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Por qué se suicida un adolescente

Por qué se suicida un adolescente: pasaje al acto, urgencia y acto

Héctor Gallo

Índice de contenido

Portadilla

Legales

Introducción

Pasaje al acto, acting-out, acto y subjetividad. Aproximaciones preliminares

Suicidio y subjetividad

Pasaje al acto: entre clínica y teoría

Introducción

De la orientación inconsciente hacia el daño de sí

Hacia una clínica del suicidio

Clínica del pasaje al acto: perversión, neurosis y el lugar del Otro

Introducción

Perversión, neurosis, deseo y fantasma

Pasaje al acto: voyerismo, exhibicionismo y función del Otro

Perversión, pasaje al acto y división del sujeto

Pasaje al acto, dejarse caer como objeto, deseo y acting-out

Introducción

Pasaje al acto y obsesión

Pasaje al acto y acting-out: Dora y la joven homosexual

Estructura del pasaje al acto y acting-out

Caída y objeto a: acting-out o pasaje al acto

Del deseo, el niño y la duda cartesiana: todavía el pasaje al acto

Del deseo, la ley y el pasaje al acto

La tragedia del suicidio en los adolescentes

Introducción

Adolescencia y pulsión

Lo bello y el pasaje al acto

Un amor que mata

Del pensamiento suicida al pasaje al acto

La urgencia, lo real y el sin sentido

Introducción

Angustia y urgencia subjetiva: aproximaciones freudianas

“Todo se ha derrumbado”

Lo real de la urgencia

Lo urgente en el campo del sujeto

Introducción

Atención en urgencia

Subjetividad contemporánea y semblante

Entre urgencia y emergencia

Emergencia desencadenada por una urgencia subjetiva

Urgencia y atención en crisis

Introducción

Del examen del sujeto en crisis

Intervención en crisis y escucha en el dispositivo de urgencia

Dolor físico y la función del psicólogo en urgencia

Pasaje al acto y urgencia en la toxicomanía

Pasajes clínicos

Introducción

Escaparse a la calle

Me quería matar de cualquier manera

Un cero a la izquierda

Suicidio-sentido

Jóvenes-adolescentes: existencia y anclajes

Introducción

Encontrar un anclaje que aporte vitalidad a la existencia

Juventud y anclajes en una sociedad totalitaria

Padre, nominación y anclajes

El acto psicoanalítico no es un pasaje al acto

Introducción

Acto y acting-out

La palabra como acto y fin del análisis

Acto psicoanalítico y subjetividad

El acto analítico tiene estructura de ficción

El acto analítico y su propósito

Instinto vs. inconsciente

Conclusiones

Obras consultadas


Gallo, HéctorPor qué se suicida un adolescente : pasaje al acto, urgencia y acto / Héctor Gallo. - 1a ed. - Olivos : Grama Ediciones, 2021.Archivo Digital: descargaISBN 978-987-8372-69-31. Psicoanálisis. I. Título.CDD 150.195

© Grama ediciones, 2021

Manuel Ugarte 2548 4° B (1428) CABA

Tel.: 4781-5034 • grama@gramaediciones.com.ar

http://www.gramaediciones.com.ar

© Héctor Gallo, 2021

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Inscripción ley 11.723 en trámite

ISBN edición digital (ePub): 978-987-8372-69-3

A Clarita y Valentín: música joven que espero siga sonando sin que se debilite el sentimiento de felicidad por estar viva. En cuanto a nuestro pequeño tiburón: ha de seguir saltando blanquito y sin temor, porque no dejará de estar acompañado por la tierra firme de nuestro amor por él.

