Читать книгу: «El nuevo gobierno de los individuos»

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© LOM ediciones Primera edición, octubre 2021 Impreso en 1.000 ejemplares ISBN Impreso: 9789560014535 ISBN Digital: 9789560014849 RPI: 2021-A-8302 Todas las publicaciones del área de Ciencias Sociales y Humanas de LOM ediciones han sido sometidas a referato externo. Edición, diseño y diagramación LOM ediciones. Concha y Toro 23, Santiago Teléfono: (56-2) 28606800 lom@lom.cl | www.lom.cl Diseño de Colección Estudio Navaja Tipografía: Karmina Impreso en los talleres de gráfica LOM Miguel de Atero 2888, Quinta Normal Impreso en Santiago de Chile

Índice

  Introducción

  Primera parte: Problematizaciones

  Capítulo 1 Repensar el gobierno de los individuos Capítulo 2 Grandes transformaciones Capítulo 3 Desmesuras y límites

  Segunda parte: Controles

  Capítulo 4 El Estado controlador Capítulo 5 Crítica del gobierno de los mecanismos fácticos Capítulo 6 Crítica del gobierno de la evaluación Capítulo 7 La reinvención del control social informal

  Tercera parte: Creencias

  Capítulo 8 Crítica de la tesis de la ideología dominante: el neoliberalismo Capítulo 9 La herrumbre electoral y la producción de la legitimidad Capítulo 10 Los combates sin fin de la esfera pública Capítulo 11 Crítica de la ilusión del poder total

  Cuarta parte: Jerarquías

  Capítulo 12 La clase gobernante y la invisibilidad de la jerarquía Capítulo 13 De las jerarquías patriarcales a las asimetrías de poder Capítulo 14 De las jerarquías etarias a las asimetrías de poder Capítulo 15 El miedo de los poderosos, el miedo de los conservadores

  Conclusión

  Bibliografía

Introducción

Ser gobernado es ser anotado, registrado, empadronado, arancelado, sellado, medido, evaluado, cotizado, patentado, licenciado, autorizado, apostillado, amonestado, contenido, reformado, enmendado, corregido, al realizar cualquier operación, cualquier transacción, cualquier movimiento.

Pierre-Joseph Proudhon, Idea general de la revolución en el siglo XIX, 1851.

[1.]

EL GOBIERNO DE los individuos suele ser estudiado a través de un movimiento bipolar que oscila entre trabajos que subrayan o bien el carácter aplastante y global del sistema o bien la capacidad de emancipación y resistencia de los actores. Los primeros proponen visiones totalizantes de la vida social –capitalismo, sociedades administradas, sociedades de control, biopoder, reproducción–; los segundos insisten en las facultades de agencia –lucha de clases, creatividad, producción, proyecto, libertad–. Bajo la impronta de la totalidad, el determinismo a veces, la dominación o las coerciones sistémicas por lo general, terminan teniendo la última palabra. A la luz de la agencia, la libertad a veces, la resistencia o la creatividad terminan, con frecuencia, por arrancar la última palabra.

La bipolaridad entre estas dos visiones es tal que las teorías sociales se pueblan de tensiones entre las contradicciones insuperables del capitalismo y la realidad de las luchas de clases; la reproducción y los habitus por un lado y los desfases y la emancipación por el otro; entre las disciplinas y las tecnologías todopoderosas e insidiosas de sujeción y de poder por la derecha y las resistencias y las formas de subjetivación por la izquierda; entre la confiscación de la historicidad por las clases dominantes y la producción de la sociedad por los movimientos sociales. En breve: la tensión sempiterna entre la institución y el movimiento.

A lo anterior se añade el hecho de que es por lo general a partir de un ámbito en particular que se profundiza (cárcel, organizaciones, empresa, familia, escuela, etc.), desde el que se generaliza un razonamiento, al menos implícitamente, en dirección de los otros ámbitos sociales, como si todo fuera igual e isomorfo a nivel del gobierno de los individuos, como si la dominación homogénea de la clase gobernante se declinara coherentemente por todos los rincones de la vida social. La representación de la jerarquía y su traducción en el espacio social –«arriba y abajo»– dictan así el substrato de las representaciones.

[2.]

