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Читать книгу: «Tres realidades de mi verdad»

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Letrame Editorial.

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© Florian Cardozo / Jean Conille

Diseño de edición: Letrame Editorial.

Maquetación: Juan Muñoz

Diseño de portada: Rubén García

Supervisión de corrección: Ana Castañeda

ISBN: 978-84-1114-269-4

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Letrame Editorial no tiene por qué estar de acuerdo con las opiniones del autor o con el texto de la publicación, recordando siempre que la obra que tiene en sus manos puede ser una novela de ficción o un ensayo en el que el autor haga valoraciones personales y subjetivas.

«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

Agradecimientos

En este momento sólo puedo recordar las contundentes palabras de mi difunta madre citando a su autor favorito Rudyard Kipling:

Si puedes ver rotas las cosas que has puesto en tu vida y agacharte y reconstruirlas con herramientas desgastadas;

Tuya es la Tierra y todo lo que contiene,

y —lo que es más— ¡serás un Hombre, hijo mío!

Me gustaría dedicar este libro a mi hijo Jean Cristian. Llevamos el mismo nombre y espero que esté orgulloso de llevar el mío como yo estoy orgulloso de llevar el suyo. Quiero agradecer a mi familia por su apoyo y a mis abogados Manuel Rodríguez y Odette Troncoso.

Un agradecimiento especial a la madre de mi hijo Cristina por ser tan fuerte y valiente.

Jean E Conille Darbouze

.

Cuando podamos comenzar a ver el mundo sin juicios, probablemente sea el momento de entendernos mejor, sin etiquetas, sin privilegio de clase, sin discriminación alguna. Mientras eso no suceda tratemos de ser empáticos con el otro.

Este libro lo dedico a todos esos hombres y mujeres que han tenido que reinventarse desde otros espacios, lejos de su raíz, a ellos va esta realidad de una perspectiva que quizás coincida en su contexto social y otros en lo personal.

Agradezco a mis padres, siempre mis primeros lectores, a mi esposa y compañera de vida Katherine Rodríguez por bancar cada momento en este proceso creativo y de investigación.

A mis amigos, especialmente a Rosma Guerra y Eduardo Frias por tener la disposición y tiempo de comentar lo justo de sus visiones y rectificar el proceso. ¡Gracias!

A Jean por permitir contar parte de su historia sin censura en esta novela de su vida, con el objetivo de vislumbrar una realidad colectiva de todo el sistema lleno de contradicciones y al mismo tiempo, de gente colmada de sueños y motivaciones para reconstruir.

A la gente honrada de Republica Dominicana y al pueblo noble de Haití.

¡Gracias!

Florian Cardozo Sánchez.

Capítulo I

Asesor virtual

Durante el primer trimestre del año 2019, Danilo Figuera iniciaba sus mañanas de la misma manera, caminaba hasta el final del viejo muelle ubicado frente a la cabaña que recién habitaba, recorriendo descalzo y atento a no pincharse con algunos clavos sueltos, colocaba su portátil a un costado de su delgado pero musculoso cuerpo y en la otra mano sujetaba su taza de café. Se dirigía al único banco de madera improvisado que visualizaba al límite del pequeño muelle. Respiraba profundo, como acoplando el ritmo de su exhalación con la brisa, abría y cerraba los ojos con la misma pausa empleada para posarse en aquel banquillo que sostenía sus setenta y cinco kilogramos de pesos, él solo disfrutaba el aire fresco que recibía.

Su protocolo diario desde que estaba en ese lugar había sido el mismo, caminar y luego sentarse a revisar su conexión al mundo e iniciar su jornada laboral como siempre quiso vivirla «en calzoncillos y sin necesidad de vestirse demasiado», la actividad complicada de ese día particular era redactar lo que le causaba intranquilidad, escribirle a Raquel, pues para él, hacer una carta de despedida era suficiente para culminar con aquello que no quería soltar. Su siguiente ritual era tomar un sorbo de café, luego posar la taza en el suelo de tablillas y continuar escribiendo en su laptop mientras la sostenía torpemente con sus rodillas. Así de simple y sin pretensión alguna, recibía el sol de las primeras horas del día desde aquel desembarcadero viejo que ostentaba aquella cabaña.

