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VIVIR HOY
Aprendizajes de la Covid-19 para el desarrollo medioambiental, cultural y existencial
Título: Vivir hoy. Aprendizajes de la Covid-19 para el desarrollo medioambiental, cultural y existencial
Autor: Josep Gallifa
© Josep Gallifa, 2020
Primera edición: novembre, 2020
Composición: Kit-book Servicios Editoriales, S.C.P., 2020
ISBN papel: 978-84-122251-7-4
ISBN ebook: 978-84-122251-8-1
Depósito legal: B 20722-2020
VIVIR HOY
Aprendizajes de la Covid-19 para el desarrollo medioambiental, cultural y existencial
Josep Gallifa
1
Psicología, Persona y Contexto
A mis padres.
A Cristina, Marc i Arnau.
Índice
Presentación
VIVIR EN LA PANDEMIA
Sobre la naturaleza
Sobre las pandemias
Sobre la salud
Sobre el sistema sanitario
Sobre las vacunas
Sobre la familia
Sobre la economía
Deseos y necesidades
Sobre las estadísticas
Sobre pensar bien y la mejora de la comprensión conceptual y matemática
Sobre las teorías y la realidad
Sobre la vida y la fragilidad
Sobre la muerte
Sobre el mundo global
Protección colectiva
Sobre las limitaciones del sistema de salud
Necesidad de confiar en los expertos
El papel de los políticos
Sobre el miedo al contagio
Sobre el cuerpo y hábitos saludables
Vivir con las consecuencias de la Covid-19
Sobre el trabajo
Sobre los ERTEs
Sobre los alquileres
Sobre el teletrabajo
Sobre nuevas oportunidades de negocio
Sobre la creatividad
Sobre viajes e intercambios
Sobre la vida en casa
Sobre la educación y la escuela
Sobre las tecnologías
Sobre la televisión
Sobre la auto-organización
Sobre los trabajos esenciales para la vida
Sectores muy afectados
Sobre la Universidad
Sobre la investigación
Vivir en relación con los demás
Sobre los vínculos afectivos
Pantallas y vínculos afectivos
Sobre los valores sociales
Sobre la solidaridad
Sobre la política
Sobre la religión
Sobre las creencias negacionistas
Sobre los modos de vida convencionales
Sobre vivir confinado
Sobre conductas psicopatológicas
Sobre la soledad
Sobre el bien y el mal
Sobre las comunidades y los estereotipos
Sobre la cultura
Sobre el humor
Sobre Oriente
Sobre los jóvenes
Sobre la educación
Sobre las desigualdades sociales
Sobre el liderazgo
Sobre la Unión Europea
Vivir hacia el interior
Sobre la amistad
Sobre la consciencia
Sobre la necesidad de pensar integralmente
Sobre la necesidad de una educación integral en la educación superior
Sobre la compasión
Sobre las profesiones del cuidar a los demás
Sobre la espiritualidad
Sobre el equilibrio
Sobre la salud mental y sobre la ansiedad y depresión
Sobre las personas mayores
Sobre la humanidad común
Sobre la confianza
Sobre el apoyo emocional
Sobre la colaboración y la co-creación
Sobre aprender
Síntesis. Vivir integralmente
Desarrollar más consciencia del fluir de la vida
Ser más altruistas
Desarrollar apreciación por la vida tal y como es
Aprender integralidad
Presentación
Como es bien sabido el coronavirus ha causado una pandemia mundial: La Covid-19. Se han diagnosticado en el mundo más de cuarenta millones de personas que se infectaron de las cuales más de un millón murieron. Solo en España ha habido más de un millón de diagnosticados y más de 33.000 muertos. Lamentablemente las cifras diarias siguen aumentando. Esta pandemia ha sido terrible: Ha causado sufrimiento, muerte, devastación económica y un comprensible miedo. Ha limitado nuestras libertades y removido nuestros esquemas y seguridades. Parece una expresión del mal en toda regla y cuesta ver que pueda haber traído algo positivo. A pesar de ello la vida continúa, podemos aprender algunas cosas y sacar también de la experiencia vivida algunas lecciones positivas.
