parte de nuestros cuerpos.
Esto nos lleva a entender que somos en parte humanos y en parte inhumanos, en parte puros y en parte impuros. Aún más interesante es cuando descubrimos que nuestras células humanas constituyen el cuarenta y tres por ciento del cuerpo humano mientras que el otro cincuenta y siete por ciento están formadas por células provenientes de bacterias, hongos y virus. De ahí la pregunta: a pesar de todas las posibilidades de mejora y salud, ¿existe el ser humano puro?
Nuestros impulsos más primitivos todavía dominan nuestra realidad; el sistema nervioso autónomo todavía tiene mucho poder sobre la conciencia hasta el punto de crear un enorme caos en la llamada «civilización civilizada».
Resulta muy interesante porque es en el sistema digestivo donde la mayor parte de bacterias, virus y hongos —nuestros aliados— acogieron e incorporaron extraños. Sin estos seres «invasores» hoy en día no sobreviviríamos. El sistema digestivo trabaja con el sistema nervioso autónomo de forma independiente del sistema nervioso central, pero vinculado a él a través del sistema límbico.
Hay muchas incógnitas en nuestro organismo y muchas más en nuestra subjetividad. Los dos caminan juntos, y mientras que uno depende del otro, en momentos de estrés se manifiestan de diferentes formas que sorprenden al Hombre Ignorante en todo su núcleo narcisista.
Como dice Ailton Krenak, líder indígena brasileño, ¿cómo podemos justificar que somos una humanidad si más del setenta por ciento estamos alienados con ejercicio mínimo del Ser?
Quieren que los bosques se conviertan en parques y que los humanos se conviertan en una especie en peligro de extinción.
María del Mar nos ayuda a reflexionar, analizar y aprender sobre temas que muchas veces son invisibles y con los que, a pesar de todas nuestras impurezas, podemos convivir en solidaridad y preservación del ser humano y la naturaleza.
La experiencia profesional de María del Mar es profunda, su conocimiento teórico y práctico de la clínica de Psicoterapia Somática es profundo para que tanto lectores profesionales como profanos puedan disfrutar del conocimiento de sí mismos.
Este libro es un texto de estudio, pero va más allá y abre puertas detalladas para conocerse a uno mismo y al ser humano.
Rubens Kignel
São Paulo, 15 de octubre de 2020
NOTAS DE LA AUTORA
Podría decir que es un placer escribir este libro, pero más que un placer, es una felicidad, porque me llevó más un estado que un sentimiento. Y, en realidad, este estado es uno de los objetivos más importantes que tengo en la búsqueda del desarrollo y el crecimiento humano.
Lo que me impulsó a escribir este libro fue promover un contacto amable y amoroso con el estado de felicidad.
La felicidad y el placer pueden parecer lo mismo, pero no lo son. El placer es, a menudo, una imagen vendida por los medios, por la publicidad, como algo asociado con el bienestar exitoso: «tengo que tener, tengo que consumir». Estamos hablando aquí de un placer inmediato, líquido, agudo, que se agota rápidamente. El placer es algo corporal, una sensación rápida y aguda que también puedo obtener con una sustancia química, un regalo caro, una experiencia radical.
La felicidad, en cambio, es algo más interno que implica conquista, esfuerzo, donación y reciprocidad. Es duradera. No se trata de intensidad, se trata de profundidad; me involucra, lo que siento y lo que creo. La felicidad expande la conciencia, hace que la persona esté más tranquila, con menos miedo, más saludable.
Cuando no trae felicidad, el placer se centra más en las sensaciones, en las vísceras, así que lo que parece un estado de felicidad es más bien una inyección de sensaciones. Al hacer un puente con la neurociencia, a nivel bioquímico, cuando se experimenta placer en el cuerpo, libera dopamina, lo cual es genial cuando es saludable y adecuado. Pero es un neurotransmisor, es un excitante, un tónico, y esto hace que se altere todo el metabolismo. Por eso, en exceso incluso puede provocar la muerte. Lo que significa que al tomar sustancias químicas para lograr placer, necesito consumir cada vez más para conseguir que sea más intenso. Y cuando mi cuerpo se adapta a este sentimiento, puedo volverme adicto y que me parezca que nunca es suficiente.