«...Adiós, ha pasado un año y aunque no lo dije nunca, fue obvio, no pude seguir insistiendo. Esta es mi formal despedida, decidí vivir libre de esperas y expectativas contigo, dejé de ocupar mi mente con imágenes de un futuro inexistente, me niego a vivir solo recordando buenos momentos, no soy tan bueno para viajar en el tiempo. Tu realidad es la misma, tu esposo, sus hijos y toda esa irremediable realidad explota siempre en mi cara, quizás sea tu mejor verdad o tu mayor mentira, ya no importa, Raquel. Me quedo solo con lo divertido de esas tres lunas de miel anuales que nos regalamos durante todos estos años, fuimos creativos cuando deseábamos encontrarnos. ¿Recuerdas? Desde aquel congreso, hasta la visita inesperada de un cliente, ¡no sé! Cuántas excusas más debimos seguir inventando para poder escapar a esos breves encuentros, eras una concentración de adrenalina pura, como una droga intensa, divertida y cortita, eso eras... Quizás esa fue la clave para mantenernos interesados durante estos diez años, pero me cansé, esa euforia se volvió un luto constante en cada despedida. Todo sentimiento debíamos ocultarlo y tanta contención se volvió una explosión interna, desgastando hasta mis propias preguntas, ¿cuánto tiempo más en una relación así, Raquel? Sé que por ti esto sería “como el universo, infinito y perfecto”, como tú siempre decías, ¡pero claro! En tu universo no había angustias de esperas infinitas por alguien… Yo ya no quiero experimentar más esa intranquilidad, aunque no tenga claro cómo me sentiré después, hoy solo tengo claro que cosas no deseo, ahora tomando tus propias palabras, te digo hoy que: descubrí que mi universo a veces no pasa por ti. Ya no más, Raquel... Mi padre falleció hace un par de meses, y ya no estoy en Venezuela, si me buscas no me encontrarás. Sé que estás bien, tu mensaje fue muy claro esa última noche que suponía sería nuestro primer encuentro del año, tu texto fue demoledor, “no llegaré, es mejor que te regreses, yo estaré bien”, me decías en aquel maldito mensaje de ese día. En aquella oportunidad no ejercí, ni ejerceré hoy ningún recurso por ti, me quedo con la sensación de tu cuerpo en mi recuerdo, sabes bien que ese placer es inapelable en mi cabeza; sin embargo, esta despedida hoy toma forma de cosa juzgada... Sé que tú me comprendes, colega, feliz vida, Dan». Así culminaba Danilo Figuera la carta más incómoda de su semana.

Dan, como lo conocían sus viejos amigos, era un abogado de treinta y ocho años de edad, que se encontraba agobiado por su relación con una bella mujer dominicana, también profesional del derecho. Ambos habían coincidido en un congreso de Derecho Internacional del Caribe, ella representante de la delegación dominicana y Danilo de Venezuela, a partir de ese encuentro se había creado una relación que se basaba en escapadas furtivas cada cuatro meses, en las que cada uno viajaba al encuentro del otro. Raquel era una morena, voluptuosa, alta, elegante, con ojos intensos, era casada y también amante secreta de Figuera.

Danilo Figuera venía incursionando en la nueva tendencia jurídica en el mundo virtual; paralelamente, había estado escribiendo sobre sus experiencias en juicios y las diferentes realidades que se perciben, desde el punto de vista procesal y lo que pasa en la vida real o cotidiana. Insistía en que no existe una verdad absoluta, ni siquiera la certeza de ser lo que dicen que somos o como nos comportamos.

Él expresaba que veía la realidad de manera distinta, juraba que la sociedad se moviliza con la mera manipulación de los medios de comunicación y ahora también de las redes. En este sentido, para él, la genialidad del internet era un arma de doble filo, afirmaba que era muy fácil creer todo, en vez de pensar un poco. Analizaba las tendencias noticiosas y la forma como cuentan un mismo hecho de maneras distintas.

Ofrecía servicio remoto de asesorías legales, por lo que podía trabajar cómodo de donde quisiera, así que decidió arrendar una pequeña cabaña a orillas del Río de la Plata en Argentina, allí siempre se sentaba desde que había llegado, en aquel viejo muelle de madera, tratando de ser más flexible en sus planteamientos. Atravesaba por un trance importante, su mudanza, su relación incierta con Raquel y la reciente muerte de su padre, quien justo dos semanas antes de morir había dejado inesperadamente una herencia a su único y no muy cariñoso hijo Dan. No se trataba de dinero, ni propiedades, era un abultado manojo de hojas sueltas llenas con poemas y escritos cuya autoría pertenecía al propio padre Isidoro Figuera.