No hemos podido tratar aquí todos los aspectos relacionados con la pandemia. La pandemia ha afectado la vida en todos los órdenes y en todos los lugares por recónditos que sean del planeta. Hemos tenido que hacer una selección de los aprendizajes más relevantes, una selección también desde nuestra óptica occidental, de país mediterráneo, de arraigadas costumbres sociales extrovertidas. Tampoco podemos dejar de reconocer que hemos vivido esta situación como persona en el fondo privilegiada, que no ha contraído la enfermedad (toquemos madera), tampoco ningún familiar próximo la contrajo (ídem), que pudo hacer teletrabajo y vivió el confinamiento en una situación relativamente acomodada. Esta perspectiva que podemos ofrecer tiene pues, sin duda, sus limitaciones. No vamos a poder tratar todos los aspectos y dimensiones de la pandemia, pero sí algunos que nos parecen los más significativos. De lo que hemos vivido, pero sobre todo de lo que podemos aprender para la post-pandemia. Hemos escrito estas páginas para tratar de ayudar a dar significado a lo experimentado aquí y en todo el mundo, desde la perspectiva de los aprendizajes que, a pesar de todo, podemos extraer de esta situación. Unos son sobre cómo vivir en una situación de brotes y rebrotes en pandemia, otros para preparar la vida en la post-pandemia.
En el momento de terminar de escribir estas líneas no está acabada la Covid-19. Todavía pueden haber evoluciones que no se pueden predecir. La incógnita que acompaña esta situación es también en sí misma ocasión de aprendizaje. Este libro trata de contribuir a construir una narrativa del tiempo que vivimos y preparar la post-pandemia, desde el «reset» que esta situación ha supuesto, para tratar de ayudar a desarrollar las personas y las culturas en la espera y en el nuevo tiempo ilusionante que nos tocará vivir cuando esto acabe.
Imaginemos una habitación en penumbras. Viene una tormenta que causa un incendio en un bosque cercano. La luz de las llamas ilumina el interior de la habitación. Antes apenas veíamos lo que había, ahora podemos ver el desorden, el polvo, los trastos inútiles que hemos acumulado y que quizás sobran. El coronavirus es este incendio que nos ha mostrado todos los defectos e imperfecciones en los diferentes niveles de la existencia. Vemos las debilidades de los sistemas sanitario, económico, social, político, educativo, la fragilidad de nosotros mismos y de la naturaleza. Ahora podemos ser todos algo más conscientes de lo que no va bien. Podemos decidir cambiarlo, para cuando la tempestad amaine, se apague el incendio, empiece un nuevo día y venga la calma. Podemos decidir aprender y aprovechar los aprendizajes para el desarrollo medioambiental, cultural y existencial humanos. Para vivir en la post-pandemia con el reto de la rehumanización.
VIVIR EN LA PANDEMIA
Sobre la naturaleza
En un artículo del National Geographic se expresaba: «En China: mejora drástica de la calidad del aire. Los datos no mienten. A lo largo de todo el mes de febrero, el primero del largo confinamiento que lleva la provincia china de Hubei, el promedio de días sin contaminación atmosférica aumentó en un 21,5% en comparación con las mismas fechas del año anterior, según un informe del Ministerio de Ecología y Medio Ambiente de China. Asimismo, las imágenes de satélite publicadas por la NASA y la Agencia Espacial Europea mostraban una reducción drástica de las emisiones de dióxido de nitrógeno en las principales ciudades del país»1. Una situación parecida se dio en todas las áreas industriales del mundo. Lo testimoniaron las imágenes del satélite del antes y el después.
Hemos descubierto que formamos parte de la naturaleza, que somos naturaleza. Quizás nos habíamos olvidado. En nuestra vida mayoritariamente urbana, la naturaleza parecía que quedaba lejos. Con la pandemia por el coronavirus nos hemos dado cuenta que pertenecemos a la naturaleza.
