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García, Horacio

Prosas y poemas a mi estilo / Horacio García. - 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2021.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: online

ISBN 978-987-87-1330-4

1. Relatos. I. Título.

CDD A860

Editorial Autores de Argentina

www.autoresdeargentina.com

Mail: info@autoresdeargentina.com

Ilustraciones: Silvina García

Ana quería un amor, demasiados años de soledad, un matrimonio que no funcionó, quizás por falta de experiencia o porque en su mente había idealizado al hombre que después no fue, hija única, buena familia, creyó que se iría de su casa con el príncipe azul, que en un brioso corcel blanco la llevaría a vivir felices por siempre. El tiempo, la convivencia, disolvieron esa imagen, descubrió que los cuentos de hadas solo eran fantasías y que en la vida real no era tan fácil. Que los seres humanos tienen virtudes, pero también defectos, que las necesidades individuales no siempre son prioridad para el otro, que crecer de a dos es una utopía, al contrario, es más frecuente la evolución de uno en la pareja, en lo laboral, las oportunidades o los sentimientos. Ella quería un amante, un amigo, un cómplice y él terminó no llenando sus expectativas, la tolerancia estuvo ausente y de pronto acabaron en caminos diferentes. Por un tiempo, se sintió libre, cambió su aspecto, se vistió más juvenil, hizo cursos, disfrutó con sus amigas salidas y reuniones que había olvidado, fue a bailar y experimentó algunas noches de placer con romances de ocasión, todo un cambio, pero en su interior faltaba algo, como si no sintiera satisfacción en todos sus actos, entregar su cuerpo solo implicaba pasión, buenos momentos de sexo, que se iban cuando entraba a la ducha, con la necesidad de que el agua arrastrara lejos caricias y besos no sentidos. Quizás seguía creyendo en el romanticismo, pero algo había aprendido, no necesitaba controles en su vida, nada quería compartir con alguien vulgar al hablar, tosco o quizás brusco en el trato, estaba dispuesta a ceder la belleza perfecta, la elegancia o el buen pasar, pero que viniera acompañada de amor, comprensión y compañerismo. Ana quería un amor, no que la completara, ella ya lo estaba, quería compartir con alguien que también lo estuviera, no necesitaba reparar pedazos de relaciones rotas o ayudar a madurar a quien la vida no se lo había enseñado, quería un hombre, no un hijo a quien educar. El tiempo fue pasando, descubrió que los vínculos se hacían complicados, que los compromisos se disolvían rápido, que muchos solo buscaban su cuerpo, pero no se preocupaban por ver su alma, que halagaban sus ojos, pero no su mirada, que disfrutaban su venir más que su caminar. Ana quería un amor y quizás la vida se lo dé, será en el momento en que deba ser o no, pero comprendió que si llega necesita un compañero, que la aprecie tal como es, que la quiera, sin necesidad de cambiarla, que entre los dos disfruten las virtudes y traten de tolerar y modificar los errores, que aprendan que la convivencia es un desafío cotidiano y de a dos. Ana quería un amor, quizás también los años le enseñaron que ya lo tenía, solo le faltaba mirarse al espejo.

