Читать книгу: «Jamás Tocada»

Шрифт:
JAMÁS TOCADA
DAKOTA WILLINK
Traducido por ELIZABETH GARAY
DRAGONFLY INK PUBLISHING
This book is an original publication of Dakota Willink, LLC

Copyright © 2019 by Dakota Willink
All Rights Reserved.

De acuerdo con la Ley de Derechos de Autor de los Estados Unidos de 1976, ninguna parte de este libro puede ser reproducida, escaneada o distribuida en forma impresa o electrónica sin el permiso del editor. No participe ni fomente la piratería ilegal de materiales con derechos de autor en violación de la propiedad intelectual del autor.

Library of Congress Cataloging-in-Publication Data
Paperback ISBN: 978-0-9971603-7-6
Cadence Untouched | Copyright © 2019 by Dakota Willink | Pending

Esta es una obra de ficción. Los nombres, los personajes, los lugares y los incidentes son producto de la imaginación del autor o se usan de manera ficticia, y cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, establecimientos comerciales, eventos o lugares es totalmente coincidente.

Cover design by Dragonfly Ink Publishing
Copyright © 2019

PARTE 1

“Ni siquiera el futuro más brillante puede compensar el hecho de que ningún camino conduce a lo que vino antes, a la inocencia de la infancia o a la primera vez que nos enamoramos”.

– Jo Nesbo

PRÓLOGO

Washington, D.C.
Hace 16 años

La lluvia atravesaba el cielo nocturno, el viento feroz provocaba que las gotas de agua golpearan las ventanas con un furioso impulso. La tormenta era una fuerza de la naturaleza, una lo suficientemente fuerte como para igualar el dolor que azotaba mi cuerpo. En agonía, grité, mi grito era más fuerte que el trueno que retumbaba en el exterior.

Voces clamaban a mi alrededor, haciendo un sonido como eco distante en mi mente. No sabía si era porque no podía escucharlos, o si era simplemente, que no quería hacerlo. El olor a antiséptico era penetrante en el aire, pero apenas lo olía. Solo podía concentrarme en el dolor. El dolor en mi corazón. En mi cuerpo. No podía decidir dónde me dolía más. Solo sabía que me dolía todo el fuego que me azotaba.

Gemía en la desgracia mientras estallaba más calor fundiéndose dentro de mí, el dolor era tan intenso que pensé que podría partirme en dos. Una necesidad inexplicable de escapar me invadió. Sabía que llegaría este día, pero no sabía si podría soportarlo por mucho más tiempo. Las lágrimas nublaron mi visión, difuminando las formas en toda la brillante habitación blanca, mientras una descarga de preguntas corría por mi mente.

¿Cuándo acabaría? ¿Qué pasaría cuando todo terminara? ¿Podría pasar cada día enfrentando el recuerdo de algo que nunca podría tener?

Las preguntas me aterraban, y fueron las que jugaron en mi mente durante la mayor parte del año. No sabía si quería hacer esto. No sabía si podría hacer esto. Quería creer que podría sobrevivir, pero no estaba segura de tener la fuerza para superarlo. En algún lugar de mi mente, sabía que la agonía física era solo temporal. Pero también sabía que el tormento en mi corazón nunca se desvanecería.

Los cuchillos que me desgarraban la espalda y el abdomen parecían haber desaparecido, permitiéndome un momento para recordar el día en que descubrí mi destino. Había intentado correr. Esa noche era parecida a la actual con lluvia torrencial, relámpagos salpicando el cielo nocturno ennegrecido.

Había vuelto a casa y empaqué mis cosas con furia, sin prestar mucha atención a lo que estaba haciendo. Recordé cómo me esforcé por amortiguar el sonido de mis sollozos mientras tiraba el contenido de mi tocador en una maleta, rezando por haber recordado empacar lo importante en mi estado angustiado. Hubo un crujido en las tablas del piso de la vieja casa victoriana en la que vivía. El sonido hizo que me sobresaltara.