Introducción

Por qué se suicida un adolescente y, en general, los seres humanos, es la pregunta que atraviesa la investigación de la que testimonia este libro. Nos servimos, en la exposición del problema, de conceptos auxiliares que permiten profundizar y ampliar la presente reflexión: pasaje al acto, urgencia subjetiva, acto y acting-out. Estos conceptos son orientadores, sobre todo el primero, que entra en estrecha relación con el suicidio, no solo desde el punto de vista teórico, sino también clínico. Dado que tanto el pasaje al acto como el suicidio pueden presentarse en cualquiera de las estructuras clínicas, en este libro se hace énfasis en el pasaje al acto en la perversión, la psicosis y la neurosis (histeria y obsesión). Se aborda también el problema del acting-out y, de manera muy amplia, el asunto de la urgencia subjetiva, íntimamente relacionada con el acting-out y en menor medida con el pasaje al acto logrado en el plano suicida. La “urgencia subjetiva” es un término que, para el psicoanálisis de orientación lacaniana, como sucede con el pasaje al acto, evoca ruptura, turbación, embarazo, discontinuidad, sentimiento de caída y el movimiento de la emoción, que dan cuenta, en el ser hablante, de un momento de profunda división subjetiva.

La “emoción” es distinguida por Lacan de la “turbación”, en cuanto a su origen. Mientras la primera remite a “un movimiento fuera del campo adaptado de la acción motriz”, (1) la segunda remite “a algo que pone fuera. ¿Fuera de qué? Del principio del poder” (2) de controlarse a sí mismo, o sea que, en este punto, igual que la angustia, evoca cierta dimensión de impotencia. La turbación evoca el instante en que un sujeto queda fuera de sí;

[…] está coordinada con el momento de la aparición de a, (3) momento del develamiento traumático en que la angustia se revela como lo que es, lo que no engaña, momento en que el campo del Otro, por así decir, se hiende y se abre hasta el fondo. ¿Qué es este a? ¿Cuál es su función respecto al sujeto? (4)

Vemos entonces que la angustia está ligada a la turbación. Pero Lacan advierte que no por esto depende de ella; o sea que, mientras la angustia “designa muy probablemente el objeto” (5) causa, la turbación es, como tal, el objeto mismo. En el desencadenamiento de la urgencia que implica la angustia, debido a que se trata del encuentro del sujeto con una situación que se coagula y resulta inarticulable, el objeto que ha hecho parte de sí como algo protector, que lo conforta porque le ha servido de sostén y ha sido algo así como su suplente, es cedido, soltado, y de este modo deja de estar como causa del deseo, en tanto en sí mismo es “algo no efectivo, una especie de efecto basado y constituido en la función de la falta, o sea, solo en el plano de la cadena significante […]”. (6)

No es que bajo angustia el sujeto pierda el objeto para él privilegiado por haberse inscrito en el campo de su realización, sino que se ve obligado a cederlo o a reemplazarlo por otro, como sucede con los objetos naturales –pecho por biberón– en el caso del niño que es destetado o al que no le suministran su objeto natural. Por su parte, en la angustia, el Otro (7) como lugar simbólico se fractura y en tal sentido el sujeto queda confrontado con el objeto insoportable. De aquí se deduce que el sujeto angustiado queda sumergido en una posición de caída respecto a la “confrontación significante”. (8)

Lo que Lacan llama “la cesión del objeto se traduce pues en la aparición, en la cadena de la fabricación humana, de objetos cesibles que pueden ser equivalentes a los objetos naturales”. (9) Para Lacan,

[…] el sujeto en cuanto tal sólo se realiza en objetos que son de la misma serie que el a, ocupan el mismo lugar en esta matriz. Son siempre objetos cesibles, y son los que desde hace mucho tiempo se llaman las obras, con todo el sentido que tiene este término incluso en el campo de la teología moral. (10)

Si bien no hay duda de que la angustia está ligada a la turbación, “no depende de ella”. (11) No es en la turbación donde hay que buscar la causa de la urgencia en la que la angustia sumerge al sujeto, ya que, por un lado, está la relación con lo que puede llegar a formularse como causa, como dice Lacan, el “¿Qué hay? […] y, por otro lado, la turbación. La causa que primitivamente la angustia ha producido, literalmente, la turbación no puede retenerla”. (12)