Lucía

Como todas las mañanas, Lucía daba vueltas en la cama, le gustaba disfrutar ese momento, un coqueteo con las sábanas, unos pocos minutos, suficientes para despejar su mente y juntar fuerzas para levantarse. Por la ventana de su cuarto, ya se veían los rayos del sol, anunciando el nuevo día, le gustaba mirar un árbol añoso, de verde follaje, que hacía las veces de santuario de gran cantidad de aves, un coro matutino, que la tenía como espectadora. Había que comenzar, antes de bañarse pasó frente al espejo, una confidencia, creo que uno de los mayores secretos interesantes de develar, de lo tantos encantos y misterios de la mujer, es contemplar su despertar, natural, con el cabello revuelto, sin maquillaje o prendas ajustadas, tal cual es, por cierto el privilegio de quien duerma con ellas, bueno, volviendo al relato, su imagen en pijama corto, dejaba ver en parte su cuerpo, acorde a su edad, ni demasiado joven, ni demasiado mayor, la justa, donde la mujer se siente más plena, más segura y por cierto, pensó, me veo bien, quizás un poco más de ejercicio no me vendría mal. Amaba su pueblo, casas bajas, bellos árboles, gente amable, pero no estaba conforme, su empleo en la librería, le permitía vivir y pagar sus gastos, pero necesitaba más, la monotonía, la rutina le pesaban, la sed de aventuras, emociones, algo que le diera una cuota de peligro, de audacia, la emocionaban hasta el punto de hacerla temblar. Mientras estaba bajo la ducha, solía quedarse largo rato, le gustaba sentir el agua caliente en su piel, como una caricia que recorría todo su cuerpo, cerrar los ojos, como si se transportara y estuviera en una selva, bajo una cascada, rodeada de palmeras, con grandes pájaros de colores volando en el cielo y gritando alborotados, un mar de aguas verdes, una playa virgen y el esplendor de la naturaleza frente a sus ojos, el sonido de las olas al romper, era como si escuchara una melodía que le daba calma, el sol abrazándola como un fuego sensual, quemando su piel y el roce suave y cálido de sus pies con la arena blanca, a lo lejos la visión de pescadores con sus redes, botes y veleros, mecidos por el viento, en una danza con cadencia sobre las aguas, caminar, recoger caracoles, chapotear con los pies, en esa espuma blanca que deja el mar cuando besa la orilla y encontrarse con él. Lo veía alto, robusto, con la barba a medio crecer y el mentón firme y partido, ese rasgo masculino que a ella le encantaba, que le daba personalidad, la piel curtida por la sal y el sol, marinero, ella lo imaginaba pirata y surcar los mares en su barco y en esos momentos, era feliz, pensaba que le hacía el amor en la playa y su mente febril, latía y su cuerpo se estremecía, en una mezcla de goce y alta dosis de una adrenalina, que, para ella, era tan necesaria como el oxígeno. Pero ya era tarde, Lucía, cerró el grifo de la ducha, se cambió, desayunó y salió presta a abrir su negocio, sus clientes la esperaban, su clásica sonrisa y amabilidad y la rutina de todos los días, posiblemente esa sería su vida para siempre, nadie jamás podría adivinar que ella vivía en dos mundos, la librería y el de sus aventuras, de sus viajes con él, de sus fantasías, de sus sueños despierta, un secreto bien guardado, rodeada de libros, buscaría un nuevo lugar, una travesía, quizás un país lejano o una etapa de tiempo diferente en la historia, así alimentar los personajes, la puesta en escena, una profesional de la fantasía, siempre volver a ser protagonista, para después recordar el sabor en su boca, el calor en su piel, el temblor en su cuerpo, la ansiedad y el placer de escapar de su mundo gris.

Nosotros

Leía por allí que existe una nueva generación, dicen que todavía no le pusieron nombre y la verdad no creo que lo necesite, me pregunto, ¿es necesario clasificar?, en definitiva, ¿no somos todos seres humanos?, la señalan como un grupo de personas que van entre los cincuenta y los setenta años, que tienen ganas de vivir, de experimentar cosas nuevas, que se adaptaron a la tecnología, que generan vínculos en las redes sociales, que tienen metas, sueños, que consideran la edad experiencia, pero jamás una carga, ni les pesa, quizás porque aprendieron a renegar de los estereotipos, esos que permanentemente quieren clasificar, creo que las palabras “anciano, tercera edad, viejo” comenzaron a quedar obsoletas. Decía no a los nombres, pero sí a la pertenencia, me siento bien de pertenecer y reconocerme en otros, como amigos, como pares, amo mi libertad, mis sueños, celebro mi entusiasmo, disfruto de mis nietos cuando estoy con ellos y disfruto mi tiempo y mis proyectos cada día, no hay contradicción, no existe antagonismo, ni dicotomía , en ambos casos, ser abuelos es maravilloso, pero también lo es ser hombre y mujer y celebrar la vida, no dejarla pasar y sobrevivir, hacerlo a pleno, en cada acción, entusiasmarse y usar nuestra energía para lo que nos guste. Ayer me mandaron fotos de la portada del libro que estoy por publicar y me sentí como un joven ante su primer proyecto, esa adrenalina de lo nuevo, esa endorfina que hace que nuestra sonrisa brille, eso tiene valor, no tiene precio y, si lo tuviera, lo pagaría con ganas. Mis afectos son importantes, los amo, los siento míos, siempre la familia ocupó un lugar importante en mí, pero también estoy convencido de que generando ideas, armando proyectos, dándoles nacimiento y concreción a mis ganas, no les quito tiempo, porque soy feliz, estoy alegre y eso también se traslada a ellos y el tiempo juntos adquiere calidad, no hay reclamos ni reproches, se torna más interesante, porque en realidad no dependo de su visita, que siempre recibo con mucha alegría, ni vivo pendiente de lo que hacen o de sus cosas, solo por si me necesitan, pero ellos saben que cuentan conmigo, porque tengo vida propia y estoy orgulloso de eso. En definitiva, franja etaria, generación evolucionada, adultos mayores, no sé, yo solo sé que soy Horacio, que tengo 61 años bien transitados, que cada día me levanto con ganas de reinventarme, que agradezco y celebro la vida, que me gusta mi trabajo, que disfruto mi hobby de escribir, que me encanta que otros me lean, haber aprendido a dejar salir sentimientos, haber perdido los miedos y la vergüenza del qué dirán, conocer la herramienta maravillosa que es internet y la gran comunicación que me permite, la enorme cantidad de vínculos que me dejan crecer y por supuesto disfrutar mis afectos. Quizás en algún punto te sientas identificado, a lo mejor actuás o pensás parecido a mí, en lo personal me encanta y sé que compartimos cosas, que podemos ser amigos y, la verdad, lo importante es que existimos, mientras tanto, ustedes, muchachos, pónganle el nombre que quieran...