Al levantar la vista de mi maleta, vi a mi madre parada en el marco de la puerta de madera de mi habitación. Me acordé de lo amables y comprensivos que eran sus ojos. Cuando me habló, casi me estrujó el sonido, su voz me tranquilizó en mi momento más oscuro.

"Sé por qué estás tratando de irte, Cadence", había dicho. "No tienes que huir. Lo superaremos juntas y como familia. Vamos. Limpia esas lágrimas. Hay una buena tormenta afuera. Por lo que parece, San Pedro está teniendo un buen juego de bolos con los ángeles. ¿Qué tal si nos sentamos en el porche trasero y disfrutamos del espectáculo?".

Forcé a mi mente a concentrarse en el presente y miré a la mujer que estaba junto a mi cuerpo debilitado. Mi madre. Mi única constante y siempre mi apoyo. Las lágrimas nadaban en sus ojos y sentí que mi tristeza aumentaba. Estaba consumida por la pérdida y el arrepentimiento. Nunca quise decepcionarla. Aunque me aseguró que no lo había hecho, nunca pude deshacerme de la capa de vergüenza que cargaba día tras día.

El trueno retumbaba nuevamente afuera, haciendo que las ventanas vibraran. Mi corazón se contrajo. Hoy, San Pedro no estaba jugando bolos con los ángeles. No. Esta tormenta era una muestra de la ira de Dios. A pesar del fuerte frente de mi madre, sabía que la había destruido. Este dolor era mi castigo.

Dejé caer la cabeza entre mis hombros y me tensé cuando un nuevo tipo de quemadura me atravesó. Las ardientes llamas habían vuelto, vivas y más fuertes que antes. Mi cuerpo se atormentaba con sollozos, temblando hasta que sentí que no podía soportarlo más. Miré de nuevo a la mujer que significaba todo para mí. Sus ojos, de un verde vibrante que combinaba con los míos, estaban llenos de preocupación. Pero también estaban llenos de fuerza. Traté de recurrir a cada susurro de aliento que me daba, necesitando escuchar sus palabras para superar este sufrimiento. Quizás era egoísta. No merecía aprovecharme de su fuerza, pero no sabía si podría continuar sin ella.

La mano de mi madre acarició la parte superior de mi cabeza, una y otra vez, calmando mis lágrimas. Fue entonces, en el silencio, que lo escuché. El sonido era como la más hermosa música de calíope, una melodía poderosa que hacía desaparecer todo el dolor y la tortura.

Y de repente … estaba libre.

1

Abingdon, Virginia
Hace 17 años
FITZ

Miré por la ventana el paisaje que pasaba. Campo tras campo. Granero tras granero. Parecía que habían pasado horas desde que habíamos salido de la interestatal. El último escaparate de tienda estaba al menos diez millas atrás, si es que uno podía llamarlo una tienda. Era más como un destartalado minimercado con un par de anticuadas bombas de gasolina al frente. Cualquier signo de civilización parecía desvanecerse cada vez más con cada kilómetro que recorría el ‘gran queso’. Y sí, en eso estaba. En un gran autobús color queso amarillo.

Fruncí el ceño, todavía enojado con mi padre por elegir este pedazo de basura como mi medio de transporte a la tierra de nadie. También hacía más calor que las llamas del infierno en esta cosa olvidada. Según el conductor del autobús, el aire acondicionado estaba descompuesto.

Mi padre me trataba como si volviera a la escuela primaria, no como alguien que acababa de completar su cuarto año en la Universidad de Georgetown. No se me permitía traer aquí mi propio automóvil, ni podía arreglar un servicio de taxi. Esas eran sus reglas. Siempre se trataba de sus reglas, y piedad a cualquier alma que intentara desafiarlo. Eso me incluía.

"¡Oye, Fitz! ¡Mira, hombre!".

