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PREFACIO

AVISO Y AGRADECIMIENTOS

INTRODUCCIÓN

ESPACIO, LUGAR, GEOGRAFÍA: ACLARACIONES

LA CRÍTICA LITERARIA Y EL SISTEMA EDITORIAL: UNA BARRERA Y UN SALVOCONDUCTO

CRÍTICA DE LA CRÍTICA FRANCESA: UN OLVIDO PERJUDICIAL

UNA CRÍTICA ECUATORIANA ABRUMADORA Y UN CIRCUITO EDITORIAL DEFICIENTE

LAS FRONTERAS

DEFINICIONES Y PERSPECTIVAS

DESDE LA LÍNEA IMAGINARIA DEL ECUADOR A LA CREACIÓN DE UN TERRITORIO MÍTICO

LOS PAISAJES DE LA COSTA Y LA CIUDAD INTERIOR

El procedimiento de la “incrustación”

LA CIUDAD ANDINA

CIUDAD ANTIGUA VERSUS CIUDAD NUEVA: UNA ESCISIÓN REVELADORA

EL PAÍS IMAGINARIO

Escribir en la línea imaginaria del Ecuador

EL COMPLEJO DE LA INVISIBILIDAD

CONCLUSIÓN

ENTREVISTA INÉDITA CON JAVIER VÁSCONEZ (Quito, mayo de 2012)

El género de las obras

La crítica y el circuito editorial

La escritura, los lectores

Ediciones, nuevas ediciones y correcciones

El libro como objeto

El estilo

El humor, la ironía

Temática y recurrencias

La infancia, los niños

Los viajes

El doctor Kronz

Javier Vásconez y J. Vásconez: escritor y personaje

La literatura ecuatoriana

Literatura y geografía: ser un escritor ecuatoriano o un escritor “a secas”

El “país de la línea imaginaria”

Ecuatorianidad, “patria pequeña” y contribución a la identidad nacional

Proyectos, realizaciones en el futuro

BIBLIOGRAFÍA

I. OBRAS DE JAVIER VÁSCONEZ

II. BIBLIOGRAFÍA CRÍTICA SOBRE LA OBRA DE JAVIER VÁSCONEZ

III. OBRAS Y ARTÍCULOS GENERALES

Javier Vásconez



PREFACIO

Una línea imaginaria y un espía, un país inventado y un escritor, la ciudad posible y su creador… estas son las coordenadas que hay que explorar para entender a Javier Vásconez, un autor frecuentemente calificado como indispensable. Obras como la suya siempre merecen un nuevo análisis: hay aspectos que han permanecido escondidos y nuevas perspectivas que solo tienen sentido si seguimos estudiando sus historias. El sino de Vásconez es ser un autor indispensable en un país invisible. Por eso, esta obra de Anne-Claudine Morel es necesaria. Su propuesta es entender a este autor y su obra desde “la geografía del país donde inscribió sus novelas y cuentos”, y acercarnos a esa línea imaginaria para ponerla en perspectiva.

Sin duda, los espacios geográficos y la naturaleza han sido una preocupación recurrente para Vásconez. El hecho de haber sido un viajero a temprana edad le ha permitido ver a su país y, sobre todo a Quito, con la distancia y el desapego de un exiliado. Tal vez, por eso, describe la ciudad casi siempre envuelta en lluvia o bruma, sin nombre; una ciudad a la que pertenece y no pertenece. La geografía, a veces muy sutilmente, marca también a los personajes y sus sentimientos. Así, en La piel del miedo, el temor nace a la sombra de un volcán, se refugia en su violencia y zigzaguea por una quebrada que es como una herida en el vientre de esa montaña. La imagen del volcán esparcida en el primer capítulo nos lleva a sentir que estamos ante una verdadera explosión a la que solo sabremos cómo hemos llegado en los restantes capítulos. Esa sombra del volcán, que es al tiempo cruel y protectora, cierra esta novela y el truncado viaje de aprendizaje del joven protagonista. En La otra muerte del doctor, el páramo es un elemento esencial que determina la forma en la que van ocurriendo los acontecimientos. La relación de Loreta y Jorge en Hoteles del silencio se desarrolla en la ciudad del volcán, pero solo se entiende a partir del periplo que hacen Loreta y su madre por los hoteles de Madrid.