En la naturaleza a veces reina el caos. En ocasiones funcionan las leyes darwinianas y entonces solo los más adaptados sobreviven. Más adaptados no quiere decir siempre más fuertes físicamente, por ejemplo puede querer decir tener un sistema inmunitario fuerte. El caos en la naturaleza va asociado a destrucción. Sin embargo después del caos se genera un nuevo orden. El orden resultante es un nuevo equilibrio natural.
Con la pandemia y el confinamiento descubrimos que mejoraba la capa de ozono, que no había tanta contaminación en la mayor parte de lugares industriales de la tierra. Se pararon la mayor parte de agresiones al medio ambiente. La naturaleza avanzó, había más silencio, más equilibrio natural, más vida.
Somos una especie que está causando un daño a la tierra, una especie que ha desequilibrado los ecosistemas. La Tierra por nuestra culpa está estresada, se encuentra en peligro de desequilibrio. El coronavirus desde una óptica estrictamente natural se puede entender cómo una defensa de la tierra, Gaya, frente a nosotros, nuestra actividad destructiva. Así, desde un punto de vista externo, desde el gran organismo que es la tierra, esta pandemia tendría el propósito de eliminar aquello que es dañino, perjudicial y que pone en peligro la mayor parte de la vida.
Podemos aprender que tenemos que encontrar un nuevo equilibrio y una nueva forma de vivir más balanceada con el medio ambiente del que formamos parte, no tan agresiva y destructiva, más acorde con Gaya.
Sobre las pandemias
Màrius Belles y Daniel Arbós escribieron un libro en el que dedican un capítulo a las pandemias que ha habido en la historia humana2. Explican que las cinco pandemias más letales han sido, por este orden: Viruela, Sarampión, la mal llamada «gripe española» de 1918, la peste negra, y el VIH. En concreto exponen que el más letal de los virus hasta la fecha ha sido el «Variola virus», causante de la viruela, hoy erradicada gracias a las vacunas, pero se calcula que mató a 300 millones de personas. El sarampión, otro virus que ha matado a unos 200 millones de personas, también se erradicó con la vacunación. «Antes de que la vacuna se introdujera en 1963 y se generalizara su uso, cada 2-3 años se registraban importantes epidemias de sarampión que llegaban a causar cerca de dos millones de muertes al año», señalan los autores citando a la OMS.
La «gripe española» de 1918, «una de las crisis más graves de salud pública de la Historia», y que mató en apenas dos años a entre 50 y 100 millones de personas. «Este virus solito liquidó entre el 3 y el 6% de la población mundial»3 —afirma Arbós—. Sigue el autor: «También la bacteria Yersinia pestis fue la culpable de la epidemia de peste negra que asoló a Europa a mediados del siglo XIV, un bacilo que se transmitía a través de parásitos como pulgas y piojos que vivían en ratas, otros roedores y en los propios humanos. Se cree que una vez más la epidemia empezó en Asia y se dispersó hacia Europa aprovechando las rutas comerciales. En la Península Ibérica la población pasó de 6 millones de habitantes a 2,5, mientras, en el conjunto de Europa murieron unos 50 millones de personas, al pasar de 80 millones de habitantes a 30. El virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), si no se trata, mata de media al 80% de los infectados. Se expandió hace 4 décadas. Según cálculos de la OMS y ONUSIDA, a finales de 2016 había en el mundo unos 36,7 millones de personas infectadas por el VIH».
Así pues la situación de pandemias es común en la humanidad, aunque nos habíamos olvidado por las vacunas o los tratamientos. Hasta que llegó el coronavirus. Así, el pasado 11 de marzo de este 2020 la OMS declaró que existía una pandemia global de coronavirus, la primera de la Historia por este tipo de virus. «Con respecto a las pandemias anteriores de la historia tenemos suerte por un lado, pero también desventajas. La detectamos muy rápido, y los investigadores trabajaron ya para contenerla. China anunció en diciembre de 2019 los primeros casos y en 10 días ya se había secuenciado el genoma del SARS-Cov-2, y 15 días después su test de detección», remarca en la entrevista en Infosalus Daniel Arbós. El lado malo, a su juicio, es que antes había muchas epidemias que quizá estaban en China o Asia y no nos llegaban, y ahora con la globalización al cabo de una semana se extiende a unos 40 países. Además, uno de los riesgos que conlleva esta pandemia es lo que sucedió con el VIH, la gripe A o con el síndrome respiratorio agudo grave (SARS), que se inició en noviembre de 2002 y un año más tarde nadie se acordaba de ella, y produjo 800 muertes y 8.000 infecciones: la zoonosis. «No será ni la primera ni la última vez que un virus que está en un animal, como tienen gran capacidad de mutar, llegue a afectar a los humanos», remarca Arbós. En este caso, indica que el virus se encontraba en los murciélagos, después pasó a otro animal, y luego a los seres humanos.