Fantasía y deseo

Soy un extraño en tu cuarto, una silueta entre sombras, que te observa sin nombrarte, quien te provoca suspiros, quien estremece tu alma, el que busca tus secretos, tu anhelos, quien acaricia tu pelo, con paciencia, con desvelo, pero en silencio profundo, para que siga tu sueño. Soy el que besa tus miedos y altera tus fantasías, para que vean la luz y se junten con las mías.

Soy el que invade tu mundo, en sigilo, sin permiso, presente sin que lo notes, quien se refleja en tus ojos, que iluminan cada noche, quien arde solo de verte y te desea en penumbras, tan sensual, tan mujer, tan femenina, quizás como el horizonte, más me acerco, más lejana, sintiéndote yo tan mía.

Soy un ladrón temeroso, no quiero ser descubierto, me quedo viendo tu cuerpo, como un lobo contenido, quien acrecienta su hambre, su latir y sus sentidos.

Puede el deseo matarme, hervir la sangre en mis venas, arder mi piel y mi aliento, que te besa sin rozarte, te acaricia sin tocarte, que se estremece y se pierde más allá de tus mareas.

Furtivo acecho en la noche, solo por verte dormida, ansiando estar a tu lado, que me abraces, me acaricies, sentir las pieles unidas, rozar tu cuerpo sería el éxtasis, el clímax, poesía, tu calor, nuestro mayor goce, pero frenar mi pasión solo es morir de agonía.

Te hago el amor en mi mente, entre sábanas de seda, tu cuerpo, mi refugio, mi utopía, mi quimera, tus formas me desesperan, son un camino prohibido, que recorro sin demora, explorando a cada paso, con mis labios encendidos, tu rincones, tus límites, tu frontera.

Pretendo no dejar huella, irme sin que me veas, pero siento que lo hiciste, porque tu cuerpo se mueve, en una suave cadencia, tus colores se acentúan, de pronto te ponés tensa, dejás danzar a tu alma, frenesí de tus caderas, para luego descansar en una muy dulce calma.

Sensaciones encontradas, pasiones desenfrenadas, espacios de mil colores, placeres desconocidos, y tu boca que me quema, me llama, me incita y me consume en su flama.

Pero todo se termina, debo salir de tu mente, así como me creaste, me dejás en la mañana, cruel ser una fantasía en tiempos de la partida, quizás, aunque no lo creas, despierta, vos me recuerdes y quizás hasta me extrañes y vas a esperar la noche, para dormirte con prisa, para soñar con esmero, rescatarme del olvido, para invitarme a tus ansias, para volvernos a amar, para ofrecerme tus ganas.

Simplemente, nos encontramos en sueños, a la misma hora, hasta mañana.

