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El sexo oculto
del dinero
Formas de la dependencia femenina
ANDROGINIAS 21
Créditos
Título original:
El sexo oculto del dinero -
Formas de la dependencia femenina
© Clara Coria, 1986
10ª edición
© De esta edición: Pensódromo SL, 2021
Editor: Henry Odell - p21@pensodromo.com
Diseño de cubierta: Cristina Martínez Balmaceda - Pensódromo
ISBN ebook: 978-84-124690-6-6
ISBN print: 978-84-123730-0-4
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Sumario
Créditos
Prólogo del editor
A manera de prólogo
Después de 25 años
Síntesis
Dedicatoria
Introducción
Orígenes
Los marcos referenciales
El contenido
Algunas aclaraciones importantes
Referencias bibliográficas
I. La dependencia económica en las mujeres
La dependencia económica: una forma de subordinación femenina
El fantasma de la prostitución
Dinero y sexo: una «transgresión fundamental» (pudor, vergüenza y culpa)
Referencias bibliográficas
II. Los beneficios de la dependencia económica en las mujeres
El beneficio primario: angustia frente a la libertad vivida como transgresión
Los beneficios secundarios de la dependencia económica
La protección: un seductor canto de sirenas…
Una tríada sugestiva: dinero chico, espacio restringido y tiempo indiscriminado
Referencias bibliográficas
III. Amor y dinero ¿altruismo maternal versus especulación varonil?
Un paradigma femenino: el ideal maternal
«Poderoso caballero es Don Dinero»
Los honorarios profesionales o el dinero «que se cobra». Un dilema difícil de resolver: ¿mala madre o mujer pública?
Referencias bibliográficas
IV. Los dineros de la sociedad conyugal
Una sociedad en que unos son más iguales que otros
Dinero «chico» y dinero «grande»
El dinero de la dependencia
Referencias bibliográficas
V. Una particular distribución del poder: «Los hijos son míos y el dinero es tuyo»
La «reina» del hogar
¿Son los hijos instrumentos de poder equivalentes al dinero?
El mito del «poder oculto»
Referencias bibliográficas
VI. Los hombres y el acopio de dinero
El dinero, ¿un indicador de masculinidad?
«Time is money»… ¿Una mentira piadosa?
Referencias bibliográficas
VII. El dinero en los tratamientos psicológicos, algunos comentarios para reflexionar
¿Tienen los terapeutas la misma actitud frente a la dependencia económica de sus pacientes varones que a la de sus pacientes mujeres?
La dependencia (económica) femenina en los tratamientos psicoterapéuticos de mujeres
Sugerencias para una propuesta alternativa en el abordaje de la dependencia económica en mujeres
Referencias bibliográficas
VIII. Los grupos de reflexión de mujeres
Antecedentes de los grupos de reflexión de mujeres
La especificidad de los grupos de reflexión de mujeres
Criterios de selección: indicaciones y contraindicaciones
Encuadre
Modos de intervención de la coordinadora
El cierre en los grupos de reflexión de mujeres
La producción y los grupos de reflexión de mujeres
Referencias bibliográficas
IX. Cuando las mujeres se expresan
Propuesta para una vida mejor: hacia una identificación con patrones propios
Carta abierta a mi hija
Bibliografía general complementaria
ANEXOS
Amor a millones
Las cuentas que no «cierran» en el papel se dirimen en la cama
Divisiones y sexos
Rechazos
Comentario editorial de El sexo oculto del dinero
El dinero sexuado: una presencia invisible
Violencia y contraviolencia de la dependencia económica
A modo de introducción
La violencia de la sexuación… o el mito de que «el dinero es cosa de hombres»
Violencia y contraviolencia en la dependencia económica
La contraviolencia de la dependencia económica
El dinero: un objeto transicional (facilitador de estereotipos de género sexual)
Bibliografía
Síndrome Infantil de Dependencia Adquirido en mujeres
Mujeres legislativas y género
Mujeres discriminadas por el poder
Conciencia de género
La solidaridad: una estrategia de supervivencia
La creación femenina en las redes del poder patriarcal
Dos maniobras claves: sexuar el dinero y feminizar el altruismo
Mujer y dinero: una relación conflictiva
La independencia económica que tantas mujeres lograron no es garantía de autonomía
Acerca de la relación conflictiva de las mujeres con el dinero
Sobre la autora
Prólogo del editor
Han pasado prácticamente 35 años, sí, y en este tiempo, la evolución de la sociedad parece haber consagrado cada vez más al «dinero» como leitmotiv de su existencia y con él —no obstante el esfuerzo en el cambio de las actitudes— el reforzamiento de su control en las relaciones entre las personas, tanto en el ámbito público como en el privado.
