Читать книгу: «Filosofía Fundamental, Tomo III», страница 20
(SOBRE EL LIBRO VII. CAPÍTULO IV. PÁGINA 274.)
(II). No es una vana sutileza de las escuelas el negar toda sucesion á la eternidad, y ponerla toda presente sin pasado ni futuro. Mucho antes que hubiesen emitido esta idea los escolásticos se la encuentra en autores eminentes, «Idipsum enim tempus, dice san Agustin, tu feceras: nec præterire potuerunt tempora antequam faceres tempora. Si autem ante coelum et terram nullum erat tempus, cur quæritur, quid tunc faciebas? Non enim erat tunc, ubi non erat tempus; nec in tempore tempora præcedis; alioquin non omnia tempora præcederes».
«Sed præcedis omnia tempora præterita, celsitudine semper præsentis æternitatis: et superas omnia futura; quia et illa futura sunt; et cum venerint præterita erunt; tu autem idem ipse es, et anni tui non deficient. Anni tui nec eunt, nec veniunt: isti autem nostri, et eunt, et veniunt; ut omnes veniant. Anni tui omnes simul stant, quoniam stant; nec euntes à venientibus excluduntur, quia non transeunt: isti autem nostri omnes erunt cum omnes non erunt. Anni tui dies unus: et dies tuus non quotidie, sed hodie: quia hodiernus tuus non cedit crastino neque succedit hesterno. Hodiernus tuus æternitas; ideo coæternum genuisti, cui dixisti: Ego hodie genui te. Omnia tempora tu fecisti, et ante omnia tempora tu es, nec aliquo tempore non erat tempus» (Lib. XI, cap. 13).
En otro lugar consigna la misma doctrina con las siguientes palabras. «Anni Dei æternitas Dei est. Æternitas ipsa Dei substantia est, quæ nihil habet mutabile. Ibi nihil est præteritum, quasi jam non sit; nihil est futurum, quasi nondum sit. Non est ibi, nisi est. Non est ibi, fuit et erit, quia et quod fuit jam non est; et quod erit nondum est; sed quidquid ibi est; non nisi est» (in Psal, 101. Serm. 2. num. 10).
Esta verdad no se habia ocultado al mismo Platon; y los SS. Padres la han enseñado constantemente. Cuando pues los escolásticos adoptaron la definicion de Boecio diciendo que la eternidad es la «posesion perfecta y simultánea de una vida interminable,» interminabilis vitæ tota simul et perfecta possessio, no se entregaron á una vana cavilacion, sino que adoptaron una doctrina tan sólida como universal.
Es difícil hablar con mas elevacion y profundidad de lo que hace Fenelon en su Tratado de la existencia de Dios (2.a parte; art. 3), al explicar estas sublimes ideas. «Querer imaginar en Dios algo relativo á la sucesion, es caer en la idea de tiempo, y confundirlo todo. En Dios nada dura, porque nada pasa; todo es fijo, simultáneo, inmóvil. Nada ha sido, nada será; pero todo es. Suprimamos pues todas las cuestiones á que nos inclina la costumbre y la flaqueza del espíritu finito, que quiere abrazar lo infinito á su manera estrecha y diminuta. ¿Diré, ó Dios mio, que habiais tenido ya una eternidad de existencia antes que me hubieseis criado, y que despues de mi creacion, os resta todavía otra eternidad en que existir siempre? Estas palabras ya y despues, son indignas de El que es. En vos no hay pasado ni futuro; es una locura el querer dividir vuestra eternidad, que es una permanencia indivisible; es querer que la ribera huya porque descendiendo yo á lo largo del rio, me aparto siempre de esta ribera que está inmóvil. ¡Insensato de mí! yo quiero, ó verdad inmóvil! atribuiros el ser limitado, variable, sucesivo de vuestra criatura; no hay en vos ninguna medida con la cual se pueda medir vuestra existencia; nada teneis mensurable, pues que careceis de límites y de partes; las mismas medidas que se pueden sacar de los seres limitados, variables, divisibles y sucesivos, no pueden servir para mediros á vos que sois infinito, indivisible, inmutable y permanente.
