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ERROR
Odiamos la palabra y la espantamos como esa mosca que nos agobia en una tarde fresca de verano. Vamos a empezar hablando de los errores que cometemos todos y cada uno de nosotros y que generan muchos de nuestros problemas. Vamos a dejar de martirizarnos con todos esos momentos antes de emprender el camino de los errores comunes y de los que muchas veces no habrás sido consciente. Pero antes prepárate con un ejercicio práctico que te pondrá en situación:
¡ESO NO ES FRACASAR!
Escribe una vez al mes, durante 10 minutos, una situación reciente donde hayas fracasado, errado, fallado o tomado una mala decisión. Si puedes, que coincidan situación y escritura al mismo tiempo para poder analizar la situación desde muchos puntos de vista. Repite el ejercicio en días alternos para ver si han cambiado las sensaciones, las repercusiones y lo que en realidad ha sucedido como consecuencia de ese fallo. Analiza sus consecuencias y aprende de ello.
El listado que viene a continuación nace después de muchos errores, filtros, asociaciones, experiencias propias y compartidas. No es la piedra Rosseta, no es la pierda filosofal de Harry Potter, no es un tratado de vida. Son errores. Simple y llanamente errores. No contiene ninguna de las claves para dejar de caer en ellos porque seguiremos cometiéndolos, pero este listado me parece algo básico; se lo tendrían que pegar a los recién nacidos en sus cunas, a los niños en clase y a las empresas en sus paredes. Cada uno puede añadir en los márgenes de las páginas los errores que considere que he omitido; también puedes tachar los que consideres repetidos o el clásico «a mí eso no me pasa», «yo eso no lo hago», «sí hombre, a mí me va a pasar eso», aunque esto sería un error en sí mismo; solo quiero que te des cuenta.
Las dos palabras clave son SIEMPRE y TODO. Las quiero poner en mayúsculas y negrita porque son la parte importante. Siempre es siempre. En todos los momentos. Los fines de semana, los días de vacaciones, los lunes cuando la pereza se adueña de los mandos de tu cuerpo. Todo es todo. Dejar la comida basura hasta alcanzar el peso que te ha marcado el médico, entrenar las horas necesarias para hacer la media maratón en el tiempo que te ha marcado tu entrenador. Así que cuando la pereza tome los mandos, quítaselos de inmediato, cuando la procrastinación se adueñe de tu cerebro debes expulsarla sin miramientos (en un capítulo posterior puedes ver cómo hacerlo con una técnica espectacular. Si no puedes esperar vete a la página 208). Es seguir entrenando cuando acabas de ganar el primer Roland Garros pero quieres ganar más y convertirte en una leyenda.
Si cumples esta ley al 100%, entonces podrás hacer casi cualquier cosa que te propongas. (Más adelante hablaremos de las únicas limitaciones que podemos encontrarnos en determinados momentos de la vida).
EJERCICIO: LO SÉ TODO Y ENCIMA SIN DUDAR
Este ejercicio es muy útil para darnos cuenta de que alguna vez estamos equivocados pero pensamos que nuestra versión es la correcta. Pensamos que estamos en posesión de la verdad suprema. Este ejercicio te permite fallar en una zona de seguridad controlada ya que en este libro no pasa nada por fallar, pero el siguiente fallo puede suceder en una reunión de trabajo, en una discusión con tu pareja o en una charla con tus hijos donde no das tu brazo a torcer hasta que ya es demasiado tarde. La próxima vez que tengas certeza al 100% sobre algo, piensa en este ejercicio por favor y escucha lo que los demás tengan que decirte. Lo siento, pero es muy probable que estés equivocado. Este ejercicio nos ayuda a no seguir empeñados en dejar de escuchar a la gente para imponer nuestra sapiencia.
Simplemente tienes que anotar la respuesta que creas cierta e indicar el grado de confianza que tienes en la misma. Es un momento para que no te hagas trampas al solitario y comiences a googlear las preguntas por favor. Esto es para ti. No tengas miedo. Nadie lo va a leer. Es únicamente para tu desarrollo. Estás solo frente al espejo. No tengas miedo de descubrir la verdad. Es parte de tu camino al Growth Mindset. Tienes las soluciones al final del libro.
