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Akal / Clásicos de la Literatura / 32

Edgar Allan Poe

LA NARRACIÓN DE ARTHUR GORDON PYM

DE NANTUCKET

Traducción: María José Martín Pinto

Introducción: Antonio Ballesteros González


La narración de Arthur Gordon Pym de Nantucket es la primera y única novela de Edgar Allan Poe (1838), quien, acuciado por la necesidad, confiaba en que una narración de aventuras fuera bien recibida por los lectores. Cuenta el viaje de Arthur Gordon Pym, salpicado de peripecias, a bordo del ballenero Grampus por los mares del Sur. La novela, que comienza como una aventura marinera bastante convencional, va dejando paso, poco a poco, a lo fantástico, lo escabroso, constituyéndose así en la más extraordinaria de sus historias. El autor, en la línea de lo que fueron muchos de sus más famosos relatos cortos, convierte la primera mitad de la narración en un rosario de episodios macabros y morbosos, para, en una segunda parte, transformarla en una novela de viajes y exploraciones. A pesar de que esta obra ha recibido una valoración literaria muy diversa, ejerció más influencia de la que cabría esperar, por ejemplo en el Moby Dick de Herman Melville o en algunas obras de Julio Verne, Charles Baudelaire o H. P. Lovecraft, y es motivo de interés creciente para una nueva generación de lectores, que ve en ella el ambiente de aventura y misterio característico de los relatos breves de Poe, fruto del espíritu visionario, atormentado y fantástico de este autor.

Edgar Allan Poe (1809-1849) fue un narrador, poeta, crítico y periodista estadounidense, con­siderado uno de los maestros del relato corto de la literatura universal y el padre del cuento literario moderno. Obtuvo un extraordinario éxito con El escarabajo de oro (1843), al igual que con el poemario El cuervo y otros poemas (1845), que le llevaron a la cumbre su reputación literaria. Renovador de la novela gótica, sus cuentos de terror marcaron profundamente la literatura de su época, dejando una impronta en movimientos como el simbolismo y el surrealismo. También es considerado el inventor del relato detectivesco en obras como Los crímenes de la calle Morgue (1841), El misterio de Marie Rogêt (1842-1843) y La carta robada (1844), contribuyendo, con otros tantos relatos, al género emergente de la ciencia ficción. Entre los cuentos fantásticos y de terror, destacan: Manuscrito hallado en una botella, El gato negro, El pozo y el péndulo, La caída de la casa Usher, El entierro prematuro, El retrato oval, El corazón delator, Ligeia y El barril del amontillado (1846), entre otros. Son relatos escalofriantes, llenos de oscuro simbolismo, que han fascinado a generaciones enteras de lectores y escritores. Cuando su esposa murió, en 1847, se agravó su tendencia al desorden en su vida, y un día fue hallado inconsciente en una calle de Baltimore, el 3 de octubre de 1849, ingresándolo en un hospital, donde falleció pocos días más tarde. Tenía tan sólo cuarenta años.

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Motivo de cubierta: An Incident of Whaling [Un incidente cazando ballenas]

por William Bradford (1823-1892), The Metropolitan Museum of Art, Nueva York

Título original

The Narrative of Arthur Gordon Pym of Nantucket

© Ediciones Akal, S. A., 2021

Sector Foresta, 1

28760 Tres Cantos

Madrid - España

Tel.: 918 061 996

Fax: 918 044 028

www.akal.com

ISBN: 978-84-460-5083-4


Edgar Allan Poe en junio de 1849, año de su muerte.

