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La botánica del alma


ALHICIA S.

La botánica del alma

EXLIBRIC

ANTEQUERA 2021

© Alhicia S.

Diseño de portada: Dpto. de Diseño Gráfico Exlibric

Iª edición

© ExLibric, 2021.

Editado por: ExLibric

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reprodujeren o plagiaren, en todo o en parte, una obra literaria,

artística o científica.

ISBN: 978-84-18730-30-6

ALHICIA S.

La botánica del alma

A todas aquellas almas que desean brillar y,

en especial, a mi alma gemela.

Naturaleza terrestre

«Y las semillas de algo superior a mí debieron de caer sobre mi

alma, ya que desde entonces no ha dejado de crecer».

Botánica

Hay quien tiene detrás historias maravillosas por contar; otros, sin embargo, solo podemos suspirar al recordar.

Todo mi mundo se movía por sentimientos similares a las hojas de otoño que caen en medio de un bosque sombrío: algo frío, pero jamás falto de libertad ni ganas de expresar. Así iba a ser mi realidad.

Existen personas PAS (personas de alta sensibilidad) y entendí que sentir en exceso, algo que para unos podía ser terrible y hasta generar un sinfín de luchas y peleas internas, para mí era la única y mejor manera de sobrevivir a tanta naturaleza muerta.

Y es que todo lo que puedo contar es el resultado de una constante búsqueda, que me llevó a entender que la luna era mi hogar y mi felicidad la constante pasión por sentirme viva al expresar.

Noches llenas de dolor, mañanas con ganas de avanzar, ilusiones intactas por miedo a fracasar… La fe ciega en que vibraciones similares vibran juntas y, por ende, la tranquilidad y esperanza que da el amar la vida en general.

Girasoles

Hay dos tipos de personas: las que al mirar al cielo ven el sol, reluciente cual amarillo cristal; y otras que, al alzar la vista, solo ven una mancha rocosa en forma de media sonrisa lunar. Que esté en el segundo grupo, que ame la luna, no significa que odie el sol.

El sol es naturaleza viva, despertar de conciencia, energía que te hace brotar, pecas que forman constelaciones de color, luz que pone en pie tus sentidos, que se cuela por la ventana de los huesos dando fuerza, fe y esplendor. Pero a la hora de acurrucarme, imaginar y soñar, llorar, pedir y suplicar, el sol nunca me podría dar tanto calor como la gran esfera lunar.

Un día me surgió una idea. Yo, que amaba la luna, pensé: «Igual que hay flores que giran en torno al sol, que buscan su energía y seguridad entre los rayos que hace brotar, también debe de haber especies que giren en torno a la noche, a la luna, a su luz, a su magia al brillar. Que se sienten en casa al verse rodeadas de estrellas y piensen: “¡Ese planeta es mi hogar!”».

Yo era una de esas especies. Nos denominé «giralunas».

Tan altos como el bambú

Hubo una época en la que solo queríamos «ser mayores», más libres, tomar nuestras propias decisiones, dejar al niño interior para ser adultos de cara al exterior, alzarnos hasta ser imparables, altos como el bambú.

¡Qué necesidad de expresar! Qué valentía aquella que nos permitía soñar. Qué dispuestos a todo, sin pensar que podía ser el comienzo de la decadencia que el alma intenta parar. ¿Cómo puede ser que ahora echemos de menos la infancia con las ansias que teníamos por crecer y alcanzar la libertad?

Mi mundo siempre fue peculiar: fantasía, historias y lápices para colorear, familia resumida en «mamá», pensamientos plasmados en folios que pintar, preguntas sin respuesta en forma de «papá», sentimientos y lágrimas que solo la luna podía calmar.

Y ahora pienso para qué tantas ganas de crecer si todo sigue igual, el doble de irreal, la mitad de peculiar, todo desencajado por miedo a no encajar.

Deshojar margaritas

Todo comienza a vibrar, sientes que algo empieza a crecer, crees que es ese sentimiento al que llaman amar. Y empiezas a deshojar margaritas con miedo a que llegue el final: «Me quiere, no me quiere… Claro que me quiere».