¿Qué motiva a un editor a reeditar un título 35 años después de su primera edición y con aproximadamente diez ediciones y múltiples reimpresiones desde entonces?
Volvemos a publicar este texto de Clara Coria porque consideramos que los ejes principales de su análisis conservan una extraordinaria vigencia. La reflexión sobre el tema desarrollado sigue siendo indispensable para todas aquellas personas dispuestas a repensar y analizar críticamente el rol que juegan en el marco de la familia y de la sociedad en general.
El siglo XXI ya nació arrastrando consigo una pérdida de certezas, el retroceso de los grandes proyectos colectivos al entrar en crisis las utopías precedentes y la gestación de nuevas maneras de concebir el mundo. Un énfasis puesto en lo personal, en el éxito social y económico, domina la sociedad actual inmersa en una crisis profunda. Como contrapartida se alzan voces diferentes, de mujeres y hombres, expresándose sobre la necesidad de rescatar los valores esenciales del ser humano. Un nuevo modelo de mujer y de hombre que rompe con el modelo tradicional se ha clavado como una cuña en la cultura dominante. Este libro de Clara Coria se inscribe, precisamente, en contribuir al surgimiento de este nuevo modelo.
Este es un libro para ser leído con la mente abierta, una actitud autocrítica, dispuestos a la difícil tarea de la reflexión sincera, aceptar cuestionamientos y estar dispuestos a remover convicciones profundamente enraizadas en nuestro modelo de vida.
Un libro del último cuarto del siglo XX que continúa ofreciendo un aporte de singular importancia en este primer cuarto del siglo XXI y que pretende contribuir así al esfuerzo y a la lucha cotidiana de mujeres y hombres que apuesten por un mayor equilibrio de lo femenino y lo masculino en la sociedad contemporánea.
Esta edición contiene, además del contenido original, una serie de textos —artículos, entrevistas a la autora— que aparecieron antes y después de la primera edición. Hemos decidido su inclusión, como «anexo», considerando que enriquecen el texto central y plantean nuevas líneas de reflexión.
A manera de prólogo
Amor, dinero y poder en la pareja:
una mirada desde el género para aprender a disfrutar
la convivencia
Con motivo del 25 aniversario de la primera edición
de El sexo oculto del dinero
Los cuatro sustantivos clave del título: amor, dinero, poder y pareja, son de por si excitantes, inquietantes, densos, comprometidos y develadores. Son cuatro sustantivos en los que se apoya el misterio de la vida de la mayoría de las personas que han vivido bajo el ámbito de la cultura occidental judeocristiana y fueron incorporando sus principios, sus maneras de entender la vida y sobre todo, el modelo de poder instalado entre los géneros.
Excitantes porque mueven las cuerdas vitales del intercambio entre las personas. Y todo lo que es vital, excita. Es decir, pone en ebullición nuestros mayores anhelos conscientes e inconscientes. El vello de la piel se tensa, los músculos cosquillean, los latidos se aceleran, y la imaginación vuela. Y nos sentimos como Ícaro, montando a Pegaso en dirección al Sol.
Inquietantes porque a pesar de las posibles certezas con las que algunas personas creen contar, nunca se está totalmente seguro de si el amor, el dinero, el poder y la pareja son lo que creemos que son o lo que nos enseñaron que deberían ser. En el recodo más inesperado del camino de la vida, se asoma la incertidumbre, moviendo la estantería en la que creíamos sostener los proyectos presentes y futuros. Y la incertidumbre es inquietante porque, en nuestra cultura, ha sido relegada a ser ciudadana de segunda, tiene mala prensa y suele carecer del espacio psíquico para que podamos abordarla sin temor. Se suele enfatizar el temor por lo desconocido mientras se encubre el entusiasmo que genera la aventura de lo novedoso.
Densos porque el concepto aparentemente unívoco y compartido con el que se presentan las palabras de este título, encubren debajo de su ropaje, aparentemente inocuo, infinitas expectativas no explicitadas, ambiciones inconfesables y códigos cuya incompatibilidad sólo se descubre en la práctica. Es decir, cuando llega el momento de administrar el dinero, de asumir las responsabilidades del poder, de compartir la vida en pareja tratando de armonizar las diferencias inevitables y sobre todo, cuando nos abocamos a la búsqueda y desentramado de ese gran misterio que es el amor.