Cuando las neuronas comienzan a morir, necesitamos adiciones. De ahí que dosis muy altas creen dependencia y problemas de relación.
En la felicidad, el neurotransmisor activo es la serotonina, que se fabrica en el cerebro, el estómago y el intestino. Está muy relacionado con lo que comemos y tragamos. La serotonina es un inhibidor, es decir, tiene una función completamente opuesta a la dopamina, así que las neuronas no corren el riesgo de morir. Es un estado de mayor calma, con mayor memoria y capacidad creativa, con el que conseguimos más recursos disponibles y que ayuda a la renovación celular y a una alta inmunidad. De hecho, lo que impide la producción de serotonina es un exceso de dopamina.
En realidad, es importante reflexionar sobre lo que estamos evitando en nuestra vida: ¿placer o felicidad? El placer puede inhibir la felicidad.
A medida que aumentamos la búsqueda del placer, podemos distanciarnos de lo que es la conquista del estado de felicidad, que, aunque nunca es estático o permanente, es posible alcanzar.
Al alinear lo que sentimos con lo que pensamos y hacemos, podemos lograr estados felices habituales con los que nuestro cuerpo y nuestra mente pueden entrar en contacto con nuestra esencia.
A lo largo de este libro, la invitación que pretendo es precisamente esta: que, al conocernos mejor, podamos contactar con nuestro estado más íntimo y reflexionar sobre él de manera profunda para que la felicidad no sea algo lejano o inalcanzable, ¡sino una realidad cada vez más presente en todas nuestras vidas!
Buena reflexión y feliz camino.
Mª del Mar Cegarra Cervantes
Lisboa, marzo de 2021
NOTAS DE LA COAUTORA
Cuando María del Mar me invitó a escribir este libro con ella ni siquiera lo pensé dos veces, ¡le dije que sí de inmediato!
Mi intuición era correcta, ¡ha sido un privilegio hacerlo!
A lo largo de mis cursos de psicoterapeuta, Mar siempre ha sido la luz orientadora que me ha abierto camino en el viaje del descubrimiento de la psicoterapia y, sobre todo, en el viaje del autoconocimiento y del desarrollo personal. Fueron años muy enriquecedores: convivir con ella, aprender de su experiencia y estudios de casos clínicos.
Las reuniones para escribir este libro no fueron diferentes. Se convirtieron en momentos verdaderos de aprendizajes sobre cómo intervenir de forma activa y diferenciadora con los pacientes en la clínica.
María del Mar repite a menudo una frase de Carl Jung que creo que la caracteriza muy bien como psicóloga, psicoterapeuta, docente y persona: «Conoce todas las teorías, domina todas las técnicas, pero al tocar un alma humana, solo sé otra alma humana». Así es exactamente María del Mar, una mujer con mucha sabiduría, pero con un corazón aún más grande. Y esa generosidad se refleja en la forma en la que comparte sus conocimientos y experiencias.
Hay muchos cursos de psicología y psicoterapia, técnicas y métodos, pero la mayoría se limita a enumerar las patologías sin explicar o enseñar cómo intervenir en ellos. Aquí está la gran diferencia de Mar, porque le gusta compartir todo lo que sabe, e incluso cuando no está segura, está pensando en ello para poder ayudar.
Efectivamente, el conocimiento solo es un activo si se comparte. Debe ir más allá de los egos, las competencias o las vanidades. Pero María del Mar es esa clase de personas que comparte con alegría y felicidad. Enséñanos a pensar para actuar.