Me giré para mirar en dirección a mi amigo, Devon Wilkshire, mi compañero en el crimen que se había metido conmigo en este lío. Había estado encorvado en el asiento frente a mí durante la mayor parte del viaje. Ahora estaba recto y mirando por la sucia ventana del autobús.

"¿Qué? ¿Más vacas?". Solté irritado.

Devon se echó a reír y golpeó con el dedo el cristal.

"En serio, mira", insistió.

Miré por encima de su hombro justo cuando el gran queso se detuvo. El letrero para Camp Riley apareció, una gran tabla de madera con letras doradas pintadas. Símbolos para diversas artes escénicas y creativas decoraban el letrero: notas musicales, pinceles, zapatillas de ballet, máscaras de teatro.

Simplemente fantástico.

Puse los ojos en blanco y un nudo de temor se formó en mis entrañas. Pásame una pelota de básquetbol y estaría en mi elemento. No me llamaría un deportista. De hecho, no había jugado mucho desde el bachillerato, pero podía entender cualquier deporte mejor que esta basura artística. Lo detestaba y mi padre lo sabía; sin embargo, actualmente estaba en sus manos. Los siguientes tres meses iban a ser muy malos.

"Mierda, Sherlock. Después de todo, el campamento es nuestro destino previsto", dije sarcásticamente.

"No, tonto", respondió Devon. "No el campamento. Las chicas. Están por todas partes".

Levantando una ceja, dejé que la curiosidad se apoderara de mí y me puse de pie para cruzar el pasillo para poder ver más de cerca. Efectivamente, había chicas. Y muchas de ellas también. Por lo que parecía, salían de un autobús diferente que estaba estacionado frente al nuestro.

Eché un vistazo a los pasajeros en mi autobús. Un grupo de chicos de bachillerato, de aspecto cerebritos y sudorosos deambulaban por allí. Algunos estaban agarrando cajas de instrumentos voluminosos, con expresiones llenas de emoción, cuando notaron nuestra llegada. Otros estaban absortos en sus dispositivos Game Boy Advance, una consola de juegos portátil en la que nunca me involucré realmente, y no parecían notar que el autobús había dejado de moverse. Había algunos tipos sentados atrás que parecían tener edad universitaria. Probablemente estaban aquí para trabajar en el campamento, al igual que Devon y yo.

De cualquier manera, mirando la patética fiesta de chicos a mi alrededor, no pude evitar desear haberme subido al campamento en ese otro autobús.

Girándome para mirar por la ventana otra vez, sacudí la cabeza y solté un silbido. Si me quedara atrapado aquí, también podría sacar el máximo provecho. Después de todo, podría divertirme un poco en este infierno, pero tendría que ser cauteloso. Estaba bastante seguro de que mi padre recibiría informes periódicos. Tan solo ese era su estilo. Sería lo mejor para mí estar fuera del radar de los oficiales del campamento.

"Se ven un poco jóvenes", observé.

"No todas ellas. Mira hacia allá", dijo Devon y señaló a la derecha de la creciente multitud. Efectivamente, otro grupo de mujeres se había reunido, claramente lo suficientemente mayores para Devon y para mí.

"Hay bastantes de ellas. Apuesto a que están aquí para enseñar o alguna otra mierda como esa. Tal vez este castigo no sea tan malo después de todo", bromeé.

"¡Eso es seguro! Creo que voy a tratar de encontrarme una flautista", anunció Devon.

"¿Una flautista? ¿Por qué?".

Devon sonrió y golpeó levemente mi hombro.

"Porque este lugar es en parte un campamento banda. Quiero ver si las músicas son realmente como en esa película que vimos el año pasado. Conoces la frase. Esa vez, en el campamento de la banda …".