En cierta manera, se podría argumentar, que la geografía potencialmente imprime su marca en todos los autores; sin embargo, lo que ocurre con Vásconez es particular: al tiempo que reflexiona sobre la línea imaginaria en la que le ha tocado nacer como persona y como escritor, va creando su propio mundo, su geografía, distante y cercana, real o posible. En ese sentido, la geografía es su memoria. No solo esa memoria de lo que sucedió, sino de lo que pudo haber sucedido. Es el anhelo del exiliado por un mundo al que no hay posibilidad de retorno puesto que nunca ha existido. Esto último podría llevarnos al error de pensar en la obra de Vásconez como una oda nostálgica a ese mundo posible. Nada más lejos de la realidad: su universo existe desapacible y sin melancolía. La lluvia de la ciudad de Vásconez no golpea tímidamente las ventanas, es una lluvia pertinaz capaz de borrarlo todo. Los hoteles nos son esplendorosos y relucientes sitios de paso, sino marginales hogares itinerantes para los que siempre están en camino. En su mundo, el páramo es implacable, el volcán se proyecta sobre la ciudad provinciana, la quebrada serpentea como una herida, la luna crece como un órgano imparable y la sinfonía de caballos galopando anuncia la muerte. Hay en sus historias la sombra tenebrosa de los temas que fascinan y horrorizan a partes iguales: el crimen, la muerte de los niños, el incesto, los celos extremos, la maldad, la mente del asesino. No obstante, a diferencia de una página de sucesos, su prosa envuelve lentamente y tiene la marca inconfundible de las inquietudes intelectuales y estéticas de su autor. Vásconez nos describe su mundo no solo a partir de las imágenes sino de los olores y los ruidos. Hay lodo que hiede a muerte, perfume de mujer mezclado con humedad, “la soledad de una sirena buscando con su voz el hechizo de la noche”1, hay gemidos, ladridos, aullidos, cantos de gallo, llantos de bebés en la oscuridad, olores a flores y a gasolina.

En ese universo de Vásconez, los personajes son recurrentes, sobre todo, el inquisitivo doctor Kronz, quien actúa como el guía perfecto para presentarnos ese asfixiante y remoto país andino donde ha ido a parar. Vásconez se siente a gusto con esos personajes que conoce: no son extranjeros ni extraños; son, si se quiere, los compatriotas de ese mundo que ha creado. El joven Jorge Villamar de La piel del miedo es el mismo que se enamora de Loreta en Hoteles del silencio. Roldán, el asesino, va apareciendo intermitente. También Sofía, los fotógrafos, los caballos, los jockeys, el cantar de los gallos y la luna reflejada en la ciudad.

Lo que hace Anne-Claudine Morel en su análisis es partir de esa obra extensa y singular, y entenderla en su dimensión geográfica. Esto es algo que realmente no se había hecho de una manera tan sistemática y abarcadora. Aquí, por ejemplo, hay claves que permiten entender por qué un autor como él no ha alcanzado el reconocimiento global. ¿Está la respuesta en las redes del mundo editorial? ¿En la literatura ecuatoriana que siempre se asoma tímidamente a la orilla? ¿En la dificultad de escribir desde una línea imaginaria? Los lectores habituales y los nuevos apreciarán la propuesta de Morel que supone un viaje a la obra, al contexto y a las reflexiones de este autor, que ella misma define como “raro, en el sentido de poco común”.

Ana Estrella-Santos

1. En “Corrupción o la fama de un poeta”. Vásconez, J. (2018). Cuentos reunidos. Quito: Universidad San Francisco de Quito.

AVISO Y AGRADECIMIENTOS

Estas páginas constituyen una reflexión sobre la obra del escritor ecuatoriano Javier Vásconez (Quito, 1946) llevada a cabo desde el otro lado del Atlántico. Forman parte de un trabajo inédito realizado en Francia y en Ecuador entre 2011 y 2016. Mi estancia en Quito y mi encuentro con Vásconez, en 2012, me permitieron acceder a casi la totalidad de su obra y a una importante suma de documentos. Me valí también de las entrevistas que él concedió y de los textos críticos acerca de su obra. En esa ocasión pude conocer algo más al escritor, al hombre y al ciudadano. Recorrí con él las calles de Quito en busca del doctor Kronz, el famoso protagonista de varias de sus novelas. Todos los días nos reunimos en el estudio de su casa para hablar de literatura; particularmente de sus textos, de sus lecturas y de los personajes que creó.