En el libro presentamos pequeños casos clínicos sobre intentos de suicidio logrados y no logrados, viñetas sobre actos impulsivos orientados hacia el daño de sí, análisis de escritos poéticos dejados por adolescentes antes de llevar a cabo el pasaje al acto suicida, análisis de entrevistas realizadas a sujetos que intentaron suicidarse de manera más o menos peligrosa, que han sido cercanos por amistad o parentesco a personas que se suicidaron o lo intentaron, o que les ha correspondido en alguna institución pública recibir los reportes de suicidio. (13)

Por último, se hace un abordaje acerca de lo que resulta indispensable construir en la vida como anclaje protector del desamarre que conduce al pasaje al acto, sobre todo tratándose de una época de profunda crisis en el orden del deseo y el consecuente debilitamiento del entusiasmo. El anclaje de mayor consistencia sería una invención que para el ser hablante alcance el estatuto de un acto, “que muchas veces es el auténtico remedio contra la angustia como tal”. (14)

El último capítulo está dedicado precisamente a una reflexión sobre el acto psicoanalítico y el acto diferenciado de la acción, el acting-out y el pasaje al acto. Un acto es auténtico cuando trae consigo “una transformación del sujeto”, cuando implica una ruptura con eso que lo identificaba y “ya nunca vuelve a ser el que era antes”, pues el acto anula lo que el sujeto era antes, para enseguida refundarlo. Esto es posible porque después del acto hay un saber acerca del lugar que el objeto tiene para el sujeto.

El acto “supone siempre un franqueamiento, el sujeto no es el mismo antes y después”. (15) Mientras un adolescente no logre dar un paso en la vida, que al mismo tiempo que implique una transformación de lo que ha sido, también le permita refundarse desde su misma división, habrá menos posibilidades de evitar hacerse uno con el objeto, como sucede en el pasaje al acto. Es por esto por lo que comúnmente, para el adolescente, son los objetos más de goce producidos por el capitalismo de nuestro tiempo los que le sirven de posada útil para la destrucción, sobre todo en momentos en que hay “noche sin estrellas y cuando la luna está de parto […]”. (16)

1- Jacques Lacan, El Seminario, Libro 10, La angustia, Buenos Aires, Paidós, 2006, p. 336.

2- Ibid.

3- La letra a, con respecto a la angustia, define lo que sería su objeto no visible. Si bien la angustia es causa, no es sin objeto; pero este objeto es la Cosa más profunda y sin sentido que sirve de vehículo a su desarrollo paralizador del cuerpo y del espíritu. El momento de la aparición de este objeto se expresa por el hecho de que el sujeto se ve confrontado tan radicalmente, que al quedar sin defensas, cede eso que lo sostiene y de lo que depende, porque ha pasado a formar parte de sí, al punto que se doblega a la situación y experimenta un profundo desamparo.

4- Lacan, La angustia, op. cit., p. 337.

5- Ibid., p. 336.

6- Ibid., p. 341.

7- El Otro ha de entenderse como un lugar desde el cual se cumple una función simbólica que anuda y regula. Este lugar, como lo veremos a lo largo de este libro, aparece profundamente agujereado y debilitado en el pasaje al acto suicida, en la urgencia y en todos aquellos casos en los que el sujeto se siente desorientado y sin brújula. El Otro simbólico es un lugar de anclaje que en la actualidad funciona muy deficientemente, por ejemplo, para niños, adolescentes y jóvenes, que suelen verse desbordados por el goce autodestructivo; de ahí que ya no sea más lo que era.

8- Ibid., p. 339.

9- Ibid., p. 338.

10- Ibid., p. 342.

11- Ibid., p. 337.

12- Ibid.

13- Las entrevistas, tanto individuales como grupales, fueron llevadas a cabo por Ana María Arcila y Jennifer Roxana Pérez.

14- Manuel Fernández Blanco, “Lo imposible de reconocer en el Otro”, en: La angustia en Freud y en Lacan: cuerpo, significante y afecto. Seminario de Orientación Lacaniana de Bogotá, Bogotá, Nueva Escuela Lacaniana de Bogotá, 2010, pp. 37-59.

15- Ibid., p. 58.