Introducción

Edgar Allan Poe: retrato de un genio marcado por la dualidad

Edgar Allan Poe (1809-1849) es sin duda reconocido universalmente como uno de los más grandes artífices de la literatura fantástica. Sin embargo, esta afirmación, a todas luces cierta, no hace honor a la auténtica dimensión del ilustre escritor, cuya obra profusa, original, multiforme y proteica, abarca diversos ángulos y aproximaciones. Los avatares de su vida, que el lector podrá encontrar a grandes rasgos en la cronología que acompaña a estas líneas, han convertido a Poe en un personaje casi legendario en su actitud rebelde contra lo que hoy llamaríamos «el sistema» y en su «malditismo», una faceta destacada desde muy pronto por el poeta simbolista francés Charles Baudelaire, quien, atraído por la calidad estética y la complejidad semántica de su obra, lo tradujo y lo dio a conocer en Francia, donde fue unánimemente idolatrado. Así, no solo el autor de Las flores del mal, sino también Stéphane Mallarmé y Paul Valéry, entre otros, leyeron e interpretaron la obra de Poe con profunda admiración, señalándolo como el poeta arquetípico en su sentido etimológico de «creador», y subrayando su altura de escritor trascendente que dominaba sobremanera la técnica del lenguaje y los argumentos derivados de una portentosa imaginación. Por el contrario, Poe tardaría en lograr la fama que merecía en su propio país, donde otros autores decimonónicos como James Russell Lowell, Ralph Waldo Emerson o el propio Henry James lo consideraron un escritor menor, «popular» en el sentido negativo que se le daba al término en aquellos tiempos, y hasta descuidado en su manejo del material lingüístico. Incluso para algunos críticos sigue ostentando hoy en día una reputación controvertida, tenido por un autor excesivo en su peculiar tratamiento de los temas góticos y en su oscura obsesión por los límites entre la vida y la muerte.

Esta duplicidad no es sino solo una de las diversas dualidades que conforman la vida y la obra de Edgar Allan Poe, una personalidad escindida y abiertamente iconoclasta, que resiste por lo general su adscripción a cualquier tipo de etiqueta o convencionalismo. Como ha señalado con acierto G. R. Thompson, «La personalidad de Poe parece haber sido activada por la ambivalencia y la división internas»[1]. De la escisión de su personalidad dan testimonio los distintos pseudónimos con los que encubrió en ocasiones su verdadero nombre, empezando por el de «Henri Le Rennet» al marcharse de casa de los Allan, continuando por el de «Edgar A. Perry» al comenzar su carrera militar, y culminando con los diversos alias con los que veló su identidad en el devenir de su azarosa existencia y en sus propios escritos, los cuales suponen en no pocas ocasiones una suerte de reflejo especular de Poe. De acuerdo con Karl Miller, «Poe fue un repertorio de Poes, y su vida fue un tejido de escapes y retornos»[2]. Difícil de encasillar, numerosos teóricos han interpretado como contradicciones las paradojas del artista elitista que al mismo tiempo fue un agudo crítico social, del escritor aparentemente descuidado en su estilo con el estilista capaz de moldear el lenguaje a su antojo, del observador riguroso de la realidad con el escritor que la desfigura y se mofa de ella.

Pese a ser hijo de su tiempo, Poe, sin embargo, metamorfosea y modifica los modelos canónicos recibidos; si lo podemos ver como un heredero del Romanticismo inglés tan en boga en los Estados Unidos en la primera mitad del siglo XIX, lo es tan solo parcialmente y de un modo muy sui géneris. Por ejemplo, su escritura se hace eco del legado de la novela gótica «clásica» inglesa, pero con los mimbres de Horace Walpole, Sophia Lee, Anne Radcliffe, Matthew Le­wis, Charles Maturin o James Hogg, Poe entreteje un cesto totalmente nuevo y diferente, dando forma a una visión de lo gótico inusitada y privativa, reveladora de los terrores más recónditos que anidan en las profundidades abisales de lo humano (a él le gustaba hablar de los «terrores del alma»). Pero con frecuencia olvidamos que Poe no solo escribió textos de impronta gótica; muy por el contrario, su vasta producción literaria para el relativamente escaso tiempo que vivió abunda en otras aproximaciones genéricas, algunas de ellas asombrosamente novedosas. Apasionado de los fenómenos y descubrimientos científicos ‒como puede observarse en Pym[3]‒ y matemáticos, Poe es uno de los principales artífices de la moderna ciencia ficción, que para algunos ‒quizá obviando injustamente el modelo precursor del Frankenstein de Mary Shelley (1818)‒ principia con el relato «Hans Pfaal». Por otra parte, se le atribuye al autor norteamericano la invención del género detectivesco, que él denominaba «de raciocinio» («raciocination»), cuyo punto de partida se considera «Los asesinatos de la calle Morgue» («The Murders in the Rue Morgue»), cuento al que se añadirían otros como «La carta robada» («The Purloined Letter») o «El misterio de Marie Rogêt». Mediante la figura del investigador Auguste Dupin, Poe da vida en el universo literario al detective que, a través del acopio de pruebas y provisto de una ingeniosa y prodigiosa capacidad deductiva, desvela los enigmas a los que se enfrenta. Con el riesgo que implican asertos tan especulativos, podría decirse que sin Dupin y, de manera aún más sutil, sin el recurrente narrador pasivo de no pocos cuentos de Poe, absorto en sus oscuras cavilaciones y elucubraciones, no habría existido Sherlock Holmes. Así pues, en definitiva, Poe es por una parte deudor de los paradigmas románticos de los que también hace gala en su evocadora poesía, y en su percepción de la vida y la obra literaria como un todo orgánico y necesariamente entrelazado, pero, por la otra, desde la vertiente racionalista proyectada en muchos de sus artículos y relatos, no deja de ser también legatario de la Ilustración dieciochesca. En última instancia, como artífice de la pluma e impulsor de la literatura, aglutinó numerosas facetas, mostrando su prodigiosa versatilidad: compuso obras narrativas, poéticas, satíricas, filosóficas, de teoría literaria, periodísticas, reseñas… además de ejercer labores de editor.