En un artículo reciente4 Julio Villalobos expone que: «Lo primero que debemos asumir es que esta pandemia del coronavirus Covid-19, aunque no es la primera a la que hemos tenido que enfrentarnos, tiene algunas características únicas, como son la velocidad de su transmisión y su alta letalidad especialmente en los grupos de riesgo». También que «tras la pandemia de la gripe en 2009 y posteriormente del ébola (2014-2016), desde los organismos internacionales se dieron las voces de alarma y personajes tan conocidos como Bill Gates en 2015 ya anunciaron que serían los virus y no la guerra, los que traerían en el futuro el caos en el mundo. Muchos expertos, entre ellos los del The Global Preparedness Monitoring Board, GPMB, formado por expertos de la OMS y el Banco Mundial, reunidos en octubre de 2019, anunciaban la poca preparación que tenemos a nivel global para prevenir las posibles futuras pandemias. Y ya daban siete medidas urgentes para preparar el mundo ante una posible emergencia sanitaria». A pesar de estas recomendaciones no fue sencillo ni pronosticar, ni anticiparse, ni frenar la progresión de la pandemia. La situación vivida será un aprendizaje para anticipar y responder ante futuros retos parecidos. Las disposiciones tomadas y la evaluación de los resultados de las diversas estrategias redundará en el aprendizaje. Las diversas comunidades tendrán a su disposición estas experiencias para disponer de ellas en caso necesario y saber que hay que tomar medidas con rapidez, flexibilidad y cautela.
Sobre la salud
La infección por Coronavirus produce diversos patrones de enfermedad, cuestionando quizás nuestras creencias previas sobre la salud5:
• Infección en los pulmones, con posible falta de oxígeno y aparición de neumonía.
• Problemas en los riñones, incluido el fallo renal agudo.
• Cardiopatías en el corazón: arritmias, trombos, infartos…
• Fallos en el hígado.
• Alteraciones en el sistema digestivo, con náuseas, diarrea, dolor abdominal…
• Aparición de coágulos sanguíneos.
• Problemas neurológicos, desde migrañas y convulsiones a meningitis e ictus.
• Respuesta inmunitaria descontrolada que puede ocasionar un fallo multiorgánico. Una de las principales preocupaciones es controlar la respuesta inmunitaria que el cuerpo produce cuando se agrava la infección en los pulmones. En la mayoría de casos, la respuesta inmunitaria controla el virus y frena la Covid-19. Pero a veces esta respuesta defensiva se descontrola y provoca inflamación, generando un proceso que se conoce como tormenta de citoquinas que puede provocar el fallo multiorgánico y el fallecimiento del paciente.
Hemos podido aprender que hay muchas formas de enfermar. El virus es uno, pero según la forma cómo afecta a cada organismo se desarrolla un patrón u otro de enfermedad. Algunos de estos patrones, los más graves, pueden acabar con la muerte. A veces es la insuficiencia respiratoria, a veces el sobreesfuerzo del sistema cardio-vascular, a veces la sobrerreacción del propio sistema inmunitario. Son diferentes enfermedades que tienen una causa común y el organismo humano, que responde de manera diferente según sea su edad, estado de salud o características biológicas personales.