Solté una carcajada por su referencia a American Pie, aunque dudaba mucho que alguna chica aquí fuera como la de la película. Incluso desde mi posición en el autobús, las chicas que parecían ser de nuestra edad parecían demasiado estiradas con su ropa lujosa y sus actitudes majestuosas. Aún así, le devolví la sonrisa y pensé en las posibilidades mientras mi mirada seguía explorando la multitud de mujeres. La mayoría de ellas tenían buena apariencia, algunas más bonitas que otras. Tendríamos que tener cuidado. Separar a las instructoras de las estudiantes podía ser complicado hasta que tuviéramos una mejor idea del lugar. Lo último que Devon y yo necesitábamos era meternos en problemas por acostarnos accidentalmente con una menor. Ya teníamos suficientes problemas sobre nosotros.

"Mira, hombre. Hagas lo que hagas, solo asegúrate de que sea legal", le dije a Devon.

"Sí, no bromeo. No me involucraré con esa mierda".

Mi atención aterrizó en la multitud sobre una chica en particular. Ella no parecía ser una recién llegada. Se puso de pie con una carpeta en una mano y un lápiz en la otra, señalando en varias direcciones, en un intento de organizar la masa de risas adolescentes.

Ella era guapa. Muy bonita, pero no de una manera artificial, como estaba acostumbrado a verlo. Esta chica parecía natural. Real.

Mis ojos recorrieron la longitud de su pequeño cuerpo. No era alta, parecía tener solo unos centímetros más de los cinco pies. Normalmente, me gustaba el tipo alto y de piernas largas, pero había algo en la forma en que sus piernas bien formadas desaparecían bajo sus cortos jeans. Su camiseta blanca estaba ajustada, acentuando sus pequeños y redondos senos, y estaba anudada en la cintura para revelar el área más pequeña de piel justo debajo de su ombligo. Su cabello rubio, la razón por la que llamó mi atención en primer lugar, caía en suaves ondas sobre sus hombros. El color solo podía describirse como dorado, como si su color natural fuera un marrón claro que se había convertido en oro hilado por el beso de la luz del sol.

"Esa", le dije a Devon y señalé.

"¿Cuál?".

"La rubia con la carpeta. La pido para mí".

Devon miró hacia donde señalaba. Asintió lentamente en aprecio.

“¡Bonito hallazgo! Diría que es hora de que dejemos este queso apestoso, Fitz. Las damas están esperando".

"Sí, seguro que lo están", me reí entre dientes y agarré mi bolso de lona azul marino. Tirando la correa sobre mi hombro, me dirigí hacia la parte delantera del autobús.

"Disfruten su estadía en Camp Riley", dijo alegremente el conductor del autobús.

Sí, claro.

El conductor obviamente pensaba que estaba aquí por elección. Murmuré una especie de agradecimiento a medias y bajé las escaleras. Tan pronto como mis pies tocaron el camino de grava, el calor y la humedad me golpearon. Había una brisa sutil en el aire, pero incluso eso era caluroso. Si pensaba que me estaba quemando en el autobús, estaba tristemente equivocado. El aire veraniego en el remoto campo de Abingdon, Virginia, era sofocante.

Parpadeé por el repentino baño de la luz solar y me quité las gafas de sol de la parte superior de mi cabeza para protegerme los ojos. Me di la vuelta para esperar a Devon, pero él ya estaba charlando con una de las chicas que habíamos supuesto estaban entre las instructoras. Sonreí cuando vi que sostenía lo que solo podía describirse como un estuche de flauta.

Dejándolo, me di la vuelta y comencé a navegar a través del mar de personas esperando instrucciones. Mi vista estaba puesta en mi rubia con la carpeta. Bueno, técnicamente ella no era mía, todavía, pero lo sería. Ella simplemente no lo sabía.

Al acercarme, me di cuenta de que estaba gritando los nombres de forma continua, marcando a los que respondían, dirigiéndolos a diferentes áreas del campamento. Su voz era dulce, pero aún tenía un aire de mando. No pareció notarme cuando me acerqué a ella. Estaba demasiado absorta en su lista.

