Читать книгу: «Harald Edelstam, Héroe del humanismo, defensor de la vida»

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Este libro ha sido auspiciado por LOM ediciones

Primera edición, 2013

ISBN Impreso: 9789560004116

ISBN digital: 9789560012760

RPI: 226.747

Tipografía: Karmina Impreso en los talleres de LOM Miguel de Atero 2888, Quinta Normal Teléfono: (56-2) 688 52 73 | Fax: (56-2) 696 63 88 lom@lom.cl | www.lom.cl Impreso en Santiago de Chile

Introducción

Como sabes, pienso que un diplomático no debe limitarse al rol tradicional de fría objetividad y observador del analista. Yo soy de los que se involucran intensamente, como ahora en Chile. Entiendo que ese accionar comprometido es parte de las tareas de una Embajada. Considerar que el trabajo de un Embajador en un país lejano es un puesto de retiro es una política totalmente errónea. Es justamente en esos países donde Suecia debe perfilarse mejor.

(De carta de Harald Edelstam a su exesposa, inédita, aportada por Jan Sandquist)

El recuerdo del legendario diplomático sueco Harald Edelstam permanece vivo en quienes lo conocieron, en los que trabajaron con él y sobre todo en quienes se salvaron de la prisión, la tortura y la muerte gracias a su coraje y profundo e indomable respeto por la vida.

El periplo profesional de este héroe de las luchas por los derechos fundamentales se extiende por casi cinco décadas, pasando por la Italia fascista bajo Mussolini; la Alemania atenazada por los nazis y hasta entonces triunfante en la Segunda Guerra Mundial; una Noruega invadida por las huestes de Hitler; por Austria, Holanda y Polonia durante la posguerra en Europa y el montaje internacional de la Guerra Fría; por Turquía, Indonesia, Guatemala, además de varios países de América Central al mismo tiempo, y Chile; prácticamente todos convulsionados por guerras, golpes de Estado, tiranías brutales o profundos cambios políticos. Su carrera diplomática termina en una Argelia aún muy joven como nación independiente.

Su intensa actividad por estimular la solidaridad hacia Chile, su activa participación en los movimientos pacifistas y sus intentos de apoyar el comercio internacional de su país, una vez jubilado del cuerpo diplomático, fueron las labores que llenaron los últimos años de su vida.

En casi todos los países en que estuvo destinado, sus principios humanistas fueron impactados por la injusticia, la pobreza, la represión, la tortura y la dureza de sus regímenes. Su manera de concebir el humanismo y su rol como diplomático fueron consolidándose con esas experiencias, llevándolo a la postura de nuestra cita inicial y a acciones poco convencionales, inusitadas, espectaculares a veces, a menudo arriesgando su carrera y su vida.

El accionar diplomático en defensa de la vida de Harald Edelstam puede resumirse en la puesta en práctica de un principio bastante olvidado por la diplomacia formal: el deber –o responsabilidad– de proteger. En ello terminó siendo un paradigma y avanzado pionero. Su versión de ese principio era aparentemente más sencilla que su actual aplicación internacional, bastante discriminatoria, en manos de una Organización de las Naciones Unidas (ONU) dominada hoy por imperios pasados y presentes. Para él se trataba más bien de proteger al oprimido, de salvar a quien estuviera expuesto a ser ejecutado o torturado y de defender a quien estuviera en peligro de caer en prisión por el solo hecho de expresar su pensamiento o pertenecer a una etnia minoritaria, discriminada o perseguida.

Al poner en práctica sus principios en Chile en 1973, Harald Edelstam saltó definitivamente a la fama internacional. Contribuyeron a ello la espectacularidad de sus acciones allí y el que la prensa de muchos países estuviera presente, informando sobre el desarrollo del experimento socialista puesto en marcha por la Unidad Popular con el Gobierno encabezado por el presidente Salvador Allende. Con posterioridad al golpe, la misma prensa internacional informó profusamente sobre lo acontecido durante y después del 11 de septiembre de ese año y sus trágicas consecuencias. Además, durante los primeros meses de instalada la junta militar golpista, corresponsales y algunos embajadores emplazaron a sus respectivos Gobiernos a que implementaran acciones similares a lo que Edelstam estaba poniendo en práctica. Todo ello contribuyó a que el mundo fijara su atención en los luctuosos sucesos desatados por la junta militar y en el heroico embajador de Suecia.