Poe fue un escritor dual en un país dual que, en 1776, no muchos años antes de que naciera, había alcanzado su independencia y que, en el transcurso de la existencia del autor, seguiría debatiéndose entre acontecimientos convulsos y cíclicos conflictos políticos mientras consolidaba su territorio y su conciencia nacional. Separados política e ideológicamente de la Gran Bretaña de la que habían sido colonia, los ciudadanos americanos anhelaban emanciparse de la influencia inglesa también desde una perspectiva cultural y emocional, lo que les llevaba a rechazar los modelos literarios británicos en pos de lograr una identidad propia. En este sentido, los escritores estadounidenses perseguían crear una escritura «genuinamente americana», tratando de apartarse de la tradición de la Inglaterra vinculada al «Viejo Mundo». En este contexto, y aunque fue defensor y partidario de la «independencia literaria», atacando a los que remedaban de manera superficial los patrones ingleses, Poe se opuso también al nacionalismo cultural excesivo y no trató de ocultar en ningún momento la libertad inalienable de la función estética del texto literario, que, según él, no debía estar sometida a dictámenes políticos o morales de ningún tipo. En este sentido, el escritor americano no se aleja demasiado de la conceptualización del arte que más adelante, a finales del siglo XIX, defenderían Oscar Wilde y los simbolistas franceses, a los que Poe antecede en su percepción de la literatura como un ámbito independiente y autónomo que no puede ni debe supeditarse a criterios de índole partidista, sea cual sea la naturaleza de estos. De ahí que el autor de Boston rebatiera a aquellos que postulaban que era preciso escribir sobre cuestiones y temas norteamericanos, rechazando los que provenían de países allende sus todavía difusas fronteras. Como ha aseverado acertadamente G. R. Thompson[4], su principal objetivo ‒nunca logrado‒ fue el de fundar una revista cultural y literaria libre e independiente, alejada de prejuicios y de la estrechez moral imperante en la época, rechazando lo que él denominaba «la herejía de lo didáctico». Sin duda, hoy habría sido un enemigo acérrimo de la perniciosa «corrección política».

Por otra parte, Poe era contumaz en sus convicciones, y preconizaba una visión elitista y aristocrática desde el punto de vista político, desconfiando de los valores para él supuestamente democráticos sancionados por los próceres de la joven nación; con frecuencia se refería a la democracia como «mobocracy», término que podría traducirse como el gobierno ‒o la tiranía‒ del vulgo. Además, despreciaba la creciente industrialización, el pensamiento utilitarista y el mercantilismo excesivo que se extendían por la geografía americana de manera vertiginosa. Se atormentaba por vivir en un lugar en el que no era posible subsistir mediante la profesión de la escritura, y despreciaba la cortedad de miras cultural de muchos de sus compatriotas. En realidad, no creía en absoluto en la idea de progreso en lo que respecta al ser humano, señalando que, desde una perspectiva mental, se trataba en esencia del mismo individuo que habitaba en la caverna: «El hombre es ahora únicamente más activo, no más feliz ni más sabio de lo que era hace 6.000 años»[5]. Desde esta perspectiva, puede entenderse la profunda indagación que Poe efectúa en las raíces y simientes de la insania y el mal en la especie humana, en sus pulsiones intrínsecas de destrucción y muerte. El temperamento inconformista de Poe, ayudado en ocasiones por su adicción a la bebida, le impulsó a enzarzarse en incontables polémicas, de las que en no pocas ocasiones salió emocional, profesional y económicamente malparado. Hombre irascible y atrabiliario, le acompañó con frecuencia la sombra de la amargura de sentirse inadaptado, como le sucede a algunos de los narradores de sus relatos.

