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LAS DISCIPLINAS DE UNA MUJER PIADOSA

©2015 Segunda edición por Editorial Patmos Miami, Florida, EE. UU.

2000 ejemplares

Todos los derechos reservados

Originalmente publicado en inglés con el título

Disciplines of a Godly Woman

Publicado por Crossway Books, Wheaton, Illinois

© 1991, 2001 R. Barbara Hughes

e-ISBN: 978-1-64691-110-3

Conversión a epub: Cumbuca Studio

CONTENIDO

1  Portada

2  Portadilla

3  Creditos

4  Lista de Menciones 1 La disciplina para una vida piadosa

5  EL ALMA 2 La disciplina del Evangelio La fuente de la piedad 3 La disciplina de la sumisión La postura de la piedad 4 La disciplina de la oración La cuerda de salvamento de la sumisión 5 La disciplina de la adoración La celebración de la sumisión

6  EL CARÁCTER 6 La disciplina de la mente La educación de la sumisión 7 La disciplina de la satisfacción El descanso de la sumisión 8 La disciplina del decoro La conducta de la sumisión 9 La disciplina de la perseverancia El desafío de la sumisión

7  LAS RELACIONES 10 La disciplina de la Iglesia El marco de la sumisión: la familia de Dios 11 La disciplina del celibato El marco de la sumisión: el celibato 12 La disciplina del matrimonio El marco de la sumisión: el matrimonio 13 La disciplina de la crianza Las caricias de la sumisión

8  EL MINISTERIO 14 La disciplina de las buenas obras La industria de la sumisión 15 La disciplina del testimonio El encargo de la sumisión 16 La disciplina de la ofrenda La generosidad de la sumisión

9  LA GRAÇA 17 La gracia de la disciplina La industria de la sumisión

10  RECURSOS A Salmos de alabanza para sus momentos de devoción B Calendario de M´Cheyne para Lecturas Diarias C El testimonio de fe de James y Deby Fellowes

11  Notas

Landmarks

1  Portada

2  Portadilla

3  Creditos

4  Contenido

5  Dedicación

LISTA DE MENCIONES


Les desearía agradecer a las mujeres de la Iglesia College, cuya fe y práctica del Evangelio han sido mi inspiración durante más de veinte años; a nuestros amigos australianos Lois Hagger, Peter y Christine Jensen, Phillip y Helen Jensen, John y Moya Woodhouse, y a John Chapman, cuyas enseñanzas han tenido una profunda influencia en mi vida: ellos son fieles y valientes para el Evangelio; a Annette LaPlaca y Lila Bishop, mis editoras, cuyo buen humor y paciencia han hecho que este libro sea una realidad; a mi hermano Wil y su querida esposa, Lorraine, quienes me animaron persistentemente a «seguir escribiendo a máquina»; a Lane y Ebeth Dennis, por su compromiso a largo tiempo con la publicación cristiana y por su cariñosa amistad; a mi esposo Kent. Los capítulos 4, 5, 6, 10, 15 y 16 son adaptados de su libro Disciplinas de un hombre piadoso, y más allá de eso, sus palabras de instrucción y enseñanza están entretejidas a todo lo largo de las páginas de este libro. Su vida le da validez a la verdad de su enseñanza.

Para mis hijas, Holly, Heather, Tricia, Kristin, y mis nietas

JESUCRISTO ES SEÑOR

I

LA DISCIPLINA PARA UNA VIDA PIADOSA


Ejercítate para la piedad.

I TIMOTEO 4.7

Había estado casada apenas dos años cuando me topé con la lista de oración de mi esposo. Cuando estaba quitando el polvo de su ordenadísimo escritorio, mi propio nombre captó mi atención: estaba justo en el primer lugar de su lista. Junto a mi nombre se encontraban las letras D y O. De inmediato, sentí curiosidad. ¿Qué representaban esas letras? ¿Deliciosa y optimista? ¿Distinguida y obediente? ¿Digna y obsecuente?