Si quieres leer más de Rafa Nadal para entender que el éxito no solo es de talento sino de esfuerzo, puedes hacerlo descargándote el contenido de este bidi:
Estas «lecciones» (hay veces que me gusta llamarlas errores, experiencias, consejos, inspiraciones, ideas…), quiero que las leas con atención; son fruto del paso de los años, de mis lecturas, de compartir experiencias, del sufrimiento de los errores cometidos y no aprendidos y que me encantaría que leyeras con atención. Sé que eres una persona que ha vivido mucho, que ha leído mucho, que se ha preocupado por tener un grado de cultura general suficiente para arrasar en sus cenas de empresa con su vasto conocimiento. Eres impresionante. Pero, ya que sabes tanto, que siempre tienes la respuesta para todo, te propongo un ejercicio con el que empiezo muchas de mis clases y seminarios y que espero que te sorprenda.
PREGUNTAS
Nota: Lo interesante aquí es ver qué es lo primero que nos viene a la cabeza. Puedes anotarlo junto a tu respuesta; prefiero que falles a que aciertes para que aprendas.
* Si en alguna respuesta has puesto 50% después de haber puesto sí o no es que en realidad no «quieres» fallar, y por eso pones 50% para cubrir tu apuesta. No tengas miedo a tomar riesgos. No tengas miedo a fallar. No creas que errar es signo de debilidad. No es malo. Olvida los 50% y toma riesgos.
¿ Te ha gustado? Espero que hayas podido captar la esencia del ejercicio porque nos enseña mucho acerca de nosotros mismos.
Quiero que no cometas los mismos errores que he cometido yo, sigo cometiendo y cometeré. Si ya los has cometido, quiero que seas capaz de darte cuenta de ello para tratar de no volver a caer en los mismos errores una y otra vez. Cuando estamos en el suelo (hay veces que creemos que estamos de pie pero seguimos besando la lona) es el momento de plantearse cómo nos vamos a levantar. Cuando nos demos cuenta es cuando podremos empezar a aprender. Y cuando aprendemos podemos empezar a pensar en mejorar.
Los errores son parte del aprendizaje y configuran nuestra relación con el entorno definiendo nuestra personalidad.
Muchas veces el error aparece incluso tras un buen análisis y una buena aplicación de nuestro proceso de toma de decisiones. Es algo inevitable.
Uno de los principales errores que no figura en mi listado, que compartimos todos los seres humanos, es que asumimos que siempre aprendemos de los errores. La sabiduría popular ya lo avisa cuando dice que el burro y el hombre tropiezan siempre en la misma piedra. Porque si aprendiéramos de verdad de nuestros errores, eso indicaría que somos animales racionales, cuando todos sabemos que en la práctica somos irracionales, emotivos, intuitivos, emocionales, incomprensiblemente ilógicos…
¡¡NO FALLES!!
Desde edad muy temprana se nos ha inculcado que el error es malo, que fallar es malo. El fallo significa que no te sabías la lección, que no habías estudiado lo suficiente, que eras un vago, despistado o poco inteligente. Estamos rodeados de personas que evitan y se avergüenzan del fallo, que se resisten a él y lo rechazan porque el fallo les hace sentir incómodos. Los fallos deben ser abordados para que sirvan como aprendizajes. Los errores son la simple consecuencia de hacer algo de manera equivocada.
El error es una circunstancia adversa. Quiero distinguirlo de una mala decisión, ya que esta conlleva que no has trabajado lo suficiente en el proceso de análisis, definición de escenarios y toma de decisión y en aplicarlo con rigor.
El secreto de una vida longeva y dichosa es la permanente búsqueda del aprendizaje, la mejora constante y el crecimiento, aunque sea a pequeñísimos pasos. Esto es tener una mentalidad abierta al crecimiento y al desarrollo.