Este libro propondrá una estrategia distinta de estudio apoyándome en más de treinta años de investigación, empírica y teórica, en muy distintos ámbitos sociales. Las tesis sobre lo que caracterizaremos como el nuevo gobierno de los individuos serán explicitadas progresivamente y diferentes estudios de caso serán movilizados cada vez para mostrar su plausibilidad. Pero en esta breve introducción y como mera brújula de viaje para el o la lectora, con el fin de hacer resaltar las grandes coordenadas de este trabajo, me limitaré a explicitar nueve grandes tesis.

La tesis de una relación particular entre la acción y la realidad. Éste es el verdadero punto de partida sobre el que volveremos en muchos momentos, a tal punto se juega aquí la especificidad de la perspectiva que desplegaremos. Mostraremos que la relación entre la acción y el entorno no es ni determinada, ni de adaptación, ni de agentividad, sino que está caracterizada por una elasticidad irreductible, lo que define de manera permanente el problema del gobierno de los individuos tanto para los gobernantes como para los gobernados.

La tesis de grandes transformaciones históricas y estructurales en lo que al gobierno de los individuos se refiere. Sin que esto cuestione la realidad primera de una vida social elástica, subrayaremos la consolidación contemporánea de tres grandes procesos: la revolución de los controles, las metamorfosis de las creencias, la convulsión de las jerarquías.

La tesis de una importancia tendencial y creciente de los controles por sobre las creencias y las jerarquías. Como lo iremos viendo, esta traslación es tan fuerte que incluso las creencias y las jerarquías deben ser leídas en función de sus capacidades de control. En el gobierno de los individuos no es más la legitimidad (de las creencias, de las jerarquías) sino el aumento de los controles lo que es fundamental. Esto no anula el papel de los líderes y las creencias que suscitan, pero o las creencias se convierten en controles o se estrellan contra ellos. En términos históricos, si es cierto que los tres factores siempre han cohabitado, el gobierno de los individuos se ejerció primero privilegiando las jerarquías, después las creencias, y cada vez más se lo practica a través de los controles.

La tesis de una transformación diferencial de la pertinencia sociológica de las nociones de autoridad, dominación y poder. Si otros paradigmas han sido movilizados para dar cuenta del gobierno de los individuos, mostraremos que las relaciones entre estos, y sus diferenciales de acuidad analítica, son lo que mejor permite aprehender, a la luz de los grandes cambios estructurales actuales, la escena contemporánea.

La tesis de una crisis radical de la noción de autoridad. Radical, o sea desde sus raíces, la que en las sociedades modernas se encuentra, tras la «muerte de Dios», a nivel de la desconfianza respecto del conocimiento científico.

La tesis de un nuevo equilibrio interno en la noción de dominación. Durante mucho tiempo fueron los procesos de coacción del consentimiento (ideología, legitimidad) del dominado lo que se privilegió, de ahora en adelante es la expansión de los controles fácticos lo que debe privilegiarse.

La tesis de la generalización de las asimetrías y conflictos de poder. Aunque jamás se descuidó esta dimensión, bajo la impronta analítica de las nociones de autoridad o dominación, la importancia de los consentimientos (conciliados o coaccionados) por lo general primó sobre concepciones más dinámicas de los juegos de poder. En las sociedades actuales, por el contrario, los diferenciales desnudos de las asimetrías de poder se imponen más o menos por doquier.

La tesis de que el gobierno de los individuos presenta rasgos muy diferentes en función de los distintos ámbitos sociales. En contra de toda visión homogénea del orden social mostraremos, cada vez por razones históricas y estructurales, cómo en los distintos dominios sociales (trabajo, familia, escuela, ciudad, política) existen periodos diferentes de facilitación o de problematización del ejercicio de la autoridad, la dominación o el poder. Por regla general, el gobierno de los individuos tiende a ser tanto más eficaz cuanto que los controles compensan las pérdidas acontecidas en lo relativo a la inculcación de las creencias o al respeto de las jerarquías.

La tesis de que el gobierno de los individuos es siempre estructural, pero que no es sistémico en las sociedades contemporáneas. En contra de tantas visiones que articulan directa e inmediatamente las preguntas quién gobierna, de qué manera y las experiencias de los gobernados, mostraremos la relativa autonomía de cada uno de estos interrogantes y las tensiones a lo que esto abre, en la medida en que cohabitan la profundización del carácter coercitivo del capitalismo, el incremento de controles políticos, las emancipaciones feministas o las igualdades etarias.