Danilo, al ver esos papeles que le había dejado su padre, siempre se preguntaba: «¿Qué querías decir tú con todos estos poemas, papá?».

«Maravillosa herencia», susurraba Dan con gesto de desánimo.

Siempre estaba leyendo algo que el padre le había dejado en esos viejos y sucios papeles.

Cada vez que veía algo que lo desencajaba, le daba por cantarle al padre mirando al cielo con voz carrasposa y desafinada: «Epa Isidoro, buena broma que me echaste…», siempre terminaba el coro de la canción con un suspiro melancólico.

Con esa misma rutina, chequeaba su correo en la mañana, meticulosamente revisaba si su página estaba intacta o si había alguna consulta pendiente. Durante el tiempo que transcurría entre chequear su plataforma en línea y esperar a ver qué ocurría, leía con atención lo dejado por su viejo gruñón. Le parecía que eran escritos confusos, pero aun así no dejaba de leerlos, de este modo se le pasaban los días, tratando de entender a su padre en aquellas notas.

Una de esas mañanas llega una consulta en línea de las que ya estaba acostumbrado, tenía una forma muy peculiar para abordar los casos de sus clientes, casi siempre se planteaba los peores escenarios, de manera pesimista, sin crearse las mejores expectativas. Insistía que, más que los conflictos de intereses que siempre debía resolver de sus clientes, lo más complicado era hacerles entender cómo enfrentar sus situaciones legales que, por lo general para sus consultantes, era siempre la última opción o la peor. Por lo tanto, debía explicarles todo el contexto para hacerles comprender cuál era el medio menos molesto de resolver un problema.

Insistía que él no resolvía el conflicto, «no soy juez nunca», decía; «solo trato de ayudar intentando que la situación dañe lo menos posible», aclaraba Figuera a sus clientes, tratando de aconsejarles cómo mejorar cualquier situación que se le planteaba, usando frases sarcásticas o exageradas.

Es así como abordaba la siguiente consulta que le cambiaría la vida a partir de esa notificación en su pantalla.

La Consulta

«Consulta activa» leía Dan mientras titilaba la luz que avisaba la llegada de un nuevo mensaje.

Había aparecido en la pantalla de su laptop en forma de notificación una ventanilla en la parte inferior izquierda, era una solicitud que rezaba: «Necesito asesoría legal, para un caso relacionado con un niño de ocho años, en la escuela no le permiten su ingreso, ni la inscripción al colegio, siempre ha estudiado allí, ¿me puede sugerir que hacer al respecto? Se trata de mi hijo».

Dan leía con atención, solo esperaba que su nuevo sistema automatizado generara las respuestas programadas.

«Hola, gracias por contactarnos, por favor llene la ficha, indicando el país desde el cual realiza la consulta».

-Confirmada la cita inmediatamente, será realizada a las 3:30 pm.

Dos minutos después, llegaba otra notificación indicando:

«Chat en línea: “sí, perfecto... Le escribe Tommy O´nniel, soy haitiano de nacimiento, tengo la ciudadanía canadiense y dominicana, el tema que te planteo es sobre la educación de mi hijo, estudia aquí en Santo Domingo de Republica Dominicana donde residimos, siempre ha estudiado en el mismo colegio, pero hace unos meses no aceptan su inscripción, nos vemos a las 3:30 en línea”».

Dan leía la respuesta, se había quedado paralizado al ver de dónde le estaban escribiendo, respiraba profundo y continuaba leyendo, consciente de su curiosidad sabía que una hora no sería suficiente, él siempre quería ir a lo más profundo de cada planteamiento, le apasionaba más que el derecho, le interesaban los sucesos que se desenvolvían en torno a los casos.

«Si conozco más sobre la historia del caso, podré ofrecer una asesoría más integral a mis clientes», escribía Dan en la frase de entrada a su dominio web.