No tenía idea alguna de lo que él estaba pensando, y qué es lo que estaba orando por mí. Después de varios días, junté el coraje de preguntarle. Sin dudar un instante, me respondió: « ¡Disciplinada y organizada, por supuesto!» Abrí bien grande la boca, me sonrojé, y grité sin proponérmelo. Mi esposo se sorprendió ante mi asombrosa reacción. Él estaba pensando: ¿Acaso ella no sabe que necesita ayuda en estas áreas? ¿No desea ayuda para ser disciplinada y organizada?

¿La verdad? En esa época yo no estaba conciente de que ésas fueran áreas difíciles para mí. ¿Más verdad? Después de treinta y siete años, aun cuando haya hecho un gran avance, ¡Kent está todavía orando por D y O para su esposa!

Kent y yo hemos descubierto que la disciplina para él no es exactamente lo mismo que la disciplina para mí. Para comenzar, nuestra personalidad es diferente. Mi esposo es una persona madrugadora, y yo me despierto con el noticiero vespertino. Él encuentra su salud mental en lo estructurado: un calendario bien ordenado sin ninguna interrupción inesperada.Yo recibo con agrado las interrupciones y me encantan los visitantes que caen de sorpresa.

Aun así, he descubierto que mientras que mi personalidad espontánea me ayuda a adoptar un horario con mayor flexibilidad, la espontaneidad no es una excusa que pueda utilizar para ignorar la importancia de la disciplina. Y la disciplina es importante para mi vida espiritual. De hecho, es el sendero por medio del cual las buenas nuevas de Cristo le dan un sentido valioso a todos los días de mi vida.

Es posible que la palabra disciplina sea un poco dura para ustedes en este momento, una palabra plena de desafíos y quizás de deberes. Pero estén preparadas para descubrir que la disciplina es su cuerda de salvamento, algo que ustedes aprenderán a abrazar y por la cual le agradecerán a Dios a medida que ustedes crezcan en Él.

LOS EJERCICIOS DE LA VIDA PIADOSA

Hace varios años, cuando tenía un poco más de treinta años y era la mamá muy ocupada y un poco fofa de cuatro niños, una amiga y yo decidimos ponernos en forma y ejercitar un poco de disciplina física. Nos pusimos unas zapatillas de tenis viejitas, unas camisetas un poco raídas y pantalones cortos y salimos a correr alrededor de la manzana. Para nuestra desgracia, apenas pudimos llegar a la primera esquina, y casi nos desmayamos por el esfuerzo. Pero no abandonamos la lucha. Todas las mañanas probábamos nuevamente. El día en que llegamos a la media milla, ¡estábamos tan contentas que celebramos con rosquillas! Los ejercicios de la mañana se alargaron finalmente a tres millas, luego a cinco, y siempre terminaban con el premio: ¡una rosquilla! Nos pusimos en forma, pero no lo tomamos demasiado en serio. Comprendimos que algunas disciplinas son más importantes que otras.

El apóstol Pablo vincula esta idea del entrenamiento o la disciplina necesarios con la vida espiritual. 1 Timoteo 4.7 dice: «Ejercítate para la piedad». Esa palabra ejercítate deriva de la palabra griega muy antigua de la cual obtenemos la palabra española gimnasio. Al llegar a la época del Nuevo Testamento, se refería al ejercicio y entrenamiento en general. En un cierto sentido, Pablo está diciendo: «Hagan gimnasia con el propósito de obtener piedad». Él está pidiendo ejercicios espirituales.

Éste es el ejercicio espiritual que Pablo considera tanto más importante que una carrera matutina alrededor del vecindario. Él agrega: «porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera».

Ahora tengo casi sesenta años; soy la tierna abuela de dieciséis chicos. Ya no salgo más a correr, a pesar de que regularmente trato de aprovechar al máximo mis esporádicos brotes de energía utilizando las pocas piezas de equipo de ejercicio de alta tecnología que están guardadas en nuestro sótano. Cuanto más envejezco, tanto más comprendo las prioridades de ejercicios de Pablo: «Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día» (2 Corintios 4.16).

Como los atletas griegos que ponen a un lado hasta sus vestiduras para evitar todo estorbo, nosotras las mujeres cristianas necesitamos deshacernos de toda asociación, hábito y tendencia que nos impida tener una vida piadosa. El escritor de Hebreos habla sobre el deshacerse de los obstáculos: «Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante» (Hebreos 12.1).