Resultó espectacular también la expulsión de Edelstam del país por la junta golpista encabezada por Augusto Pinochet, después de lo cual Harald recorrió el mundo recabando solidaridad para Chile, el respeto a la vida y los derechos humanos, transformándose en un ferviente agitador pacifista, hasta el punto de ser propuesto para recibir el Premio Nobel de la Paz por el alcance de sus aportes en esos planos.

Se postula que su forma de actuar en defensa de los perseguidos se habría inspirado en un hecho similar, que a su vez devino en excepcional parábola. Habría tenido gran impacto en él la actitud del embajador chileno en España durante la guerra civil. Eran los tiempos en que el valiente embajador sueco se preparaba para trabajar en representación de su país como diplomático de carrera. Además, Edelstam, según el periodista Jan Sandquist, se habría encontrado personalmente en 1939 con el chileno en Berlín. Casi tres decenios después, las acciones más espectaculares de su carrera tuvieron como escenario justamente el país de aquel embajador.

Respecto a este trabajo

A pesar de que se le reconocía y admiraba entre sus protegidos y colaboradores, el recuerdo de Harald Edelstam había entrado en la sombra con el correr del tiempo, tanto en su país como en los que su ayuda, valor y pericia habían salvado a miles de luchadores perseguidos. Poco o nada se refiere a él y su ejemplo en los debates internacionales sobre derechos humanos, o al momento de destacar acciones en defensa de estos. Se trata de principios que han sido internacionalmente reconocidos en innumerables documentos refrendados por la Comunidad de Naciones Unidas (ONU) y los países miembros. Además, los antecedentes a nuestro alcance para desarrollar este trabajo indican que su accionar despertó siempre reacciones encontradas en el seno de su empleador, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Suecia, desde donde incluso se habrían hecho desaparecer documentos incómodos para sus detractores. Probablemente radique, en parte en esos hechos, el injusto olvido en que había caído la obra de este diplomático de acción.

Por otra parte, además, poco o nada saben hoy de la existencia de Harald Edelstam las generaciones nuevas, de los países en que actuó e incluso de la propia Suecia, que hasta ahora no han tenido acceso al relato de su vida. Muchos no habían nacido cuando él actuó.

Desde hace algunos años, sus amigos y admiradores, y muy especialmente aquellos en deuda directa con él, venimos haciendo intentos por rescatar la memoria del hombre que, junto a otros valerosos e igualmente comprometidos ciudadanos suecos, han pasado a la historia como genuinos paradigmas mundiales de la acción en defensa del derecho internacional, la paz y la dignidad del ser humano. El ejemplo de esas vidas es parte fundamental de la esperanza en un mundo mejor, más justo y democrático, basado en el respeto irrestricto a la vida.

Entre las tareas asumidas por un grupo creciente de seguidores de su recuerdo, entre otros proyectos, se ha instaurado un premio de categoría internacional que lleva su nombre. Tiene como finalidad destacar periódicamente a luchadores sociales que hayan mostrado ser valerosos defensores de esos básicos derechos. En torno a esa idea central surgió la necesidad de dar a conocer mejor la vida de este emblemático personaje internacional, de relatar sus acciones y destacar su valor. A ello se orienta este escrito.

El ensayo que presentamos está dirigido, en primer lugar, al mundo de habla hispana y especialmente a los países de la región que le deben la vida de muchos de sus ciudadanos. Como ya veremos, Harald Edelstam no solo salvó a chilenos durante el poco tiempo en que pudo intervenir tras el golpe militar en Chile.

Ante la masacre –como él mismo la calificara– desatada por los golpistas al derrocar al presidente Salvador Allende y su Gobierno democráticamente elegido, Harald Edelstam echó mano de toda su experiencia y sus irrevocables convicciones, de su coraje, además de su espontaneidad y capacidad de improvisar ante el peligro, salvando la vida de más de mil chilenos y ciudadanos de varias nacionalidades que se encontraban allí ayudando al proceso iniciado por la Unidad Popular, fueran, estos últimos, asilados o estuvieran trabajando como parte de organismos de ayuda internacional.