[3.]

Este libro no es ni un manual para gobernantes, ni un alegato contra las injusticias, ni una utopía para la emancipación. El lector encontrará muy pocas indicaciones sobre el arte del gobierno de los individuos y de cómo éste puede ser ejercido de manera eficaz, sobre los diferenciales abrumadores de desigualdad a nivel de la experiencia de los gobernados o sobre las luchas sociales que, sin desmayo, atraviesan la vida social. Encontrará muy poco de todo esto por una razón muy simple: la perspectiva que desplegaremos es diferente.

Lo admito: mis preferencias no son en absoluto equidistantes entre estas visiones (detesto a los individuos de poder en todas las áreas, de todas las clases, géneros y edad). Pero, como sociólogo, estoy convencido de que es solo desde una toma de distancia analítica e imaginaria con respecto a cada una de estas posiciones y los roles que suponen que es posible abordar, con un mínimo de pasión, el gobierno de los individuos. Pero va en ello, también lo admitiré de paso, una actitud personal. Lo que me asombra, lo que nunca ha cejado de asombrarme durante décadas, no es en el fondo ni la sumisión de unos ni las ansias de poder de otros, sino que colectivamente se haya elegido y se siga escogiendo, una y otra vez, formas de gobierno tan onerosas y contraproducentes desde un punto de vista humano, económico u organizacional. En breve, es el irreductible absurdo contenido en las formas de gobierno de los individuos más que el poder o la sumisión, la autoridad o la rebeldía, la dominación o la resistencia, la eficacia o la injusticia, lo que subyace a la pregunta y al lugar imaginario inicial y liminar de esta indagación.

[4.]

Este libro es el resultado de varias décadas de trabajo, pero si es sin duda el balance intelectual de una trayectoria, no es una recopilación de artículos. Si algunos pocos textos ya han sido objeto de una publicación previa, todos ellos han sido profundamente reformulados y considerablemente densificados en la perspectiva de este estudio. La gran mayoría de los capítulos son inéditos y han sido escritos expresamente con vistas a este libro. Sobre todo, todos y cada uno de los capítulos operan como piezas para la argumentación y demostración de las tesis presentadas. De allí ciertas redundancias; de allí, sobre todo, los constantes reenvíos al filo de la lectura de los diferentes capítulos entre sí: todos participan del trabajo de demostración coral de una tesis. Este estudio no tiene ninguna pretensión de exhaustividad y muchas otras situaciones habrían podido ser abordadas. Espero sin embargo que las temáticas tratadas, elegidas por su significación, permitan una buena presentación de la problemática.

El libro está estructurado en cuatro grandes partes (problematizaciones, controles, creencias y jerarquías), pero los capítulos conversan entre sí más allá de esta clasificación.

Los capítulos pueden ser leídos independientemente unos de otros (además, quieran lo que quieran los autores, va en ello los irreductibles márgenes de poder de los y las lectoras), pero téngase en cuenta que es la articulación del conjunto lo que define la plausibilidad general de las tesis defendidas1.

1 Este libro ha sido pensado y escrito en el marco del Centro Núcleo Milenio Autoridad y Asimetrías del poder, apoyado por la Iniciativa Científica Milenio del Ministerio de Economía, Fomento y Turismo de Chile y del Proyecto de Investigacion Fondecyt N°1180338, «Problematizaciones del individualismo en América del Sur». Mis más sinceros agradecimientos a los colegas, investigadores, doctorandos y post-doctorandos, o estudiantes por los debates sostenidos en este espacio y un reconocimiento muy particular a su directora, Kathya Araujo.