Pero escuchas a tu intuición, una voz que viene desde algún lugar más allá de la ilusión. A veces habla a gritos, diciendo: «Puede que sea él; no huyas, abre el corazón». Otras veces te susurra: «Huye, huye rápido, igual de rápido que él te va a echar de su colchón». Pero hay otras que dice: «Inténtalo, no pierdes nada. Solo es otra margarita más».

Entonces entendí que el amor es como un folio en blanco. Claro que da miedo comenzar y nadie sabe cómo va a terminar: quizá lleno de colores, rojos, claroscuros, manchas o garabatos, dibujos sin sentido o tan hermosos como el mar. O quizá sin más, en blanco, sin nada que contar.

Pero siempre pienso que más vale tener un cuaderno viejo y hasta roto, o incluso uno por estrenar, que estar mendigando folios por no tener donde pintar.

Reglas para brotar

1.Cuando caigas, que lo harás, súbete encima de tu esperanza, apóyate y echa a andar.

2.Cuando llores siente las lágrimas, siente la limpieza del alma, déjalas marchar.

3.Cuando respires hazlo lento y profundo, siente tus pulmones llenos de flores y hazlas brotar.

4.Cuando ames… ama de verdad.

5.Cuando sueñes mira al cielo y pídelo como un deseo que solo se tiene que materializar, pero ya está.

6.Cuando encuentres algo que te apasione conviértelo en tu trabajo y no lo dejes jamás.

7.Cuando sientas ira o frustración no hace falta ir a por la solución; simplemente, siente cómo tu interior te pide a gritos que sigas viendo con el corazón.

8.Cuando te hable tu intuición cierra los oídos a todo ruido exterior.

9.Cuando sientas que hay algo para ti ve a por ello con fe. No mates oportunidades, déjalas crecer, y si por miedo sale mal…

10.… Vuelve al punto 1. Vuelve a empezar.

Entre algodones

Cuánto daño puede hacer el miedo. Nos quedamos anclados en una idea por el miedo a descubrir que hay más después de ella. Es mucho más fácil pensar que todo está predestinado y que si algo tiene que pasar pasará, que no hace falta salir ahí fuera a buscar.

Cuántas veces me quedé sentada viendo el tiempo pasar, las hojas caer, a mi mente suspirar, sin más ganas que las de huir hacia algún sitio que pudiera considerar hogar.

¡Qué absurda necesidad por miedo a los golpes que algo superior a mí me pudiera dar! Porque lo que no has aprendido de manera consciente lo vas a aprender a través de miles de muros que tendrás que escalar. Qué terrible estar entre algodones por el miedo al qué diré, al qué dirán.

Y llega el día en que estás en tu cama, tumbado, mirando por la ventana, pensando si saltar o seguir maldiciendo el momento en el que te quedaste anclado, suplicando respuestas sobre qué hacer a eso que tú llamas fe.

Y se te dan.

Y ahora que las tienes… ¿coges todos tus miedos y vas?

Coníferas sin piñas

Relaciono la infancia con los sueños y la posibilidad de alcanzarlos. Nacemos con determinados dones que, si conseguimos no abandonarlos, entenderemos que por ellos hemos venido a este mundo, a cultivarlos.

A aquel que se pasa todo el día cantando, lo callan.

A aquel cuya única distracción es subirse a los árboles a investigar, lo bajan.

El que encuentra su fascinación en las estrellas, al suelo debe mirar.

A aquel que por mejores amigos tiene a los libros le dicen: «Qué solo estás».

A los que en clase y de tarde solo nos refugiaba pintar o escribir, nos hacían coger los libros de texto para al cerebro confundir.

Sin eso nos sentimos abandonados, vacíos, secos, como un gran bosque de coníferas sin piñas.

Pero hay esperanza. Si eres capaz de encontrar en tu interior aquello que nos quitaron de niños, aquello que nos hacía inmensamente felices y especiales, encontrarás un motivo para levantarte. No importa qué sea, si dará dinero o no, si será útil o un pasatiempo; si lo encuentras de nuevo no lo dejes ir, ya que si realmente sale del alma no hay nada que te pueda hacer más rico y feliz.

En este mundo lleno de gente y posibilidades habrá un hueco para tus piñas, siempre.

Te lo prometo. No las dejes ir.