¿Qué es un don?, creo que la mayoría lo identificamos como algo que tiene valor, muchas veces se utiliza agregado al nombre como una señal de respeto, justamente de alguien a quien consideramos importante. Una palabra que encierra magia en sí misma, cuando decimos tiene un don, es porque destacamos algo en una persona, eso que hace y llama la atención, por su excelencia o por su extrañeza, pero que sin duda es especial. Me produce un interrogante, solo un reducido número fue dotado de dones, o quizás lo importante radica en que pudieron darse cuenta de que los tenían. Hola, recién te veo, yo aquí, con mis reflexiones en voz alta, sentado a la compu, contame cómo estás, yo, pese a todo, siempre esperanzado, la familia bien, también yo, espero que vos y los tuyos lo estén, como de costumbre despierto temprano, justo vi que estabas conectado, aprovecho a retomar un poco estas charlas íntimas, sabés, me gusta filosofar juntos, quizás en cierta manera me ayuda a entender cosas, a crecer, estaba pensando en voz alta, decime, ¿alguna vez te planteaste si tenías un don, o la vida y el caminar de todos los días hicieron que nunca te lo preguntaras?, o quizás lo ocultaste por temor, sí, muy dentro de vos, cerrado con siete llaves y, si es así, ¿por qué no querés que se vea?, por timidez, por inseguridad o porque en cierta forma el temor a lo nuevo, a los desafíos, a tomar decisiones es más fuerte. Corre por mi cuenta, pero yo pienso que todos fueron dotados con dones y quizá no usarlos es ser egoísta, sí, con los demás y consigo mismo. Claro, primero hay que aprender a amarse, sentir que uno es valioso, descartar de plano todo concepto de baja estima y también muchos falsos consejos, no es mi forma de ser, descalificar a quienes opinan, pero cuidado que muchas veces lo hacen desde su propia inseguridad, de su frustración personal y son los primeros en decirte que no hagas tal cosa, que tengas cuidado, que eso no sirve o es una tontería. Amarte significa que podés amar a los demás, estar vivo, que sos importante, único y valioso y siempre el dueño de tus decisiones, claro, eso es libertad y trae obligaciones y requiere valentía, audacia, salir de la zona de confort, dejar prejuicios, apegos y en definitiva, responsabilidad y crecimiento. A veces nuestros afectos, el entorno más cercano, no digo a propósito, pero tiende a no valorarnos, a creer que no somos capaces de superarnos, cumplir sueños o metas y quizás por celos o miedo a perdernos. Pero estoy seguro de que dentro de vos está eso que siempre quisiste, eso que te hace feliz y con lo que sentís que desaparece el tiempo cuando lo hacés, que estás liviano, que no te pesa, ¿por qué no lo dejás salir?, ¿qué tal si lo intentás?, atrevete, a lo mejor es un cambio que necesitás en tu vida para evolucionar y también, por qué no, una herramienta para que otros evolucionen. Acordate, cuando tengas una pausa, cuando pienses un ratito en silencio y analices lo que hablamos, todos tienen dones, ninguno igual al otro, pero seguro que el que tenés también te hace especial y no tengo dudas de que debe ser hermoso, si lo averiguás, lo dejás salir, contámelo, a mí me pondrá feliz, contáselo al mundo, no tengo dudas de que seguro va a ser mejor. Me debés el café, te mando un abrazo y el cariño de siempre, sabés que me encanta que charlemos, tu amigo virtual.

Todos conocemos historias, ¿quién alguna vez no vio situaciones, vidas, amores prohibidos?, esta es una más...

Claudio la admiraba en silencio, él la veía inalcanzable, prohibida, quizás fue eso, la quimera de lo imposible, lo que alentaba sus sueños. María trabajaba con él hacía varios años, una mujer como tantas, ambos empleados de una gran cadena de comercios, ella casada, dos hijos, supervisora del área de perfumes y cosméticos, él vendedor de electro, también en pareja hacía un tiempo, transcurrían la jornada de trabajo a pocos metros y cada día, cada instante, él la veía. Ella, perfecta en su uniforme, siempre su cabello arreglado, el maquillaje impecable, de camisa y pollera ajustadas, que acentuaban sus formas y que él comparaba con esas estatuas antiguas de diosas griegas, su caminar grácil y femenino, su sonrisa permanente, su voz cristalina, agradable, su trato amable, no hacían más que alimentar sus sensaciones y volvía más intenso su oculto deseo. Solo compartían alguna palabra a la hora del almuerzo, pero generalmente con otros empleados, nunca un diálogo de a dos, pero sus ojos solían cruzarse, casi en forma casual, un segundo, donde las miradas se tornaban intensas, se diría que el tiempo paraba y que se decían mil cosas sin hablar, ambos sabían que no estaba bien, que tenían sus vidas, pero seguían sin poder evitar esas miradas cómplices. María trataba de no pensar, hacía su trabajo y volvía a su casa cada día, a retomar la rutina con su familia, los quehaceres, sus hijos, su esposo, una vida normal, él a la salida compartía un rato con sus amigos y después regresaba al hogar con su mujer. y así transcurría el tiempo, cada uno esperando el momento de cruzar sus miradas, infieles, pecadores, merecedores de la hoguera y el escarnio público o amantes, devotos de la pasión, el placer y el deseo. María cada noche con su almohada tenía discusiones, la moral, las costumbres, la familia y por otro lado la atracción del fuego que encendía esa mirada, que le provocaba pensamientos y fantasías escondidas, que ahora se alteraban y presionaban por salir. Él por las noches imaginaba un encuentro con ella, un cuarto de hotel, el peligro, el sabor de lo prohibido y la intensidad de dos cuerpos ansiosos de unirse y celebrar el placer. Qué impresionante el poder, la magia, el misterio de la mente, el vuelo de la imaginación, que con solo una mirada podía remover todos los principios, valores y moral y por el otro despertar las fantasías, los deseos más ocultos y producir sensaciones físicas, sin siquiera haberse rozado. Y los días pasaban, las miradas seguían encendiéndolos a ambos, sin saber, ninguno de los dos, lo que pasaba por la mente del otro. Pecado, amor, sexo, aventura, adrenalina, peligro, quizás rechazados por muchos y anhelados por otros. No volví a verlos, quizás su historia sea la de tantas Marías o de tantos Claudios, me quedó el interrogante, habrán resistido la tentación, o habrán cedido a sus instintos para dar rienda suelta a momentos de amor prohibido; cuántos secretos encierran las personas, aventuras jamás contadas, pasiones nunca llevadas a cabo, deseos o fantasías ocultas y guardadas en lo más profundo de su interior, la hipocresía dirá que esto no sucede, quizás vos que lo lees me dirás que está bien o que está mal, cuáles son tus reglas de moral, lo que debe hacerse o no, o simplemente te imaginarás cuál fue el desenlace o a lo mejor también tenés tus secretos, te sentís protagonista, aunque nunca nadie, solamente vos, lo va a saber.