Amor, dinero, poder y pareja son palabras que arrastran conceptos comprometidos y por ello mismo develadores. Son conceptos que «se comportan» en el quehacer cotidiano, como se comporta la historia individual, las tradiciones culturales o la identidad de género. Se comportan de una manera tan «natural», que terminan resultando obvios y por lo tanto pasan inadvertidos para unas y otros. Por ejemplo: mujeres y varones suelen encontrar «natural» que la contención afectiva sea una prerrogativa femenina y la «protección» una obligación masculina. En la práctica del vivir cotidiano, todos sabemos que ni la contención afectiva ni la protección son universales y mucho menos exclusivas de cada uno de los géneros. Amor, dinero, poder y pareja no son conceptos inocuos, porque la manera de concebirlos condiciona irremediablemente nuestro lugar en la vida y nuestro entorno. No convendría dejar de tener presente que esos condicionamientos, alimentan en cada momento el germen de nuestro futuro. Cabe señalar que, en este tema, con frecuencia, resulta difícil develar aún aquello que no se oculta, por el simple hecho de que se ha naturalizado la manera de entender la pareja, el dinero, el poder y el amor. A veces lo más difícil es ver lo que tenemos delante de nuestros ojos porque nos falta perspectiva y sostenemos prejuicios disfrazados de certezas «naturales».
Después de 25 años
Hace 25 años que se publicó la primera edición de El sexo oculto del dinero, y desde entonces han visto la luz aproximadamente diez ediciones y reimpresiones, siendo esta, en formato electrónico la última. ¿Se ha modificado sustancialmente el panorama del modelo partriarcal que analizamos entonces?
Sostengo que, aún cuando en las últimas décadas algunas mujeres hayan accedido a la adquisición y posesión del dinero, este sigue teniendo un género sexual, y ese género sexual sigue siendo masculino. Mujeres y varones siguen perpetuando conceptos y maneras tradicionales en sus prácticas con el dinero porque aunque se haya modificado en algo la distribución del mismo, no se ha cambiado el modelo de poder implícito que contiene. Tanto las mujeres como los varones entran en conflicto al intentar armonizar los viejos códigos con las nuevas pretensiones (de unos y otras) y ambos siguen buscando estrategias —que todavía no encuentran— para llegar a una convivencia más paritaria.
Creo necesario señalar que el acceso al dinero por parte de las mujeres no ha modificado el modelo de poder imperante en la sociedad patriarcal. Es cierto que ha corrido mucho agua bajo el puente en los últimos 25 años en cuanto al posicionamiento que no pocas mujer tomaron respecto del dinero para ganarlo, administrarlo y gastarlo. Se produjeron grandes modificaciones que impactaron con fuerza en la subjetividad femenina y por lo tanto, también impactaron con fuerza en la subjetividad masculina. En lo que respecta a muchas mujeres cabe señalar que el sólo hecho de acceder al dinero no significó que lograran modificar los modelos de poder que habían sido incorporados en su propia subjetividad. Con frecuencia, asimilan esos modelos practicados durante siglos por los varones y terminan imponiéndoselos con modalidades similares a las que las mujeres sufrieron durante siglos. Con respecto a los varones, la también frecuente resistencia masculina para aceptar compartir las decisiones de fondo sobre el dinero, han generado conflictos de tal envergadura que terminaron atacando los cimientos profundos de los vínculos de pareja, salpicando, por supuesto, al amor. Cada vez estoy más convencida que no es el dinero lo que mata al amor sino el modelo de poder que esgrimen quienes lo comparten. No es como suele decirse que «la billetera es la que mata a galán» sino la necesidad de hacerse del recurso de poder que significa el dinero, que tanto el género femenino como el masculino aprendió a implementar con un modelo jerárquico de dominio.
Considero imprescindible poner en evidencia que muchos de los cambios en lo que al dinero se refiere, no son cambios de fondo sino sólo son modificaciones cosméticas que tranquilizan la conciencia de mujeres y varones. Ellas, porque sus pretensiones de autonomía suelen generarles múltiples conflictos internos. Y ellos porque temen perder autoridad —además del privilegio de ser quienes deciden— en esto de compartir el poder que otorga el dinero. Mujeres y varones siguen sin haber encontrado una manera satisfactoria en el pasaje de la dependencia a la autonomía compartida. Ambos suelen estar un tanto desorientados en lo que al reparto de dinero respecta, pero suelen disimular esa desorientación con cambios gatopardistas. Se llama gatopardismo a la estrategia de poder que consiste en permitir algunos cambios de superficie para perpetuar el sistema. Este término proviene de la novela de Lampedusa, El Gatopardo, que muestra a la sociedad siciliana en la época de la lucha garibaldina dejando en claro que ceder algunos privilegios en la superficie permite perpetuar el sistema de fondo. Es así como muchos hombres y mujeres insisten en sostener que se produjeron grandes cambios por el hecho de que ellas aprendieron a ganarlo y ellos aceptaron delegar algunas decisiones. Los cambios de fondo se producirán realmente cuando las mujeres y los varones se animen a revisar el modelo de poder que han incorporado y que siguen avalando a veces de manera inconsciente. Muchos varones se resisten a revisar el modelo porque no están dispuestos a perder los privilegios que otorga la administración del dinero. También muchas mujeres se resisten porque intentan evitar el conflicto que les genera el choque entre las prácticas del dinero y el ideal de feminidad que fueron absorbiendo con los condicionamientos de género instalados por la cultura patriarcal. Como si esto fuera poco, los varones, asustados por la pérdida del privilegio que les daba la administración de los recursos económicos, no suelen colaborar con las mujeres en re-pensar una manera distinta que sea más paritaria y más solidaria.