Vivíamos sin conocer de cerca las pandemias. Y hemos descubierto nuestra fragilidad ante ellas. Cuando ocurre una situación cómo esta, reaccionamos y tomamos medidas de autoprotección y de protección de los nuestros. A pesar de los avances de la medicina no podemos con todo. Y el coronavirus es especialmente difícil de contener puesto que es muy contagioso y su presencia en humanos puede tener consecuencias graves para la salud. Pensábamos que éramos fuertes y que casi ante cualquier enfermedad había un tratamiento, y ahora nos encontramos con una enfermedad sin tratamiento inmediato. Afecta más a personas que ya tenían dificultades previas, como problemas respiratorios o enfermedades debidas a la edad avanzada. Sin embargo, el virus ha manifestado su capacidad destructiva independientemente de la edad.
Hemos aprendido cuáles son los síntomas de la Covid-19: Tos, pérdida del gusto y del olfato, fiebre, dolor en el pecho, malestar general, abatimiento, dificultades respiratorias durante un periodo largo de tiempo. Hay personas que habiendo sido contagiadas con el virus no desarrollan estos síntomas, son asintomáticos, sin embargo pueden contagiar la enfermedad y son las personas que entrañan más riesgo para la colectividad, porque sin darse cuenta pueden esparcir el virus en sus encuentros con otras personas, en fiestas o celebraciones, en el contacto personal.
Hay muchas personas que se recuperan. Se recuperan porque al final el sistema inmunitario logra vencer al virus. Sabemos que de momento no hay una cura para la Covid-19. Solo hay algunos medicamentos que pueden paliar la enfermedad, a partir de actuar en algunos de los procesos y síntomas.
Hemos podido aprender que las personas que se curan lo hacen porque su sistema inmunitario vence al virus. Es decir que, después de una lucha del organismo contra este agente destructivo, al final, si logra imponerse el sistema inmunitario, la persona recupera la salud. Por tanto la salud no es tanto una ausencia de enfermedad cómo la presencia de procesos de curación. Para vencer al virus se trata pues de tener un buen sistema inmunitario. Frente al virus hay que preparar el sistema inmunitario. Esto es lo que hacen las vacunas: preparar el sistema inmunitario para que cuando aparezca el virus en el organismo éste lo pueda vencer fácilmente. La salud no es algo que se dé como resultado de un proceso pasivo, sino profundamente activo. Aquí la pasividad es retroceso, que puede llegar a ser muerte, en cambio la actividad y lucha es vida.
Sobre el sistema sanitario
Esteban es médico, trabajaba como cirujano en un hospital. En los primeros tiempos no se tomaron las precauciones sanitarias y se contagió del coronavirus. Se debatió entre la vida y la muerte, estuvo en coma varias semanas con respiración artificial. Al final despertó y la abnegación del personal sanitario acabó salvándole la vida. Le costó recuperarse y le quedan secuelas de la enfermedad padecida.
Hemos descubierto la importancia de tener un buen sistema sanitario, un lugar donde las personas sean atendidas, se les pueda proporcionar el tratamiento que necesitan: respiradores, tratamientos paliativos, pero sobretodo un lugar humano donde sean tratados como personas. Así muchas personas han ido venciendo poco a poco la enfermedad en estado de aislamiento por el peligro de contagio. El personal sanitario ha tenido las cosas difíciles. Tuvieron que protegerse, contactar con las familias, atender a los enfermos. Los enfermos no pueden recibir visitas, están solos y el personal sanitario es su único apoyo humano. Hemos descubierto que tenemos unos grandes profesionales y que para ser profesional sanitario además de los conocimientos, que en este caso eran limitados al principio, se necesita el trato humano, el estar al lado del paciente, escuchar, cuidar. Es decir que la medicina es también una profesión del cuidar humano.
Estuve presente a principios de julio después de la primera ola en uno de los primeros actos académicos. Fue en una escuela de verano donde el personal sanitario, médicos de urgencias, psiquiatras, responsables de Centros de Atención Primaria, enfermeras, investigadores biomédicos, narraron su experiencia ante el público asistente con mascarillas y distancias de seguridad. Y se produjo una fusión mágica entre los sanitarios y las personas. Algo parecido a aquellos aplausos de las 8, pero verbalizado. Los sanitarios exponían su experiencia y como el objetivo de ayudar a las personas les daba energías para seguir. Los participantes expresaban su agradecimiento ante tanto esfuerzo. Un reencuentro precioso.