Para poder aprender del error debemos seguir los siguientes puntos basados en algo poco común, el sentido común:
1. Reconocer el error una vez se haya producido. Podemos revisar el proceso seguido de toma de decisiones y estar atentos a posibles sesgos en que hayamos podido caer (los veremos más adelante). Si creemos que nos vamos a equivocar y no queremos convertir el posible error en una mala decisión, simplemente nos equivocaremos rápido y al menor coste posible.
2. Análisis del error. Debemos repasarlo todo para detectar cuál ha sido el problema. Debemos conocer si el error ha estado en la toma de decisiones, en el proceso de análisis, la situación del entorno o haber elegido el momento equivocado. Esta es la forma en la que podremos aprender del error.
3. Recordar lo aprendido para no volver a caer en lo mismo. Esta es la parte más difícil, salvo que el error haya supuesto algo realmente importante para nosotros. En ese caso se habrá creado una emoción asociada a ese momento, y nuestra capacidad de recordar se basa en emociones.
Todos los errores que vas a leer aquí ya los conoces, alguien ha hablado de ellos alguna vez, los has leído en algún sitio o simplemente te parecen de sentido común. Genial. Solamente quiero volver a recordarte que aprendemos por repetición, aprendizaje hebbiano. Así que vamos a repetir. De hecho, las lecciones que leerás a continuación se desarrollarán en los siguientes capítulos y volverás a leer referencias sobre situaciones parecidas. Darle varias vueltas al calcetín te ayudará en tu proceso de autoconocimiento.
Y sí, hoy me apetece mucho llamarlos lecciones porque así parece que tienen el componente de aprendizaje incluido en su propia definición. Pero ya te he dicho antes que si tú quieres llamarlos errores, aciertos, ideas, reflexiones, cagadas, consejos... hazlo. Pero hazlo, no lo dejes.
Es muy difícil aprender de los errores porque no nos gusta fallar. A nadie le gusta fallar. No conozco a ningún masoquista al que le encante fallar, que se regodee en seguir fallando porque es lo que le hace feliz. Y como en la vida tenemos dos polos de atracción, placer y dolor, lo único que hacemos es alejarnos de uno para acercarnos al otro. El error nos produce dolor y no nos detenemos a aprender de él. Salimos corriendo en busca del placer.
Errar implica que tenemos que esforzarnos en aprender de las cosas que menos nos gusta hacer.
Todos hemos conocido en algún momento de nuestras vidas a personas que aprendieron muy poco de sus errores. Probablemente seamos una de esas personas y quizás no nos hayamos dado cuenta todavía. Este es el momento de recuperar la lucidez.
Aprender de los errores no es automático, requiere reflexión, pensamiento y consciencia. Podríamos meter disciplina y constancia, pero no quiero que pienses que es demasiado duro y abandones.
Lección 1. No pienses que lo sabes todo
Lección 2. No culpes a los demás por tus limitaciones, errores o fracasos
Lección 3. No pierdas el tiempo con personas LCV (Loser Caloría Vacía)
Lección 4. No tienes tanto tiempo como crees
Lección 5. No dejes de seguir aprendiendo
Lección 6. No dejes fijos tus estándares
Lección 7. Pierde el miedo a la soledad
Lección 8. No pienses que las pequeñas decisiones no tienen importancia
Lección 9. Ten presente que tu cerebro es un tramposo
Lección 10. No dejes de valorar lo que tienes
Lección 11. Maravíllate con las cosas simples
Lección 12. Mira siempre el vaso lo más lleno posible
Lección 13. Recuerda ser un poco espartano
Lección 14. Busca inspiración e inspira a los demás
Lección 15. Libera a tu niño interior
Lección 16. Recuerda el «mens sana in corpore sano»
Lección 17. Practica el da, da, da (del verbo «dar», ¿te suena?)