Como un amplio sector de la población blanca estadounidense de aquel tiempo, Poe defendía la esclavitud y, como puede observarse en algunos pasajes de Pym ‒aunque no es aconsejable interpretar como propias de un autor las ideas vertidas en su obra‒ mantenía actitudes que hoy entenderíamos como racistas, aspectos que han causado una honda polémica entre algunos críticos contemporáneos tendentes a analizar el pasado bajo el prisma del presente. Armado de su pluma mordaz, Poe criticó con corrosiva ironía en innumerables escritos periodísticos y, de manera más implícita, en sus propios relatos aquellas actitudes de su época y de su entorno que se le antojaban nocivas, inadecuadas o ridículas, sin dejar al margen prácticamente esfera alguna de la realidad circundante, ya fuera la política, la social, la cultural, la artística, la histórica, la científica y, por supuesto, la literaria. En una línea de dualidad en lo concerniente a los géneros literarios, el propio Poe estableció su propia dicotomía entre «lo grotesco y lo arabesco» que aparece reflejada en el título de su primer volumen de cuentos. Para no pocos lectores que se han adentrado superficialmente tan solo en una particularidad del conjunto de su obra, Poe ha sido considerado únicamente como «el maestro del horror», quedando en el olvido esa otra faceta paródica, sardónica y humorística en la que sobresalió con exquisita brillantez temática y estilística, si bien es cierto que, en no pocas ocasiones, lo grotesco impregna lo arabesco (un término de connotaciones orientales y, por lo tanto, relacionado con la alteridad), al tiempo que este último concepto, vinculado a lo fantástico, se propaga a través de las páginas de los relatos con mayor énfasis en lo satírico.

En última instancia, Poe participó de la dualidad y la escisión geográfica e ideológica de la joven nación americana, marcada por el conflicto entre Norte y Sur. Nacido en Boston, y residente o visitante a lo largo de su existencia en otras localidades norteñas del país como Nueva York, Baltimore y Filadelfia, sin embargo pasó gran parte de su infancia y juventud en Virginia, estableciendo con el Sur un vínculo emocional muy poderoso. Poe habría aspirado al ideal del caballero sureño, de noble abolengo dentro del crisol de las clases sociales del país americano, cuya división interna llevaría años después (de 1861 a 1865) a una cruenta y traumática Guerra Civil cuya huella sigue persistiendo en el imaginario estadounidense incluso en nuestros días. Según afirma Thompson, «Los acontecimientos políticos de la turbulenta América de Poe parecen casi premonitorios de su propia división interna»[6]. Como señala con acierto Eulalia Piñero, y abundando en argumentos ya apuntados, «La democracia propagandista, los mítines políticos y las arengas a las masas eran cuestiones que horrorizaban a Poe, tal y como satiriza en “Some Words with a Mummy”»[7]. Son numerosos los escritos de Poe, de filiación conservadora y espíritu aristocrático, en los que critica con tintes mordaces a una clase política que consideraba mediocre y populista: «King Pest», «El hombre que se gastó» («The Man Who Was Used Up») y «Hop-Frog» son exponentes literarios de su insatisfacción política y social, que no solo aparece en los cuentos grotescos, sino también en los fantásticos. No es casualidad que tanto «William Wilson» como «La caída de la casa Usher», quizá los dos relatos de dobles más distintivos compuestos por Poe, fueran escritos por este en 1839, cuando los demócratas de Andrew Jackson ‒al que Poe retrata de manera satírica en ambas narraciones‒ llevaron a la presidencia a Martin Van Buren, candidato jacksoniano.