16- Expresión de Oscar Wilde en Richard Ellmann, “Oscar Wilde en Oxford”, en: Cuatro dublineses. Oscar Wilde, William Butler Yeats, James Joyce, Samuel Beckett, Bogotá, Tusquets, 1990, p. 51.

Pasaje al acto, acting-out, acto y subjetividad. Aproximaciones preliminares

Tanto el pasaje al acto, que no siempre es suicida, como el acto de suicidarse y el acting-out son el desenlace de un conflicto psíquico, o de un estado pasional, por ejemplo, la cólera, y también lo son aquellos daños que las mismas personas suelen infligirse como forma singular de dirigirse al Otro. El pasaje al acto no sería una manera de dirigirse al Otro, sino de hacerse uno con el otro especular, fundiéndose así con él.

Jacques Lacan se refiere al acting-out desde el Seminario 1; lo considera una acción que siempre se presenta en un contexto de palabra y, por ende, transferencial.

Se califica como acting-out cualquier cosa que ocurra en el tratamiento. Y no sin razón. Si muchos sujetos se precipitan durante el análisis a realizar múltiples y variadas acciones eróticas, como, por ejemplo, casarse, evidentemente es por acting-out. Si actúan lo hacen dirigiéndose a su analista. (1)

Recomienda entonces hacer un análisis tanto del acting-out como de la transferencia, “es decir, encontrar en un acto su sentido de palabra”. (2)

Sigmund Freud, por su parte, nos presenta una acción que ocurre por fuera de un análisis, pero no de la palabra ni de la transferencia. Se trata de su hijo de 11 años, de quien afirma tenía un temperamento vivaz y por ello era común que opusiera “dificultades al cuidado que se le debe dispensar cuando enferma, […]”. (3) Así, ante la sugerencia de “guardar cama durante la mañana, tuvo cierto día un ataque de cólera […] y amenazó con suicidarse, posibilidad de la cual tenía noticia por los periódicos”. (4)

Llegada la noche, el chico le mostró a Freud “un moretón que el choque con un picaporte le había producido en un costado del pecho”. (5) La pregunta irónica que Freud acostumbraba hacerles a sus pacientes en casos semejantes y que no se abstuvo de dirigir a su hijo, era la siguiente: “por qué lo hizo y que buscaba con ello”. A esta pregunta, que sin duda es una interpretación anticipada, el joven respondió, “como por súbita iluminación: fue mi intento de suicidio con el que amenace hoy temprano”. (6)

La respuesta del chico dada al padre sin duda fue iluminada, pues con su acción semideliberada nos anticipa, como lo vemos más adelante, la definición que nos da Lacan del acting-out: que “es el esbozo de la transferencia”; (7) en este caso, del hijo con el padre, pues en ello hay una provocación o una mezcla de venganza y de advertencia dirigida a la familia, en relación con lo que podría ser capaz de hacer si fuese contrariado. Desde este momento, Freud nos da a entender que el acting-out es interpretable, mientras que la transferencia puede llegar a establecerse o a ser causada, como sucede con el hijo de Freud, sin que sea necesario estar en análisis.

El acting-out, como lo ampliamos más adelante, es solidario del síntoma como formación del inconsciente en cuanto a la posibilidad de interpretación, pero a este mismo nivel, dicho síntoma no es como al acting-out, por el hecho de que no se ofrece al Otro para ser interpretado, pues si en su misma naturaleza está que el objetivo del síntoma es transportar goce, en sí mismo es satisfacción inconsciente. Es en este sentido que, como lo señalamos más adelante –cuando nos ocupemos del problema del pasaje al acto y el acting-out, como los trata Lacan en el capítulo 9 del Seminario La angustia–, (8) el síntoma no necesita del analista, pues hay algo en su misma naturaleza del orden del no querer saber por el hecho de bastarse a sí mismo, cuestión que no sucede con el acting-out, que sí necesita del Otro, que llama a la interpretación, “pero la cuestión es saber, si ésta es posible. Les mostraré que sí, pero plantea dudas, tanto en la práctica como en la teoría analítica”. (9)