Hay costumbres y pasatiempos que he tenido que abandonar a través de los años. Por ejemplo, yo no podía comenzar mi día sin antes leer las noticias matutinas. Finalmente, me di cuenta de que con regularidad me dirigía al porche de entrada a buscar el periódico antes de agarrar la Palabra de Dios. Parece algo muy simple, un periódico, pero me di cuenta de que tenía que cancelar mi suscripción para poder adquirir una mejor costumbre. He tenido también ideas equivocadas que he tenido que cambiar o reemplazar por la verdad basada en la Palabra de Dios y en su carácter. He tenido que deshacerme de un montón de peso muerto.

¿Qué las está agobiando hoy? Esas cosas se tendrán que ir. Una vez que hayan quitado los obstáculos y estorbos, su llamamiento a capacitarse exige también que ustedes dirijan su energía hacia una vida piadosa. Pablo escribe: «Más bien, golpeo mi cuerpo y lo domino, no sea que, después de haber predicado a otros, yo mismo quede descalificado» (1 Corintios 9.27, NVI). ¿Recuerdan la instrucción de Pablo de «ejercitarnos» para la piedad? Apenas unas pocas oraciones más adelante, hace un comentario sobre este mandamiento, diciendo: «por esto mismo trabajamos y sufrimos oprobio» (1 Timoteo 4.10). En el griego, trabajamos significa «esfuerzo agotador», y sufrimos oprobio es la palabra que nos da «agonizar» en español.

En otras palabras, Pablo no nos está prometiendo un ejercicio fácil y de bajo impacto. Las disciplinas espirituales exigen un compromiso serio y un esfuerzo donde sin dolor no hay beneficio alguno. Los atletas que se entrenan seriamente se someten voluntariamente a muchas horas de disciplina y dolor para poder satisfacer su objetivo: ganar el premio. Muchas mujeres comprenderán esto con toda facilidad en términos físicos, habiendo ya asumido la responsabilidad de entrenar su cuerpo, pasan largas horas en el gimnasio para obtener el precio externo de una figura esbelta. Pero incluso esas mujeres pueden estar descuidando la tarea de aportar la misma disciplina a un alma que se encuentra fláccida.

¿TENEMOS QUE HACERLO?

¿Por qué nosotras, las mujeres cristianas, tenemos que dirigir nuestra atención a las disciplinas que nos capacitarán para la piedad? Primero de todo, porque en el mundo actual y en la iglesia actual, las vidas cristianas disciplinadas son la excepción, no la regla. Algunas personas pueden querer encontrar una excusa diciendo: «Ah, pero eso siempre ha sido así». En realidad, no. Muchos períodos de la historia de la iglesia se han caracterizado por la increíble disciplina de los creyentes. Hoy día, podemos alegar muchas razones por las cuales los cristianos actuales evitan las disciplinas que nos llevan a una vida piadosa. Quizás la enseñanza ha sido escasa. Quizás sea la pereza de los cristianos. Pero una de las razones que más se destaca en nuestra cultura actual es el temor al legalismo.

Seamos realistas: Muchos de nosotros pensamos que las disciplinas cristianas son «vivir la letra de la ley» o una serie de reglas inexorables que nadie puede satisfacer. Tal legalismo nos parece un sendero que nos conduce a la frustración y a la muerte espiritual.

Pero la verdadera disciplina está muy lejos del legalismo, ¡gracias a Dios! La diferencia se encuentra en la motivación: el legalismo es egocéntrico; la disciplina se centra en Dios. El corazón legalista dice: «Haré esto para ganar mérito con Dios». El corazón disciplinado dice: «Haré esto porque amo a Dios y deseo complacerle». El verdadero corazón de la disciplina son las relaciones: una relación con Dios. Las palabras de John Wesley expresan esta relación en una forma hermosa:

O Dios, llena mi alma con tanto amor por ti que yo no pueda amar a nada sino es por ti y en subordinación a tu amor. Dame gracia para estudiar tus enseñanzas cada día para que cuánto más te conozca, tanto más te ame. Crea en mí una obediencia firme a todos tus mandamientos, una paciencia gozosa bajo todos tus escarmientos, y una resignación agradecida a todas tus disposiciones. Deja que lo único importante en mi vida sea glorificarte por medio de cada palabra de mi boca, por medio de cada labor de mis manos, por medio de la profesión de tu verdad, y por medio de la captación de todos los hombres, en lo que a mí me atañe, para que te glorifiquen y te amen.1

Pablo conocía la diferencia entre las motivaciones del legalismo y la disciplina, y peleó contra los legalistas todo a través de Asia Menor, nunca cediendo ni una pulgada. Ahora nos clama: « ¡Ejercítense para ser piadosos!»