Danilo se había vestido de la cintura para arriba, como solía hacer, colocándose su camisa formal y en la parte inferior algún calzoncillo de colores posaba la taza de su adictiva bebida justo al lado de su ventana al mundo. A las 3:31 se había abierto la notificación de la videollamada. Esta vez desde el balcón de su cabaña, mientras repicaba la llamada en la pantalla, alzaba sus brazos y hacía un leve movimiento de cuello como rutina de estiramiento antes de cada conexión para iniciar su contacto:

—Buenas tardes, es un gusto conocerte Tommy, leí tu consulta, espero poder ayudar a despejar cualquier duda que tengas, me gustaría que me indiques qué pasó y por qué no dejan inscribir a tu hijo en el colegio. ¿Conoces bien los derechos del niño en República Dominicana? —eran las primeras preguntas de rigor que realizó el abogado.

—Hola, Danilo, un placer conocerte, disculpa mi mal español, lo hablo poco y lento, es mi tercera lengua, originalmente hablo francés y kreyol porque soy haitiano, luego viví en Canadá y Estados unidos, por lo que en idioma inglés me desenvuelvo mejor —indicó Tommy, mientras que Dan con una sonrisa amable asentaba con la cabeza, confirmándole que entendía y permitiendo que Tommy se expresara.

—Te comento, mi niño se llama Cristofer Thom, no permiten su inscripción, pues alegan que estoy bajo investigación y al parecer la procuraduría les notificó que no pueden aceptar pagos de mi parte en el colegio... Mis abogados me dieron una respuesta, y ya actuaron, pero quiero volver a consultar para estar seguro de las acciones que tomaré posteriormente si así lo amerita.

Dan escuchaba concentrado y atento, respondía con total franqueza, de manera aguda y hasta sarcástica expresándole:

—Espero estés bien, Tommy, si gustas me puedes llamar Dan, ahora con respecto a lo que me expones, puedo decirte que la única opción que toca es ejercer un amparo, ¡pero claro! Primero debo decirte que eso es solo posible si se está en un sistema judicial justo, sin vicios, con actores objetivos, apegados a las buenas formas de hacer justicia, ¿fuera de eso?... —Pausa incómoda.

—Un amparo es lo que aplica y todo saldrá bien, pero no es tan simple, como quisiera —enfatizó el abogado de forma elocuente.

—Se deben valorar todos los elementos alrededor de tu planteamiento, hay que discernir muchas cosas, fíjate, Tommy, pese a los sistemas judiciales existentes en toda la región latinoamericana, siempre escuchas sobre tramas de corrupción, malas praxis, sistemas injustos, todas esas noticias todo, ¡todo! —Levantó una ceja, tomó una pausa para tomar café y continuó diciendo—: Todo es totalmente cierto, sin duda, y es terrible, ¡claro!

Tommy se quedaba sorprendido y se acomodaba frente a la silla como con un poco de incomodidad por lo que acababa de advertir Dan.

—Pero también es verdad, Tommy, —insistió el abogado con una gran sonrisa y abriendo los ojos como alertando—, que, pese a todo ello, siempre hay gente apegada a las normas, no todo está podrido. El mismo sistema en el mundo y las personas que están en torno a él a veces quieren que entendamos y nos debilitemos fijando en nuestras mentes que la justicia no funciona, nos hacen creer que no sirve. Esto que te digo es uno de los tantos engaños que nos venden, así atacan puntualmente solo a aquellos que quieren exigir justicia, teniendo la verdad en la mano. Para ellos, el objetivo es regalar desesperanza, hacernos desistir rápido de un caso, de una denuncia, de accionar o demandar y exigir simplemente nuestros derechos, quieren que dudes inclusive de las acciones y las opiniones de tus propios abogados, como tú hoy consultándome algo que ya habían hecho tus abogados, ¿lo ves, Tommy?

Tommy en silencio solo le escuchaba y prestaba atención a lo que decía el abogado, para luego interrumpirlo y comentarle de forma un poco nerviosa: —Yo confío en mis abogados, solo deseo otra visión de lo que sucede Dan.

Dan sonreía no muy convencido, y haciendo una señal con el pulgar derecho arriba, el abogado continuaba con su idea.

—Es importante sentir seguridad y respaldo de quienes te asesoran, por esa razón debo siempre indicarte, hasta lo que no queremos saber. Yo por ahora te escucharé para comprender, pero te advierto que siempre quiero saber más, es mi manera de poder ofrecer todas las posibilidades que se manejen en los casos, conociendo todos los antecedentes, el presente judicial, el contexto y la documentación en relación a ello. Así que entiendo tu preocupación, pero te adelanto que a tu hijo, bajo ninguna circunstancia, entiéndase, ninguna circunstancia lo pueden privar del derecho a la educación integral. No importa si tú eres un delincuente sentenciado, que no sé si es tu caso Tommy, pero los niños y niñas se protegen, en cualquier estado del mundo, son interés de protección superior, bien sea educación pública o privada, deben velar por ello, siempre.