Edelstam mostró especial preocupación por el destino de incontables luchadores latinoamericanos que habían encontrado refugio en la democracia del Chile de Allende, obligados a huir de las dictaduras que se habían ido instalando en sus países a comienzos de la década de los 70 del siglo pasado.

Hoy es difícil reunir a las personas salvadas por Harald en Chile. No todos viajaron a Suecia. En sus intervenciones, el propio Edelstam trasladó o hizo trasladar gente a otras embajadas que se habían sumado a la tarea de ofrecer refugio a los perseguidos. Algunos continuaron viaje a sus países de origen o lograron ubicarse donde encontraron posibilidades para rehacer sus vidas. A más de uno, debido al tiempo transcurrido, lo ha alcanzado la muerte. Dada la abrupta salida de Edelstam de Chile solo tres meses después del golpe militar, una buena cantidad de sus protegidos tuvo que ser atendida por el personal que quedó en la Embajada sueca y fue orientada hacia las organizaciones internacionales que se preocupan de los refugiados, por lo que, con ayuda de Suecia, encontraron otros destinos.

La breve participación del valiente embajador nórdico le valió finalmente, como ya viéramos, la expulsión del país por la junta militar, que lo declaró persona non grata, hecho inusitado –y único hasta ahora– para las tradiciones diplomáticas suecas, pero que contribuyó a que se le reconociera como un hombre de acción digno de ser honrado.

Para realizar este trabajo nos hemos basado en un voluminoso borrador en idioma sueco titulado En Svensk hjälte ( Un héroe sueco), que no ha llegado a ser publicado. Contiene los antecedentes sobre la vida de Harald Edelstam recopilados durante largo tiempo por su hijo Erik y el periodista Jan Sandquist, corresponsal de la televisión de Suecia para América Latina en los años en que el diplomático ejercía sus funciones en la región. (Nos referiremos en adelante a ese texto como Un héroe sueco).

Jan Sandquist continúa siendo un activo recopilador de antecedentes sobre el embajador, además de difusor oral de su obra. Como testigo presencial de sus acciones en Guatemala y otros países latinoamericanos. En Chile cubrió importantes momentos del experimento allendista hasta su trágico fin y debió vivir una conmovedora experiencia al ser asesinado su camarógrafo Leonardo Henrichsen durante el conato de golpe militar el 29 de junio de 1973 en Santiago. Jan permaneció en Chile un tiempo después del golpe militar, pasando a colaborar con el embajador y reuniendo más material de reportaje. Sin el comprometido apoyo suyo y su texto, este ensayo no habría podido ser realizado. En su mayor parte se trata de un resumen de ese relato y de traducciones de las citas de varias personas, consignadas en el mencionado documento, por lo que pensamos que Jan debe ser considerado como coautor de este trabajo.

Además, hemos usado otras fuentes de información, más bien orales, y hemos incorporado al final, para enriquecer esta resumida descripción de la vida de Edelstam, algunos testimonios de sobrevivientes del golpe militar y de colaboradores del embajador Edelstam en Chile. Las vivencias personales al respecto del que escribe estas páginas han sido incorporadas a esos anexos.

También nos hemos basado en la biografía que lleva el título Svarta Nejlikan ( El clavel negro – Harald Edelstam– un relato sobre coraje, humanidad y pasión) del periodista Mats Fors, publicada a comienzos del año 2009, trabajo del que hemos extraído variadas citas e interpretado relatos.

El autor se hace responsable de las traducciones de los textos consultados y de los testimonios recibidos en su idioma original.

La vida de Harald Edelstam estuvo plagada de hechos memorables, de valientes acciones, de anécdotas y de postulados dignos de considerar. Merece mayor investigación y dedicación que la que podemos aportar aquí. Solo pretendemos, con este trabajo, contribuir a los intentos de honrar su memoria y alcanzar a ese público que hasta ahora no ha tenido sino magras noticias sobre su paso por la vida.