Sin embargo, es preciso destacar que, entre los autores estadounidenses de su época, Poe fue el que menos reflejó sus preocupaciones políticas en su escritura creativa, centrándose más bien en cuestiones históricas y científicas, sobre todo, en este último caso, relacionadas con la astronomía, la navegación (Pym es un excelente ejemplo en este sentido), los descubrimientos geográficos, y aspectos médicos vinculados a los estados distorsionados de la mente humana; fue un sempiterno explorador de todo aquello que se ubica más allá de los umbrales del mundo material y de los límites de la ciencia, como el hipnotismo, la frenología y el mesmerismo. Podría decirse sin temor a equivocarse que, como otros destacables artífices decimonónicos de la literatura fantástica, Poe fue un examinador de los mecanismos de la mente y el comportamiento humano, antecesor de las corrientes que a finales del siglo XIX y principios del XX culminarían en la eclosión de las teorías psicoanalíticas de Charcot, Freud y Otto Rank, siendo este último uno de los primeros estudiosos del motivo del doble o «Doppelgänger», elemento fundamental en la literatura fantástica en general y en la narrativa de Poe en particular, sobre todo, según ya se ha comentado, en relatos como «William Wilson» y «La caída de la casa Usher»[8]. Poe se siente fascinado por su visión de lo que él llamaba «lo perverso», entendiendo como tal una manera de actuar de manera opuesta a la que conviene al propio individuo, contraviniendo así las normas de lo racional, aspecto que el autor refleja en su azarosa vida y en su obra, en las que domina ese «Diablo de lo perverso» («The Imp of the Perverse») que da título a uno de sus relatos, y esa polaridad interna que, con ecos platónicos, denominaba «Bi-Part Soul», el alma escindida en dos partes, otra manera de nombrar al doble.

La división interna de la existencia de Poe tiene también raíces autobiográficas, y se origina en el plano familiar, emocional y afectivo desde el mismo instante en el que, dos años después de su nacimiento (el 19 de enero de 1809), fallece su madre, Elizabeth Arnold, abandonada un año antes por su es­poso, David Poe, ambos actores ambulantes. Poe se ve obligado a separarse de sus hermanos para convertirse en una suerte de hijo adoptivo del matrimonio compuesto por John y Frances Allan. Desde pequeño, Edgar se ve en la obligación perentoria de asumir una nueva personalidad, y su trayectoria vital se caracterizará por un permanente reinventarse: del Nuevo al Viejo Mundo durante los cinco años (desde 1815 hasta 1820) en los que reside en Inglaterra con los Allan; los enamoramientos frustrados (especialmente, el compromiso con Sarah Elmira Royster, impedido por las familias de ambos jóvenes); la vorágine de deudas de juego contraídas en la Universidad de Virginia y la ruptura con John Allan; la experiencia en el ejército; los años en Baltimore junto a sus parientes paternos, entre los que se encuentra su joven prima Virginia Clemm, con la que contraería matrimonio cuando ella contaba tan solo trece años; la pugna denodada por abrirse camino en el mundo editorial, marcada por recurrentes y acerbas disputas con propietarios y editores; los endémicos problemas económicos y los traslados a diferentes ciudades; la trágica muerte de Virginia en 1847, tras cinco años de padecer tuberculosis[9]; el hundimiento en la depresión, la enfermedad y el alcoholismo; la búsqueda insistente de afecto femenino; y la muerte nunca del todo dilucidada, tras ser hallado inconsciente, tirado junto a una alcantarilla, en una calle de Baltimore.

Y todo ello simultaneado con la pasión, desde edad temprana, por la literatura y el anhelo de hallar una vía profesional mediante el ejercicio de la escritura, propósito que, salvo éxitos aislados, como la publicación de «El cuervo», no contó con el favor de un público mayoritario, conduciendo a Poe a reiteradas situaciones de pobreza y desesperación para las que solo halló el equívoco consuelo de la bebida. Dejó, eso sí, una producción única de una cincuentena de poemas, una novela (Pym), dos novelas cortas, una considerable cantidad de artículos, reseñas y ensayos, y, sobre todo, unas setenta narraciones que revolucionaron el género del cuento, con títulos tan representativos como «Manuscrito hallado en una botella», «Un descenso en el Maelström» («A Descent into the Maelström»), «Berenice», «Ligeia», «El entierro prematuro» («The Premature Burial»), «La máscara de la muerte roja» («The Masque of the Red Death»), «El corazón delator» («The Tell-Tale Heart»), «El pozo y el péndulo» («The Pit and the Pendulum»), «El escarabajo de oro» («The Gold Bug»), «El gato negro» («The Black Cat»), «La barrica de amontillado» («The Cask of Amontillado»), «El retrato oval» («The Oval Portrait»), «Los hechos en el caso de M. Valdemar» («The Facts in the Case of M. Valdemar»), junto con los relatos ya citados, y otros que vinieron a cimentar su creciente prestigio póstumo. Son historias extraordinarias que plasman las obsesiones de un autor de amplia cultura, y que, además de su obra literaria, dejó para la posteridad frases célebres y agudos aforismos. Los textos de Poe son el estanque narcisista en el que refleja sus sueños y pesadillas, sus fascinaciones y sus quimeras. Al mismo tiempo, en los cuentos de Poe surge el espacio como doble de los personajes protagonistas, unas localizaciones que se tornan en el entorno hostil, amenazador y «otro» que Freud había descrito en su ensayo sobre lo «Unheimliche» (1919), término cuya traducción más acertada al castellano, tomada del francés, es «la inquietante extrañeza»[10]. En los cuentos más estremecedores de Poe el espacio familiar, la casa, el hogar[11], se vuelve un lugar ajeno, terrorífico, convirtiéndose en símbolo y reflejo del cuerpo enfermo o de la mente distorsionada y alienada de los protagonistas.