—¡Sí, entiendo! Esto es injusto, Dan, mi hijo no merece esto —expresó consistentemente Tommy.

—¿Injusto? —respondió el no muy optimista de Dan, suspirando y cerrando los ojos lentamente, para luego decirle.

—Injusta ha sido una sentencia del máximo tribunal dominicano muy discutida, referente a la desnaturalización de los dominicanos hijos de haitianos, el cual ha sido un debate jurídico sin precedente —agregó Dan.

Tommy observaba la pantalla y llevándose las manos a la cabeza le interrumpía con voz de cansancio.

—Sí, sí, eso lo sé, no creo que sea esa la razón en mi caso, aunque ya después de todo lo que han inventado, puedo esperar cualquier cosa —respondió Tommy.

—Después de ese precedente, será igual o peor de injusto, Tommy, pero no te desalientes —agregó Danilo.

El abogado iba de lo general hasta lo más específico, entre las cosas que había preguntado, durante su explicación, había interrogantes muy concretas...

—Tommy, ¿has tenido directamente algún problema legal con el colegio en el que estudia tu hijo? —preguntó el abogado.

—No, jamás, de hecho, tengo en la sala de mi hogar muchos premios, pero el que más me llena de orgullo es el de mejor director de la semana del colegio de Cristofer —dijo Tommy con su español pronunciado con dificultad, pero con un vocabulario amplio, mientras volteaba la pantalla para mostrar las piezas y trofeos que adornaban la repisa de cristal de su sala.

Dan, atento, iba indagando poco a poco, trataba de descifrar el lenguaje corporal de Tommy, prestando atención a cada detalle que le gustaba relatar, para luego ser más directo con las preguntas.

—Tommy, indícame, ¿de qué delitos se te está investigando o imputando?

Tommy aún agobiado por tanta negatividad del abogado, lo detuvo enseguida para aclararle.

—¡NO! Imputando no, solo investigando, ¿sabes lo que te digo? —acotó Tommy.

—Sé que lo entiendes, Dan. ¡Perdona! Pero es que los medios de comunicación parece que no lo tienen claro y eso me ha causado más problemas, creen que una investigación es una condena inmediata y lo que no saben, es que esta es apenas una primera etapa de inicio del proceso, ¿comprendes, Dan? —indicó Tommy.

—Sí, Tommy, lo sé, tengo claro las diferencias, lamentablemente, las personas ajenas a este tipo de procesos legales las desconocen, digamos esto en palabras sencillas, tú estás en esa etapa del proceso, donde te podrán señalar como el posible responsable de un delito, posterior a eso determinar si debe ir a juicio o no. Suelen siempre confundir los términos, pero no me extraña que la confusión sea de los medios, «ingenuamente confunden los términos». Cuéntame desde el principio —agregó Dan.

Tommy en su comprensión del idioma y de manera textual, Entendió que «Cuéntame desde el principio» debía hablarle desde su nacimiento al Abogado, así comenzó a resumirle como había llegado hasta allí, ofreciendo más detalles de su vida, relatando algunos aspectos generales de su entorno, familia, sus negocios y el orgullo que sentía por su país de origen y sus antecedentes históricos. De este modo comenzó a explicar con orgullo que Haití había sido la primera nación en emanciparse del yugo francés y español.

—Ya han pasado 215 años y aún continúa su lucha, la desidia imperial nos castiga, hoy continúa su combate, esa tierra mágica de historia y cultura me vio nacer, pero debimos desprendernos de ella muy temprano, a mis cinco años de edad salimos camino a EE. UU, para luego a los siete años a Canadá —relató Tommy.

Él continuó relatando sobre sus primeros años de vida, el retorno de la familia nuevamente a Haití, donde había terminado de pasar su infancia junto a sus hermanos y una abuela que había sido como su máximo héroe de pequeño. Dan un poco inquieto porque Tommy parecía haberse disgregado, le seguía escuchando atento y curioso. Tommy continuó hablando de su posterior regreso solo con su madre y hermano a Canadá, ya en su época juvenil; su padre se había quedado en Haití, realizando labores como médico y al mismo tiempo desarrollando trabajo político en la isla afrocaribeña.