Ambos tropiezan con obstáculos para generar un cambio saludable. El mayor obstáculo de las mujeres reside en la dificultad para desprenderse del modelo «maternal» que está en la base del ideal de feminidad, mientras que el obstáculo de los varones reside en no poder desprenderse del modelo de jerarquía patriarcal por el cual ellos siempre deben «tener mas»: más erecciones, más dinero, más sabiduría, más autoridad, etc. para no correr el riesgo de ser considerados «poco viriles». Ambos quedan aprisionados en el modelo de poder patriarcal basado en la jerarquía y la superioridad de unos sobre otros. Es por esto que algunas mujeres se equivocan y creen que acceder a la libertad es «invertir las situaciones de poder» y someter a los varones. Y muchos hombres también se equivocan y creen que perder privilegios es caer en la descalificación y perder virilidad. Lo que enfrenta a mujeres y a varones, no son sus diferencias —que enriquecen el intercambio— sino el modelo de poder que han incorporado. No se trata de una lucha entre mujeres y varones sino de una lucha por perpetuar un modelo autoritario y jerárquico en la que suelen quedar atrapados tanto las mujeres como los varones.
Me parece muy importante develar el error, bastante frecuente, que consiste en creer que el modelo patriarcal es patrimonio masculino. No es novedad que los seres humanos transitamos juntos los caminos de la cultura y todos mamamos la misma tradición imperante en ella. Las culturas autoritarias y jerárquicas promueven personas autoritarias y jerárquicas en ambos géneros aunque cada uno de los géneros encuentre una modalidad diferente de poner en práctica dicho autoritarismo jerárquico.
Voy a recordar, muy sintéticamente, que se llama patriarcado a un modelo de vínculo entre los géneros que se caracteriza por concebir las diferencias entre ellos en términos jerárquicos. Es decir, se da por sentado que existe una escala jerárquica, a la que se considera de origen natural, en cuyo escalón superior se instala a los varones de la especie. Es una manera de clasificar a los seres humanos en superiores e inferiores. Dentro de este modelo la paridad no tiene lugar y por lo tanto, tampoco la solidaridad. Es un modelo de poder que hemos mamado tanto las mujeres como los varones porque ambos estamos dentro de la cultura patriarcal. He podido comprobar que aquellos hombres y mujeres que se animan a revisar el modelo llegan a estar en mejores condiciones para construir un entramado de vínculos con mejor calidad de vida. Ambos dejan de confundirse y las mujeres ya no necesitan «invertir la jerarquía» para sentirse libres así como tampoco los varones necesitan reafirmar permanentemente su virilidad.
Y por último, en relación con el amor y la pareja, quiero insistir con algo tan simple como evidente: que la superficie es consecuencia del basamento en el que se apoya. En otras palabras, que la manera de transitar la pareja y el amor es consecuencia necesaria del modelo que subyace al vínculo. Se trate de mujeres o de varones, no es lo mismo amar al «otro amado» desde un modelo patriarcal que desde un modelo paritario. No es lo mismo asumir los roles sociales necesarios para el desarrollo humano desde la imposición social que supone que la protección es una exclusividad masculina y la contención una exclusividad femenina. No es lo mismo para la salud y el divertimento de la pareja concentrar a la mujer con exclusividad en la crianza de la prole y las tareas domésticas mientras se legitima para el varón un amplio espectro de relaciones amorosas y atenciones hogareñas. No es lo mismo aceptar como natural el modelo de la doble moral sexual, propia del patriarcado, que desde hace siglos estableció que hay mujeres para gozar y otras para procrear. De la misma forma que no es lo mismo que los varones desconozcan que la sexualidad femenina es multifacética y por lo tanto, no reside exclusivamente en la penetración. Varones y mujeres quedan prisioneros en la trampa de estas imposiciones patriarcales. Ellos suelen sentirse obligados a rendir un permanente examen de virilidad a riesgo de quedar borrados del universo. Y ellas soportando insatisfacciones que a veces intentan disimular para atemperar los conflictos masculinos. Abreviando, no es lo mismo transitar la vida de pareja y alimentar el amor cuando las diferencias entre los géneros promueven privilegios en unos a expensas de los otros y se conciben en términos de jerarquía que cuando subyace un modelo paritario que valora las diferencias y se enriquece con ellas.