Aclararé más tarde el sentido del título y la perspectiva escogida para el desarrollo de este ensayo. Al leer a Vásconez participé de un deslumbrante descubrimiento. Intuí, ya desde las primeras páginas de El viajero de Praga (1996), que es un novelista raro, en el sentido de poco común, y que renovó la literatura producida en su país. Otros críticos comparten este juicio; por ejemplo, la profesora ecuatoriana Mercedes Mafla, con quien también me encontré en Quito y tuvo la generosidad de compartir conmigo su fino y profundo conocimiento de la obra de Javier Vásconez. La mirada con la que llevé a cabo mi investigación es europea y, para ser más específica, francesa. Este particular punto de vista permitirá arrojar una nueva luz sobre la ficción de Vásconez.

Aprovecho la ocasión para agradecer a todos los que me permitieron entender mejor la literatura ecuatoriana y, en concreto la de Vásconez, de manera especial a Emmanuelle Sinardet y a Sandra Araya, la persona encargada en Quito de clasificar los archivos, los artículos de prensa, las notas e intervenciones de Javier Vásconez, junto con todo el material bibliográfico relacionado con él. Sandra no dudó en mandarme información cuando la solicité, para tener las referencias exactas de una edición o el número exacto de páginas de un texto inédito del autor.

Finalmente, agradezco al propio Javier Vásconez por su colaboración, paciencia, estímulos y sobre todo por el tiempo que me dedicó en Quito. Nuestras animadas charlas me guiaron a menudo, aunque no todas en el sentido anhelado por el escritor, pues mi oficio de profesora y mi sentido crítico –impregnado de lecturas y herramientas de análisis particulares, francesas la mayoría de ellas– orientaron mi perspectiva de análisis de la obra.

INTRODUCCIÓN

Esta investigación acerca de la obra de Javier Vásconez tiene que ver tanto con la literatura como con la geografía del país donde inscribió sus novelas y cuentos. Prueba de ello es su título: Escribir sobre una línea imaginaria. Cuando me encontré con el escritor en Quito, en el año 2012, insistió en que él no era un autor ecuatoriano sino un autor “a secas”, un novelista, sin precisión de nacionalidad, y así lo declara en numerosas entrevistas. No le interesan las llamadas novelas “nacionales”, sino la literatura, dondequiera que se produzca y se elabore. Sin embargo, el espacio en que nació la ficción influye, con toda seguridad, en ella. El contexto de creación de la obra presenta un interés indiscutible, más todavía cuando el modo de referirse a él revela una preocupación que he querido aclarar.

La obra de Vásconez me inquietó después de leer por primera vez El viajero de Praga y realizar un análisis comparado1 entre este libro y la famosa novela de Albert Camus, La peste. Los temas de la enfermedad –sea peste o cólera–, del médico –despistado o firme en su deseo de salvar a los demás–, y del país inventado –símbolo de la barbarie humana para Camus o de la mezquindad cotidiana para Vásconez– se entrecruzan en ambas obras y se hacen eco a través del tiempo y del espacio. Puntualizo que, en Europa y, sobre todo, en Francia, los universitarios y críticos siguen interesándose con fervor en las relaciones entre la literatura y la nación, la identidad nacional y los textos que contribuyen a fortalecerla o moldearla. Aquellas fueron las primeras hipótesis e interrogaciones que se me presentaron sobre las creaciones literarias de Vásconez, principalmente porque mis anteriores trabajos se enraizaban en cuestiones de civilización2: ¿cómo se percibe el Ecuador en las novelas y en los cuentos del escritor? ¿Por qué el nombre del país o de su capital no aparecen expresamente citados hasta antes de su última novela publicada en el 2016, Hoteles del silencio? Al final de esta obra3, el narrador opone Quito a París, en un inciso que interpreté como un grito liberador después de tantos rodeos que callaban el nombre de la patria. Nombrando por fin la capital del país, el narrador equipara las dos ciudades, París y Quito, y las confunde en un diálogo entre dos espacios muy alejados el uno del otro, fenómeno únicamente posible en la literatura. El escritor ecuatoriano ya había utilizado este recurso en el cuento “La carta inconclusa”, al reunir Barcelona y Quito en la memoria del narrador4. Pero lo que más llama la atención en este nombramiento inesperado de la capital del Ecuador es su equiparación con espacios que son símbolos de libertad, de creación, y de fuertes huellas de una literatura universal.