Un pasaje de un libro que leí estos días decía que hay muchos guardianes del bien y todos se reconocen y colaboran en la misma misión: ¡ayudar a los demás! Creo que esa es la suma de este libro, porque habla sobre temas actuales y rompe tabúes con sencillez, pero con la franqueza de lo que en realidad es.
Hasta hace poco, era moralmente inconveniente decir que las relaciones familiares pueden ser tóxicas, que la sexualidad no quiere la monogamia, que los sueños siempre tienen una interpretación lineal, que la mayoría de las enfermedades comienzan con la somatización porque la psique no está bien.
En este sentido, este libro es valiente, es cierto y es actual, se esté de acuerdo o no. Todo eso debe tenerse en cuenta en los temas sobre los que reflexiona.
Ser dueño de certezas o querer tener razón en psicoterapia, en una relación de poder desigual, en contacto con el otro —que es frágil—, es un acto de egoísmo y una gran frivolidad. Todos cometemos errores, todos tenemos momentos de visión borrosa o lucidez reducida, extender esto a otro ser humano es una gran irresponsabilidad.
Por contra, tener la humildad de dudar de uno mismo, de las propias interpretaciones, y, por tanto, buscar siempre saber más e ir más allá es un don. El don de la humildad es el camino a la sabiduría. El ego puede engañarnos, pero la duda nos pone en la senda del estudio y el descubrimiento, y nos conduce, de manera inevitable, a las respuestas.
Este ha sido el camino de esta escuela y de su mentora, que se ha creado, que se ha reinventado tantas veces como ha sido necesario. Y ahora lo sigue siempre con mayor profundidad y sabiduría con un bien mayor en mente: ¡la felicidad humana!
Susana Gaião Mota
Lisboa, 16 de noviembre de 2020
Tema 1
MiEDO
«Una de las cosas que a las personas les cuesta más aceptar es hablar sobre la causa del miedo, pero la verdad es que cuando se niegan a hablar sobre el tema se sienten enojados, lo rehuyen. Se abstienen de hablar de sí mismos porque el contacto con la tristeza es muy difícil.»
A nivel clínico, en psicología, el miedo se clasifica como una emoción primaria o básica. Además, también forman parte de este conjunto la alegría, la tristeza, el enfado, la sorpresa y la rabia.
El miedo no es necesariamente una emoción mala. De hecho, no debe verse como algo negativo, sino como algo vital, porque sirve como una advertencia de lo que puede ser potencialmente peligroso en nuestras vidas.
El miedo nos ayuda a activar el sistema de alerta psicológico y biológico a través de la activación del eje hipotálamo-pituitario-renal. Y biología significa lógica de la vida.
Digamos que el hipotálamo es la antena que recibe todas las señales del mundo exterior, de los sentidos. Luego las envía a la hipófisis (o pituitaria), que es la glándula maestra que decide qué hormonas liberar y qué neurotransmisores usar. Cuando tenemos miedo es porque la glándula suprarrenal libera cortisol que nos hace sentirlo, es una emoción física. Podemos congelarnos, tener temblores, sudoración. Todo depende del grado de miedo, porque tiene una forma orgánica de expresión que determina si lo que tenemos frente a nosotros es peligroso o no.
Un factor importante a tener en cuenta es que las personas y los animales lo sienten de manera diferente. Los animales suelen estar aterrados de las cosas reales y concretas: una gacela le teme a un león, un ratón le teme a un gato. El miedo en la naturaleza, en los animales —ya sean más primitivos o más desarrollados, como los mamíferos que comparten con nosotros el sistema límbico (que regula las emociones)—, es natural y necesario para la supervivencia.
En los humanos, por contra, el miedo es más complejo porque desarrollamos muchos temores que no son reales o que hoy están fuera de lugar (porque han fallecido), pero sofisticamos nuestro pensamiento y los mantenemos en el cuerpo bajo otra «máscara».