¿Cuál es la otra razón por la cual las mujeres cristianas deben volcar su atención a las disciplinas comentadas en este libro? Porque necesitamos abrazar el concepto de que son importantes para vivir una vida piadosa de una manera auténtica: un concepto con el que nos tropezamos, y nos tropezamos bien feo. Una vida cristiana es una cuestión de someter nuestra voluntad a la voluntad de Dios, y la sumisión es un concepto que no está de moda. Abunda la confusión sobre los derechos y los límites, roles y autoridad. Esta confusión entorpece nuestros pensamientos sobre Dios y bloquea nuestro crecimiento espiritual. La única cura es la teología correcta sobre Dios para poder someter cada área de nuestra vida a su voluntad. De modo que cada tema que mencionamos en este libro se encuentra enmarcado en los términos de esta entrega.

Con la Palabra de Dios midiéndome, Dios ha cincelado mi vida, a veces dulcemente, a veces duramente, para darle sustancia a la misma. Dios está aún obrando en mí. Con cada día que pasa, estoy más y más conciente de que el tiempo es breve, y de que aún queda mucho por hacer en mí. Les abro mi corazón y mis pensamientos con la esperanza de que ellos les ayuden a optar por ejercitarse arduamente en vuestra búsqueda de Dios y de la piedad y de que ustedes se sometan a su plan para vuestra vida.

RENUEVEN SU MENTE

¿Qué es la disciplina espiritual, y por qué es tan importante? ¿Qué es lo que por lo general nos impide ejercitar la disciplina espiritual (véase Romanos 3.9-18)? ¿Qué les puede ocasionar a su vida la falta de disciplina espiritual?

Reflexionen en 1 Timoteo 4.7-8 («Ejercítate para la piedad»). ¿Cuál es el sentido literal de ejercítate? ¿Qué les dice esta definición sobre la forma en que debemos encarar la disciplina espiritual?

¿Qué dice Hebreos 12.1 sobre correr la carrera cristiana? ¿Qué les está impidiendo caminar con Dios? ¿Qué hace que se aferren a esas cosas?

¿Existe un precio para la disciplina espiritual? Repasen 1 Corintios 9.25-27. ¿Qué les podría costar una disciplina aún mayor? ¿Están preparadas para pagar el precio?

¿En qué difieren la motivación en el legalismo y la motivación en la disciplina?

EL ALMA


2

LA DISCIPLINA DEL EVANGELIO

La fuente de la piedad


Ejercítate para la piedad.

I TIMOTEO 4.7

Yo soy una evangelista de alma. Me encanta interactuar con la gente que no tiene ni idea del mensaje de la Biblia. Es increíble observar la luz que aparece en los ojos del no creyente que de golpe comienza a comprender la verdad, y me siento decepcionada si una persona cierra la puerta a toda discusión o debate. ¿Por qué me entusiasma tanto el Evangelio? Porque revela el plan amoroso de Dios para este mundo y para la humanidad: hombres, mujeres y niños. Son las buenas nuevas, las mejores noticias que podríamos recibir jamás. Cuando una persona comprende el amor de Dios en Jesucristo, su vida cobra finalmente sentido.

¿Recuerdan el momento en que comprendieron por primera vez el Evangelio? Todos los días, las buenas nuevas del Evangelio le son reveladas a alguien a su alrededor. Hace siete años atrás, Dios le estaba manifestando sus buenas nuevas a una joven que regularmente nos servía una taza de café, a Kent y a mí, en un café de la zona llamado Starbucks. A mi esposo y a mí nos gustaba ir caminando a este café, no sólo porque servían un magnífico capuchino, sino porque Stacey se encontraba detrás del mostrador. Ella era una pelirroja llena de vida, quien hacía que la compra de un café fuera toda una experiencia. Aun antes de ingerir la cafeína, uno ya se sentía mejor porque Stacey tomaba el pedido.