No hay duda entonces que tanto el acting-out como el síntoma son interpretables, pero en el caso del segundo hay una condición que no es necesaria en el primero: “que la transferencia esté establecida”. (10) “Establecida” quiere decir que es indispensable la “operación analítica que debe instalar la transferencia para que el síntoma pueda devenir interpretable”, (11) cuestión que no es necesaria tratándose del acting-out. O sea que el síntoma, contrario al acting-out, no es en sí mismo interpretable, porque no está en su “naturaleza” dirigirse al Otro, cuestión que nos indica que es como si su estado previo al de la instalación de la transferencia fuera el de un estado de encapsulamiento autista.

Con respecto a esa alusión al síntoma por fuera de la referencia al Otro formulada por Lacan en el Seminario 10, dice Graciela Brodsky que Lacan “curiosamente adelanta la doctrina del síntoma tal como […] la va a formular recién en los años 70”. (12) Hasta el Seminario 10, el síntoma siempre fue formulado por Lacan

[…] como mensaje que hay que descifrar y que es dirigido al Otro, o el síntoma como palabra censurada que busca hacerse reconocer […], o el síntoma como fenómeno de lenguaje, como metáfora, […]. Son todos desarrollos donde el síntoma está puesto en su articulación con el Otro. (13)

Vemos que eso que hasta antes del Seminario 10 definió para el síntoma, es aplicado ahora punto por punto al acting-out, mientras en este seminario nos dice del síntoma todo lo contrario a lo que había sostenido: que “en su ʻnaturalezaʼ prescinde del Otro”. (14)

En cuanto al “pasaje al acto”, digamos que es la expresión más contundente del momento en que un sujeto prescinde del Otro. Sin embargo, su manera de prescindir no es igual a la del síntoma, que al menos deja todavía abierta la posibilidad de la interpretación, siempre que sea bajo ciertas condiciones.

“Pasaje al acto” es un término que Lacan toma de la psiquiatría francesa de su época “y lo convierte en un concepto clínico psicoanalítico absolutamente original”. (15) El “acto” es asociado, en la psiquiatría clásica, con una conducta que no se inscribe en la forma corriente del sujeto conducirse. Esto hace que dicha conducta sea considerada más regida por un impulso súbito que por el juicio racional, cuestión que es atribuida a una anomalía de carácter o de la afectividad.

Sin embargo, así esos actos desusados den cuenta de cierto desorden psíquico, no se reconoce clínicamente que exista ninguna alteración de la capacidad intelectiva. Pero hay que tener en cuenta que llevar a cabo un acto, por ejemplo, un delito no inscrito como antecedente en el sujeto, “puede constituir la primera manifestación de un desorden mental hasta entonces completamente ignorado”. (16)

Al momento de la valoración criminológica, psiquiátrica o psicológica de un acto, se recomienda tener en cuenta los antecedentes de quien lo comete, “su conducta anterior, el ambiente en el que se ha educado y ha vivido, y, en definitiva, todas aquellas condiciones capaces de modificar en uno o en otro sentido su significación”. (17) También habrá que contar con “las circunstancias en las que se ha producido el acto sospechoso, los posibles móviles y la falta de proporción ente la causa aparente y el efecto, el grado de consciencia lógica, espontaneidad, impulsividad, mímica y expresión verbal concomitante”. (18)

El afán de objetividad en el examen de lo ocurrido hace que la evaluación psiquiátrica en muy poco se distinga de la pesquisa legal propia del discurso jurídico. En ambos casos, se deja por fuera la pregunta por el lugar desde el cual actúa el sujeto allí donde lleva a cabo un acto inusual en su modo corriente de conducirse. El sujeto es interrogado con el ánimo de verificar o desmentir una serie de preceptos ya establecidos de antemano y, de este modo, el acto presumiblemente clínico del psiquiatra o del psicólogo forense se torna un acto mecánico, que deja por fuera el uno por uno de la clínica.