La metamorfosis geográfica del Ecuador que iremos estudiando en estas páginas me parece significativa porque manifiesta el deseo que tiene Vásconez de cambiar la mirada de los lectores, ecuatorianos o extranjeros, sobre su nación. Ya oigo, a pesar de la distancia que me separa de Quito, el enfado de Javier cuando me lea, porque me explicó con insistencia que este no es su propósito. Pero sabrá entender que mis trabajos anteriores sobre la Casa de la Cultura Ecuatoriana, las otras instituciones culturales del país y el papel decisivo del intelectual Benjamín Carrión en la vida de la nación, influyen de forma notoria en mi perspectiva crítica sobre la producción novelística en Ecuador y sobre su obra, como experiencia singular. Es decir, mi problemática, conforme leía sus textos, se impuso de la siguiente manera: en vez de reinventar una mitología nacional, como lo hizo su compatriota Benjamín Carrión en El cuento de la patria en 1967, Vásconez opta por trastornar la geografía del país. Por ello, en sus textos, transforma Quito en un puerto marítimo o construye puentes ficticios entre las capitales y las grandes ciudades europeas o norteamericanas, por una parte, y la capital de Ecuador, por otra. Intenta, en mi opinión, romper el aislamiento del país y hacerlo más visible a los ojos del resto del mundo. Tal propuesta estética coincide con la conexión que el escritor establece con los autores que venera. Nabokov, Conrad, Kafka, Faulkner y Colette son algunos de los artistas que aparecen y actúan en el Ecuador en el libro de cuentos que lleva el preciso título de Invitados de honor. La intertextualidad y la filiación reivindicada con dichos artífices son herramientas y procedimientos que le permiten a Vásconez liberarse de una tradición literaria nacional marcada sobremanera por el realismo social y el costumbrismo. Interpreto esta voluntad de intercambios con otros espacios y otras literaturas como un doble anhelo: afirmar una identidad nacional renovada y anclar su existencia como autor en un país poco visible para el resto del mundo.

A lo largo de este ensayo, el lector se dará cuenta de la frecuencia con que cito a dos críticos franceses, quienes renovaron el enfoque sobre el análisis literario. Me refiero a las reflexiones de Dominique Maingueneau, lingüista y universitario, catedrático en la Universidad de la Sorbona, así como a las contribuciones teóricas de Bertrand Westphal, catedrático en la Universidad de Limoges5.

He optado por presentar al final del libro una bibliografía completa de todos los libros que me permitieron llevar a cabo mis investigaciones: el corpus literario de Javier Vásconez, textos críticos, referencias de entrevistas en periódicos, internet o revistas, ensayos teóricos franceses o extranjeros. Todo este material bibliográfico me parece de gran interés. La abundancia de las referencias que remiten al estudio de la obra de Javier Vásconez –entrevistas, comentarios, críticas, análisis, reseñas– ya demuestra la importancia y el interés suscitado por la obra del escritor en Ecuador, en América Latina, en España y, desde hace algunos años, en Francia.

También, la larga entrevista que me concedió en 2012 aparece por primera vez en los apéndices de este ensayo y constituye un material crítico de primera mano que hay que leer como una ilustración y aclaración de mis interrogaciones e investigaciones acerca de la obra y del escritor.

Este intercambio privilegiado con Vásconez fue el fruto de un interés compartido por la literatura y por la manera de entenderla, concebirla y hablar de ella.

1. Morel, A. (2012). Doctor Kronz versus Docteur Rieux: deux figures de l’exil dans un contexte de peste et de choléra. Étude comparative de La Peste (1947) d’Albert Camus et de El viajero de Praga (1996) de Javier Vásconez. Crisol (17), pp. 249-262.