Debido al hecho de que ella aparentaba estar siempre tan contenta, uno nunca se hubiera podido imaginar que estaba involucrada en un devastador divorcio y una batalla por la custodia de sus hijos. Sin embargo, alguien lo sabía: una ex vecina, una cristiana que ahora vivía en una ciudad alejada. Como estaba preocupada por Stacey, la animó a que visitara su iglesia.

Unas semanas después, Stacey, sola y algo indecisa, vino a la iglesia College por primera vez. Cuando el personal pastoral caminó hacia la plataforma para comenzar el servicio, Stacey reaccionó. ¿Qué está haciendo ese «señor simpático» que viene a Starbucks con su esposa en la plataforma? Cuando ese «señor simpático» se puso de pie para orar y predicar, ella escuchó como nunca lo había hecho antes.

A la mañana siguiente, Stacey nos saludó con aún mayor energía que la usual. Nos contó sobre la sorpresa que se llevó cuando descubrió que mi esposo era un pastor. Nos preguntó si yo me podría reunir con ella, ya que tenía preguntas acerca de la Biblia. Estábamos contentísimos.

La ex vecina de Stacey nos llamó para decirnos que ella estaría orando por nosotros. Mucho tiempo antes de que la conociéramos a Stacey, Dios ya había estado obrando en su vida para prepararla. Ella estaba lista para escuchar las buenas nuevas del Evangelio y recibir a Cristo como su Salvador.Y así lo hizo.

Con su conversión, Stacey comenzó una nueva forma de vida. Su fe en las buenas nuevas del Evangelio se ha convertido en el centro de su vida. Ella es una devota estudiante de la Palabra de Dios. Su talento como mamá refleja su deseo de ayudar a que sus hijos crezcan en piedad. Después de su compromiso con su familia, lo que más valora Stacey es su ministerio a los estudiantes de la escuela intermedia. ¡Ella halló vida misma en el Evangelio!

Pero no todas las personas que profesan ser cristianas atesoran el Evangelio con el mismo entusiasmo y tenacidad. Para algunos, el cristianismo es sólo una parte de sus atareadas vidas. Tienen sus empleos, sus grupos de autoayuda en el YMCA, sus horas de gimnasia, ah, y su vida espiritual también. Otros ven a su experiencia cristiana como un recuerdo: «el día que dije ‘la oración’ o ‘me acerqué al altar’ o ‘me uní a la iglesia’».

Para muchos, el cristianismo es un boleto al paraíso. Ellos desean la garantía de que todo va a estar bien cuando se mueran, pero no desean tomarlo con demasiada seriedad ahora.

Muchas familias acoplan al cristianismo como una parte del paquete de su estilo de vida. Disfrutan la atmósfera íntegra que brinda la iglesia, la buena enseñanza moral para los niños, las cenas en conjunto, y las reuniones de mujeres.

Ninguna de estas últimas opiniones sobre el Evangelio es lo real; ninguna ve al Evangelio como lo revela la Biblia. El Evangelio de Jesucristo es implacable en su búsqueda de convertir a todas las áreas de nuestro corazón y de nuestra vida. El Evangelio lo abarca todo. Es en realidad la única fuente para una vida piadosa. Busquen en todas partes, y no tendrán más que, con suerte, autoreforma y, con mala suerte, idolatría.

¿Desean ser mujeres piadosas? Dado que intentamos discutir las muchas, muchas áreas de la vida de una mujer que son moldeadas e informadas por el Evangelio, ¡debemos saber lo que es este Evangelio y creerlo! Luego, como nuestra amiga Stacey, debemos estar preparadas para convertirlo en el centro de nuestra vida.

¿QUÉ ES EL EVANGELIO?

Recientemente, un grupo diverso de mujeres de nuestra iglesia (jóvenes y mayores, casadas y solteras, viudas y divorciadas) se reunieron para estudiar cómo influye la fe en el Evangelio a la forma en que vivimos. En la primera sesión, les pedí que escribieran una respuesta clara a la pregunta: «¿Qué es el Evangelio?»