Con toda esta amalgama de dualidades y complejidades, Poe fue capaz de concebir un universo literario propio, absolutamente innovador y de enorme riqueza referencial, adentrándose en los vericuetos de la psique humana para captar allí toda una amplia gama de matices. La literatura fantástica, principalmente, no se habría desarrollado de la misma manera que lo ha hecho después de su obra fecunda, admirada e imitada por grandes artífices de la escritura como Guy de Maupassant, Julio Verne, Jorge Luis Borges (quien, como Poe, desconfió siempre de la novela, prefiriendo verter en prodigiosos versos y relatos sus cautivadores pensamientos y argumentos), Julio Cortázar (quien lo tradujo brillantemente a la lengua castellana), H. P. Lovecraft y Stephen King, por citar tan solo unos cuantos nombres representativos entre una extensa nómina de grandes autores.

La narración de Arthur Gordon Pym de Nantucket: la novela de la incertidumbre[12]

La única novela que Edgar Allan Poe escribió durante su prolífica carrera literaria fue publicada en los Estados Unidos por Harper and Brothers de Nueva York en julio de 1838. En octubre de ese mismo año, sale de la imprenta en Inglaterra, publicada por Wily & Putnam. Las diferencias textuales y tipográficas de ambas ediciones son mínimas, con la excepción principal de que la americana presenta dos capítulos, del total de veinticinco de los que consta la obra, numerados como XXIII. Todos los capítulos en cuestión van precedidos por una suerte de prólogo del supuesto autor Arthur Gordon Pym[13], y terminan con una nota final del pretendido editor. Poe había publicado dos entregas de la novela en los números de enero y febrero de 1837 del Southern Literary Messenger. Por su concepción organicista del texto literario, buscando siempre que todas las partes estuvieran perfectamente integradas, constituyendo un todo coherente tanto desde el punto de vista del contenido como de la forma, a Poe no le agradaba el género novelístico, que se le antojaba profuso en exceso, prefiriendo la poesía y la narrativa breve. Sin embargo, acuciado por la escasez de dinero, atendiendo a los consejos de amigos que habían seguido su trayectoria desde la publicación de los seis relatos que componían los Tales of the Folio Club y otros cuentos posteriores, y queriendo satisfacer los gustos del público lector, devoto en general de la novela, el escritor bostoniano se decidió a embarcarse ‒nunca mejor dicho‒ en la aventura de componer una narración de dicho género en un instante agitado de su existencia, inmerso en cambios de trabajo y de ciudad para poder subsistir y mantener a su esposa y a la madre de esta.

Para escribir la narración, Poe se documentó de manera concienzuda, sirviéndose de una cantidad ingente de fuentes bibliográficas, principalmente crónicas marítimas y literatura de viajes, tanto reales como ficticios. De la larga lista utilizada, los títulos imprescindibles son Symzonia: A Voyage of Discovery by Captain Adam Seaborn, posiblemente escrito por John Cleves Symmes, Jr. (1820-1822); A Narrative of Four Voyages to the South Sea, North and South Pacific Ocean, Chinese Sea, Ethiopic and Southern Atlantic Ocean, Indian and Antartic Ocean. From the Year 1812 to 1832, de Benjamin Morrell, acaso reescrito por Samuel Woodworth (1832); Astoria, de Washing­ton Irving (1835); y Address, on the Subject of a Surveying and Exploring Expedition to the Pacific Ocean and the South Seas, de Jeremiah N. Reynolds (1836), también autor de «Leaves from an Unpublished Journal», publicado tres meses antes de Pym en el New York Mirror (el 21 de abril de 1838). Algunas de estas obras habían sido reseñadas por Poe, seducido desde la infancia por el tema de la navegación, en diferentes revistas. De todas ellas, Symzonia es acaso la fuente esencial en lo que respecta al contexto científico de Pym y su aplicación a los aspectos más sugerentes de la narración, centrados en los acontecimientos de sesgo extraordinario y las descripciones del paisaje antártico al final del relato.