Hoy me levanté pensativo, con ganas de reflexionar, si te interesa, si tenés ganas, acompañame, sabés, solemos creer que nos identifican como persona el aspecto físico, nuestra fe, el conocimiento acumulado, lo que expresamos con la palabra, el convencimiento o la evaluación propios, pero, en realidad, solo son nuestras acciones cotidianas las que lo hacen, las reacciones ante distintas situaciones nos muestran cómo en verdad somos. Muchas veces la filosofía hace enunciados, generalmente a través de personas con prestigio, psicólogos, licenciados y libros que enmarcan conceptos de manera general, por supuesto que todo lo que ayude a la evolución del ser humano siempre es bienvenido, pero cada uno es un ser individual, con voluntad propia y debe encontrar su propio camino. Es indistinta la creencia que se profese, los dogmas o prácticas, ya sean religiosos o metafísicos, lo importante es qué hacemos con ese conocimiento y ahí reside la decisión y el libre albedrío del ser humano. Cuando uno se plantea un camino de espiritualidad, no quiere decir ser un monje o un santo, sino intentar ser una buena persona, de qué vale ir todos los domingos a misa, el facilismo de dejar toda responsabilidad en la voluntad de un ser supremo, escuchar una prédica, meditar o decir tres veces gracias, si cuando dejamos de hacerlo nuestras conductas y reacciones proceden en contrario. Observarnos es difícil, pero es necesario conocernos para crecer, es ver nuestras reacciones cuando algo no nos agrada, ya sea un concepto o una acción, saber si podemos aceptarlo, o en forma instantánea, tratamos de rebatirlo para marcar nuestra posición, si es en palabra, o la ira nos domina si es una acción. Muchas veces se habla de la valentía y suelo escuchar que la gente dice que lo es, recuerdo hace muchos años, muy joven, volvía del trabajo, era de noche, viajaba en el tren, totalmente repleto y de pronto se escuchó una explosión, el vagón se llenó de humo, se produjo un “arco voltaico”, supe después que así se llamaba y el lugar totalmente a oscuras se llenó de gritos, llantos y vidrios rotos. Tengo presente hombres destrozando las ventanas y tirándose para escapar, mujeres empujando a otras que estaban con chicos, pelear e insultarse para salir primero y no olvido a un hombre y una mujer, que se pusieron junto conmigo en una de las salidas y ayudamos a ordenar el caos, seguramente la manifestación de valentía perdió validez ante una situación crítica, la anécdota de un suceso personal solo lleva la intención de demostrar que nuestras reacciones y actos dicen en qué parte del camino estamos y las crisis desnudan actitudes, funcionan como oportunidades y en realidad son brújulas para marcarnos el rumbo. Transitar el sendero de la superación y del crecimiento significa ser honestos con nosotros mismos, no tiene ninguna importancia, manifestar que somos buenos, que realizamos acciones solidarias, que hablemos de Dios, porque los demás pueden ser solo compañeros de viaje, creer lo que decimos o tener otro concepto sobre la base de nuestros actos, pero el camino es propio y la verdad, lo difícil y lo valedero residen en no mentirnos, no caer en la vanidad de creernos un personaje de ficción o vernos como algo que no somos. Bueno, solo una simple charla para reflexionar.

399 ₽
259,91 ₽
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138 стр. 14 иллюстраций
ISBN:
9789878713304
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Bookwire
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