Sobre las vacunas
Esta pandemia tendrá un final. Dice Bill Gates que a finales del 2021 la pandemia estará superada, «over». Este final vendrá marcado por la capacidad de desarrollar una vacuna. Hay diferentes estrategias, según exponen los expertos. Una de ellas consiste en atenuar el mismo coronavirus y, al inyectarlo, hacer que la población vacunada pase una versión atenuada de la enfermedad. Otras estrategias suponen la introducción en el organismo de diferentes proteínas que promuevan la respuesta inmunitaria para que cuando llegue el coronavirus el organismo esté ya preparado y pueda responder con facilidad. Cuestiones sobre cuánto dura la inmunidad son aún una incógnita.
Una vacuna para poder ser aplicada a una población tiene que ser segura. Necesita diferentes fases antes de poder ser administrada en general, mostrar que funciona en diferentes poblaciones e incluso en poblaciones de riesgo. Todos los expertos coinciden en que se necesita como mínimo un año para desarrollar una vacuna con garantías. Y un año es mucho tiempo. Entretanto, el virus seguirá circulando, infectando, enfermando personas y lamentablemente matando, aunque sea un pequeño porcentaje de la población.
«Esperamos acabar con esta pandemia en menos de dos años. Especialmente si podemos unir nuestros esfuerzos (...) y aprovechando al máximo las herramientas disponibles y esperando que podamos tener herramientas adicionales como vacunas, creo que podemos ponerle fin en un período de tiempo más corto que la gripe de 1918», afirmó el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, en una conferencia de prensa6. También expresó que «Ningún país podrá resolver este problema por sí solo hasta que tengamos la vacuna, que sería una herramienta vital y esperamos tenerla lo antes posible, pero no hay ninguna garantía de que la vayamos a tener, e incluso si la tenemos no va a poner fin a la pandemia por sí sola». En este sentido, instó a todos los países a «aprender a controlar y manejar este virus usando las herramientas actuales», y a «hacer los ajustes en la vida diaria que son necesarios para mantenerse a salvo».
Sobre la familia
María trabaja en un juzgado. Tienen mucho trabajo, se atrasaron los expedientes y además ha habido una avalancha de situaciones conflictivas debidas a la convivencia en las familias después del confinamiento.
El confinamiento ha supuesto vivir un largo período de tiempo en el mismo espacio. Puede ser que una persona haya estado sola, puede ser que haya estado viviendo en familia, y en este caso, durante un tiempo, se ha prolongado la convivencia con las mismas personas durante más tiempo del que es lo que es habitual.
Las cosas pueden haber ido mejor o peor dependiendo de los casos. Ha habido casos de parejas separadas en los que los hijos se quedaron con uno de los progenitores y no con el otro, casos personas solas que no tuvieron ningún tipo de contacto personal, casos de familias con hijos que no podían salir de casa. La experiencia fue muy diversa. Para resumir podemos sintetizar que hubieron tres grandes grupos:
El grupo de personas solas. La pandemia les hizo sentir más la soledad. La soledad es especialmente dura cuando no es buscada o querida y puede desembocar en tristeza o depresión.
El grupo de familias con hijos pequeños en edad escolar, seguramente con los padres trabajando. Si tenían la suerte de poder hacer teletrabajo podía ir bien para poder estar uno o ambos en casa, pero si no, tuvieron que buscar formas de combinar el trabajo para que uno de los dos se quedara con los hijos o bien si habían mayores se pudiesen quedar algún tiempo solos.
También hubieron situaciones de familias con hijos adolescentes o jóvenes o parejas mayores ya con hijos emancipados. En este caso también puede haber habido variedad de situaciones. Por un lado los adolescentes o jóvenes pueden ser muy autónomos pero la falta de actividad vital puede también haber sido dura para ellos.