Tommy comentaba que había sido una buena infancia y que la había vivido con las posibilidades que le habían brindado ambos padres profesionales.

—En Canadá mi madre y yo apoyamos a mi hermano con sus estudios, él se estaba formando como piloto de avión y yo a los dieciséis ya estaba en la Universidad —indicó Tommy.

Recordaba los episodios de intolerancia y racismo que les había tocado experimentar en aquella época, señalando lo duro que había sido la adaptación en primer término.

—Cuando conseguí mi primer negocio próspero, fue en el área de telemercadeo, con él pude hacer mi primer millón de dólares. Estaba muy joven, me sentía bien porque tenía dinero, pero a los ojos de los demás, una persona de piel negra y exitoso en Canadá era visto solo de tres maneras: o eres atleta, o eres narco o quizás seas artista, entonces yo no entraba en ninguna de esas categorías, por lo que me tocó realizar trabajo adicional para explicar y aclarar todo, a cada momento. Era una constante auditoría de mi prosperidad. Mira, Dan, desde cualquier policía hasta la autoridad máxima de un banco, el parquero, todos me cuestionaban, porque nunca era considerado un hombre de bien, que había hecho verdaderos esfuerzos, nadie era capaz entender que yo era un hombre que tomaba decisiones acertadas en negocios legítimos. Existía mucho racismo para aquel momento —agregó Tommy.

Dan, quien era uno de esos abogados inquietos, quería seguir escuchándolo y a la vez llegar al punto, e interrumpía preguntando.

—¿Tus padres viven aún? —Tommy le respondió que su padre sí, pero que su madre había fallecido a sus diecisiete años de edad por una afección pulmonar.

—Mi padre luego se volvió a casar con una mujer que también era médico, de esa unión nacieron mis otros tres hermanos, yo estoy en medio de los seis —indicó Tommy.

Dan de inmediato sintió empatía con la respuesta, vino a su mente el recuerdo de la muerte del padre a causa de cáncer de pulmón.

—Sí, Tommy, sé y entiendo lo fuerte que es perder a tu madre tan joven, ¿qué hacías en ese momento de tu vida?

Tommy comenzaba a responder con voz quebrada y con la mirada perdida, como quien escarba en el recuerdo.

—La verdad, Dan, es que cuando falleció mi madre, me sentí muy solo, estaba desmotivado y un poco confundido, fue muy duro. En ese tiempo, a los dieciséis años, estaba comenzando en la universidad, mi padre siempre nos exigía los estudios, aunque a mí me gustaba más el trabajo y las ventas, pero en ese momento me sentía perdido sin mi madre —comentó Tommy.

Dan utilizaba siempre esa manera de interrogar, haciendo preguntas cortas, para llegar más rápido al punto que quería entender. Así que comenzó a interrogar.

—Tommy, y ¿actualmente qué edad tienes?

—Tengo cincuenta y dos años.

Dan, con esa pregunta, lo traería al tiempo y al momento en el que quería colocarlo y poder seguir abordando el caso en concreto. Buscaba la forma de hacer preguntas sin cortar lo que expresaba Tommy, y así, de este modo, ir descifrando toda la información para luego volver al punto de partida de la consulta.

—Bien, Tommy, en tus cincuenta y dos años, ¿has tenido otros procesos o investigaciones?

—No, jamás, solo este caso —respondió Tommy desencajado, con rostro de seriedad continuo siendo entrevistado.

—¿Y me podrías contar por qué llegaste a esa investigación? ¿O qué la causó? —preguntó Dan, quien a veces no era muy paciente, pero sí muy obsesivo al momento de buscar e investigar sobre los casos.

Tommy le indicaba a Dan que todo se había desencadenado a partir de un 17 de enero del año anterior.

—Dan, el terror de todo esto comenzó cuando una amiga que nos visitaba decidió suicidarse desde el balcón de mi apartamento. Fue todo muy rápido, ella estaba allí conversando, luego caminó al balcón y se lanzó, estaba deprimida y yo no lo sabía, me siento frustrado por no saber que estaba mal.