2. Morel, A. (1994). La Casa de la Cultura Ecuatoriana: recherches sur l’organisation et le développement d’une institution culturelle en Équateur. Les enjeux d’une politique ambitieuse (1944-1957). Tours: Universidad François Rabelais de Tours. Tesis de doctorado bajo la dirección de la profesora Eve-Marie FELL, vol 2., 756 p.

3. “Sin embargo, durante los últimos meses en París, como si habitara entre dos ciudades totalmente diferentes –París reinventándose a sí misma en sus cafés llenos de gente y Quito aplastada por la sombra del volcán– debió vivir una terrible experiencia […]” (Vásconez, 2016, p. 314).

4. Ver: Sinardet, E. (2016, mayo). De Barcelona a Quito: recuerdo y melancolía en “La carta inconclusa” de Javier Vásconez. OtroLunes n° 41. Recuperado de http://41.otrolunes.com

5. Todavía no se han traducido al español todas las obras de estos especialistas del “discurso literario” y de la “geocrítica”, inventores ambos de métodos inéditos para estudiar la literatura. Por estas razones tuve que realizar la traducción de las citas empleadas dejando en las notas el texto original en francés para los que quisieran profundizar el tema.

Maingueneau, D. (2004). Le discours littéraire. Paratopie et scène d’énonciation. París: Armand Colin. Otros títulos del autor se pueden consultar en la bibliografía.

Westphal, B. (2007). La géocritique. Réel, Fiction, Espace. París: Les Éditions de Minuit.

ESPACIO, LUGAR, GEOGRAFÍA: ACLARACIONES

En esta parte abordaremos dos temas relacionados entre sí por una misma referencia espacial: el espacio de la escritura y la escritura del espacio informan de manera obsesiva casi la totalidad de los textos de Javier Vásconez. Se impone una primera aclaración de estos términos, pues el vocabulario de la crítica literaria y el de la geografía se entrecruzan y tienden a confundirse:

Cuando se trata de creación literaria, unas metáforas topográficas como las del “campo” o del “espacio” no pueden entenderse sino entre comillas. Por supuesto, el espacio del campo literario es parte, en cierta forma, de la sociedad, pero la enunciación literaria desequilibra la representación que solemos tener de un lugar, con un afuera y un adentro. Los “círculos” o “medios” literarios constituyen, de hecho, unas fronteras.6

Son muchos los términos en esta cita del lingüista francés Dominique Maingueneau. Las comillas que recomienda para referirse al “espacio literario” nos convienen porque la cuestión del espacio me parece esencial en la literatura de Vásconez. De hecho, las relaciones con su país son sumamente complejas: su punto de vista sobre el “espacio literario” y su pertenencia a unos “círculos” o “medios” literarios dependen directa y concretamente del lugar de ejercicio de su oficio de escritor. Es decir, considero el Ecuador como un “medio geográfico” que condiciona la pertenencia al “medio literario”. Para ser más específica, me interesa saber cómo escribe Vásconez en el Ecuador y cómo habla de este país. Me interesan también las redes de las que se valió para publicar y dar a conocer su obra. Las instituciones del “espacio literario” ecuatoriano, que son la crítica, el circuito editorial, los premios literarios y las manifestaciones literarias, ¿favorecieron o dificultaron la visibilidad de su obra? ¿Por qué se conoce poco a este autor en Francia, aunque siguen publicándose muchas creaciones de escritores latinoamericanos? ¿Será porque Ecuador no tiene eficientes redes culturales y editoriales?

La pregunta parece ingenua, pero permite plantear la cuestión de los “límites” del reconocimiento, término entre comillas que remite otra vez al espacio y a la geografía. Dominique Maingueneau, al hablar de fronteras utiliza un concepto clave para mi investigación. En efecto, me parece evidente que Vásconez pretende abolir las fronteras entre los autores, los países, los continentes y las ciudades, incluso entre los lectores. Las nociones de espacio, de límite, de barrera y de frontera se encontrarán con frecuencia en este análisis porque sirven para aclarar cómo entiende Vásconez la geografía del Ecuador y cómo la utiliza para dibujar otro espacio. Sus metáforas preferidas son las del “país de la línea imaginaria”7 y del “país invisible”8. ¿Cómo logra conciliar el escritor lo invisible de la geografía nacional con su deseo de poner a la luz su producción literaria? La ausencia de una identificación precisa del país en el que vive el autor es una verdadera opción, estética y existencial, que traduce la incómoda situación del autor en un campo literario del que depende la relevancia de su obra, pero que no existe en la realidad o es muy incipiente.