Debido a esto, a veces desarrollamos miedo a determinada gente o ciertas situaciones sin razón aparente. Por ejemplo, hay personas que no son peligrosas, pero la reacción que desencadenan en nuestro cuerpo es como si tuviéramos un león frente a nosotros. Es una reacción exagerada a la situación en sí y conduce a que desarrollemos ansiedad, neurosis, ansiedad y miedo.
Cuando nuestro miedo es desproporcionado, puede perpetuarse en el tiempo y activarse en situaciones similares o que identificamos como tal. Y así se crea un terror aún mayor en el organismo y un cansancio que genera una sensación de inseguridad. A nivel corporal, mental y relacional, la sensación de seguridad en estados de alta ansiedad se reduce enormemente. Entonces, es en estos casos en los que nos encontramos con personas con mucho miedo, aunque sea uno irreal, podemos hablar de miedo neurótico. Este no proviene de algo concreto, sino de lo imaginario, de lo que la mente ha construido, de una historia que la persona se cuenta a sí misma y que toma como real aunque no sea verdad. Algo muy importante que tenemos que recordar es que ¡la mente miente!
¡La mente miente y el cuerpo habla!
La mayoría de las veces que la mente nos miente, el cuerpo, que es sabio, no la cree. Es decir, el cuerpo sabe que no está en peligro y, por lo tanto, no se defiende; de lo contrario, también puede estar en peligro, si no se da cuenta de por qué la mente lo engaña.
Por ejemplo, sucede cuando conocemos a alguien que no está en sintonía con nosotros y sentimos que esa relación no tiene futuro, pero nuestra mente piensa que es la relación ideal porque cumple con ciertos estándares que apreciamos, o porque sabemos que la familia lo hará. A veces, simplemente, ocurre porque queremos una relación y esa persona dice lo que queremos escuchar, sin embargo, nuestro cuerpo o instintos nos dicen que no sigamos adelante con esa idea.
Luego, si sale mal, después de un tiempo concluimos: «Pensé que algo no estaba bien, pero insistí porque quería que saliera bien y seguí lo que decía mi mente».
Entonces, cuando hay una falta de sintonía entre el cuerpo y la mente, generalmente sigue la frustración, la tristeza e incluso la enfermedad.
¿La gente valora más lo que piensa o lo que siente?
Depende de las personas. Si son más mentales, valoran más lo que piensan; si son más emocionales, prefieren seguir lo que les transmiten sus emociones e impulsividad. Si, por el contrario, hablamos de personas más «de acción», el impulso de actuar prima sobre lo que piensan y sienten.
El pasado o la historia de cada uno es un gran indicador de lo que buscamos, de lo que necesitamos llenar. Alguien puede llegar a tratarme mal, pero puedo elegir estar con esa persona porque ese sentimiento me es familiar. En ese sentido, aunque me abro a esa experiencia, el cuerpo me grita que huya bien lejos.
En un caso como este, en el que hablamos de miedo neurótico, este no me protege ni me ayuda a ser feliz. Aquí, el terror construye una historia que me cuento varias veces. Luego, de tanto repetirla, se hace realidad. Así se convierte en angustia, porque a veces ya no diferencio lo que es verdad de lo que es mentira. No es congruente.
Además, al cerebro no le interesa la verdad, que es algo conceptual, sino la supervivencia física y el placer, que son ideas más corporales. Por eso, si alguien me dice que algo me va a ir mejor, lo acepto, niego mi poder de pensar y decidir por mí misma, y le entrego la autoridad interna a esa persona. Son los casos como estos los que pueden llevarnos a cometer grandes errores. Por ejemplo, unirse a una secta, hacer todo por ella, y luego descubrir que es una farsa y sentir una gran desilusión.