Lección 18. No permitas que tu ego profesional se ahogue en su estanque
Lección 19. Permítete seguir cometiendo estos errores y otros nuevos
Lección 1. No pienses que lo sabes todo
Deja de pensar que eres un gurú sabio con un conocimiento instalado por defecto en tu sistema operativo. No creas que nadie te puede enseñar. Escucha a todo el mundo, incluso a esa persona a la que nunca has escuchado. Y no hables tanto, por favor. Es cansadísimo tener que escucharte para darte validación y que así te sientas útil. Eres muy listo, sí, ya lo sabemos. Eres más listo que los demás. Eres mejor que los demás. Por favor, este es un momento perfecto para que pienses en ello sin vergüenza, sin que nadie tenga que saber que eres un sabelotodo que en realidad no sabe nada y al que se le ven las costuras. Quizás nadie te lo haya dicho pero es así. Lo siento.
Tú o tu empresa no tendréis una buena aceptación del error cuando la gente calle y se reprima a sí misma, se pregunte de quién es la culpa o se castigue el fallo. En el Ejército de aviación israelí tienen 24 horas para reconocer el error y en ese caso el mismo no tiene consecuencias. Si pasa más tiempo es entonces cuando hay represalias. Creo que es una buena técnica para superar la aversión al error. No tengas miedo de expresar estos errores y prepárate para el día en que cometas un gran error, porque ese día llegará. Dedica tiempo al autoanálisis, permanece alerta y busca señales que te indiquen dónde aparecerá ese error. Buscar en lo oculto y comprender lo que sucede es un buen punto de partida.
John Dewey dijo: «la persona que piensa aprende de sus fracasos y de sus éxitos».
Es fundamental que recuerdes que cada persona sabe algo que tú no sabes (garantizado al 100% y validado por las mejores universidades del mundo). Cuando te cruces con alguien, deberías haber aprendido de él eso que tú no sabes. Para ello es básico escuchar (saldrá muchas veces en este libro. Escúchame. No te asustes). Cuando nos concentramos en escuchar permitimos compartir conocimiento y su desarrollo. Es un acto egoísta ya que conseguimos matar muchos pájaros del mismo tiro: la persona se siente escuchada, se desarrolla a nuestro lado, nos enseña y aprende gracias a ello, nosotros aprendemos, sentimos que un ser humano comparte algo con nosotros. Es alucinante. ¿Por qué no escuchamos más? ¿Me estás escuchando?
El que piensa que lo sabe todo tiene un nombre: ignorante. Cada día estamos rodeados de muchos ignorantes. Los reconozco a la primera porque yo era uno de esos ignorantes sabios. Yo era como un quesito del Trivial9 humano. Pedante y pesado. Un oráculo al que hacían preguntas y respondía desde la montaña cuando le apetecía. Un gilipollas, vamos. Y como para toda situación hay una frase ingeniosa que la define, yo la escuché hace mucho tiempo: «Si eres la persona más inteligente de la habitación, estás en la habitación equivocada». La vida no va de impresionar a los demás. No vayas coleccionando medallas de sabiduría. Deja al ego con su propio ego. El conocimiento es compartir, colaborar, ayudar. Si no estás de acuerdo y crees que a ti no te afecta, no te preocupes, que la vida ya se encargará de demostrártelo en algún momento.
Recuerdo algo que decía mi abuela, que no hablaba mucho por cierto, y me parece una cosa muy sabia, para que lo metas en tu almacén de humildad: «Si tenemos una boca y dos orejas significa que tenemos que escuchar dos veces y hablar solo una».
Lección 2. No culpes a los demás por tus limitaciones, errores o fracasos
Eres el único responsable de tus actos. No busques la mano negra que quiere que fracases a toda costa porque no existe. Al Universo le importas entre poco y muy poco. Acepta tus limitaciones y tu responsabilidad. Es muy fácil buscar culpables a los que responsabilizar de tus resultados empresariales, personales, etc. Por ejemplo en el trabajo, en ese ascenso que no llega año tras año porque tu superior, que es un torpe profesional, no es capaz de ver tu valía, tus números maravillosos, tu esfuerzo, tu dedicación… Pero, ¿realmente estás siendo el mejor en tu puesto de trabajo?, ¿estás haciendo todo lo posible por ser el mejor en tu trabajo?, ¿te mereces ese ascenso? Permíteme que lo dude por lo menos.