Infancia y juventud

Harald Edelstam vino al mundo el 17 de marzo de 1913. Su padre descendía de una familia de la nobleza sueca que había recibido esa investidura en 1809, en reconocimiento a los importantes servicios que sus antepasados habían prestado a la Corona, tanto en la minería del cobre como en las sucesivas guerras de su país desde el siglo XVI.

Ese 17 de marzo fue un día frío y húmedo, típico de la transición de invierno a primavera de esas latitudes. Como era tradicional entonces, Harald nació en casa, un palacete al sur de Estocolmo de vastas extensiones de tierra e intensa vida social que bien marcaba el estatus familiar. La localidad de Älvsjö, ayer un poblado agrícola y hoy un activo suburbio de la capital sueca, era, a comienzos del siglo XX, un predio de categoría, con unas ochenta vacas, una decena de caballos, un criadero de cerdos y cientos de árboles frutales.

De acuerdo a Lars, hermano menor de Harald, el ambiente familiar era estrictamente aristocrático, lo que contrastaba en cierta medida con una economía familiar que no estaba del todo a la altura. Se postula que el jefe de familia habría hecho inversiones fracasadas apoyando proyectos industriales y, consecuentemente, pese a su posición, no gozaba de fortuna en mayor abundancia.

Fabian Edelstam e Hilda Dickinson, a quienes unía cierto lejano parentesco, se habían conocido en Inglaterra. Al momento de nacer Harald, su padre era funcionario de la Corte sueca y oficiaba como ayudante la princesa Margareta, esposa del príncipe heredero que más tarde sería el rey Gustavo Adolfo VI, quien al fallecer en 1973, pocos días después del golpe militar en Chile, ocasionaría algunas de las anécdotas del embajador Edelstam durante los luctuosos días del inicio de la brutal dictadura encabezada por Augusto Pinochet. Hilda, en cambio, aunque de lejana descendencia sueca, era de nacionalidad inglesa y de familia con alcurnia, lo que caracterizó las costumbres victorianas del hogar y el estricto uso del idioma inglés en su seno.

Con Harald, Fabian e Hilda aumentaron la prole con un varón más, al que dieron el nombre de Gustaf Harald. Llegaron a tener cinco hijos. El futuro embajador fue un bebé flacucho –continuó siendo muy delgado toda su vida. “Hilda no podía imaginarse entonces que su hijo se desarrollaría como el empedernido rebelde que llegó a ser y menos que llegaría a jugar el rol que jugó para tanta gente en el mundo entero”, según uno de los hijos de Harald Edelstam, quien además agrega que el que más preocupación despertaba en la madre era precisamente Harald, que “se enrabiaba tan fácilmente”.

La hermana de Harald, Brita, relata que tal temperamento lo acompañó incluso fuera del hogar, llevándolo a propinar insultos a sus profesoras en el colegio. No resulta raro, entonces, que el futuro diplomático haya entrado en contradicciones con su padre. Hay datos que indican que el cambio de sus estudios profesionales habría desatado una fuerte discusión entre ellos. Por su estatus social, el hijo debía haber elegido y mantenido profesiones más tradicionales, como la militar, la abogacía o la economía.

Eran tiempos difíciles

A pesar de la floreciente industrialización del período en que transcurrió la infancia de Harald, Suecia era entonces un país regido autoritariamente y que, para los tiempos modernos, podría ser considerado pobre, con muy marcadas diferencias sociales; en otras palabras, era subdesarrollado. Abundaban los pordioseros por las calles de sus ciudades, en las que los trabajadores vivían hacinados en precarias viviendas y el campesinado lo hacía en míseras condiciones, sirviendo a patrones feudales. De ahí se fueron desprendiendo las fuertes movilizaciones y huelgas de inicios del siglo XX, especialmente el gran paro de 1909, cuyo alcance indica la consolidación de un fuerte movimiento obrero en el país, el que más tarde sería la base del desarrollo nacional hasta alcanzar la política de bienestar social que caracterizó a Suecia después de la Segunda Guerra Mundial.

A la formación de ese poderoso movimiento sindical se sumaba el surgimiento de partidos políticos orientados a generar mayor equidad, lo que desataba también fuertes confrontaciones por los derechos ciudadanos –recién en 1917 se implantó el voto universal, derecho que la mujer solo lograría en 1919.