En un proceso de decisión es importante que todo fluya, que nuestros pensamientos estén alineados con lo que sentimos y hacemos. Porque cuando estamos conectados con la intuición, la intervención de la racionalidad queda relegada a un segundo plano. Es esa sensación de hacer algo sin necesidad de pensar, y lo hacemos de esta manera porque estamos seguros de que así es. Este sentimiento de pacificación no viene de la mente, sino de un lugar mucho más profundo: va más allá del arquetipo, de las creencias y de las convenciones. Se trata de hacer algo sin dudas y sin esfuerzo, y así se potencia nuestra energía vital. Entonces, no tenemos miedo, porque cada parte de nosotros está segura de lo que queremos. Cuando estamos tranquilos, lo sentimos en el vientre, en las entrañas. Y de ese lugar surge un poder. Así se da explicación a los seres humanos que hacen cosas increíbles: se despiden de un trabajo sin tener alternativa, por ejemplo, pero con la convicción de que vencerán.
Otro buen ejemplo es la película Color Purple en la que el personaje interpretado por la actriz Woopi Goldberg, quien estaba esclavizada, un día decide irse de casa y se ve a sí misma avanzando sin que su marido le haga ningún daño.
¡El miedo termina donde comienza la seguridad!
Durante unos años trabajé con mujeres maltratadas. De ellas aprendí que mientras se sienten víctimas es cuando tienen más miedo. En el momento en que son capaces de liberarse, de fortalecerse, entonces pierden el miedo y dejan de ser víctimas.
En los Estados Unidos existe un programa para proteger a las víctimas de abuso y maltrato que implica enseñar a las mujeres a defenderse a través del aprendizaje de las artes marciales. Estas enseñanzas les han permitido crecer a nivel físico y psicológico y se ha comprobado que cuando vuelven a entrar en contacto con los agresores, saben que pueden defenderse.
Como resultado de esta situación, se ha observado un fenómeno muy poderoso: en el setenta y cinco por ciento de los casos, los maridos no asistieron a los juicios, es decir, se distanciaron de las víctimas. Aquí podemos verificar que energéticamente hubo un cambio y la víctima dejó de ser una «presa fácil», por lo tanto, los agresores dejaron de perseguirla.
Para hablar de miedo, no podemos hablar solo de biología, hormonas o emociones básicas, sino que tenemos que ampliar mucho más nuestro marco de referencia porque nuestra condición como seres humanos es solo eso, una esfera superior a la meramente biológica.
Otro buen ejemplo es el bullying, que se realiza principalmente en niños inseguros y frágiles. El acoso siempre se ejerce contra los más débiles. Este niño o joven es probable que no se sienta seguro si cree no tener un refuerzo positivo en casa y si no se le han dado estrategias de defensa efectivas. Por lo tanto, se vuelve más susceptible al abuso físico o psicológico.
Pero la buena noticia es que esta situación no tiene por qué perpetuarse en el tiempo. Hay casos de niños que se sienten maltratados en un colegio y luego sucede algo diferente en sus vidas que les hace ganar confianza. Por ejemplo, si durante las vacaciones asisten a un campamento de verano con otros niños en el que refuerzan su autoestima, se sienten bien o se hacen populares porque un monitor los apoyó o les reveló alguna habilidad que fue reconocida por el grupo, cuando regresan a la escuela, se vuelven más fuertes y ya no son un blanco fácil. También puede suceder si cambian de escuela, pues es posible que empiecen de cero y ellos mismos entren con una postura diferente y dejen de ser víctimas, Básicamente se les ocurre otra estructura que influye en la receptividad del entorno que los rodea. Una postura corporal segura permite contarle al mundo sin tener que hablar que se puede o que sabe hacer algo, y esto le da a la persona la autoridad interna para imponerse, ser respetada y defenderse.
Como las artes marciales, la seguridad interna ayuda a las personas a defenderse bien, a vivir en armonía y con fuerza. Y es muy importante vivir en paz con nosotros mismos, con los demás y con la naturaleza. Cuando se crea el miedo neurótico, eso es lo que se pierde: la consonancia con el flujo natural de la vida.
En la naturaleza humana existe y siempre ha existido el miedo, pero tiene que ser saludable y la forma en que se utiliza debe ser adecuada a la situación, al peligro real. Cuando no lo es, puede conducir a la enfermedad, a la locura o al miedo relacional.