Mi estimación original de su altura era precisa. Ahora que estaba parada directamente frente a ella, supuse que no tendría más de cinco pies y dos pulgadas de altura, diminuta, pequeña y perfecta. Di un paso más y miré su carpeta. Cuando me incliné, su aroma flotó hacia mí. Olía a dulce vainilla, y casi gemí.

Claro que sí.

Antes de que terminara la semana, esta chica definitivamente sería toda mía.

"¿Que hay de mí? Todavía no has llamado mi nombre", le dije, sonando tan seguro como me sentía.

Levantó la vista al escuchar mi voz, arqueando una de sus cejas con sorpresa. Brillantes ojos verdes se encontraron con los míos, y contuve el aliento. Tenían forma almendrada, exóticos, vibrantes e inesperadamente desarmaban a uno. Sus labios se fruncían en lo que solo podría describirse como un corazón perfecto. Eran exuberantes y llenos, con una fina capa de brillo que les daba un tono sutil.

Dios me ayude, ni siquiera sabía el nombre de esta chica, pero no quería nada más que inclinarme y morder ese labio inferior carnoso.

Sus ojos estaban concentrados mientras me miraba y una energía desconocida pasó entre nosotros. Algo brilló en esos profundos charcos de verde, pero no tuve la oportunidad de descubrir qué era. Para mi decepción, ella apartó la vista demasiado rápido y miró detrás de mí.

"Demonios. Se suponía que ese autobús no aparecería por otros veinte minutos", dijo irritada y sacudió la cabeza. Sin perder el ritmo, pasó una página en su carpeta. "Nombre por favor".

Devon se acercó a mí y yo miré en su dirección. Estaba sonriendo de oreja a oreja. Supongo que ya había logrado hacer planes con la flautista. Cambié mi bolso a mi otro hombro y me balanceé sobre mis talones.

"Fitzgerald Quinn", le dije a la bonita rubia. "Pero tú, cariño, puedes llamarme Fitz".

"Todos te llaman Fitz", dijo Devon en un tono sarcástico. Lo golpeé en las costillas con el codo.

Ella nos ignoró y pasó el lápiz por la longitud de la lista. Al detenerse cerca del fondo, levantó la vista sorprendida. Sus ojos se movieron de un lado a otro entre Devon y yo.

"Fitzgerald Quinn. Y tú debes ser Devon Wilkshire", dijo con el ceño fruncido.

"El único", respondió, y luego se inclinó por la cintura en una reverencia exagerada. Cuando volvió a ponerse de pie, su boca se inclinó en una sonrisa torcida y le guiñó un ojo.

Estúpido.

Estaba coqueteando y me estaba enojando. Ya había apartado para mí a esta chica.

"Sí, sé quienes son ustedes dos. Los dos pueden sentarse allí", dijo y señaló una banca de madera que se encontraba entre dos grandes robles.

"¿Por qué no me dejas quedarme aquí y ayudarte? Cuanto antes organicemos a estos chicos, más pronto podrás darme un recorrido privado por este lugar", le ofrecí, guiñando un ojo sugestivamente. Traté de parecer seguro, pero, sorprendentemente, mis palabras salieron temblorosas. Patéticas. Casi nervioso.

¿Qué demonios?

A los veintidós años, este no era mi primer intento de una frase para ligar. Mi encanto acumulado siempre salía natural. Sin embargo, esta chica me hacía sentir como si volviera a la secundaria. Intentando sacudirme los nervios, puse una mano sobre su antebrazo, justo debajo de su codo, y permití que mis dedos bailaran ligeramente sobre su piel suave.