La relación del periplo por el Polo Sur se basa en la teoría de la tierra hueca, propuesta por John Cleves Symmes (1780?-1829), según la cual nuestro planeta estaría compuesto de diversas esferas concéntricas alrededor de un centro hueco al que se podría acceder por los Polos (por aquel entonces, todavía no alcanzados). Las corrientes marinas circularían hacia ambos extremos de la tierra, y se precipitarían en su interior, fluyendo hacia el Polo opuesto. Dentro del hueco terrestre, precedido por territorios de clima cálido bañados por un mar en mitad de los hielos, se hallarían civilizaciones y poblaciones humanas. Aunque la teoría suscitó no solo el escepticismo, sino también la mofa de la mayoría de los científicos del momento, también tuvo sus partidarios, entre los que se contó el oficial naval estadounidense Jeremiah N. Reynolds, que solicitó una ayuda económica del Congreso para sufragar una expedición al Polo Sur que permitiera encontrar el supuesto agujero imaginado por Symmes. Poe, que reseñó el informe de Reynolds[14], apoyó con entusiasmo el patrocinio de la citada empresa. La teoría de la tierra hueca, que Poe ya había utilizado en «Manuscrito hallado en una botella» (1831), aparece reflejada, de manera directa o indirecta, en obras literarias como Viaje al centro de la tierra, de Julio Verne (1864), cuya novela La esfinge de los hielos (1897) es una excelente continuación de Pym. Y, de alguna manera, dejó una huella implícita en ficciones literarias sobre lugares cálidos ubicados en el centro de los Polos, como es el caso de El mundo perdido de Arthur Conan Doyle (1912), y en exponentes de la cultura popular, como los cómics publicados por Marvel en los que aparece el personaje de Ka-zar, habitante de un mundo prehistórico y selvático ubicado en mitad de los hielos antárticos.

En lo que respecta a las influencias literarias, entre las principales que cabe mencionar se encuentra «La rima del anciano marinero» («The Rime of the Ancient Mariner», 1797), de Samuel Taylor Coleridge, que pudo servir de inspiración para el navío «tripulado» por cadáveres ‒motivo que también recuerda la célebre leyenda del Holandés Errante‒, y las evocadoras y misteriosas descripciones del paisaje antártico, sobrevoladas por los albatros, el ave cuya muerte, atravesado por una saeta, desencadena la tragedia del memorable poema de Coleridge, cuyo «Kubla Khan» (1797), con el río sagrado que se desborda y se precipita a través de las cavernas en un mar sin sol, la «sima romántica», y el «océano sin vida», todo ello enmarcado en un paisaje sublime y maravilloso, también se me antoja una fuente plausible para Pym. Por otro lado, aunque ha habido algunas aproximaciones comparativas de escaso valor académico entre Frankenstein de Mary Shelley (1818) ‒obra influida a su vez por «La rima del anciano marinero»‒ y Pym, creo que no se ha puesto suficiente énfasis en rasgos comunes que comparten ambas narraciones, como el elemento náutico vinculado al deseo de descubrimiento y exploración de nuevos territorios, la importancia del enclave de los Polos (Norte en la obra de la escritora británica, Sur en la del autor norteamericano), el entramado científico subyacente, y la proyección simbólica de la alteridad y la alienación originada por el paisaje helado. Finalmente, Robinson Crusoe (1719), de Daniel Defoe, también aportó ideas a Poe, especialmente en lo referente al episodio en el que Pym y Dirk Peters se esconden en una cueva con el fin de ocultarse de los agresivos nativos de Tsalal. La vasta cultura y la enorme curiosidad de Poe se ponen de manifiesto en su fantástica narración, al igual que en el conjunto de su obra.

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9788446050834
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