Voy a darte una sorpresa desagradable… No eres tan especial como crees. Eres único, diferente al resto, capaz de hacer cosas alucinantes, pero siempre habrá alguien mejor en algún terreno, más fresco, más joven, más listo, más guapo, más hábil, más todo1.
Nos han dicho tantas veces que somos especiales que al preguntar a la gente es habitual que esta se considere por encima de la media en bastantes aspectos de la vida. Y eso es algo técnicamente imposible. No podemos estar todos por encima de la media porque entonces dejaría de ser una media. Compárate con otros solo para mejorar; si crecéis los dos es mejor que crecer uno solo, y fíjate en ti mismo y en lo que puedes cambiar. Solo puedes actuar sobre ti mismo. Podrás tratar de influir o persuadir a los demás pero al final ellos decidirán, de la misma manera que lo haces tú.
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1 Te libero a partir de aquí de esta lección si por casualidad te llamas Leo Messi, Bill Gates, Warren Buffet, JK Rowling, Amancio Ortega o Abraham Lincoln, por ejemplo. Aunque todos ellos saben que a su alrededor hay gente espectacular que es mejor que ellos en diversas materias y muchos de los que acabo de nombrar cometieron errores, se rodearon de personas increíbles, aprendieron y perseveraron.
Deja que te cuente la anécdota de Raúl (nombre inventado para proteger la identidad real de la persona en cuestión), un operario de un taller que conocí en uno de mis cursos justo al comienzo de mi carrera profesional. Ambos éramos bastante jóvenes y conectamos. Este operario tenía un trabajo rutinario y monótono en una línea de taller. Había estudiado una formación profesional porque quería ponerse a trabajar al terminar el colegio y no seguir «en la rueda». Pero en su trabajo, a diferencia de sus compañeros de taller, nunca se quejaba. Llevaba un par de años en los que únicamente se dedicaba a ser el mejor en lo que hacía. Realizaba la parte que le correspondía en el menor tiempo posible y con la máxima eficiencia y calidad. El cambio surgió en él por casualidad. Todo comenzó para no aburrirse en su trabajo, que le resultaba monótono y físicamente agotador. Decidió que se cronometraría para hacerlo más rápidamente y así tener un objetivo a batir. Cuando su velocidad hubo aumentado exponencialmente dedicó su empeño a mantenerla y superar los estándares mínimos que debía cumplir en materia de calidad. Esto lo hizo todos los días a lo largo de su jornada laboral.
Su desempeño hablaba por él; no tenía que decir nada ya que destacaba mucho sobre el resto. Pero el ascenso no llegaba. Jamás se quejó. Siguió con sus tiempos y sus estándares de calidad sin importar lo que le dijeran sus compañeros, que no entendían el motivo de un esfuerzo que nadie parecía apreciar. No le importaba; él seguía haciendo su trabajo de la mejor manera posible. El problema llegó cuando se dio cuenta de que estaba cerca de alcanzar el umbral de su propia perfección. Tenía que llegar en algún momento ya que se trataba de un trabajo puramente mecánico y sin posibilidad de innovación. ¿Cuál fue su actitud? Se apuntó al curso de acceso a la universidad para mayores de 25 años y de ahí saltó a la Universidad a Distancia para obtener, con mucho esfuerzo, su licenciatura en Ingeniería Mecánica. A su ritmo, sin prisas pero con una única idea en la cabeza: ser ingeniero cuatro plantas más arriba de donde desarrollaba su tarea como operario.
¿Cuál es tu excusa favorita? Las dos mías son «no me ha dado tiempo porque me lo han enviado demasiado tarde» y «no sabía que había que hacerlo así». Seguramente no lo dijo Benjamin Franklin pero a él se le ha endosado la invención de la frase perfecta para las excusas: «El que es bueno con las excusas no es bueno en nada más».