El mecanicismo de los protocolos psiquiátricos y psicológicos convierte la experiencia clínica en la puesta en funcionamiento de una serie de prejuicios que están destinados a viciar la escucha clínica, pues impiden deducir, a partir de la palabra del mismo sujeto, por ejemplo, en qué lo concierne lo llevado a cabo, qué desencadenó de parte del Otro el impulso a actuar; qué palabra, gesto, mirada o detalle de una escena desencadena el acto. La peritación forense se reduce, en estos casos, a llegar a “conocer la participación morbosa que existe en un acto desusado: simples desequilibrios, alucinaciones, trastornos afectivos, demencias, ideas delirantes diversas, etc.” (19)

En psiquiatría, el acto que implica la puesta en juego de la impulsividad se considera desusado y se entiende como una alteración del carácter o de la afectividad, que no necesariamente ha de calificarse como “trastorno mental”, pero “su valor como elemento diagnóstico es incuestionable, y a veces es el único que el médico tiene a su alcance, en especial cuando se enfrenta con ciertos enfermos reticentes que no se prestan al interrogatorio”. (20) Esto quiere decir que bastará con seguir los pasos establecidos para que sin necesidad de escuchar al sujeto sea posible determinar si su acto es o no signo de una patología que trastornó su juicio.

Para la psiquiatría clásica, un acto es inusual cuando no es gobernado por el pensamiento, sino por un impulso. “Acto” e “impulso”, “impulsión” o “impulsividad” se encuentran en una relación íntima. La impulsión se define, en psiquiatría, como “un deseo imperioso, y a menudo irresistible, que surge bruscamente en ciertos sujetos y los empuja a la comisión de actos infundados, muchas veces brutales o peligrosos”. (21) Decir “deseo imperioso” implica asociarlo con lo incontrolable por parte de la consciencia, rasgo que el psicoanálisis asocia más bien con la pulsión.

En psiquiatría, el pasaje al acto es entonces asociado con lo brutal y peligroso, puede ser el efecto de una impulsión

[…] espontánea cuando se produce fuera de toda causa exterior: traduce entonces una pulsión interior: satisfacción de un instinto, de una necesidad o de un deseo. Es refleja cuando constituye una respuesta desproporcionada en rapidez e intensidad a la excitación causal. (22)

En cuanto a la impulsividad, no se asocia con lo imperioso, con el estallido en sí, sino con una “disposición habitual”, constitucional o adquirida, “a presentar impulsiones”. (23)

La impulsión da cuenta de eso que en cada uno es más fuerte que su razón y su “poder de determinación”, mientras que la impulsividad sería eso que facilita la puesta en acto de la impulsión. Lo que describe la psiquiatría como impulsión, corresponde a lo que Freud denomina “moción pulsional”, término con el cual se define la pulsión en acto, su puesta en escena en estado puro y sin regulación alguna. Allí donde Freud dice “pulsión en acto”, la psiquiatría clásica dirá “acto impulsivo” por exaltación de “las tendencias instinto-afectivas”. (24)

Para la psiquiatría, uno de los estados que más expone a la ejecución de actos impulsivos es la melancolía, pues al caracterizarse por una “frecuente ansiedad y por su carácter habitualmente explosivo, empuja a los enfermos al suicidio para escapar al dolor moral que los tortura o a la impotencia a que se sienten condenados”. (25) Otros estados favorables a los estallidos de la impulsión son los llamados “pasionales”, como celos, cólera, evitación erótica, etc.

La pasión de los celos también empuja al pasaje al acto, cuando son ciegos y conducen a matar al rival o a suicidarse. Lo que básicamente se propone, en psiquiatría, como tratamiento de la impulsividad, para así moderarla, son “los sedantes –barbitúricos, neurolépticos, bromuros– […]”. (26) También está el aislamiento, los electrochoques frecuentes, la psicocirugía. Los impulsivos son seres ansiosos y se les asume como peligrosos a nivel social, debido a la irritabilidad que los caracteriza.