Bajó la mirada hacia mi mano, su hermoso rostro formaba una mueca. Parecía francamente irritada. Una leve brisa subió y le revolvió el pelo, haciendo que le cruzara la cara y le tapara los ojos. No me gustó la obstrucción. Quería mirar esos ojos brillantes, perderme en el mar verde que hacía juego con el bosque detrás de ella. Requirió toda mi contención para evitar estirar la mano y retirar los mechones de cabello.

¿Qué pasa conmigo?

Salí de cualquier ensueño que estaba teniendo cuando ella liberó su brazo con evidente desdén. Sacudió la cabeza, luego colocó su lápiz entre los dientes. Doblándose ligeramente por la cintura, bajó su carpeta para asegurarla entre sus rodillas. Al alcanzar su bolsillo trasero, sacó una banda elástica y se recogió el pelo en un moño desordenado en la parte superior de su cabeza.

Y maldita sea. Ese simple acto pudo haber sido la cosa más sexy que jamás haya visto.

Después de parecer satisfecha de que su cabello estaba seguro, tomó la carpeta y el lápiz una vez más, entrecerrando sus ojos hacia mí.

"Yo me ocupo de esto. No necesito tu ayuda, pero tengo mucho trabajo que hacer", me dijo con su voz llena de desprecio. "Los atenderé más tarde después de que resuelva el resto. Los chicos de UNM reciben instrucciones especiales".

¿UNM?

Me tomó un segundo o dos entender qué quería decir.

"¿Una universidad de California? No somos de California …", empecé a decir confundido, pero ella me interrumpió.

"Sé de dónde son. Por ahora, sean pacientes. Tomen asiento. Los dos", ordenó con severidad, sus ojos se movían entre Devon y yo.

Quedé desconcertado.

¿Quién se creía esta chica? ¿Y por qué pensó que Devon y yo éramos de California?

Claro, ella sabía mi nombre, pero era obvio que no sabía quién era yo. Si así fuera, no me estaría hablando de una manera tan condescendiente. Estaba acostumbrado a que las chicas cayeran sobre mí. Devon dijo que no tenía nada que ver con mi buena apariencia, pero sí con mi nombre y situación. Si tenía razón o no, realmente no importaba. Nunca había experimentado un rechazo tan perceptible como este. Sin embargo, su tono ágil y su actitud de hacerse cargo despertó algo en mí. La quería, como realmente la deseaba, aunque debería estar molesto por la forma en que me había rechazado.

"Lo siento, cariño. No capté tu nombre", dije, sintiendo de repente una abrumadora obsesión por conocer a esta chica.

"Eso es porque no lo dije. Y para que conste, mi nombre no es cariño", señaló con naturalidad.

Su mirada era helada. Esta chica era de seguro una fiera. Yo también la estaba regando. Devon se rió disimuladamente a mi lado, y tuve que luchar contra el impulso de golpear mi codo en sus costillas nuevamente.

"Entonces, ¿cuál es?", pregunté con impaciencia.

Ella levantó la barbilla y entrecerró los ojos. Parecía estar contemplando sus palabras antes de que finalmente hablara.

"Es Cadence. Cadence Riley".

Eché un vistazo al letrero sobre su cabeza.

Maldito Campamento Riley.

Cerré los ojos al darme cuenta de quién probablemente era ella. Obviamente era demasiado joven para ser dueña de un campamento establecido hace décadas. Más que probable, ella era la hija o nieta del dueño. Me giré para mirar a Devon. Sus ojos estaban llenos de temor, una expresión que estaba seguro coincidía con la mía. De todas las chicas aquí, decidí poner mi mirada en esta.

Demasiado para mantenerse fuera del radar.

382,08 ₽
Возрастное ограничение:
0+
Дата выхода на Литрес:
17 августа 2020
Объем:
227 стр. 12 иллюстраций
ISBN:
9788835406587
Правообладатель:
Tektime S.r.l.s.
Формат скачивания:
epub, fb2, fb3, ios.epub, mobi, pdf, txt, zip

С этой книгой читают

Новинка
Черновик
4,9
181