Para concluir este primer acercamiento a la literatura de Vásconez y estas primeras aclaraciones terminológicas, quiero poner de relieve un concepto elaborado por el profesor Dominique Maingueneau, imprescindible para entender la relación entre el espacio de la escritura y la escritura del espacio a lo largo de mis investigaciones. Se trata del concepto de paratopía, que me ayudó a desentrañar las complejas relaciones entre el autor, los narradores y los personajes de los textos del novelista ecuatoriano. En efecto, todas las entidades que obran para la creación del texto (autores, narradores, escritor) se expresan en un ámbito incómodo y difícil de definir. El espacio literario –propio del autor y del escritor– y el espacio textual –propio del narrador– son nociones complejas, pero tienen un punto común con los espacios geográficos que Vásconez dibuja en sus textos, gracias a metáforas que relacionan el país con lo invisible. El autor refuerza a menudo la invisibilidad con la cortina de la lluvia incesante que lo deja todo en la penumbra. Una primera definición de la paratopía se impone:

El que enuncia desde el interior de un discurso constituyente no puede situarse ni fuera ni dentro de la sociedad: no tiene más remedio que nutrir su obra del carácter radicalmente problemático de su propia pertenencia a la sociedad. Su enunciación se constituye a través de la propia imposibilidad de encontrar un lugar auténtico. Localidad paradójica, paratopía, que no es ausencia de lugar, sino una difícil negociación entre el lugar y el no-lugar, una localización parasitaria que vive de la propia imposibilidad de estabilizarse. Sin localización, no hay instituciones capaces de legitimar y manejar la producción y el consumo de las obras, pero sin de-localización no existe un verdadero discurso que se constituya.9

Esta primera definición me parece esencial porque aclara la problemática que relaciona “el espacio de la escritura” con el “espacio en el cual se elabora la escritura”. Explica no solo el acto de enunciación del escritor, sino también la imagen que él va elaborando del Ecuador. En los textos de Vásconez, el país aparece como un lugar y un no-lugar, una paratopía que armoniza con la inestabilidad del autor, miembro de un “espacio” o “campo” literario indefinido e incómodo. Un análisis del estatuto de los narradores, que tampoco tienen verdadero espacio definido, permite prolongar la paratopía de Javier Vásconez, cuya identidad vacila permanentemente entre su condición de ciudadano común y su papel de creador. El narrador busca para sí mismo un espacio, indefinido por naturaleza, en el cual manifestarse e imponerse como el que maneja la ficción. Dicho de otro modo, quiero poner de relieve la gran coherencia entre las situaciones paratópicas del autor, del narrador y del propio Javier Vásconez. Son tres entidades que se confunden en una sola: el hombre es a la vez ciudadano y escritor, autor, y doble del narrador de sus textos. Todos actúan en espacios que a veces son conflictivos o por lo menos diferentes: el espacio social, el espacio territorial y el espacio literario. Por estas razones me interesaron tanto los discursos del novelista, su palabra privada entregada en entrevistas, en textos literarios y también en aproximaciones críticas a la escritura. Estudié atentamente sus múltiples discursos, a la par que sus novelas y cuentos, y de este constante vaivén entre el hombre y el escritor, entre el ciudadano y el profesional, entre el escritor, el autor y el narrador, pero también entre la persona real y los personajes ficticios de las novelas y cuentos, surgen las condiciones de creación de los textos y el sentido que los informa.