Nicotiana tabacum

Antes de dormir no repaso mi día, descifrando aprendizajes, ni rezo ni pido o busco algo en el interior. Ni siquiera agradezco a algo superior. Antes de dormir me gusta fumar, ver cómo el humo ondulante recorre cada pared y sección, envolvente como cada uno de mis sueños atrapados en esta habitación, efímero como cada sentimiento que hizo añicos este amasijo de piel, sensaciones y huesos al que llamo «yo».

Otros quizás pasan horas preguntándose el porqué de sus actos, el cómo de su futuro, el cuándo de ese amor que se fue, el cuánto a las horas hasta que llegue el amanecer; pero esa forma de matarme me parece cruel.

Antes de dormir me gusta encontrarme con cada uno de mis odiados recuerdos, de mis aterradores demonios, de mis horribles miedos, darles una calada y desear que a la mañana siguiente solo alguno de ellos se haya consumido, igual que cientos de mis cigarros, en el cenicero.

Germinar

Siempre me he preguntado el porqué de mi nacimiento o el porqué del tuyo y del de los demás. Es complicado pensar que nosotros elegimos venir a este mundo de sufrimiento y degradación, de pena y dolor, y que todo empieza con un llanto al abrir los ojos al exterior. ¿Así debe comenzar? ¿Ese llanto es una señal de cómo será lo demás? Y lloras más.

Pero déjame decirte que ese llanto no es sin más; es un cúmulo de primeras emociones que no sabes expresar, es la respuesta a todo el llanto que te queda por pasar, la primera semilla de todo lo que está por germinar.

Es la emoción de la primera luz al respirar.

Es el miedo ante lo que no sabes que vendrá.

Es la alegría de saber que algo enorme está por comenzar.

Es el sentimiento de amor brotando por tus ojos, como espejo de tu interior que son.

Es la incertidumbre y la ansiedad de no saber quién te va a cuidar.

Es el sonido de la voz de alguien a quien amas de verdad.

Es mirar al universo y no saber dónde encajar.

Es la inmensa nostalgia de saber que ya no eres dos, que ya eres individual, nostalgia que te acompañará hasta que decidas no estar.

Y es que el primer llanto es el más importante, el que vaticina el porqué de todos los que vendrán, pues lo que sentirás a lo largo de tu vida ya lo has sentido en otra realidad. Por eso mismo llora, deja que brote de tu alma, deja que esas lágrimas que a veces no sabes contener ni por qué están te den la respuesta, el alivio y la serenidad de lo que tu corazón necesita expresar.

Flores secas

Me resulta el mundo una paradoja infinita:

El que tiene agua no tiene sed.

El que desea tiempo no sabe en qué gastarlo.

El que está enamorado siente ansias de libertad.

El que está solo lo prefiere así.

Al que tiene mucho nada le sobra; el que no tiene cree que lo tiene todo.

El que tiene religión tiene miedo a la muerte; el que tiene fe se siente muerto.

El que tiene flores secas y campos baldíos los desea vivos; el que tiene flores vivas las seca para recordar.

El que tiene una esperanza carece de sueños alcanzables…

Y a mí, que solo tengo noches, me faltan lunas para hablarles.

Trébol de cuatro hojas

Miro, pero no enfoco. Demasiada claridad entra por la ventana. Un rayo de luz inunda todo, se cuela por las rendijas de mi cuerpo, por los recodos de mi pensamiento, por el interior de mis huesos, trayendo la calma. ¿Será esto eso que llaman esperanza?

Todo comienza a despejarse, ya no busco sentido a lo que no lo tiene, ya no busco respuestas a por qué soy de una manera o por qué hice tales cosas o aquellas elecciones. Ya no hay preguntas. Todo era inevitable.

Demasiado tiempo desamparados, esperando que algo nos diga que hay luz. No al final del camino, sino al principio y en el recorrido. Y esa luz, como si de un trébol brillante y verde se tratara, se abre paso en el desierto sombrío de los sentimientos y llena el alma.

Ya nada importa, porque ni el futuro es cierto ni el pasado es verdadero. Todo son lecciones. Lo único que tengo es esta ceguera de luz que me abraza y que dice entre susurros que mientras haya aliento habrá esperanza.

398,63 ₽
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71 стр. 3 иллюстрации
ISBN:
9788418730306
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