La economía sueca recibió, por cierto, serios impactos al estallar la Primera Guerra Mundial en 1914, apenas un año después del nacimiento del futuro diplomático.

Harald, sobre su niñez, dijo alguna vez ya avanzado en su carrera:

Comprendí que había una clase trabajadora que tenía dificultades y que eso no era justo. Veía que los jornaleros de nuestro campo no tenían lo mismo que nosotros. Y yo jugaba con sus hijos. Está claro que uno pensaba sobre eso. Ya adulto salí al mundo, sufrí fuertes impactos al ver las carencias y el desamparo, y esas impresiones se han hecho más intensas con mis años en Turquía, Indonesia y Guatemala. Naturalmente, he evolucionado”1.

La transición modernizadora en que se encontraba Suecia seguía arrastrando de todos modos resabios de una cultura jerárquica y patriarcal. Harald y sus hermanos crecieron en un medio familiar plagado de convenciones, con un padre que no aceptaba compromisos, un verdadero tirano en la familia, según su nieto Erik. Como anticipáramos ya, no debe haber sido muy fácil la relación entre el padre y ese hijo rebelde e incorruptible en la visión de sus derechos, ya a tan temprana edad indolente hasta en la escuela y con una entonces incipiente conciencia acerca de la injusticia social. Se suma a la configuración de su temperamento la madre inglesa, que no solo impone el idioma, sino que imprime en su hijo las reglas de comportamiento típicas del inglés que lo caracterizarían de por vida: una forma correcta de hacerse presente, mucha calma y una permanente sonrisa. Estos rasgos le permitieron hacer uso de su inclinación a la ironía y lo protegieron cuando se propuso burlar a los representantes de los opresores, fueran funcionarios, policías o exaltados militares.

La vocación humanista de Harald se hizo presente desde sus estudios básicos, en los que siempre obtuvo la nota más alta en los ramos relacionados, saliendo del “gimnasio” (educación secundaria) en 1933 con distinción en Historia, Geografía y Educación Cívica.

Terminados los estudios secundarios, Harald cumplió con el servicio militar obligatorio, recibiéndose de oficial de reserva. Su biógrafo, Mats Fors, nos relata que se habría graduado con las más altas calificaciones. Las armas eran la carrera que, de acuerdo a las costumbres de la época y su origen social le correspondía. En su entorno ese oficio era prácticamente norma para la descendencia y, de alguna manera, era lo que sus padres y familia esperaban de él.

Se cuenta que pese a su delgadez y aparente debilidad, se mostró como un soldado nato, fuerte como potencial combatiente y disciplinado, lleno de entusiasmo en campaña. Sin embargo, nuestro héroe prefirió otros rumbos. Pero nos asiste la seguridad de que la experiencia castrense le aportó conocimientos que más tarde le ayudarían enormemente en sus tratos con militares obtusos, ebrios de poder y faltos de imaginación, empecinados en reprimir, como los que le tocó tratar a lo largo de su vida como diplomático.

Al término de su período militar, Edelstam decidió estudiar leyes. Habría conseguido el título de abogado con dificultad. Como especialidad eligió derecho internacional. Es más que probable que esos estudios lo orientaran hacia la diplomacia, en la que los conocimientos jurídicos son una excelente herramienta, especialmente si se ejerce la profesión con el contenido que Harald le imprimió. En 1938 solicitó su ingreso al cuerpo diplomático, y obtuvo una plaza al completar su entrenamiento previo, con la que dio inicio a su práctica.

Un año después, en septiembre de1939 y con 26 años de edad, Harald Edelstam contrajo matrimonio con Louise von Rosen, su primera esposa, justo el mes en que Alemania iniciara la invasión de Polonia y estallara la Segunda Guerra Mundial. Louise venía de una familia de diplomáticos. Parte de su vida de soltera había transcurrido en las delegaciones asignadas a su padre, lo que posteriormente le sirvió bastante a la joven pareja que pudo gozar de la amplia la red social que ella había establecido y conservado.

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ISBN:
9789560012760
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