Sencillo, ¿verdad? La respuesta debería caerse de nuestros labios como el abecedario. ¡No! Todas estas mujeres creyentes y piadosas tuvieron dificultad para componer una definición clara y sucinta del Evangelio. ¡Fuimos humilladas! Algunas mujeres escribieron páginas enteras describiendo cómo convertirse al cristianismo. Otras describieron técnicas de evangelización. Algunas enumeraron los beneficios del Evangelio. El Evangelio en sí se perdió en esa gran neblina de palabras.

Cuando les preguntamos a la gente cómo saben que son cristianos, a menudo contestan: «Porque lo acepté» u «oré» o «caminé hacia el frente». ¿Notan el uso del «yo»? Todas estas respuestas le dan preeminencia a lo que la persona ha hecho. Esa es la raíz de la confusión general acerca del Evangelio. ¡El Evangelio trata sobre lo que Dios ha hecho!

El cristianismo es la única religión en la cual la salvación no puede ser ganada. Los cristianos saben que nuestra salvación fue alcanzada por medio de lo que Dios solo ha hecho, no por lo que hemos hecho nosotros. Ésta es la verdad que Jesús gritaba desde la cruz: «Consumado es» (Juan 19.30).

El Evangelio de Dios

El Evangelio le pertenece a Dios. Es su Evangelio.2 De una tapa a la otra, la Biblia trata sobre el Evangelio de Dios. Fue su idea y su plan: «Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones» (Gálatas 3.8).

La Biblia, comenzando en Génesis, revela el plan de Dios de restaurarnos a lo que habíamos sido creados a ser: un pueblo hecho a su imagen, viviendo con gozo bajo su reinado de amor y su bendición. No obstante, aun cuando nos salva, «el Evangelio no es principalmente acerca del hombre y sus necesidades, a pesar de no estas cosas no dejan de ser importantes ni tampoco dejan de relacionarse entre sí».3 Por bueno que suene, un evangelio centrado en el ser humano no es el Evangelio de Dios. Un evangelio que se concentre principalmente en las necesidades o la culpa o los sentimientos o los deseos del ser humano no es el Evangelio de Dios. El Evangelio de Dios son noticias asombrosas sobre lo que su hijo Jesucristo ha logrado en la cruz. Trata acerca de lo que Dios ha hecho.

Cristo crucificado... De acuerdo a las Escrituras

Jesucristo es la figura central del Evangelio de Dios. Nuestro grupo de estudio llegó a la conclusión de que la explicación de Pablo del Evangelio en 1 Corintios 15.1-4 es el texto fundamental: «Ahora, hermanos, quiero recordarles el evangelio que les prediqué, el mismo que recibieron y en el cual se mantienen firmes. Mediante este evangelio son salvos, si se aferran a la palabra que les prediqué. De otro modo, habrán creído en vano. Porque ante todo les transmití a ustedes lo que yo mismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, que fue sepultado, que resucitó al tercer día según las Escrituras» (NVI, énfasis de la autora).

Pablo lo mantiene todo muy sencillo: Jesucristo murió por nuestros pecados y resucitó de entre los muertos. Luego agrega, ¡dos veces!, una frase muy importante pero que es a menudo pasada por alto: «según las Escrituras». En otras palabras, el Antiguo Testamento es la fuente y ratificación de este Evangelio y de este Cristo.

Al señalarnos las Escrituras del Antiguo Testamento, Pablo nos está diciendo que Jesucristo no vino en un vacío: un acontecimiento sin ninguna relación con el pasado o el futuro. Él vino como la culminación y cumplimiento del magnífico plan de Dios en la historia según es revelada en el Antiguo Testamento. Esa es la razón por la cual Pablo declara: «Todas las promesas que ha hecho Dios son ‘sí’ en Cristo» (2 Corintios 1.20, NVI). ¡Jesucristo es el «sí» profético a todas las promesas del Evangelio en la Biblia desde el Génesis al Apocalipsis! La primera insinuación de esta verdad fue revelada en el jardín del Edén donde Dios prometió que un descendiente de la mujer aplastaría la cabeza de Satanás (Génesis 3.15).