Un aprendizaje puede haber sido que al vivir con los que estamos más cerca, con las personas con las que tenemos vínculos de consanguinidad, predispone al aprendizaje, a partir de reconocer nuestros patrones reactivos, que los hemos desarrollado precisamente en este entorno. Este entorno, nos dispara la reactividad, pero esto puede ayudar a que nos hagamos conscientes de estos patrones y eventualmente podamos proponernos cambiar y transformarnos.
Sobre la economía
El ya citado director general de la OMS Tedros Adhanom Ghebreyesus reivindicó la necesidad de aprender a vivir con el virus, ya que los confinamientos «no son una solución a largo plazo para ningún país». Tedros destacó: «La pandemia de Covid-19 nos recuerda que la salud y la economía son inseparables. No debemos elegir entre la salud y la economía, es una elección falsa. Al contrario, la pandemia de Covid-19 nos recuerda que hemos de aprovechar esta situación para mejorar el problema del cambio climático. «La pandemia nos ha permitido imaginar cómo sería el mundo con cielos y ríos mucho más limpios»7.
Marta regentaba un pequeño negocio. Un horno-bar de pueblo, Vendía un pan muy bueno. Tuvo que cerrar por no poder pagar los alquileres. No volvió a abrir. Está en el paro y estudia si podrá volver a empezar, pero está considerando otras opciones.
La economía tanto a nivel micro como a nivel macro ha estado también afectada por la pandemia. Hemos descubierto que puede ser también volátil. Necesitamos una economía con corazón, más humana.
Efectivamente, hemos podido observar cómo la economía es también frágil. Hemos podido aprender de caídas del producto interior bruto del 10, 12, o el 18 %. Son cifras de los efectos del confinamiento, especialmente duro en algunos sectores. Son todos aquellos que dependen de la movilidad de las personas, por ejemplo el turismo, pero también la restauración, las compras. También las actividades culturales, deportivas y de ocio. Muchos sectores se resintieron de alguna forma. Sin embargo hubieron sectores que, a pesar de tener que tomar medidas, tuvieron la posibilidad de desarrollarse al máximo, por ejemplo el sector de la alimentación o de compras on-line.
Detrás de las cifras de repliegue de la actividad económica en España están los ERTE, un sistema creado para regular temporalmente el empleo, o también los ERE, directamente relacionados con el aumento del paro. Sin embargo, detrás de cada cifra de paro, hay una persona que se queda sin trabajo, una preocupación de cómo continuar aportando a la sociedad y recibiendo recursos que son necesarios para sobrevivir. También está la situación de miedo a perder el puesto de trabajo que llevó a algunos a sobreexponerse al riesgo para conservarlo.
Hemos podido comprobar la importancia el Estado, de contar con un estado social que tiene un sistema público que permite la acción social mediante subsidios, aunque sea a base de endeudarse más. ¿Qué hubiera pasado sin estos sistemas de protección? La sociedad y las personas no lo hubiesen resistido. Podemos ser más o menos partidarios de un estado más fuerte o menos fuerte, pero esta dialéctica y colaboración entre lo público y lo privado es absolutamente necesaria y lo ha sido en una situación como la que hemos vivido.
Hemos podido aprender que la economía tiene que ver con la velocidad del intercambio: más cantidad de intercambio y más velocidad del mismo, esto es crecimiento económico. Cuando en cambio la economía se ralentiza, incluso se para en algunos sectores, como fue el caso de la pandemia, la economía decrece. La economía necesita cierta velocidad. Es como ir encima una bicicleta, la bicicleta se mantiene en pie mientras se pedalea, cuando se para la bicicleta no se sostiene.
Necesitamos una economía más humana que tenga en cuenta las situaciones de las personas. Hemos visto ejemplos de intercambio humano: por ejemplo propietarios que perdonaban parte del alquiler a los inquilinos comprendiendo la situación difícil por la que atravesaban. No le ocurrió a Marta.
Deseos y necesidades
Si tengo sed es una necesidad, si para satisfacerla quiero tomarme una bebida azucarada de una marca determinada que conozco por la publicidad, esta necesidad se ha transformado en deseo.
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