Las impulsividades han sido estudiadas “según su objeto: impulsiones sexuales, impulsiones sanguinarias o criminales, impulsiones destructivas, impulsiones de automutilación o de suicidio, impulsiones de fuga (dromomanía), de robo (cleptomanía), de incendio (piromanía), de los toxicómanos (dipsomanía)”. (27) En los casos de ansiedad, cuando hay una psicosis de base, se habla de “actos bruscos al estallar; automutilaciones o crímenes místicos, suicidio de los ansiosos graves”. (28)

En todos los casos clasificados por la psiquiatría en la categoría de “impulsiones”, se evocan significantes como “imperioso, “irresistible”, “emergencia brusca”, “intensidad”, “brutalidad”, “peligrosidad”, “desproporción”. Estos significantes aluden a que en todos los casos hay disolución de la voluntad, sobre todo cuando se trata de descargas motoras incoercibles, atribuidas más que todo a los epilépticos, delirantes, paranoicos, melancólicos, ansiosos, “el celoso que se ciega y mata a un rival”, (29) los obsesivos, “oligofrénicos (idiotas, imbéciles y débiles mentales) […]”. (30) Estos seres son presentados a nivel psiquiátrico como el paradigma de lo que sería vivir expuesto al movimiento irrefrenable de la pasión, pues se considera que suelen golpear, romper y producir “descargas paroxísticas”, bien sea de forma intermitente o continua. (31)

En la enseñanza de Lacan, el lugar en donde el pasaje al acto adquiere la mayor consistencia teórica y clínica es en el texto El Seminario, Libro 10, La angustia. Desde un comienzo y hasta el final de su enseñanza, el pasaje al acto evoca, para Lacan, ruptura, sea con la personalidad, con la palabra como mediación, con el lazo social y con el Otro de la ley; de ahí que se articule con fenómenos como el suicidio, en donde la transferencia al Otro simbólico y, por la misma razón, su llamado, queda clausurado “y el sujeto resulta arrojado al vacío […]”. (32) Esto acontece a nivel simbólico, pero en el pasaje al acto este ser arrojado puede ser puesto en escena en lo real, asumiendo el sujeto la forma de un objeto que se arroja al tren, por una ventana, un balcón, un despeñadero.

1- Jacques Lacan, El Seminario, Libro 1, Los escritos técnicos de Freud, Buenos Aires, Paidós, 2004, p. 356.

2- Ibid.

3- Sigmund Freud, Psicopatología de la vida cotidiana [1901], vol. 6, Buenos Aires, Amorrortu, 1976, p. 177.

4- Ibid.

5- Ibid.

6- Ibid.

7- Jacques Lacan, El Seminario, Libro 10, La angustia, Buenos Aires, Paidós, 2006, p. 139.

8- Véase ibid., ١٢٧-١٤٤.

9- Ibid., p. 139.

10- Ibid.

11- Graciela Brodsky, “La transferencia según el Seminario 10 de Jacques Lacan”, en: La angustia en Freud y Lacan: cuerpo, significante y afecto, Bogotá, Nueva Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, 2010, p. 160.

12- Ibid., p. 161.

13- Ibid., p. 160.

14- Ibid.

15- Pablo Muñoz, “El pasaje al acto como ruptura del lazo social”, en: Teoría y testimonios. Vol. 3, Desamarrados. De la clínica con niños y jóvenes, Buenos Aires, Asociación Civil Proyecto Asistir, Grama ediciones, 2011, pp. 33-39.

16- Antoine Porot, Diccionario de psiquiatría clínica y terapéutica, Barcelona, Labor S. A., 1967, p. 10.

17- Ibid.

18- Ibid.

19- Ibid.

20- Ibid.

21- Ibid., p. 326.

22- Ibid.

23- Ibid.

24- Ibid.

25- Ibid., p. 327.

26- Ibid.

27- Ibid., p. 326.

28- Ibid., p. 327.

29- Porot, Diccionario de psiquiatría clínica y terapéutica, op. cit., p. 326.

30- Ibid., p. 327.

31- Véase ibid.

32- Muñoz, “El pasaje al acto como ruptura del lazo social”, op. cit., p. 34.

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