Primera parte: Problematizaciones

Capítulo 1 Repensar el gobierno de los individuos

EXISTEN MUCHAS NOCIONES para dar cuenta de un conjunto diverso de prácticas que, en sus elementos básicos, puede describirse como la facultad de lograr que un actor haga lo que otro quiere. Para referirnos a este amplio espectro de conductas utilizaremos en términos generales la noción de gobierno de los individuos. Por este término no designaremos ni un ámbito específico de la sociedad (los gobiernos políticos), ni un conjunto de técnicas explícitas de gubernamentalidad o de gobernanza. Por el contrario, en este libro la noción designará, en eco a la célebre caracterización de Proudhon, diferentes modalidades, estrategias y prácticas por las que, en distintos ámbitos de la vida social, un actor busca lograr que otro actor (o actores) haga lo que él quiere. Será por eso cuestión de dirección, mando, estrategias, manejo. Así caracterizada, la noción reenvía a situaciones muy diversas –en el trabajo, la familia, la escuela, la opinión pública, los Estados, etc.– e involucra a actores muy diferentes entre sí. Estos procesos (¿es realmente necesario decirlo?) presentan características irreductibles unos a otros. Sin embargo, esto no impide pensar que, en un periodo histórico, a pesar de variantes importantes a nivel de los diferentes ámbitos sociales, sea posible identificar grandes transformaciones y tendencias estructurales comunes. No lo impide con una condición: que esto no lleve a forjar herramientas que, como la noción de gubernamentalidad de Foucault (1994), amalgamen demasiadas cosas: instituciones, procedimientos de análisis, cálculos, tácticas. El gobierno contemporáneo de los individuos invita, por el contrario, a diferenciar analíticamente entre controles, creencias y jerarquías con el fin de señalar los diferenciales de peso específico que cada uno de ellos ejerce en el manejo de los actores.

Defendemos la hipótesis de que para abordar el gobierno de los individuos en el mundo contemporáneo es necesario tomar distancia con lo que, hasta la fecha, han sido muchas de sus principales teorizaciones dominantes.

Desde un punto de vista analítico, el principal desplazamiento puede caracterizarse fácilmente: si el gobierno de los individuos ha sido concebido a través de diversas articulaciones históricas entre creencias, jerarquías y controles (sin olvidar las protestas), en el marco de la filosofía política y luego en las ciencias sociales modernas, por lo menos desde finales del siglo XVIII, se tendió siempre a privilegiar, en último término, a las creencias por sobre los controles y las jerarquías. A pesar del simplismo de la afirmación, este ha sido y sigue siendo lo propio de muchas representaciones del gobierno de los individuos en el mundo contemporáneo. Esto es visible tanto a nivel de las conceptualizaciones del capitalismo, las clases dominantes, la racionalización, el totalitarismo, la sociedad de control, el patriarcado, la reproducción, la sociedad unidimensional, como también en muchas aristas de la obra de Marx, Weber, Arendt, la Escuela de Frankfurt, Bourdieu o parcialmente en Foucault. Por supuesto, en estos trabajos y teorías siempre existe un espacio y un reconocimiento explícito de los controles y sobre todo de las jerarquías, pero estos terminan casi siempre por ser subordinados a la fuerza de las creencias (y en lo que respecta a la capacidad de producir acciones heterogéneas con respecto al marco hegemónico, esto siempre tiene un tono menor y secundario, derivado e incluso problemático). En breve, primero es la sujeción por las creencias (a través distintas influencias), luego el encuadre por las jerarquías y los controles, y solo al final, y en mucho solo momentáneamente, las acciones heterogéneas (con respecto a los dictados hegemónicos). En última instancia el verdadero gobierno de los individuos reside en la capacidad de moldear los pensamientos.

La tesis que defenderemos en este libro es diferente. En el gobierno actual de los individuos, lo primero y más sustancial es la posibilidad permanente de las acciones heterogéneas, luego el encuadre de las situaciones por los controles, y solo al final, y en parte, la sujeción por las creencias y las jerarquías.

Es esta hipótesis que será desarrollada a lo largo de todos y cada uno de los capítulos, pero antes de abocarnos a ellos, no está de más presentar algunos elementos subyacentes.

I. El problema del orden social

Cada vez que las ciencias sociales han tratado de alcanzar un cierto grado de abstracción o de generalidad, han terminado por fijar sus miradas invariablemente sobre el problema del orden social. ¿Qué es lo que mantiene unida a la sociedad? ¿Por qué el orden en vez del desorden? Y pregunta corolario de las anteriores: ¿cómo se ejercita el gobierno de los individuos?

Antes de evocar rápidamente algunas respuestas a este interrogante, es importante preguntarse por la razón de ser de esta pregunta. ¿De dónde viene su centralidad en la teoría social? Para responder, es necesario recordar el contexto y las razones históricas que entronizaron a este interrogante como la problemática fundamental de la teoría social. Si las concatenaciones son múltiples y la genealogía muy larga, baste con señalar aquí que las polémicas medievales sobre la fuente de la autoridad política (descendente, de origen divino, o ascendente, de origen popular) se transformaron en los tiempos modernos, claramente desde Hobbes y en parte ya en Maquiavelo, en una interrogación sobre cómo asegurar el orden político primero y luego el orden social en un período de turbulencia. O sea, en el origen de esta cuestión hubo una inquietud histórica vívida: la interrogante está marcada por la sombra de la guerra civil, el desorden social y los abruptos cambios de régimen político.