Los miedos pueden ser tantos que ni siquiera tenemos espacio aquí para puntuarlos todos.
¿Los miedos pueden ser genéticos o heredados de miembros de la familia?
Epigenéticamente se sabe que sí, son los que llamamos «arquetipos» o «inconsciente colectivo». Si una pareja vivió en un campo de concentración en el que había un prado con flores cerca por el que pasaba la gente cuando iban a las cámaras de gas, esas personas podrían asociar de forma inconsciente el olor de esas flores con el peligro. Los sentidos asocian olores o sonidos con recuerdos. Más tarde, si, por ejemplo, los hijos de esta pareja fueran engendrados después de esta experiencia (si fueran engendrados antes, esto no ocurriría), la carga epigenética cambiaría.
De hecho, la carga epigenética puede cambiar en un ciclo ultradiano, es decir, en un período menor a un día, pero con, al menos, ciento veinte minutos de diferencia. Algunos procesos como la metilación y la desmetilación —que son los que «desactivan» y «activan» respectivamente los genes, entre otros— nos ayudan a entender estos cambios en la expresión génica y, por tanto, a comprender mejor cómo se expresa la vida.
Si en los padres se activó el indicador de que ciertas sensaciones provocan miedo, los hijos lo utilizarán para sobrevivir. Los niños, aunque no hayan tenido ningún contacto con el campo de concentración donde estaban sus padres, un día, cuando huelen las flores antes mencionadas, podrán tener una urticaria o un ataque de pánico. Eso sucederá de forma automática, por lo que racionalmente no podrán explicar por qué les pasa, pero su organismo sabe o tiene asociado que el olor puede conducir al peligro.
Otro buen ejemplo son las personas que desarrollan tics similares a los de miembros de la familia a los que nunca han conocido. Parece extraño, pero a la luz de la genética, según Jean-Baptiste de Lamarck «la necesidad hace el órgano», y si un cuerpo sabe que una determinada información le sirve, le pasará esta información a sus descendientes.
Lo mismo sucedió con el hambre: durante las guerras, la gente tenía mucho miedo de pasar hambre y de no tener comida. Entonces, la capacidad de hacer mucho con poco comenzó a desarrollarse a nivel genético, es decir, el cuerpo aprendió a aprovechar mucho los alimentos que comía. Luego, genéticamente, este tipo de herencia metabólica pasó a los hijos, quienes, aunque ya vivían en una época de abundancia, heredaron los genes de sus padres y algunos se volvieron obesos porque su metabolismo era lento.
El miedo es un modulador y tiene la función de regularnos: ¿cómo debo actuar?, ¿adónde debo ir?, ¿me siento seguro o inseguro? Sirve en todas las áreas, tanto individuales como grupales, y nos dice qué hacer o no hacer para preservar nuestra integridad. Pero si no está bien regulado o no está en sintonía con la realidad y tenemos muchos miedos neuróticos, surge la confusión. Entonces entramos en un estado de ansiedad; ya no lo llamo «miedo», sino «ansiedad», que es la anticipación del dolor, es algo que tengo incluso antes de la situación misma, sea real o irreal.
La ansiedad es una sofisticación del miedo; el miedo es primario, la ansiedad es secundaria. La ansiedad, en un grado mayor, se convierte en ataques de pánico, una alteración e incluso el desarrollo del trastorno obsesivo-compulsivo (TOC). Las personas con TOC desarrollan rituales de seguridad, fobias, etc., todas para evitar el miedo o incluso evitar tener miedo al miedo. Es muy limitante.
Todos los días tomamos decisiones pequeñas y grandes: qué ponernos, con quién hablar, si nos importa o no, si nos vamos o nos quedamos. Y en función de cuánto interfiera el miedo en nuestra vida, podremos tener un día enérgico y productivo o un día de total apatía en el que simplemente sobrevivimos.