Esta óptica permite descubrir de una vez y con una mirada global a Javier Vásconez escritor y a Javier Vásconez autor. Así, esta perspectiva evita la consabida escisión entre la persona que produce los textos y vive de su prosa mientras expresa su deseo de contribuir a una literatura universal y el “narrador” que no sería más que una abstracción o un puro concepto-herramienta del análisis literario, independiente del escritor. El propio Vásconez habla de esta “escisión”, tanto léxica como ontológica, entre el escritor y el narrador, en una entrevista con la crítica chilena Paz Balmaceda. Evoca el momento de la creación literaria de esta manera:

Todos queremos contar una historia, lo que cambia, en realidad, es la manera de hacerlo. Aquí entramos en un terreno espinoso y muy poco tratado por la crítica: el papel que desempeña el narrador a la hora de abordar una historia, el narrador entendido como una herramienta utilizada por el escritor para contar una historia. Esto quizá sea lo que más ha cambiado en el arte de la novela en los últimos años. Hoy día nos encontramos con una proliferación de narradores, los hay “mestizos” en el sentido que combinan varios puntos de vista, conjeturales, ambiguos, etcétera, y creo que es aquí donde se encuentra el enigma, el secreto del arte de narrar. (Vásconez, 2010, p. 133)

Vásconez explica sutilmente el papel del escritor al momento de construir una narración. El desfase entre la identidad del escritor y la del narrador, definido aquí como una herramienta indispensable al “arte de narrar”, preocupó mucho y durante años a los comentaristas de la literatura10. Esta reflexión permite al novelista ecuatoriano poner de relieve la multiplicidad de los puntos de vista y de las identidades posibles del narrador. Tal pluralidad enriquece, en su opinión, el arte de contar historias, y contribuye a crear un misterio, un “enigma” según el término que utiliza aquí y en varias otras entrevistas.

Para ilustrar su reflexión sobre la evolución de la novela, de la que él no duda formar parte, Vásconez expone el particular punto de vista del narrador de la obra El viajero de Praga cuando habla de Quito: “En varios casos no he querido nombrarla y escribir sobre la ciudad desde la ambigüedad, un poco como debajo de la lluvia”11. Este comentario remite otra vez a la localización imposible, o paratopía, ya que evoca un espacio propio del narrador (“desde la ambigüedad”) y desvela sus intenciones o secretos de composición de escritura (“no he querido nombrarla”). La ambigüedad, acompañada aquí del adverbio de lugar “desde”, remite a un punto de vista que oculta tanto como expone: es la opción particular del narrador para hablar de Quito. La delicada definición del punto de vista es reforzada por la imagen de la lluvia y por las sensaciones que produce quien percibe el paisaje: nostalgia, imprecisión, incertidumbre, incluso inquietante extrañeza.

Este primer ejemplo de las relaciones entre narración y percepción del espacio geográfico nos convence de la importancia del concepto de paratopía en nuestro análisis del discurso literario. Quito viene a ser un lugar ambiguo, “una localidad paradójica”, según la imagen de Dominique Maingueneau. Esta figuración de la ciudad es percibida por un narrador, el cual transmite la percepción que tiene el escritor sobre la geografía del “país de la línea imaginaria”.

Otra definición más precisa de la geografía permitirá diferenciar mi propuesta de un análisis estrictamente literario que procura distinguir el “espacio del narrador” del “espacio textual”:

Los geógrafos concuerdan en distinguir una geografía general y otra regional. La primera es un análisis del espacio generalmente llevado a cabo en una escala menor y bajo forma comparativa. Tiende a definir y clasificar los hechos –y su posible combinación– que intervienen en la imagen de un “paisaje” (Landscape en inglés, Landschaft en alemán). Dichos términos, es cierto, se utilizaron en sentidos muy distintos, según la escala adoptada o si se toma en cuenta o no la acción de los hombres. Por eso existen dos geografías generales, la física y la humana.12

Si hablamos de “espacio geográfico” al referirnos al Ecuador, añadimos una dimensión que lo vuelve todo más confuso. Prefiero referirme a esta última definición que habla de la “imagen de un paisaje”. Dicha expresión remite, por cierto, a una geografía física. Y conviene a maravillas para mi análisis, ya que el Ecuador se diferencia de los países europeos por evidentes características físicas: la cordillera, los volcanes, el páramo, las ciudades de altitud, la oposición entre la Costa y la Sierra, la selva amazónica, las islas Galápagos. Me interesa, por consiguiente, saber cómo utiliza Vásconez todos estos elementos característicos del país, mientras rechaza toda filiación con los novelistas que explotaron la geografía nacional para defender otras causas; por ejemplo, la del indio, las condiciones de vida de los mestizos de la Costa o las del obrero.

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