Para Dan ese breve relato había sido adrenalina pura, sus ojos se agrandaron y comenzó a preguntar queriendo entenderlo más rápido.

—Tommy, no comprendo —preguntó Dan—. ¿Quién caminó al balcón?, ¿quién es esa chica?, ¿tú... tú... la viste caer?, ¿qué hacía en tu casa?, ¿sabes por qué lo hizo?, ¿qué dijo antes de hacer eso?, ¿qué tiene que ver ella con tu hijo y la escuela? —respiró el abogado y continuó conversando un poco ansioso.

—¡Mejor para un poco, espera! —dijo Dan haciendo gesto con ambas manos.

—Ve desde el principio y si puedes indícame, ¿por cuál delito se te investiga y qué pasa con tu hijo y su educación?

Tommy se disculpó nuevamente por su español, que a decir verdad lo hablaba bien, sólo tenía alguna dificultad entre el uso de «él y ella», pero de forma pausada se le entendía muy bien. Luego había continuado respondiendo las interrogantes de Danilo.

—Karmen era mi amiga venezolana y, desde mi casa, se lanzó del balcón y no, yo no la vi, estaba en mi habitación cuando escuché unos gritos, luego salí y ya había pasado todo, corrí a pedir ayuda y lo demás, es una horrible historia.

Dan de momento se había quedado paralizado, entendía que el asunto se iba a complicar, también sabía que había hecho muchas preguntas desordenadas, quería que Tommy siguiera su relato, pero al mismo tiempo, quería puntualizar la preocupación inicial de la educación del menor.

—Después de ese incidente los medios publicaron la noticia y ese mismo día lo sabían todos en la isla; a partir de esa noche, comenzó nuestra pesadilla — indicaba Tommy continuando su relato.

—¡Tommy, espera! No quiero desalentarte, para mí es necesario entenderlo todo, hay mucha información que considerar, y esto de la educación de tu hijo me tiene desencajado y tengo muchas interrogantes, ¡pero por otro lado percibo el aroma fresco del perejil! —expresó el abogado.

—¿A qué te refieres? —comentó Tommy—. ¿No hablarás de la masacre, o sí? —Cerró la pregunta Tommy con rostro de extrañeza.

Dan antes de seguir escuchando, necesitaba contextualizar su inquietud de la consulta inicial, referente a la educación de Tom, por lo que comenzó planteando su punto de vista, recordando como antecedente referencial, lo sucedido en el año 1937 en República Dominicana, sobre lo que se había denominado «la masacre del perejil», un acontecimiento sangriento y sin precedentes, a causa de políticas de exterminio racial, discriminación y xenofobia, que había sido justificada por una supuesta inminente «invasión haitiana» sobre República Dominicana. La matanza había dejado un saldo negativo de gran cantidad de mujeres y hombres haitianos.

Estos hechos se habían desarrollado en los bateyes fronterizos del país. El dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina había gobernado por un período de más de veinticinco años y en el mes de septiembre del año 1937 había ordenado a sus tropas un despliegue en la zona noreste, para darle cese al conflicto fronterizo con los inmigrantes haitianos que, según el dictador, era una situación de un gran peligro para la población, pues la estadía de los inmigrantes en el país causaba inconvenientes a los intereses de los trabajadores dominicanos, pues insistían que su cultura y religión «no eran apropiadas» para la sociedad que Leónidas pretendía para República Dominicana.

Fue así como habían instruido al ejército para terminar con la expulsión y exterminio de los haitianos, inventando una forma para identificar a los inmigrantes del país vecino, quienes eran fenotípicamente muy parecidos a sus hermanos dominicanos y como no era fácil diferenciar al «enemigo» por el parecido entre ambos, cada esbirro de Trujillo debía exigir que las víctimas pronunciaran la palabra «perejil». Por el origen de su lengua francesa y su nativo kreyol, esta palabra era mal pronunciada por ellos, pues no articulaban con naturalidad la letra «r», por lo que escucharlos era la mejor forma de identificarlos, para luego ser expulsados del país, en el mejor de los casos, pero la opción que preferían los soldados era exterminarlos cruelmente. Esta aberrante estrategia había sido una tragedia de la que no se hablaba mucho en el Caribe, solo algunos haitianos habían podido salvarse, ayudados por los mismos ciudadanos dominicanos, quienes los escondían en sus casas para que no fueran asesinados.

399
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9788411142694
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