Antes de ser una cuestión epistemológica, el problema del orden social (como lo bautizó la teoría social) fue una inquietud histórica y política. Si esto se olvida, se deja de lado lo esencial. En el fondo, no se trata de saber teóricamente cómo se mantiene unida la sociedad, sino de pensar, muy concretamente, cómo conjurar el desorden y contener las pasiones. Por eso, a pesar de cierto exceso verbal, puede decirse que en el origen del moderno pensamiento social y político se encuentra una inquietud de policías. Contrariamente a lo que la cuestión del orden social presupone al menos retóricamente, la sociedad nunca ha dejado de existir (al menos después de la revolución neolítica hace más de diez o doce mil años). Sin embargo, pero esto es otra cosa, las sociedades, o sea los diversos colectivos humanos organizados, no han cesado de ser el teatro de diversos conflictos, tensiones y desórdenes sociales.

¿Cómo no ser sensibles a la permanencia de la vida social? ¿Cómo no reconocer el hecho de que está siempre allí y que la vida humana se desarrolla siempre inserta en ella? Los individuos están siempre en sociedad. Desde «la noche de los tiempos», lo que se impone es la continuidad permanente de la vida social. Ciertamente que las revueltas, rupturas, quiebres y transformaciones políticas forman legión, pero la vida social –con una pluralidad de vías y formas históricas– no ha cesado nunca de existir y los individuos de estar dentro de ella. Las guerras, el fin de los imperios, la barbarie, las diversas anomias, no han afectado nunca esta realidad primordial. Por supuesto, las sociedades han cambiado constantemente, sus manifestaciones históricas concretas han sido diversas, pero eso no modifica en nada el fondo del problema. Más allá de la espuma pasajera del orden o del desorden, de los períodos de calma o conmoción, lo que se impone como constatación decisiva es la permanencia milenaria de la vida social. Ese es en el fondo el gran enigma.

Pero no nos apresuremos. La pregunta por el origen del orden social ha recibido una respuesta privilegiada con la idea de sociedad. Elaborada en los tiempos modernos, esta noción de sociedad, altamente abstracta, propone una representación analítica particular de la vida social desde una lógica explicativa global de los fenómenos. Su vocación es, justamente, llegar a establecer una jerarquización entre los diversos grandes procesos estructurales que actúan en un conjunto social, dictándoles una unidad a la vez de índole funcional y normativa. Para una teoría de la sociedad, en el sentido fuerte del término, las principales transformaciones sociales deben poder ser referidas a un modelo sistémico, esto es a una totalidad, del cual extraen lo esencial de su comprensión.

La vida social se desarrolla desde siempre en grandes conjuntos sociohistóricos. Pero no es sino en el siglo XVIII, y en Occidente, que se impone progresivamente esta representación política e institucional particular que da forma a la idea de sociedad como sistema. En la sociedad-sistema la interrelación de las partes se conjuga con la afirmación de que la estructura de las relaciones sociales, al exceder cada voluntad individual, tiene efectos sobre ella. En ese sentido, la idea de sociedad no es de ningún modo una realidad material evidente, sino que se trata de una construcción significativa particular de la realidad social, la que le otorga a la totalidad una capacidad efectiva de institución práctica de fenómenos sociales. Se convierte en un principio organizador y explicativo, que tiene incluso virtudes causales en muchas interpretaciones. La idea de sociedad supone pues que los diferentes ámbitos sociales interactúen entre ellos como las piezas de un mecanismo o las partes de un organismo, y que la inteligibilidad de cada una de ellas sea dada justamente por su lugar en la totalidad (Dubet y Martuccelli, 2000; Martuccelli, 2005). En la teoría social el advenimiento de la idea de sociedad marca el tránsito de una lógica de conjuntos sociohistóricos a la lógica de los sistemas sociales.