«¿Qué relacion diré pues que tiene la duracion de la criatura á vuestra eternidad? y no erais antes que yo? y no seréis despues de mí? Estas palabras se encaminan á significar alguna verdad, pero en rigor son indignas é impropias: lo que encierran de verdad es que lo infinito sobrepuja infinitamente á lo finito; y que así vuestra existencia infinita sobrepuja en todo sentido á mi existencia, que siendo limitada, tiene un principio, un medio y un fin.
«Pero es falso que la creacion de vuestra obra divida vuestra eternidad en dos eternidades; dos eternidades no harian mas que una sola: una eternidad dividida que tuviese una parte anterior y otra posterior, no seria verdadera eternidad; queriendo multiplicarla se la destruiria; porque una parte seria necesariamente el límite de la otra, por el cabo en que se tocarian: quien dice eternidad, si entiende lo que dice, no dice sino: lo que es; nada mas, porque todo lo que se añade á esta infinita simplicidad, la anonada. Quien dice eternidad no sufre el lenguaje del tiempo: el tiempo y la eternidad son inconmensurables; no pueden compararse; y es una ilusion de nuestra debilidad el imaginarnos que hay alguna relacion entre cosas tan desproporcionadas.
«Sin embargo, ó Dios mio, vos habeis hecho algo fuera de vos; porque yo no soy vos, y disto infinitamente de serlo. ¿Cuándo pues me habeis hecho? ¿es que no erais antes de hacerme? pero qué digo! héme aquí recayendo en mi ilusion, y en las cuestiones de tiempo. Hablo de vos como de mí, ó de algun otro ser pasagero, al que pudiese medir conmigo. Lo que pasa puede ser medido con lo que pasa; pero lo que no pasa está fuera de toda medida y de toda comparacion con lo que pasa; no es permitido preguntar ni cuándo ha sido, ni si era antes, que lo que es, ó lo que es solo pasado. Vos sois, y se ha dicho todo. Oh! y cuánto me agrada esta palabra! y cuánto me llena para todo lo que he de conocer de vos! Todo lo que no es esta palabra, os desagrada: solo ella se os parece; no añadiendo nada á la palabra ser, nada disminuye de vuestra grandeza; esta palabra, me atrevo á decirlo, es infinitamente perfecta como vos: solo vos podeis hablar así, y encerrar vuestra infinidad en tres palabras tan sencillas.
«Yo no soy, ó Dios mio, lo que es; ay! yo soy casi lo que no es; me veo como un medio incomprensible entre la nada y el ser; yo soy lo que ha sido; yo soy lo que será, yo soy lo que ya no es lo que ha sido; yo soy lo que todavía no es lo que será; y entre estos dos, ¿qué soy? un yo no sé qué, que no puede detenerse en sí propio, que no tiene ninguna consistencia, que pasa rápidamente como el agua; un yo no sé qué, que no puedo coger, que se escapa de mis manos; que ya no es, desde que quiero cogerle ó percibirle; un yo no sé qué, que acaba en el instante en que comienza; de suerte que no puedo ni por un solo momento hallarme fijo á mí mismo y presente á mí mismo, para decir simplemente: yo soy; así mi duracion no es otra cosa que un perpetuo desfallecimiento. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
«O Ser! ó Ser! vuestra eternidad que no es mas que vuestro ser mismo, me asombra, pero me consuela; yo me hallo delante de vos como si no fuese; me abismo en vuestra infinidad; lejos de medir vuestra permanencia con relacion á mi instabilidad continua, comienzo á perderme de vista á mí propio, á no hallarme, y á no ver en todo sino al que es, sino á vos mismo.
«Lo que he dicho de lo pasado lo digo de lo venidero. No se puede decir que seréis despues de lo que pasa, porque vos no pasais, vos no seréis, sois; y me engaño cuando al hablar de vos salgo de lo presente. De una ribera inmóvil no se dice que se adelanta á las olas de un rio, ó que las sigue; ni las sigue, ni se adelanta; porque no se mueve. Lo que digo de esta ribera respecto de la inmovilidad local, debo decirlo del Ser infinito respecto de la inmovilidad de la existencia; lo que pasa ha sido, y será, y pasa del pretérito al futuro por un presente imperceptible que no se puede señalar jamás; pero lo que no pasa existe absolutamente, y solo tiene un presente infinito; es, y no es permitido decir mas; es sin el tiempo en todos los tiempos de la criatura; quien sale de esta simplicidad cae de la eternidad en el tiempo.