Cristo mismo se refirió también a las Escrituras del Antiguo Testamento para explicar el Evangelio a los discípulos desalentados que caminaban por el camino a Emaús después de su resurrección. Los reprendió con estas palabras: « ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían» (Lucas 24.25-27).

¡Qué «estudio bíblico» debe haber sido ese! Cristo, en forma sistemática, los llevó a través de todo el Antiguo Testamento, explicando su muerte y su resurrección como el cumplimiento de sus promesas proféticas.

Pedro comprueba ese mismo punto importante sobre el lugar de Cristo en el centro de la verdad de las Escrituras: «Los profetas, que anunciaron la gracia reservada para ustedes, estudiaron y observaron esta salvación. Querían descubrir a qué tiempo y a cuáles circunstancias se refería el Espíritu de Cristo, que estaba en ellos, cuando testificó de antemano acerca de los sufrimientos de Cristo y de la gloria que vendría después de éstos. A ellos se les reveló que no se estaban sirviendo a sí mismos, sino que les servían a ustedes. Hablaban de las cosas que ahora les han anunciado los que les predicaron el evangelio por medio del Espíritu Santo enviado del cielo. Aun los mismos ángeles anhelan contemplar esas cosas» (1 Pedro 1.10-12, NVI, énfasis de la autora). ¿Lo vieron? Los profetas del Antiguo Testamento nos estaban sirviendo a nosotros. ¡A ustedes y a mí!

Isaías, Jeremías, Daniel, David, y todo el resto de los profetas escribieron sus libros para que nosotros que vivimos de este lado de la cruz podamos reconocer a Jesús como el Cristo, el único y verdadero Mesías, quien es el único que tiene las palabras de vida: el Evangelio. ¡Ellos escribieron para nuestro beneficio! De modo que escuchen esto: «Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza» (Romanos 15.4, énfasis de la autora).

¿Por qué tanto énfasis en esto? Porque como dijo Pablo, si creemos en cualquier otro evangelio, hemos creído en vano. En el día cuando todo (incluyendo la teología) se decide por voto popular, qué sencillo es creer en otro evangelio. Qué fácil es darle forma a nuestro dios según lo que pensamos que debería ser y no permitir que las Escrituras en su integridad lo definan.

Algunos hombres se acercaron a Jesús y le hicieron esta pregunta: «¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado» (Juan 6.28-29, énfasis de la autora).

A nosotros nos corresponde creer. Sin embargo, debemos creer en este Jesús: el Cristo que Dios ha revelado en las Sagradas Escrituras y no uno que pertenezca a nuestra propia imaginación. Aquí les debo preguntar: ¿En qué evangelio creen ustedes? ¿Es vuestro Jesús un mesías definido por vuestra propia imaginación o el Mesías prometido definido por las Escrituras? ¡El Jesús de la Biblia es totalmente maravilloso! Y su Evangelio es el único camino que nos conduce a la piedad.

Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. Pues la Escritura dice: Todo aquel que en Él creyere, no será avergonzado. (Romanos 10.9-11)

Es posible que ustedes no hayan aún comprendido totalmente el Evangelio. Para estar segura de que lo han hecho, he incluido «Dos maneras de vivir» al final de este capítulo. Es la explicación más clara del Evangelio que se pueda obtener hoy día. Si ustedes no están seguras de vuestro estado espiritual, léanlo y háganlo ahora mismo, antes de continuar.

BUENAS NUEVAS

William Tyndale, el mártir que nos dio la Biblia en inglés, escribió que evangelio viene de una palabra que «significa noticias buenas, alegres, jubilosas, gozosas, que hacen que el corazón de un hombre esté feliz, y lo hacen cantar, bailar y brincar de júbilo».4

Una joven en el grupo de solteros de la iglesia descubrió el gozo que proviene de ver a Cristo a la luz del Antiguo Testamento. Michelle creció yendo a la iglesia. Ella conocía «las respuestas de la Escuela dominical». Le habían enseñado que Jesús murió por sus pecados, pero ella sentía que era bastante buena persona y que sólo pecaba muy de vez en cuando. Como adulta, Michelle comenzó a estar más y más conciente de su pecaminosidad. No era la persona buena que ella pensaba que era.

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303 стр. 6 иллюстраций
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9781646911103
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