La historia de la sociología, al autonomizarse de la filosofía política, ha terminado por hacer olvidar su común interrogante original y por oscurecer el hecho de que la cuestión del cuerpo político, y por ende del gobierno de los individuos, fue una interrogante sobre el Estado-nación a través de la idea de sociedad. Sin embargo, ahí donde la cuestión del origen del poder en la filosofía política insistía en la cuestión de la legitimidad del Soberano, las modernas teorías sociales (la idea del mercado o la idea de sociedad) postularon la existencia de colectivos sociales modelados por una lógica sistémica (a lo más por algunas lógicas sistémicas) que definía lo esencial de sus características históricas.

Pero volvamos a la inquietud original porque en ella reside la principal patología ocular de la sociología. Esta disciplina no ha cejado en sus intentos por organizar la vida social alrededor de una imagen especular (la idea de sociedad). Pero, en cuanto esta imagen era concebida operando como un todo funcional, los sociólogos constataban la realidad de un mundo social atravesado por una serie de desajustes, un conjunto heterogéneo e irreductible de fenómenos irreductibles al orden, a los cuales sólo se les dio una significación periférica: los residuos propios de los períodos de transición, la desviación moral congénita propia a los individuos, el tema de las anomalías de las sociedades inconclusas, de las formaciones sociales con modos de producción múltiples, de los desfases en el ritmo de crecimiento de los diferentes subsistemas, etc. Se terminó creyendo que el mundo social solo es posible a través del ajuste estricto entre diversos procesos, cuya coherencia y armonía emanarían de necesidades estructurales decretadas ineludibles2.

Aquí está el problema inextirpable de las ciencias sociales: la vida social es refractaria a su inserción en un modelo o un molde totalizante. Siempre existe un conjunto de fuerzas y actores irreductible, productor de alteridades en el seno de toda sociedad.

Contra las tesis que suponen una fuerte homogeneidad entre las dimensiones macro y microsociológicas, es indispensable reconocer (como lo destaca un número creciente de trabajos desde hace décadas) la existencia de configuraciones de acción diferentes, incluso relativamente independientes, entre los niveles macro y microsociológicos. Muchos estudios a escala microsociológica han así, por ejemplo, terminado por cuestionar los lazos habituales entre las prácticas cotidianas y las estructuras sociales. En sí mismo, estos trabajos no abogan por una autonomía creciente entre estos niveles; lo que subrayan son sobre todo los impases de una cierta concepción del orden social. Al acercarse a los comportamientos, los estudios de la microhistoria, por ejemplo, han establecido que muchas conductas individuales no se ajustan a las normas sociales hegemónicas sino que, por el contrario, poseen un alto grado de variación. La atención se desplaza hacia la variedad y la diversidad irreductibles de las prácticas (Ginzburg, 2014; Lévi, 1989). Sin anular el condicionamiento de las conductas, es necesario, por lo tanto, prestar más atención a las trayectorias individuales y a las posibles acciones heterogéneas dentro de una sociedad. El interés mayúsculo de estos estudios (desde la microhistoria a los trabajos de los interaccionistas, pasando por ciertos desarrollos del análisis de redes), consiste en haber cuestionado la idea de un orden social que operaría por inscripción homogénea sobre todos los individuos, imponiendo un programa único de acción. En lugar de reducir la vida social a conexiones típicas y necesarias, estos estudios constatan la existencia de todo un continuum de formas y de acciones heterogéneas dentro de lo que se percibe como un orden social instituido y activo.

El pensamiento social moderno se encuentra así constantemente tensionado entre el hecho de que porta, como disciplina, la premisa del orden social (y de la idea de sociedad), y el que en sus análisis concretos no puede nunca ignorar experiencias que se producen fuera o contra de ese marco de interpretación. Acciones que, por alternativas que sean con respecto a los dictados del orden social hegemónico, no lo alteran fundamentalmente, sino que, en verdad, coexisten en él y contra él. O sea, los desajustes estructurales y las inextirpables variaciones de acción nunca han sido un obstáculo para el despliegue teórico y práctico de grandes modelos sociales, y, a su vez, estos nunca han podido aniquilar completamente las experiencias de desacuerdos, las anomalías y las alternativas que jamás cesan de inventarse en la vida social.

Éste es el punto de partida: el orden social (en verdad, el gobierno de los individuos) en ningún lado ha sido capaz de yugular enteramente los desajustes estructurales y las iniciativas heterogéneas de los actores sociales.

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